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Capítulo 25

Lorena

Por primera vez en mucho tiempo apagué el móvil, no quería que me molestaran o más bien no quería hablar con él. Me fui a casa de Julia, necesitaba hablar con alguien que no me juzgara y me diera un punto de vista diferente. Llegué rápido y sin tiempo para pensar, no quería caer en lo mismo de siempre. Estaba bastante cansada de este jueguecito de Raúl. Toqué el timbre y enseguida la rubia me abrió.

-Hey, ¿a qué debo el honor de tu inesperada visita? -Julia era experta siendo sarcástica.

-Necesito una copa, un cigarro y buena compañía. Así que aquí estoy, en el sitio perfecto, no sé por qué te sorprendes. -Dije sonriendo.

-Pasa anda, no te quedes ahí, esta es tu casa y lo sabes.

Entré y me descalcé, quería sentirme libre y los tacones ahogaban mis pies. También me quité el vestido y fui a buscar algo ancho. Julia observaba con diversión todo lo que yo hacía pero no me importaba, entre ella y yo no había secretos, ni tampoco era la primera vez que me veía hacer algo así. Ambas respetábamos a la otra pero la confianza era demasiada como para preocuparse porque nos viéramos desnudas.

Julia vivía con lujos, quizás un poco más que yo, porque aparte de mejor gusto, indiscutiblemente ella era dueña de un negocio, yo me mantenía siendo empleada de alguien más. Su casa era grande a pie de calle, con sala de estar y un mini bar, una cocina americana y dos habitaciones, una para ella y otra para mí. Un lujoso baño donde podía relajarme en la bañera con sales y velas aromáticas. Ella era una obsesa de las cosas pijas y yo aprovechaba eso también.

Me puse una de sus camisetas y recogí mi cabello en una coleta desordenada, tomé un encendedor en el mini bar y busqué, en una de las gavetas detrás de la barra, su colección de cigarros. Había de todos tipos para cualquier ocasión, sonreí al recordar que yo también había dejado algunas cajas aquí. Tomé unos mentolados y suaves, necesitaba relajarme y esos eran perfectos.

Julia permanecía en el sillón sentada, mirándome divertida. Crucé la mirada on ella y sonreí. Encendí el cigarro en mi boca y le di una buena calada, dejando el humo un rato en mis pulmones, para que los químicos hicieran su efecto en mi sistema nervioso. Enseguida sentí un ligero mareo, este era mi primer cigarro del día.

-Sí que venías tensa, ¿ya te sientes mejor? -La rubia dijo seria intentando que sonara como broma. Estaba preocupada por mí.

-Lo siento por pasar así, pero necesitaba sentirme libre, tengo muchísimas cosas en la cabeza. -Me senté frente a Julia con un cenicero en la mano y alzando mis pies.

-¿Qué pasó con Raúl? -dijo con tono serio. Me quedé unos segundos mirándola fijamente. Joder, sí que me conoce.

-¿Cómo lo sabes? -Intenté sonreír.

-Porque hace tiempo tus problemas se resumen a él. Desde hace mucho que él es el epicentro de tus preocupaciones y tristezas. Sinceramente, has tenido muy pocos momentos buenos con él. Y siendo más sincera aún, casi todos son en el ámbito sexual.

Se instauró un silencio entre ambas, no era incómodo, solo era un momento de reflexión. Ella tenía razón, ninguna relación se podía basar solo en sexo y momentos morbosos o lascivos. Una relación llevaba más cosas y él no me las daba. Aunque pensando seriamente, ni siquiera teníamos una relación. Solo eran encuentros esporádicos y sexuales. Nunca habíamos tenido una cita como una pareja real, yo solo era su amante. Exhalé todo el humo que estaba conteniendo dentro.

-Lo siento, Lore. No quería que te sintieras mal. -Estaba segura de eso, así que debía tranquilizarla.

-No tienes que disculparte por ser sincera, la verdad suele doler. No por quien las diga, a veces duele por la forma en que las decimos y otras veces duele porque no queremos verla. En el fondo no me molesta tu comentario, lo que realmente me molesta es no tener razón con que él iba a cambiar. Me gustaba esa mentira o al menos eso era lo que creía. Hasta hoy. -Apagué el cigarro y dejé el cenicero a un lado.

-Entonces, ¿me dirás lo que pasó?

-Melissa estuvo en mi consulta hoy. Vino a pedirme que me alejara de Raúl.

-No te creo, ¿todavía existen mujeres así? -Dijo divertida.

-Pues sí y bastante patética que lució. Que poco valor se da como mujer, me sentí avergonzada por ella y a la vez una rabia porque me abofeteó. -Julia se sorprendió.

-¿Y tú qué hiciste? Al menos, ¿se la devolviste? -Estaba totalmente intrigada.

-Claro que no, no quería un escándalo en mi trabajo. Me costó mucho llegar hasta aquí como para echarlo a perder por ella que ni siquiera vale la pena. Además me dio pena destruir mi trabajo rompiéndole la cara. También me costó dejarla en tan buen estado. -Dije más relajada y Julia comenzó a reírse.

-Eres una hija de puta en toda regla, no quisiera ser tu enemiga en ningún momento. -Sonó divertida.

-No es eso, solo que no voy a faltar a mi palabra por alguien como ella. Si ella misma no se valora, ¿por qué yo tendría que hacerlo?

-Es verdad, cada quien recibe lo que da y da lo que recibe.

Comencé a reír tras la magnífica reflexión de Julia y acto seguido me llevé otro cigarro a la boca. Julia me extendió la mano y le pasé uno. Ambas nos miramos, no hacía falta hablar, ella sabía que me gustaba que hiciera estas cosas conmigo. A pesar de que no era lo suyo, me acompañó fumando, cosa que para mí significaba un "estoy contigo". La amaba.

Pasamos un rato muy agradable, Julia preparó unos margaritas y bebimos como hacía tiempo no lo hacíamos, solo ella y yo. Dejando los problemas de lado y sintiéndonos mejor. Tomando un respiro para luego seguir lidiando con nuestras vidas. A eso vine y con eso me fui. Agradeciendo a mí amiga por sacarme un ratito del caos en el que se había convertido mi existencia.

Llegué a mi apartamento con comida que había comprado para no tener que meterme en la cocina. Luke corrió a saludar y acaricié su cabeza, al menos lo tenía a él para cuando llegara a casa, una compañía leal y sincera. Miré el teléfono de casa y me di cuenta que alguien había llamado y por consiguiente, dejado un mensaje. Mientras le preparaba la comida a mi perro, le di al botón de reproducir de mi contestador, había un solo mensaje y sabía que era de Raúl.

"Lore, lo siento por no ser lo suficientemente valiente para afrontar todo lo que siento por ti. Créeme que me hubiese gustado poder estar contigo en otras circunstancias pero la vida no es como queremos y las cosas no salen cuando queremos, simplemente pasan y ya. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida y mereces algo mejor que la mierda de relación que te estoy ofreciendo. Necesito que seas feliz y si yo no puedo hacerlo, entonces busca quien te haga feliz. Te amo y no lo dudes."

No daba crédito a lo que acababa de escuchar, pero qué mierda era eso. Las lágrimas de dolor y rabia empezaron a nublarme la vista. Tuve que sentarme para poder interiorizar cada palabra que había dicho ese imbécil y a esta hora. ¿Cómo coño se iba a dar por vencido así sin luchar?

Era un puto cobarde y un gilipollas en mayúsculas, ¿Quién se creía él para jugar así conmigo? Además, ¿quién le había dicho a él que yo creía en eso que decían, "si lo amas déjalo ir"?

Era un egoísta que me controlaba a su antojo, si él pensaba que con su mensaje iba a verlo como una víctima, se equivocó enormemente. Estaba agotada de todo y con esto solo logró que ratificara mi postura, no quería estar cerca de nadie que no me valorara o que no tuviera los cojones de hacerme la mujer más feliz del mundo. Porque, sinceramente, yo no merecía menos que eso.

Raúl ni siquiera se estaba esforzando por darme aquello que necesitaba y yo, por fin, me arranqué la venda de los ojos, esa que me mantenía atada a él y no me dejaba desprenderme de estas situaciones tan tóxicas donde él mismo me colocaba.

Me sequé las lágrimas y tomé un respiro intentando calmarme. Me acerqué al teléfono y borré el mensaje, y con ese simple acto, lo dejé ir. Miré a mi perro y sonreí con dolor, pero al ver que movió su cola, entendí que el amor es incondicional y bastante simple.

Eres de quien te quiere sin mentiras y sin condiciones.

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