Capítulo 20
Días tristes y tormentosos llegaron a mi vida, todo rastro de color se perdió y lo único que veía se dibujaba de gris. Comencé a refugiarme en el trabajo y mí día a día se convirtió en consultas y guardias programadas para no estar en casa y evitarme pensar en lo sucedido.
Me sentía apagada y comencé a fumar mucho más tratando de calmar mi ansiedad y la necesidad de sentirme menos dolida, cosa que jamás pasó. No había hablado con Julia y tampoco había sabido nada de Raúl, me sentía sola pero es que en el fondo quería estar sola.
Un día más que otro, me sentaba en el banco frente al hospital con un café en la mano, con la esperanza lejana de que Raúl podría venir a buscarme y me quedaba horas así, esperando sin respuesta. Así volvía a casa, más destruida que el día anterior, cada día se hacía más pesado para mí y comía lo suficiente para no enfermar pero tampoco tenía hambre, mi estómago se había cerrado.
***
Estaba sentada en el sofá mirando un punto fijo en el suelo mientras la casa se mantenía a oscuras y de pronto la pantalla de mi móvil se alumbró, revisé y era otro mensaje de Julia, en la bandeja había uno de Camilo y otro de Kate, pero sabía que era la propia Julia queriendo intentar localizarme desde otro móvil. Lo aparté, no quería hablar con nadie, solo quería acariciar a mi perro que era lo único que sentía como mío y que, a pesar de los pocos cuidados que le había proporcionado en estos últimos días, se mantenía junto a mí.
Me sentía miserable pero consciente de que yo no había hecho nada malo solo que no había tenido oportunidad de expresar lo que realmente sentía, no le pude decir que sí, que estoy perdidamente enamorada de él, no tuve tiempo y quizás valor para contestarle como se merecía y eso era lo que realmente me dolía. La impotencia era desagradable y no iba a estar tranquila hasta que le dijera la verdad.
Tomé mi encendedor y me senté en unas de las sillas que se encontraban en el balcón, me recogí el pelo de manera desordenada y tras un largo suspiro, me llevé un cigarro a la boca. Estaba cansada había tenido dos guardias seguidas y había pedido una tercera pero la dirección del hospital no me lo permitió.
Entonces aquí estaba, en mi lugar seguro pero me sentía intranquila y es que cuando uno lleva la tristeza tan dentro, no es capaz de ir a ningún lugar y sentirse bien porque el problema no es el lugar, el problema eres tú que cargas con todo creyendo que puedes arreglar al mundo mientras el mundo no desea cambiar, entonces debes replantearte tu vida y tus decisiones, para así pensar un poco más en ti y un poco menos en el mundo.
Después de tres cigarros y tres tazas de café, el estómago me ardía, me estaba autodestruyendo y no me importaba mucho. Las ironías de la vidas, yo siendo doctora y cayendo en estos vicios, sonreí, al recordar las palabras de Raúl: “Haz lo que te diga y no lo que yo haga”. Lo tenía tan presente que me sorprendí a mí misma porque desconocía el momento exacto en el que caló tan profundo dentro de mí que todo me recordaba a él.
El amor puede ser muy destructivo cuando nace en el momento equivocado o con la persona equivocada y lo más difícil de reconocer era si me había pasado alguna de esas dos opciones o si corría con tan mala suerte de que me pasaran las dos a la vez. Mi pecho se oprimió muchísimo más y una lágrima salió rodando por mi mejilla perdiéndose en mis labios.
Vaya racha la mía, desastres amorosos y fracasos sentimentales me perseguían, lo que hacía que me preguntara muchísimas cosas incluyendo si la del problema era yo. El sonido de la puerta me trajo de vuelta a la realidad, cosa que internamente agradecí porque ya empezaba a pensar en idioteces que me llevaban a dudar de mí misma y eso era algo, a lo cual, no debería llegar jamás. Por mucho que quisiera estar sola sabía perfectamente que la soledad no era buena consejera y debía pensar en otras cosas antes de caer en ese punto.
Me levanté y traté de estirar mi arrugada camiseta, revisando si se veían mucho mis pechos, obviamente no llevaba sujetador, arreglé un poco mi pelo y fui hacia la puerta. Al abrir me llevé una sorpresa, podía pensar en cualquier persona, menos en quien estaba parado frente a mí. Camilo me sonrió mostrándome su bonita dentadura, estaba muy bien arreglado y olía sumamente bien. Mis sentidos se dispararon y creo que estaban dormidos hasta ahora, porque no había sentido absolutamente nada en estos días, como si realmente me acabara de despertar de un mal sueño.
-Hola. –Dijo y me extendió una caja de chocolates. Me extrañó.
-Hola. –Lo miré entre curiosa y sorprendida. Él volvió a sonreír.
-¿Puedo pasar? –Su voz dulce le brindaba un calor gratificante a mi pecho.
-Mmm…sí, claro. –Estaba totalmente distraída y no me había percatado de que seguíamos en la puerta. Hice un gesto para que entrara y me aparté del camino. Tomé los bombones que trajo y sonreí tristemente mirando la caja, se acordó que estos eran mis favoritos.
-Gracias. –Dije sinceramente y lágrimas se acumularon en mis ojos, todo se unió de golpe y el gesto simple, pero muy lindo, de Camilo hizo que me emocionara demás.
-Hey, tranquila. Estoy aquí, no tienes por qué aguantar todo, tu sola. –Se abalanzó sobre mí y me abrazó muy fuerte, lo que provocó que mi llanto se hiciera más intenso.
Joder, no sabía que necesitara tanto de un abrazo y menos de alguien como Camilo, ni siquiera Julia había venido. Ella sabía que, a pesar de lo que sea que sucedió, si yo no le había hablado era porque realmente necesitaba de mi espacio y mi tiempo para decir lo que sentía. Llevaba mi propio ritmo y ella respetaba eso, sin embargo, Camilo invadió mi espacio personal y violó todos mis límites pero extrañamente, me sentía agradecida, más en paz y menos sola.
Nos mantuvimos así un par de minutos y me separé un poco para evitar demasiado contacto físico, no me gustaba que sintieran lástima por mí y mucho menos que me trataran como si fuese algo delicado. Lo miré por un momento y sonrió. Sequé un poco mi rostro y me senté en el sofá, mientras él se sentó en el mueble frente a mí.
-¿Qué haces aquí? –Fue lo primero que se me ocurrió y terminando de preguntar me di cuenta que había sido muy cortante con él después de haber hecho algo tan bonito como preocuparse y ocuparse de mí.
Él sonrió, dejando pasar mi brutalidad y poco tacto para decir las cosas. También sonreí y me acomodé mejor en el sofá.
-Menos mal que tu personalidad aplastante, fuerte y dura, sigue ahí. Escondida detrás de toda tu dulzura y tu sensibilidad. –Su ironía me descoló.
-¿Cómo? –Mi voz era de total curiosidad a lo que él volvió a sonreí y me volvió a contagiar con su bonita sonrisa.
-Eres muy dulce y muy tierna aunque a veces quieras hacerte la más dura y la más fuerte. Cosa que es verdad pero sin quitar que eres muy sensible y ese lado tuyo, estás empeñada en esconder. Pero a mí no me engañas, te conozco hace mucho y si bien no hablamos demasiado, puedes percatarte que te observo más que cualquiera. Me atrevo a decirte que hasta más que Raúl.
Un frío recorrió mi estómago al recordar a Raúl, mi rostro cambió en su totalidad y una sombra de tristeza se apoderó de mí. El moreno frente a mí se percató de lo sucedido y se acercó, agachándose frente a mí y colocando su mano sobre la mía.
-Lo siento, no debí decir eso. –Dijo prácticamente en un susurro.
-Tranquilo, no te disculpes. Estás siendo un sol y yo, bueno, soy un puto desastre. No mereces que descargue todo esto sobre ti. –Estaba siendo totalmente sincera.
-Para eso estoy aquí, para ayudarte en lo que pueda.
-Te agradezco eso pero hay algo que me tiene con mucha curiosidad.
-Dime, soy todo oídos. –Se volvió a sentar frente a mí, respetando mi pequeño espacio personal.
-¿Cómo supiste que no estaba bien? Pero sobre todo, ¿sabes el motivo, por el cual, no me siento bien?
-Solo hay que mirarte y saber que tu rostro está demacrado, que apenas el brillo en tu mirada es perceptible, que tus ojeras están más macadas de lo normal y principalmente, has hecho demasiadas guardias seguidas. Recuerda que todos sabemos cuándo entramos y salimos del hospital, por eso sé que has querido estar más tiempo allá y estoy seguro que la razón es que no quieres estar aquí. Todo eso es sinónimo de problemas.
Joder, me tenía bien estudiada y si no fuese porque agradecía que estuviera aquí, podía pensar que era un puto acosador que tenía memorizados todos mis movimientos. En otra ocasión, quizás, sentiría hasta un poco de miedo pero aparté rápidamente ese pensamiento, no podía pensar mal de todo ni esperar siempre lo malo de las personas.
-Entiendo, y mirándolo así, hasta tienes razón pero, ¿el motivo? –Insistí un poco más, necesitaba saber cuánto sabía.
-Supongo que el motivo es Raúl. –Su confesión me sorprendió.
-¿Y qué te hace pensar eso?
-Bueno, puedo decirte que él anda un poco como tú. Distraído y demacrado, sus ojos tristes y también está un poco descuidado. Le ha crecido la barba y apenas deja la consulta. También me percaté de que cambió todas sus guardias y ninguna coincide con las tuyas, ahora está haciéndolas conmigo. Fuma demasiado y cada vez que le pregunto por ti, tiene la misma reacción que tuviste tú cuando lo mencioné hace un momento.
Se me encogió el pecho de nuevo, me dolía el hecho de saber que Raúl sufría como yo pero él escogió su camino y en su elección simplemente yo no estaba. Entonces es un poco masoquista por su parte y yo no entendía nada de lo que estaba pasando.
-Tienes razón, es un poco lo que has dicho. –Lo miré directamente a los ojos y por primera vez vi algo en su mirada que no había visto antes y era un brillo especial, como de admiración o quizás cariño mezclado con respeto y por un momento me sentí segura.
-No entiendo por qué te encierras en tu mundo y no dejas que te ayuden o al menos que te escuchen y puedas desahogarte de esa forma.
-Me cuesta mucho hablar de lo que siento, es que no me gusta sentirme débil y menos que las personas que me rodean sientan lástima por mí. Tampoco soporto que quieran protegerme hasta llegar al punto en que yo misma no me sienta capaz de aguantar nada. Me considero fuerte y por tanto muy capaz de lidiar con mis problemas de tal manera, que no tenga que involucrar a nadie más.
-Pero bajo esa coraza que tú misma creas, está todo el dolor que no desaparece, solo se duerme hasta que vuelvan a despertarlo. Los problemas no se solucionan dejando de hablar sobre ellos. Los problemas se arreglan cuando te enfrentas a ellos y luego puedas hablar libremente sobre el tema sin que te afecte. Es solo en ese momento, que te darás cuenta de que lo has superado.
Lo miré fijamente y no podía creer como él me había tirado de las orejas de una manera tan profunda y tan inteligente. En qué momento mi amigo, se había convertido en alguien tan admirable.
***
Pasamos el día conversando de temas aleatorios sin llegar a hablar de mi o de Raúl, logró que me alejara un poco de mis problemas y me hizo reír después de varios días sin poder hacerlo. Me encantó sentirme cuidada y atendida, Camilo me cocinó y me acompañó hasta que me fui a dormir.
Conocí un lado de él que no sabía que existía y es que cuando uno sufre y siente todo a flor de piel, se da cuenta de lo frágiles que somos; entonces tenemos la oportunidad de ver la verdadera magia de las personas.
Aprendemos que, si bien muchos tienen la capacidad de destruirte y dejarte en mil pedazos, otros tienen la capacidad de armarte y unir cada pedazo suelto. Solo tú tienes el poder de elegir el lugar que ocuparan cada cual.
*Nota*: Un poco de dulzura (🍯), siempre nos viene bien
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