Capítulo 8. Complicaciones
La madrastra de Cenicienta se encontraba sentada junto a la chimenea mientras veía las flamas bailar suavemente cuando la joven que había contratado para que ocupara el lugar de Cenicienta se acercó
-Señora. Acaba de llegar esto, es para usted- dijo al inclinar la cabeza y con mucho respeto
La madrastra recibió el objeto sin mirar a la chica, observó que era una carta y llevaba el nombre de su esposo, sus ojos se agrandaron, su rostro palideció y tragó grueso al ver el nombre de quien la envió
-Te lo agradezco. Puedes retirarte- le dijo a la chica su tono autoritario para que la joven se retirara
La sala estaba oscura, solo se veía la luz de la chimenea. La madrastra abrió la carta, era del padre de Cenicienta, temía que después de tanto tiempo él volviera y encontrara la mansión en las actuales condiciones. Sin más espera empezó a leer
Amada Lady Tremaine.
Espero que se encuentren bien. Logré hacer negocio con el Gran Duque de Inglaterra, me ha ido muy bien en estos últimos años, por lo que pronto volveré a casa. Sé que ha sido muy fuerte para ti el cuidar de las tres niñas tú sola, sin embargo eres una mujer muy fuerte y todo lo que te propones lo alcanzas. Quiero que sepas que no las he olvidado y regresaré para cuidar de mi familia como debería. Dile a las niñas que las amo y a mi dulce hija que la extraño con toda mi alma.
Las amo a todas y espero verlas pronto
Después de leer la carta la madrastra de Cenicienta se enfurece arrugando la hoja por completo y arrojándola al fuego para irse de inmediato con sus hijas, quienes se encontraban en la habitación con la ayuda de la joven quien las maquilla y les arreglaba el cabello
-Madre. Isabell es un encanto, solo mira como dejó mi cabello- dijo Anastasia con una sonrisa mientras se miraba al espejo
-Isabell puedes dejarnos a solas un momento- dijo Lady Tremaine para que la chica saliera
-¿Sucede algo?- Preguntó Drisella al ver el rostro de su madre
-El dueño de esta casa vendrá pronto y resulta que buscará a su amada hija, quien lógicamente no está aquí- habló
-¿Eso que tiene de malo?- preguntó Anastasia
-Si se enterase de todo lo que ha ocurrido en esta casa, nos podremos ir despidiendo de todo lo que tenemos-
-¡No! Madre no diga eso- se quejaron ambas rápidamente
-Solo nos queda esperar a que el príncipe llegue y alguna de las dos se case con él antes de que el dueño de la mansión llegue primero-
-Pero ¿Cómo? La zapatilla no es nuestra y estoy segura de que no nos quedará- habló Drisella
-Eso no importa, encontraremos la forma de que les quede- dijo con autoridad, dejando a ambas un poco traumadas con los pensamientos de su madre
Cenicienta y Abdías iban rumbo al siguiente pueblo por un camino desolado y terroso. Ambos reían recordando lo ocurrido en la mañana y algunas anécdotas de Abdías, ya habían salido del otro pueblo.
-... La gente bailaba sin parar, como si fuéramos un grupo muy famoso y solo eran unos cinco niños y adulto que aún le cuesta trabajo crecer- dijo Cenicienta entre risas, recordando el momento
-Si... ¡Oye! Tú también me apoyaste, así que también eres una adulta que aún no crece. Deberíamos hacer eso más seguido, formar un grupo musical con los niños llamado "Abdías y Cenicienta"- dijo con entusiasmo colocando su mano alrededor de los hombros de Cenicienta, mientras levantaba la otra al frente como si imaginara la escena, a lo que ella sonrió y él la acompañó
-¿Cuál es tu verdadero nombre?- preguntó Abdías de repente
-¿A qué te refieres?- respondió sorprendida, mientras retomaban su camino
-Vamos, no creo que Cenicienta sea tu verdadero nombre- habló sin dejar de sonreír y en forma de juego creando un silencio un poco incómodo.
-Ella- respondió, sumida en el recuerdo de su niñez, cuando su madre jugaba con ella y la hacía vivir en sueño de cuento de hadas
-Ella... me gusta. A partir de ahora te llamaré por tu verdadero nombre y no dejes que alguien más te llame Cenicienta, solo Ella- dijo Abdías cambiando su actitud bromista a una más dulce y comprensiva a lo que ella asintió con una sonrisa. Se hizo un silencio placido y agradable en ese momento, solo para disfrutar la compañía del otro
-Practiquemos un poco antes de llegar- él rompió el silencio y ella solo se encogió de hombros en señal de aprobación –Entonces... No dejes que te atrape- dijo con una mirada juguetona para empezar a correr detrás de ella
-Espera ¿qué? Abdías- habló ella para captar la información y empezar a correr, mientras sonreía
La Hada Madrina disfrazada de un ave blanca que paseaba por el lugar, los vigilaba de cerca. En poco tiempo Abdías encerró a Ella en un abrazo para que ella en medio de la risa forcejeara para soltarse y el ave blanca dejara soltar su canto fuerte y claro. Ambos se soltaron colocando su atención en el ave, quien volaba alrededor de ellos y se dirigía al frente. Bajaron su mirada y observaron la entrada del pueblo a unos pocos pasos de allí por lo que avanzaron rápidamente para llegar
Al llegar al pueblo, lo primero que hicieron fue buscar un lugar donde los orientaran por el camino más cercano al otro pueblo para llegar al palacio. Faltaba muy poco por llegar así que se concentraron en lo importante.
Encontraron una pequeña tienda de costureras, por lo que entraron para pedir ayuda. Una señora mayor los atendió, por lo que Abdías rápidamente saludó amablemente junto a Ella. Mientras él hablaba con la señora de la tienda, ella empezó a observar la tienda fijándose en un vestido sin terminar color salmón, lo tocó suavemente deslizando su mano por el mismo.
-Ese aún no está terminado pero puedes encargar uno si así lo deseas- le habló una anciana acercándose a ella mientras detallaba el vestido, por lo que sonrió con amabilidad y esta le correspondió
Miró más allá del vestido y vio a un grupo de ancianas que cosían juntas mientras conversaban y reían
-¿Podría terminarlo por usted?- preguntó con amabilidad y la anciana le sonrió
-Desde luego cariño. Ven conmigo- respondió mientras tomaba el vestido y Ella la siguió hasta el grupo de ancianas
Abdías continuaba conversando con la anciana que lo atendió, era muy agradable, le explicaba todos los senderos que podían tomar y que peligros podían encontrar en alguno de ellos
-Quiere decir que ¿si tomamos el camino junto al teatro, pasamos por la segunda calle y encontramos la posada "Luz del Sol" iremos camino al palacio sin peligro alguno?- preguntó Abdías para saber si logró captar la información
-Correcto, eres muy inteligente, tus padres deben estar orgullosos de ti- dijo la anciana con una sonrisa a lo que él disminuyó su sonrisa
Si los tuviera y no creo que el hombre responsable de mí piense lo mismo
Pensó fugazmente en ese momento, para que la anciana lo mirara preocupada, percatándose de su cambio de humor
-¿Se encuentra bien jovencito?- le preguntó
-Sí, estoy bien, no se preocupe. Muchas gracias por su ayuda- respondió para tratar de fingir su mejor cara y volver a su estado de ánimo anterior –Ella, debemos encontrar el teatro para... ¿Ella?- continuó para voltearse y percatándose de que su compañera no estaba con él
-Creo que sé donde está- le dijo la anciana con una sonrisa de alegría para guiarlo detrás de la tienda
Allí estaba Ella, sentada en una silla con un vestido color salmón en manos, rodeada por unas cinco ancianas que la veían maravillada de como cocía con entusiasmo y cantaba de forma angelical. Ella solo sonreía con ellas mientras cantaba y las animaba para que la acompañaran a cantar "Ruiseñor".
Abdías solo la admiraba recostado en el borde de la puerta con una tonta sonrisa que no se borraba, para él no había persona más cautivadora que Ella, no solo era hermosa o tenía una voz angelical, sino que apreciaba todo lo que hacía, aquella manera de comunicarse con las personas, como las animaba y les daba aliento de vida, les alegraba su día y no le importaba de quien se tratara. Realmente Ella se había convertido en la persona que él admiraba, la única por la que valía la pena darlo todo.
-Oh, es hermoso señorita, es realmente cautivador, se vería increíble en usted- dijeron las ancianas maravilladas al ver el vestido terminado, realmente llamaba la atención, era completamente hermoso y brillante.
-Gracias pero no podría usarlo, esto es suyo, trabajaron muy duro en él, yo solo lo terminé- dijo con una sonrisa y negándose a aceptar el vestido
-Eso no importa, te mereces algo como esto, nos ayudaste bastante- dijo otra de las ancianas
-Muchas gracias, pero no puedo aceptarlo, les servirá mucho más a ustedes cuando lo vendan, considérenlo un recuerdo de mi parte- les dijo amablemente a lo que ellas aceptaron
Ella dirigió su mirada a la puerta y observó a Abdías quien se acomodaba recto con su típica sonrisa y volteaba a otro lugar para volver a mirarla
-Buenos Días damas. Ella ya es hora de irnos, se está haciendo tarde- dijo Abdías primero haciendo una reverencia ante las ancianas y luego para cruzarse de brazos y referirse a la chica, quien sonreía automáticamente al verlo
-Adiós, que tengan suerte- se despidieron las ancianas
Cuando salieron de la tienda, la anciana que los atendió se convirtió nuevamente en el Hada Madrina, sin que nadie se percatara de su presencia, ella volvió a sonreír de satisfacción al ver a ambos jóvenes y desapareció
Pasado varios minutos, ya iban rumbo al teatro para seguir su camino, ninguno de los dos pronunciaba palabra, solo observaban el pueblo, era bastante agradable estar allí, un poco más fresco que los otros dos pero muy grato
-Oye, lo que hiciste allí fue estupendo, no sabía que tenías ese talento- rompió el silencio Abdías
-Gracias, mi madre me enseñó. Siempre me dijo que la magia podía provenir de una simple aguja, un hilo y tu imaginación- dijo sonriendo a lo que él menguó por una fracción de segundos su sonrisa y regresó a su estado normal
-Eso es genial, deberías hacer eso todo el tiempo, te aseguro que serías la diseñadora más famosa del reino. Muchas personas de todos los lugares del mundo irían a comprar tus diseños y ganarías mucho dinero- Abdías contaba entusiasmado imaginándose la escena y actuándola a lo que Ella soltó una pequeña risa al ver la emoción del chico
-Eso sería un sueño hecho realidad- respondió entre risas
Mientras caminaban se encontraron a cinco soldados cerca de ellos, por lo que Abdías con cautela tomó a Ella por la mano y la introdujo en una de las estructuras del lugar para escapar de ellos. Ella soltó la mano de Abdías y miraba sorprendida el interior del lugar. Era un teatro enorme y habían pasado por una de las puertas cerca de los primeros asientos, Abdías volteó y se sorprendió junto a ella, puesto que habían entrado sin pagar y la función estaba por comenzar. Sin pensarlo dos veces, Abdías invitó a Ella para que vieran la obra un poco más de cerca, ella se negó pero al ver como apagaban las lámparas del público aceptó.
La obra se titulaba "El Amor de una Guerrera". Se trataba de un reino en que cayó en guerra, el rey tuvo que escapar pero la guardia real cayó y el rey quedó completamente solo. Una de las guerreras de su reino lo encontró, había sido enviada para llevarlo a salvo a un refugio secreto... transcurriendo su camino ambos se enamoraron y ella lo defendió con su vida hasta el final, ya que estando cerca del refugio, los atacaron por última vez, ella junto al rey logró vencer pero eso no evitó que la atravesaran con la espada en el estómago y ella hiciera lo mismo con su espada para matar a su oponente y caer en el suelo, el rey desesperado corrió hasta su guerrera, ella solo pudo darle las ultimas indicaciones del refugio, decir que lo amaba para cerrar sus ojos y fallecer. El rey lloraba amargamente y junto a él todos los espectadores de la obra.
Con cada parte de la obra, ambos jóvenes se identificaban de cierta forma con la obra y sin darse cuenta ambos estaban tomados de la mano. Cuando las luces se encendieron, Ella se dio cuenta su mano entrelazada con la de Abdías, por lo que inmediatamente la soltó tornando su rostro de color rojo, el joven solo la observaba con su típica sonrisa, mientras que por dentro se moría de nervios, él sabía ocultar muy bien sus emociones a través de esa traviesa sonrisa pero no sabía cuánto más duraría de ese modo. Estar con Ella y ocultar sus sentimientos al mismo tiempo se le estaba haciendo difícil
Al salir, ninguno de los dos pronunciaba palabra alguna, no quería sacar a relucir el cómo terminaron tomados de mano o de qué manera la obra captó tanto su atención.
Ella a penas se terminaba de limpiar las lágrimas por la obra cuando una doncella adinerada, de aspecto pulcro y elegante tropezó con ella provocando que su propio abanico callera al suelo, esta pareció enfurecerse en gran manera
-¡Estúpida Pueblerina! ¿Acaso no vez donde estás parada? ¡Obstruyes mi paso!- la insultó. Abdías abrió la boca para decir algo pero Ella se le adelantó
-Lo lamento, no fue mi intensión- dijo completamente sumisa. Abdías no creía que Ella se estuviese disculpando por algo que obviamente no hizo
-Recógelo- ordenó la doncella con autoridad, haciendo que Ella se sintiera mucho más inferior e intentara agacharse para recoger el abanico, pero apenas se movió para hacerlo, Abdías tomó su mano con fuerza evitando que se agachara. Él solo movió su cabeza hacia un lado y su rostro se mostraba completamente serio, lleno de furia, estaba a punto de estallar. Ella solo lo veía sorprendida y sin comprender lo que estaba sucediendo
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