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Capítulo 23

Ya era tarde y llamé a Camilo para que se fuera, agradeciendo todo lo que había hecho y lo mucho que me había apoyado. Pero era muy egoísta de mi parte hacerlo esperar cuando realmente lo que quería era estar con Raúl.

Puse el móvil en silencio y lo dejé en la mesita delante se Raúl. Esta vez seríamos solo él y yo. Me acerqué para besarlo pero me detuvo, acto seguido se levantó y me tomó de la cintura con brusquedad, acercándome a él y sin decir nada me besó con mucha fuerza, estaba devorando mis labios. Me estaba diciendo que me extrañaba como yo a él. Comencé a jugar con mi lengua y el me cargó haciendo que mis piernas lo rodearan.

Seguía besándolo sin compasión y agarrándolo del pelo. Sus labios estaban deliciosamente suaves y me llamaban a la lujuria. Él provocaba esas cosas en mí, desear sexo duro y que me gustara tanto sentirme deseada. Todo eso era culpa suya. Despertaba un deseo en mí que ni yo conocía.

Así cargada me llevó hasta la cama, sin dejar de besarme. Me colocó y él quedó encima y continuamos besándonos con deseo, tocándonos y sintiendo el anhelo del otro. Se levantó y con su mirada lasciva clavada en mis ojos, desagarró mi blusa exponiendo mis pechos desnudos, gemí ante su brusquedad.

-Te gusta que sea rudo contigo, ¿verdad? –Dijo con voz gutural y una media sonrisa.

Nunca me había atrevido a tener un sesión sado-maso con nadie porque sentía que para llegar a ese punto había que tener muchísima confianza en que la otra persona iba a respetar los límites y que no te iba a hacer daño realmente, bueno, el necesario. Sonreí.

-Me gusta que seas tú mismo y que dejes que tu imaginación te guíe. Al fin y al cabo, el sexo se trata de eso. De ir experimentando sobre la marcha. Así que haz lo que quieras hoy, yo lo permito. –Dije de manera sensual mientras acariciaba tu abultada entrepierna por sobre su vaquero.

-Espero que mañana no te arrepientas de esto, porque lo que estás haciendo es darme todo el puto control de la situación y yo, no me voy a guardar nada. Me provocas muchísimo y te lo voy a demostrar. –Respondió con el mismo tono sensual y mientras tomó ambos pechos para apretarlos con rudeza. Joder, que rico se estaba humedeciendo mi sexo.

-Fóllame duro. –Jadeé.

-Te lo prometo. –Respondió y atacó nuevamente mis labios, mordiendo y chupando sin control.

Quería tocarlo y no me dejó, con una de sus manos sostuvo las mías por encima de mi cabeza, quedándome expuesta ante él y me gustaba esta nueva sensación de sentirme su objeto sexual. Me besó en los labios y comenzó a recorrer mi cuello y detrás de mí oreja, respirando cerca y provocando que mi piel se erizara. Siguió su recorrido y yo gemía por lo bajo.

Llegó a mi pecho, mordiendo mi clavícula y dejando un recorrido de besos y mordidas que, aunque un poco fuertes, me resultaban excitantes. Con su mano libre tomó uno de mis pechos y lo llevó a su boca, provocando que mi espalda se arqueara un poco. Sabía perfectamente que ese era uno de mis puntos débiles. Succionó un poco para luego lamerlo y morderlo levemente, haciendo que mis gemidos se intensificaran. Repitió el mismo proceso en ambos pechos y yo ya estaba lista pero él seguía torturándome en este juego de darme placer sin yo poder hacer nada.

Por un momento se detuvo y me miró directamente a los ojos.

-Te voy a soltar las manos pero ni se te ocurra tocarme o te voy a castigar y esta vez, dudo que te guste. –Más que una aclaración, parecía una amenaza.

-Te prometo que me voy a portar bien. –Dije sonriendo, me estaba encantando toda esta situación.

-Deja las manos arriba y solo siente. Deja que tu cuerpo disfrute de lo que tengo para darle. –Me tomó del rostro y lamió mis labios. Yo solo asentí.

Volvió a bajar a la altura de mis pechos y yo me quedé expectante porque me maravillara con su boca pero no lo hizo. Siguió su curso hasta mi abdomen dejando un rastro de besos húmedos y mordidas fuertes que me provocaban escalofríos. Se detuvo y deslizó mis bragas para dejarme completamente expuesta ante él. Así desnuda y él con su ropa aun puesta, me estaba volviendo loca, pero no podía exigirle que me penetrara, quería que siguiera con lo que hacía.   

-¿Qué esperas para tocarme de nuevo? –Le reñí al verlo tan quieto y observándome.

-Estoy disfrutándote como nunca, eras tan sexy y estás tan deliciosa. Provocas que te folle rico y eso es lo que quiero hacerte. No tengo apuro, así que tú no lo tengas tampoco.

No me había dado cuenta de que había liberado su erección y se estaba masturbando mientras me observaba. Me sonrojé pero me quedé así, solo para él.

Dejó de tocarse y me tomó de las caderas para girarme boca abajo quedando mi trasero totalmente a su disposición y yo sin ver una mierda. Con su mano izquierda me apretó muy fuerte la cadera izquierda y con su otra mano me golpeó fuertemente la nalga derecha, tan sonora que llenó toda la habitación y aunque me dolió, gemí estrepitosamente.

-¿Te gusta? –Podía escucharlo tan excitado como yo pero sabía que estaba asegurándose de que yo estaba bien y joder que si lo estaba.

-Hazlo de nuevo. –Quería provocarlo.
Escuché cómo sonrió por lo bajo y no me dejó reaccionar cuando volvió a golpearme pero esta vez en mi nalga izquierda, emparejando el ardor provocado por sus manos grandes y toscas. También gemí de forma sonora. 

-Que bien suena. –Volvió a golpearme en ambas nalgas, el ardor se intensificó pero el placer predominaba.

-Me encanta. –Casi ni se entendían mis palabras, estaba jadeando y con los ojos cerrados.

Me tomó de las caderas nuevamente y las elevó haciendo que mi sexo entrara en su campo visual. Acto seguido hundió su cabeza para lamer todo a su paso. De arriba hacia abajo y en círculos. Joder que bien se sentía, gemía y me mordí los labios, apretando las sábanas ante tanto placer y si seguía así me iba a correr en su cara. Pero se detuvo.

-Te voy  preguntar algo, si me respondes bien te lo voy a compensar. –Comenzó a trazar círculos en ese punto lleno de nervios que provocaba choques eléctricos en todo mi cuerpo.

-Di-dime. –No había manera de concentrarme para que las palabras salieran.

-¿Quién manda? –Su voz sexy y sus manos juguetonas masturbándome hacían que perdiera la cabeza pero jamás le iba a decir lo que quería oir. Sonreí.

-No te diré. –Una sonora nalgada hizo que mi cuerpo se estremeciera. Me dolió pero no sabía que ese dolor me gustara tanto.

Comenzó a rozar mi entrada con su miembro eréctil y me moví un poco hacia atrás para que me llenara completa pero se alejó. Joder.

-Respóndeme y todo esto será tuyo. –Volvió a acercarlo a mi sexo.

-Sabes que no lo haré. –No lo podía observar pero sabía que había sonreído.

Sin decir nada me penetró de una sola estocada y comenzó a moverse con un ritmo imponente haciendo que el sonido de nuestros cuerpos chocando retumbara en toda la casa. Yo gemía y él me acompañaba. Me golpeaba y seguía marcando su propio ritmo. Era demasiado intenso y profundo, sabía que más tarde me dolería pero no me importaba.

Me tomó del pelo haciendo que mi espalda se arqueara completamente y lo sentía aún más profundo dentro de mí.

-Eres… tan… difícil… y tan deliciosa. –Tampoco podía pronunciar palabra alguna, entre jadeos y gemidos.

Un par de embestidas más y mi orgasmo llegó, demasiado intenso y demoledor, dejándome las piernas débiles y temblorosas. Provocándome repetidos espasmos, pero él continuó torturándome hasta que sentí como salía. Un líquido caliente comenzó a caer en el inicio de mis nalgas y eso solo significaba que me había embarrado con sus fluidos.

Ambos caímos en la cama con la respiración descontrolada y extremadamente jadeantes.

-Tu cuerpo va a quedar marcado, ¿lo sabes verdad? –Seguía con sus ojos cerrados.

-Claro que lo sé y no me importa en lo más mínimo. –Lo miré y me devolvió l mirada.

-Eres mía Lorena, que no se te olvide nunca. –Su voz muy firme. Estaba siendo sincero y muy en serio.

-Soy tuya, Raúl, desde el primer momento que me besaste. –También estaba siendo sincera.

Me abrazó y me besó delicadamente. Estos post-coitos eran los mejores.

-Hice lo que quise contigo. Y sabes qué, lo disfruté demasiado.

-Yo también hice lo que quise. Recuérdalo. –Le hice un guiño.

-No entiendo.

-Jamás diré que mandas tú, así que no lo vuelvas a pedir.

Ambos sonreímos y volvimos a besarnos como dos locos. Estábamos enamorados y lo sabíamos. Éramos el complemento perfecto, estábamos muy a gusto con la presencia del otro y por primera vez en la vida pudimos dormir desnudos y juntos.

Por primera vez  parecíamos una pareja real y consolidada.

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