
★ Reporteros
Dado que había llegado tarde, tuvo que asistir a sus asesorías restantes antes de poder ver a su novio, apenas pudo encontrarlo casi al medio día en el jardín guardando papeles en una carpeta; estaba tan concentrado en ello que ni siquiera le notó acercarse, por lo que cuando llegó hasta él, le cubrió los ojos suavemente.
—¿Quién soy? —preguntó risueño.
Mikaela también rió y le jaló para que estuviera al frente suyo, entonces le abrazó, dejando su cabeza entre el estómago y el pecho de su amadísimo novio; Yuu le acarició el cabello suavemente.
—¿Cómo estás, Yuu-chan? —saludó sin moverse.
—Tengo algo que contarte, pero ¿cómo estás tú?
—Todo está bien, en un rato iré a hablar con mi padre —avisó soltándole para que se sentara a su lado—. Mi madre está haciendo sus movidas para arreglar todo, así que debo hacerlo rápido.
—Ya veo —murmuró inseguro; luego le tomó de la mano algo nervioso—. Oye, Mika.
—Dime, ¿qué sucede?
—Hablé con tu padre en la mañana...
El rubio se sorprendió enormemente, y asustado, le tomó de los hombros viéndole fijamente, como buscando algún indicio que le dijera que aquel cruel progenitor suyo no le hubiese herido. Se sintió tan ansioso que no fue capaz de preguntárselo directamente por miedo a la respuesta.
—No me hizo nada, cálmate —le pidió adivinando sus pensamientos; el ojizafiro soltó un suspiro, más tranquilo—. Quería hablar conmigo y pedirme que me alejara de ti, aunque obviamente le dije que no lo haría.
—Ya veo, bueno, solo no le tomes importancia a lo que sea que haya dicho —dijo abrazándole fuertemente—. Te prometo que no volverás a ser molestado por él, mi madre arreglará todo y tú y yo estaremos bien.
Alejándose un poco, Yuu sonrió, y le estampó un beso, aferrándose a su cuello y sintiendo los brazos ajenos apretando su cintura. El momento de angustia en la mañana había pasado ya a segundo plano.
Tal como había dicho, y después de dejar a Yuu en su casa, Mikaela se dirigió a la mansión Geagles para hablar con su padre, entretanto que su madre terminaba las entrevistas y la denuncia a la policía; debía apurarse.
Las criadas le recibieron, así que aprovechó para pedirles un favor en lo que ellas le llevaban al despacho de Urd, en el cual entró sin ser autorizado después de tocar por mera cortesía. Todo estaba destrozado; y el rubio mayor estaba sentado en su silla, odiando todo y pensando qué hacer. Apenas se dio cuenta de su presencia.
—¿Qué diablos estás haciendo en mi casa? —le cuestionó severamente.
Ignorándolo, Mikaela se sentó en la misma silla que Yuu había ocupado más temprano; no estaba asustado, se sentía bastante tranquilo y en paz.
—Vine a decirte que sin importar qué tan horrible eres como persona, esposo y padre, te perdono —aseguró; Urd abrió los ojos con sorpresa—. Nunca me viste como algo que no fuese una pieza en tu juego, y hasta hubo momentos en los que te creí, pero las cosas han cambiado.
—¡¿De qué demonios hablas?! ¡¿quién quiere tu perdón?!
—¿Puedes callarte y dejarme hablar por una vez en tu vida, padre? Digo, si aún tengo permitido llamarte así —renegó sarcástico, y el ojirubí apretó los labios en un gesto contrariado—. Todas las cosas que haz hecho tienen sus consecuencias y las vas a enfrentar, yo solo quiero decir lo que pienso antes de que no puedas oírme.
—"¿Qué está diciendo este mocoso? ¿a qué se refiere?" —pensó ceñudo.
—Sí, soy bisexual, y sí, tengo novio —afirmó sonriendo levemente—. Y sí, también tengo un piercing, y sobra decirte que he ganado premios y reconocimientos en mi carrera mientras estudiaba en la universidad —dijo—. No necesito que me felicites ni nada por el estilo, simplemente te afirmo lo que te grité hace unos días.
—No me interesa, tú ya no eres mi hijo, bastardo desagradecido.
—¿Quién querría ser hijo tuyo, Urd? —casi se rió; el aludido se sintió cohibido después de que su hijo le llamase por su nombre de esa forma—. No te odio, entendí que no debo envenenar mi vida de esa forma por ti y darte más importancia de la que mereces, que en realidad es nada —añadió—. Pero bueno, independientemente de si te importa o no, es todo lo que vine a decir. Buen día, padre.
Y dejando con la palabra en la boca a su progenitor, Mikaela salió de la casa, encontrándose con las criadas cargando su auto con varias maletas y cajas de cartón; les agradeció con una amable sonrisa y finalmente se subió a su auto.
En silencio, se despidió de la casa que lo vio crecer y lo obligó a suprimir su voluntad para seguir la de su padre; entonces encendió la radio y escuchó las noticias, en las que se revelaban todos los actos de corrupción del hombre con el que había hablado unos minutos antes.
Manejó tranquilo, oyendo las palabras de los reporteros, y viendo como subían coches de policías hasta aquella mansión; ahora todo estaba bien, no tenía de qué preocuparse. Su madre ya había cortado de raíz el problema antes de que se extendiera y se hiciera peor.
Llegó a casa de su tío después de haber contado sus ahorros de toda su vida guardados en una pequeña caja fuerte; su madre veía atentamente las noticias, escuchando las declaraciones de su casi exesposo tratando de refutar las pruebas que ella entregó.
—Mamá —le llamó apagando la televisión.
—¡Cariño, estaba viendo eso! —chilló agarrando el control de nuevo, pero el rubio se lo quitó.
—Quiero hablarte, solo un momento, ¿sí? —pidió; Krul se giró a verlo curiosa—. Traje mis ahorros de casa de mi padre, y quiero dártelos.
—¿Qué...?
—Mañana mismo vayamos a comprar una casa, solo para ti y para mí —le sonrió extendiéndole la caja fuerte—. Lo que sobre será una inversión, ¿qué te parece?
—¿Eh? —murmuró sorprendida, sin creerse lo que su bebé no tan bebé decía—. N-No, cariño, son tus ahorros...
—Sí, pero tú eres mi mamá —afirmó sentándose en el sofá, a su lado—. Pronto voy a graduarme, así que hagamos esto juntos.
La pelirrosa no podía sentirse más feliz, ni más dichosa del maravilloso hijo que tuvo.
Re lindos son todos los bebés :'3
Estamos cerca del final, señores, preparen sus zoncoras preciosos para que no muramos en el intento xD
Espero les haya gustado uwu
Bye!
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