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Capítulo 01.

Mami... ¡Mami!

En ese preciso instante, Jimin elevó la mirada en busca del dueño de aquella tierna voz y como balde de fría la realidad acudió a él.

Hace tiempo atrás su pequeño se había convertido en un lindo angelito, Jimin quedó con la vida destrozada, realmente ni él mismo no comprendía cómo había logrado sobrevivir después de todo lo que sucedió.

Fue como si su alma misma hubiese sido desgarrada en mil pedazos, jura no haber sentido un dolor tan grande como este y es que Jimin ha sufrido lo que ningún omega, ni nadie, debía sufrir.

Cuando Hanna, su madre murió, él tenía diez años, Jimin vio cómo la omega daba el último aliento de vida, estuvo a su lado en todo momento. Buscó apoyo y terminó desempeñando pequeños trabajos que ayudaban con los gastos de su pequeño hogar, lo poco que tenía lo utilizaba en los medicamentos que Hanna necesitaba.

Después de aquel fatídico momento, Jimin quedó completamente solo, la vida se le había complicado demasiado.

Fue despreciado por todos, golpeado y humillado, pues al ser huérfano y además ser un omega varón no era algo que lo ayudara, la gente lo aborrecía por su situación.

En un par de ocasiones terminó en el hospital; costillas rotas, labios partidos y un enorme vacío dentro de su corazón. Encontrándose con alfas que solamente lo usaban y no daban el pago justo, como aquella vez cuando hizo un trabajo para una alfa, esta le tiró a los pies una bolsa de pan alegando que era la justa recompensa. Jimin estaba a punto de reclamar y ella lo abofeteó, un omega jamás debe ser irrespetuoso.

Creció solo, sin el calor de una familia, ya no recordaba aquello que las personas llaman amor, no tenía ningún lugar donde pertenecer.

Logró sobrevivir con un pequeño trabajo que realizaba, era ayudante de limpieza en un restaurante, hasta que un día lo vio... Ese alfa llegó y en ese momento creyó que su vida podía cambiar, al fin lograría ser feliz.

Conoció a ese alfa y realmente pensó en todos aquellos sueños que alguna vez tuvo de niño en donde su vida iría mejor, donde encontraría a alguien para amar y ser feliz. Y todo aquello que tanto deseaba se cumpliría, ¡ja! Pero qué sueños más estúpidos...

Dongwoo le prometió amor y protección, cosa que Jimin había olvidado y que tanto anhelaba. Sin embargo, no fue así, ya que Dongwoo solo vino a sumarle muchas más desgracias a su vida, le mintió de la manera más vil y deplorable.

Le juró amor y protección, como un buen charlatán engañó a Jimin con falsas promesas, cariños fingidos y el sueño de una vida que nunca tendría.

Se quedó perdido en pensamientos hasta que una bofetada lo trajo de vuelta a la realidad.

—¡Jimin! Maldita sea, ¿qué diablos te pasa idiota? —gritó, aplaudiendo para llamar su atención.

De inmediato se recuperó y notó que no había servido el desayuno para Dongwoo.

—¿Pero qué mierda te sucede? Maldito, inservible, es peor cada día contigo.

—Lo siento, pero yo... —habló bajo para no incomodarlo más, Dongwoo lo empujó y terminó dejando la comida y se fue dando un portazo a la puerta.

Jimin suspiró y empezó a realizar las tareas domésticas, Dongwoo le exigía que todo debía estar en perfecto orden y limpio, era un alfa perfeccionista, temperamental, muy despiadado y amante al dinero, si las cosas no eran como él pedía, sufría las consecuencias.

Muchas de las actitudes de Dongwoo demostraban su odio a los omegas, pero el primer puesto siempre lo tenía Jimin, en muchas ocasiones llevó a mujeres para humillarlo y mostrarle cómo es que un buen omega debe ser.

Cada día salía a trabajar sin dar ninguna explicación, no sabía cuál era el trabajo de él, pero siempre sospechó, que no era algo bueno. Jimin tenía prohibido entablar algún tipo de conversación o acercarse a alguno de los trabajadores. No había teléfono ni otro medio de comunicación. Esa casa tenía custodios afuera en el nivel superior e inferior, era como una prisión de máxima seguridad.

El sitio donde vivía era enorme, con grandes árboles alrededor y de todo ese maldito infierno, era lo único que le gustaba, la naturaleza se daba paz, pues, le recordaba las cosas buenas que una vez tuvo en su vida.

¿Y cómo llegó a ese lugar? Con engaños. El alfa dijo que tenía una sorpresa, según Jimin lo llevaría a ver algunos ejemplares para elegir casa, según Dongwoo sus planes eran convertirlo en su omega. Jimin sigue odiándose.

Pero qué tonto e ingenuo fue.

Le gustaba ayudar a los empleados domésticos, aunque muchas veces estos se negaban a recibirla, siempre termina haciendo pequeñas tareas, ya que limpiar lo distraía de su triste realidad.

Había iniciado una pequeña, pero linda amistad con un omega muy tierno llamado Hoseok, el chico era tímido y gentil, había llegado para pagar una deuda con trabajo, al parecer su madre había enfermado, necesitaban el dinero para sufragar los gastos del hospital o al menos eso fue lo que escuchó.

Hoseok era un chico con una belleza única; piel blanca, unas pestañas hermosas que resguardan esos preciosos ojos color marrón, decir que era lindo no le hacía justicia, a Jimin le gustaba su olor a galletas.

Formó una pequeña y secreta amistad, el omega de ojos verdes, tenía prohibido hablar con cualquier casta de la casa, Dongwoo hizo instalar cámaras en cada rincón del lugar para tener el control de ella cuando salía.

Dongwoo dio a conocer su verdadero ser desde que la puerta se cerró y ese fue el primer día de su amargo infierno. Intentó batallar y defenderse, sin embargo, todo fue en vano.

Los días pasaban sin sentido alguno y él ya no tenía razón de ser, la palidez de su rostro y las grandes ojeras demostraban lo mal que se encontraba.

Cada noche Jimin dejaba el alma en su habitación, no recordaba un momento de tranquilidad después de que el pequeño Jaesung lo había dejado.

Su bebé era un terroncito de azúcar, tan lindo, amoroso, fuerte y delicado. Le encantaba jugar con su mami, siempre se acurrucaba buscando de su calor y dormía sobre su pecho, era la única muestra de amor que poseía en su vida.

Siempre que podía se encerraba en ese cuarto vacío que un día fue testigo del amor puro guardado en esas cuatro paredes, todos aquellos momentos que vivió con su tierno Jae, como él lo llamaba, ahora solo existían en su memoria.

Hoseok le obsequió una serie de luces de hada con unos adornos de estrellitas, gracias a Jimin el pequeño tenía una fascinación por las estrellas, su mami le había dicho que en ellas vivía su abuela y desde entonces el pequeño se asomaba a verla; la estrella más grande y brillante, siempre era la primera en aparecer en el cielo.

Jimin encendió las luces, tomó un pequeño overol de mezclilla y una camisa de manga celeste con algunas lunas blancas que le había pertenecido al bebé, los acercó a su nariz para poder percibir su olor a café y mantenerlo en lo más profundo de su ser, se hizo un ovillo en el piso y lloró ante el recuerdo de su pequeño, abrazando con todas sus fuerzas aquellas pequeñas prendas.

Desde aquel día, Jimin se prometió que nunca bebería café, no cuando aquel aroma taladraba su memoria con el recuerdo de Jae.

Los días habían pasado y el dolor de estar olvidando la risa de su pequeño le carcomía el corazón, no tenía ninguna foto de su bebé, el alfa nunca se lo permitió, no poseía nada que lograra inmortalizar su pequeña y redonda carita, sus ojitos verdes y mejillas rosadas.

Solo tenía el recuerdo en su memoria.

Dongwoo nunca estuvo a favor de su embarazo, los golpes lo dijeron todo, era difícil.

Durante el embarazo el alfa siempre vivía diciéndole lo feo y gordo que se veía, el asco y repugnancia que sentía al verlo.

No había comprado los suplementos para el desarrollo de su pequeño, Hoseok hizo el gran esfuerzo de otorgarle unas vitaminas.

Jimin recibió golpes físicos y emocionales, pero a pesar de todo Jimin y su bebé se habían aferrado a la vida, lo único que pudo hacer fue una promesa de corazón y esta era el permanecer juntos hasta la eternidad.

Su angelito desde que estaba en su vientre fue lindo y no le ocasionaba más que felicidad. No hubo náuseas, cansancio o malestar. Jae siempre fue tan bueno.

Cuando Jaesung nació, Jimin pensó que las cosas cambiarían a bien, pero no fue así, el parto había sido muy difícil y él se encontraba muy débil, ya que Dongwoo no le permitía alimentarse adecuadamente, Hoseok a escondidas se proporcionaba una que otra ración de pan y fruta.

Menos de un año fue lo que el destino le permitió a Jimin, que Jae estuviera a su lado, pequeño y juguetón, tan noble, le había devuelto la luz a su oscuridad; luz que derritió el frío que se encontraba dentro de él, su corazón escarchado dio señales de vida cuando lo tuvo por primera vez en sus brazos; encontrando ahí en ese rayito de sol lo que necesitaba para vivir. Lloró arrullando a su bebé y en susurros entonó una melodía sonriendo después de mucho tiempo.

Le contó muchas historias pintando de colores, su negra realidad, todas las noches le cantaba unas frases que él mismo había creado, veía entrecerrar sus ojos mientras él acariciaba su pequeña nariz de botón: "cuando el sol se va, la luna toma su lugar, te llevaré a jugar con las estrellas y el viento susurra palabras de alegría al ver tu sonrisa, de la mano tú y yo saltando en las nubes, te amaré por la eternidad, mi pequeño rayito de luz. No te olvides de mis besos y los sueños más lindos tendrás, en mi corazón siempre vivirás y te cantaré hasta el final cuando tus ojitos se cierren y encuentres paz".

Su cachorro sacó lo mejor de él, una parte que jamás creyó tener. Jae limpió el desastre que Jimin era. Todo lo que quería era volver el tiempo atrás, necesitaba a su pequeño en brazos. Sentir su calor y saber que no estaba solo.

Únicamente deseaba ver su rostro una vez más, tan solo unos segundos...

Jimin murió por dentro, lloró toda noche, solo y sin Jae a su lado.

Le bajó la luna y las estrellas y ahí fue donde encontró su felicidad, ahora bailaba con el fantasma de su recuerdo y la sombra de la felicidad momentánea que un día encontró.

El fuego lo había abrazado por tanto tiempo que se había convertido en cenizas.

Anduvo sobre las brazas y ardió en el fuego, siendo consumido por llamas devoradoras de tormento y pesar.

Todo en él había sido quemado ya fuera por el frío arrasador o por las llamas que consumían su alma, no había vida.

Jaesung, su angelito falleció por un golpe que recibió al intentar salvar a su mami, Dongwoo había llegado borracho, como la mayoría de las veces y al ver que no había comida servida en la mesa inició un gran escándalo despertando al omega, recibió muchos golpes en aquella ocasión, lloraba rogando para que el alfa se detuviera intentado no gritar para que su pequeño no despertara y se diera cuenta de lo que sucedía, tirado en el piso con sangre en los labios y su nariz sintió cómo una pequeña manita limpiaba sus lágrimas, era su cachorro que intentaba consolarlo.

—Jae, no cariño... —Jimin susurró atemorizado.

Dongwoo empezó a gritar y Jae lloró asustado al ver que el alfa golpeaba de nuevo a su mami, caminó hacia él y le gritó —¡No mami!

El alfa lo empujó y él, al ser tan pequeño, cayó lastimándose la cabeza.

Jimin se levantó muy asustado con el corazón latiéndole frenéticamente, sintió cómo el frío calaba lo más profundo de su ser, se dirigió a su pequeño queriendo levantarlo y notó un pequeño charco escarlata, palideció y todo pasó como en cámara lenta.

Gritó moviendo al pequeño y Jae no despertó, los golpes de su cuerpo y rostro no se comparaban al dolor que sentía al ver a su cachorro en ese estado.

Esta era la segunda vez que alguien se desvanecía brazos, sintió cómo el corazón se rompía en mil pedazos, las lágrimas nublaron su vista y ya no sentía el lazo que lo unía a su cachorrito, algo murió dentro de él ese día.

Su lobo se desplomó en su pecho, ya estaba débil desde hace mucho, su peculiar olor se tornó mohoso hasta desaparecer.

Jimin no soportó tanto dolor y se desmayó aún con su pequeño en brazos, lo último que había visto era a su amigo omega acercarse a él.

Despertó por una patada en el estómago y un alfa furioso exigiendo comida, al lado se encontraba Hoseok con varios golpes en el rostro y un rasguño en su cuello.

Intentó enfocar la vista, pero los golpes le dificultaban el poder ver bien, Jimin se encontraba perdido, no lograba quitar tantos pensamientos de su cabeza, se puso de pie trastabillando, al lograrlo alzó la vista al alfa y entonces habló.

—¿Y mi bebé? —preguntó el omega, el alfa no respondió y Jimin volvió a preguntar con lágrimas en sus mejillas—. Dongwoo, ¿dónde está mi pequeño?

—¡CÁLLATE MIERDA! —el alfa gritó acercándose peligrosamente, con un movimiento fluido le tapó la boca hablándole muy de cerca—. Escucha bien imbécil —Dongwoo siseó furioso—, cuida el tono en que me hablas.

El alfa lo miró con repugnancia.

—¿Quién carajos te crees para gritarme de esa forma?, ¿quieres terminar como el bastardo ese, Jimin? ¿Dónde crees que está? Si no en la basura donde pertenece.

Jimin habló con dolor, pero con gran frialdad —Esta será la primera y última vez que escuchas esto de mis labios... Mátame, mátame de una jodida vez, te lo ruego, ya no me importa nada, quiero ir con mi bebé —dijo con lágrimas a punto de salir de sus ojos, a lo lejos logra escuchar a Hoseok que sollozaba y temblaba de miedo a un lado de ellos.

Dongwoo se carcajeó, escupió en su rostro para después limpiarse la saliva con el dorso de su mano —Típico de omegas tan idiotas como tú, no Jimin no creas que soy tan bueno.

Jaesung no fue reconocido, legalmente el pequeño no existía, el alfa nunca permitió que su cachorro fuera registrado al nacer y ahora solo vivía en los recuerdos de Jimin.

Dongwoo tiró lo que había sobre la mesa gritando y riendo —Oh, dulce, estúpido e inocente Jimin, ¿creíste que te lo haría tan fácil? Pues, ¡NO!, no voy a ponértela así nada más lindura, estás obligado a permanecer en este infierno junto a mí.

Jimin lo odiaba.

En ocasiones rogó al universo con dulce amargura poder morir, inclusive intento algunas... cosas, pero Dongwoo lo encontró y lo que ganó fue una tremenda paliza.

Ya no quería vivir, todo le daba igual, despreciaba a ese alfa, a la vida y simplemente odiaba todo.

—Idiota ni para eso sirves, maldito, imbécil —ese día el alfa le gritó, arrastrándolo para golpear su cabeza en la pared en repetidas ocasiones, logrando así que Jimin perdiera el conocimiento.

Dejó de luchar, no protestaba ni se defendía, no había razón para hacerlo y cuando venían los golpes lo que buscaba era morir, dejar de sentir, solo buscaba alivio.

En algún momento dejó de luchar, ya no protestaba ni se defendía. No había razón para hacerlo y cuando venían los golpes lo que buscaba era morir, ya no quería sentir. Únicamente añoraba alivio, tan solo un pequeño instante de calma.

Intentó huir desde el primer golpe, sin embargo, fue inútil, Dongwoo le robó la libertad.

La vida.

La esperanza, el sonreír y amar.

Todo.

Nunca encontró una salida, jamás lo había logrado, igual si algún día llegaba a huir, ¿qué diablos haría afuera? Dongwoo tenía buitres rondando en todos lados, esos animales no dudarían en lanzársele encima hasta lograr desgarrarlo.

Jimin se despreció y odió por ser quien era, por ser un inútil y ser la peor mamá del mundo.

¡Y vamos! ¿Quién no pensaría así luego de crecer escuchando ese tipo de palabras cada maldito instante de su vida?

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