Capítulo 5
Al entrar al bar sentí el cambio de temperatura, el calor se apoderó del ambiente al estar bailando tanta gente y tan pegada. Fui directo a la barra y pedí una mimosa a lo que el camarero sonrió, le respondí el gesto cuando me entregó la bebida. No había pasado desapercibida ante él y me lo estaba demostrando. No era mi tipo así que solo me di la vuelta y me quedé apoyada en la barra y con una pajita en el vaso, absorbí un poco del líquido frío y ligeramente dulce que me sentó de maravilla.
Comencé a observar a mi alrededor buscando un candidato digno para bailar. La música era buena e inconscientemente me movía al ritmo de esta. A la segunda mimosa apareció un chico joven, quizás algo más joven que yo. Era lindo pero nada especial. Me miraba con ojos lascivos y yo claramente me contoneaba mucho más. Era más o menos de mi altura y se colocó frente a mí dejándome ver unos ojos azules muy bonitos. Se acercó a mi oído y me susurró.
-Vamos a bailar-
Asentí y me tomó de la mano guiándome hasta la pista de baile que estaba abarrotada de personas, no sin antes dejar mi copa vacía en la barra. Comenzamos a bailar al ritmo de una canción electrónica que estaba bien acompañada por el parpadeo de luces de colores. Luego sonó una canción más suave y el chico aprovechó para colocarse detrás de mí. Sus manos comenzaron a recorrer de manera delicada mis caderas y acto seguido coloqué mi pelo hacia adelante para que tuviese mayor acceso a mi espalda y mi cuello. Hundió su nariz en mi pelo y luego en mi cuello lo que hizo que se me erizara la piel. En un susurro me habló.
-Hueles muy bien, muñeca-
Me giré y lo miré directo a los ojos con una leve sonrisa.
-Lo sé y recuerda una cosa- me acerqué a su oído e imité su tono de voz ronco- no me gusta que me digan muñeca-
Seguimos bailando y jugando a rozarnos y a acariciarnos por encima de la ropa. Después de la quinta canción decidí ir a buscar algo de beber porque estaba seca y ligeramente sudada. Además quería fumar. Para mí siempre era igual: tomaba café y fumaba, bebía alcohol y fumaba, y como si viniera también en el paquete, recordaba a Raúl. Era mucha casualidad que lo relacionara con cosas calientes, cosas que queman y él es el fuego que mantiene todo unido y extremadamente tentador.
El camarero de antes me trajo un encendedor y con su ayuda encendí el cigarro. Me tomé una foto y se la envié a Raúl. Estuve un rato sentada y pedí un Gintonic, su sabor no era tan dulce pero igual era refrescante. De pronto sentí vibrar mi móvil, era un mensaje de Raúl.
“Doctora, que hace fumando. No le está dando un buen ejemplo a sus pacientes”
Sonreí al imaginar el tono irónico con el que me diría eso personalmente. Enseguida le respondí.
“Aprendiendo de usted, doctor”
Bebí nuevamente y le di una buena calada al cigarro, reteniendo el humo lo suficiente como para que me provocara un ligero mareo y expulsándolo lentamente. Volvió a contestar.
“Haz lo que yo diga y no lo que yo haga. No me tomes de ejemplo que aunque soy un niño, no soy un santo”
Volví a sonreír pero antes de contestar apareció el chico de antes y tapó la pantalla del móvil. Lo miré sorprendida.
-No estamos para móviles ahora. Este lugar es para dejar los problemas afuera y disfrutar de buena música y buena bebida.
Sabía que el chico tenía razón así que guardé el móvil y puse la colilla en un cenicero en la barra. Pedí otro Gintonic y con el vaso en una mano y el chico detrás de mí, no fuimos hacia la pista.
***
Pedimos un taxi, ya eran las 3 de la madrugada y aunque no estábamos del todo borrachos ninguno podía conducir así que el chico dejó su coche en el bar y fuimos hasta mi casa. Al subir al ascensor me miré en el espejo y tenía los ojos y las mejillas ligeramente rojos. Tenía calor y no sabía si era por el alcohol en la sangre o por la excitación que me producían sus caricias. Lo miré por el espejo y detallé un poco mejor su rostro. De verdad lucía joven, su cabello era algo claro, sus ojos azules y sus labios carnosos. Era de complexión delgada pero definida. No estaba del todo mal.
Ya dentro de mi apartamento entendí la locura que había hecho al traer a un desconocido a mi casa, sin embargo era eso o irse con él y sinceramente prefiero jugar en mi terreno. Serví dos copas de vino y le ofrecí una. Me senté a su lado en el sofá. Bebí un poco y le hice la pregunta que estaba rondando mi cabeza desde el primer momento.
-¿Qué edad tienes?
-Sabía que me ibas a preguntar- sonrió- tengo 20. ¿Por qué, creías que era menor de edad?
Dijo con tono juguetón. Coloqué mi copa en una mesita y me senté a horcajadas sobre él. Coloqué mis manos alrededor de su cuello y le dije con mis labios casi rozando los de él.
-Solo quería saber y ya tengo lo que necesitaba así que ahora disfruta.
Lo besé invadiendo su boca de manera violenta. No estábamos aquí para “hacer el amor”. Veníamos a follar y eso íbamos a hacer. Me tomó por la nuca y profundizó el beso. Su sabor no era de mis favoritos, había una mezcla de alcohol y cigarro, parecido al mío. Eso no era lo más importante sino el hecho de que conseguí lo que quería y estaba muy orgullosa de eso. Besaba mi cuello y mordía un poco, no era un experto pero no estaba mal. Continuamos en ese ritmo entre besos, caricias y mordidas hasta que me levanté y lo tomé de la mano para conducirlo hasta mi cama.
***
La luz del sol comenzó a molestarme por lo que tuve que arrugar un poco los ojos y obligarme a abrirlos. Miré mi reloj en la mesita de noche y eran las ocho y media. Llevé mi mano a mi frente en un intento inútil de aliviar el dolor de cabeza. Levanté las sábanas y estaba desnuda. Al mirar a mi lado, este estaba vacío. Pero qué cojones…El tipo de anoche no estaba ahí, me levanté sobresaltada y me puse solo una camiseta y descalza salí de la habitación en busca de cualquier cosa que pudiese faltar. Quizás el tipo me robó y eso explicaría el que ya no estuviera en la cama. Por dios que imbécil fui.
Luke vino desde su cama a saludar. Me paré y pensé por un momento, si Luke no había hecho ruido entonces no había pasado nada porque estaba bien entrenado. Acaricié su cabeza y entonces un olor llegó hasta mi nariz proveniente de la cocina. Al llegar por fin me relajé porque el chico estaba ahí preparando el desayuno.
Me aclaré la garganta.
-oh… buenos días preciosa. ¿Tienes hambre?- dijo con una sonrisa
Yo no deseaba este tipo de tratos. Ni siquiera sabía su nombre y realmente no me interesaba. No buscaba nada serio, solo sexo y ya. Necesitaba un polvo para aliviar tensiones acumuladas y porque simplemente me apetecía. Eso era todo.
-A ver… te explico. No me gusta que estén metidos en mi cocina sin mi permiso y mucho menos que piensen que por un revolcón de una noche ya tengan derecho a hacerme el desayuno pensando en la inexistente posibilidad de tener algo más conmigo.
La sonrisa del chico se desvaneció y por un momento creí que fui muy dura pero no me podía permitir involucrarme con nadie después de lo de Daniel. Además ni siquiera me había gustado lo suficiente como para dejarle entrar a mi vida sin más. Lo mejor era dejarle las cosas bien claras para que no se hiciera ideas erróneas con respecto a mí.
-Bueno…yo…lo siento. De verdad no quise incomodar.-dijo quitándose el delantal y dejándolo en el respaldo de una silla del comedor.
-Creo que es mejor que te vayas- fue lo único que pude decir
-Claro… ¿al menos me dirás tu nombre? – se acercó a mí y yo crucé mis brazos tratando de tapar mi pechos visibles a través de mi camiseta casi transparente. Joder sí que estaba siendo imbécil hoy, si ya me había visto desnuda. Apreté mi mandíbula ante ese pensamiento.
-No es necesario. No nos volveremos a ver-
El chico avanzó hasta la puerta y antes de llevar la mano al pomo de esta, el timbre sonó.
Lo aparté y me apresuré a abrirla y mis ojos no pudieron abrirse más por la sorpresa. Quien estaba parado frente a mí era nada más y nada menos que Raúl. Mis mejillas ardían, la situación no podía ser más bochornosa para mí, estaba descalza y media desnuda, con cara de haber tenido una noche de sexo. Quería despedir al desconocido y lo último que necesitaba era que alguien se enterara de mi ligue nocturno, mucho menos que Rául supiera de eso. Miré al chico y con la cabeza le indiqué que se fuera. Los ojos de Raúl jamás dejaron los míos y por un momento me pareció enfadado, sus músculos y mandíbula estaban tensos.
-Buenos días… ¿vas a pasar?- dije avergonzada.
Me miró de arriba abajo y yo disimuladamente intenté taparme.
-Lo siento, debo irme.-Su tono frío me descolocó sorprendiéndome.
Se dio la vuelta y se fue. Algo no estaba bien y Raúl no iba a quedarse sin hacer nada.
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