Capítulo 6. Civilización
Emocionados, cada uno comentaba acerca de lo que harían al llegar a sus hogares con sus familias. Les había ido muy bien en eso dos meses de cacería, puesto que lograron abarcar más de lo que esperaban. Cada uno dio su relato sobre lo más interesante del viaje y la mayoría concordó con haber encontrado a Abdías y Cenicienta, ya que a la verdad no se habían divertido tanto hasta que ellos llegaron.
Al día siguiente, temprano en la mañana, tal como lo había dicho Abdías, su rostro estaba perfectamente bien, al igual que el de la víctima de su broma. Todos los miraban sorprendidos y reían al acordase de la broma, mientras recogían el campamento para avanzar hasta el pueblo.
-Se veían mejor de azul- dijo con mucha gracia uno de los cazadores para que los demás soltaran una pequeña risa.
Al terminar de recoger se encaminaron al pueblo, todos venían compartiendo y riendo sobre cualquier cosa, Cenicienta luchaba con Abdías para que la soltara, ya que la sujetaba por los brazos mientras la empujaba para que caminara.
-Abdías, suéltame- dijo en medio de una pequeña risa
-No, claro que no. Debes soltarte tú sola de mi agarre- dijo en medio de una sonrisa, para que dos de los cazadores cruzaran por su lado con una risa de gracia
-Más vale que lo hagas, porque si no se quedarán aquí- habló uno de ellos en forma de broma al pasar, a lo que ella se tensó colocándose seria de repente.
-No te limites a golpearme, solo imagina que soy un bandido que te quiere secuestrar- dijo Abdías con una pequeña sonrisa
Ella lo pisó fuertemente, le dio una patada en la pierna, lo tomó por uno de los brazos dio la vuelta y logró colocarle el brazo detrás de la espalda. Cenicienta y Abdías estaban más que sorprendidos con lo que acababa de hacer, lo había logrado. Ello lo soltó y se colocó frente a él con una sonrisa a lo que él le correspondió y se perdió en los ojos azules de la joven al igual que ella en la mirada e de sus ojos café oscuros, aquellas mirada mostraban ternura y alegría. Cenicienta se volteó y continuó antes de que los dejaran, por lo que él reaccionó y la acompañó. El Hada Madrina observaba de lejos mientras sonreía ante la escena.
En medio de la tarde podían observar el pueblo a unos quince minutos de caminata. Todos los cazadores estaban alegres de poder volver a ver su pueblo, por lo que apresuraron el paso hasta llegar al límite. Cada uno se despidió de Abdías y Cenicienta, quienes continuarían su camino en busca del palacio, por lo que se separaría, al estar en el pueblo ya no habría tanta perdida para retomar su camino a casa
-Espero volver a verte- le dijo Sabrina a Abdías en voz baja
-Yo espero volver a encontrarlos a todos- respondió Abdías en voz alta con una sonrisa de satisfacción y para todos
-Esperemos que sí. Ambos nos ayudarían bastante... y Cenicienta, nunca te rindas- dijo Maya para despediré y darle ánimos a Cenicienta de continuar aprendiendo.
Después de haberse despedido. Abdías y Cenicienta se adentraron al pueblo. No tenían ni la menor idea de donde se encontraban pero de seguro encontrarían a alguien que les indicara el camino.
Lo primero que notaron al llegar fueron los anuncios de la orden para buscar a la doncella pérdida. Cenicienta tomó uno de los anuncios para leerlo mejor y detenidamente, su rostro solo se limitaba a sonreír mientras Abdías se entristecía por dentro
-Para ser la doncella desaparecida no estás muy entusiasmada- dijo Abdías tomando por sorpresa a Cenicienta, por lo que lo miró con expresión de sorpresa
¿Cómo supo que era yo?
-Estuve en el baile, te vi entrar elegantemente tarde y bailar con el príncipe heredero... bueno ¿quién no te vería? Si el vestido literalmente era el más llamativo, por eso tu rostro se me olvida- respondió con una sonrisa entendiendo su expresión
¿Lo supo todo el tiempo y no me lo dijo? ¿Él fue al baile? Pero ¿Cómo?
-Estuve ayudando con los preparativos. Solicitaron mi ayuda y allí estuve- continuó él restándole importancia
Esto es extraño, es como si leyera mi mente y eso si es imposible
Pensó a lo que él solo se encogió de hombros con una sonrisa al ver la expresión de sorprendida que tenía Cenicienta. Empezaron a caminar y las dudas de que él fuera un simple campesino rondaban en la mente de Cenicienta sin parar. Buscaron información en una de las tiendas y el dueño de la tienda le dijo que se encontraban en el pueblo más lejano al palacio y para llegar allá debían caminar más de tres días o buscar a alguien que los llevase reduciendo un día. Cenicienta se frustró un poco pero el hombre amablemente le dio las indicaciones para empezar a avanzar rumbo al palacio.
Continuaron su camino para encontrar donde comer algo y descasar. El camino era largo, las personas caminaban por todo el pueblo haciendo sus compras, trabajando, disfrutando el día, mientras ellos caminaban sin descanso en medio del pueblo para poder al menos salir de allí y llegar al otro pueblo.
Ya había anochecido y la entrada del siguiente poblado no estaba muy lejos, así que se dirigieron allí y lo primero que buscaron fue una posada donde descansar. Por fortuna había una a dos cuadras de la entrada. Ambos entraron y un hombre de 50 años aproximadamente los atendió con alegría, les ofreció una habitación pero Abdías para evitar incomodidad pidió dos habitaciones. Cenicienta se sorprendió nuevamente y él al ver la reacción de ella se encogió de hombros con una sonrisa inocente restándole importancia
¿Dónde tiene dinero para pagar tanto? Abdías debe ser todo menos un campesino, tal vez es zapatero o un sastre
-Dos habitaciones en seguida... ¡Wendy! ¡Hay Huéspedes!- dijo el hombre con gran amabilidad para llamar a una chica que hizo presencia inmediatamente con una sonrisa de amabilidad
-Bienvenidos. Les mostraré sus habitaciones- dijo haciendo una pequeña reverencia y dirigirlos a las habitaciones
Ambas habitaciones eran sencillas pero hermosas, tenían un toque delicado y al estilo de bosque encantado. Se veía muy organizadas y limpias.
-Dentro de media hora se servirá la comida, pueden bajar y cenar con nosotros si lo desean- dijo la chica con amabilidad para cerrar la puerta.
-Muchas Gracias- dijeron al unísono y con una pequeña sonrisa
Abdías lo que necesitaba era descasar un rato, sentía que su cuerpo le gritaba para que lo hiciera desde hace tiempo, por lo que se lanzó en la cómoda cama y sin más quedó profundamente dormido.
Cenicienta en cambio, caminó por la habitación detallando cada objeto y observando una ventana redonda, por lo que se acercó y observó el pequeño pueblo iluminado con lámparas, un pequeño lago más adelante con un pequeño puente en medio y la luz de la luna se reflejaba en el agua. Ella se recostó un rato en la cama para descansar. Después de dormir por media hora escuchó la puerta sonar. Ella se levantó soñolienta y observó el rostro de Abdías entusiasmado
-¿Qué sucede?- preguntó en medio de un pequeño bostezo
-Ya es hora de cenar. Ven- dijo para halarla por la muñeca y cerrar la puerta detrás de ellos
Bajaron rápidamente y la joven que los atendió los saludó para guiarlos a la cocina. Había un enorme buffet en la mesa con aproximadamente tres adultos y varios niños. Los ojos de Abdías y Cenicienta se iluminaron al ver la comida, puesto que no tenían nada en el estómago más que el desayuno. La familia del hombre de la posada sonreía al verlos
-Buenas noches. Familia, los nuevos huéspedes- dijo el hombre saludando y presentándolos a la familia
-Buenas noches. Soy Abdías y ella es Cenicienta- dijo entusiasmado
-Suponíamos que tenían hambre, así que adelante, siéntense y coman con libertad- dijo la esposa del hombre para que ambos jóvenes se sentasen con formalismo en la mesa y después de dar gracias como acostumbraba la familia, empezaron a comer
-Eres muy bonita- dijo uno de los niños al lado de Cenicienta a lo que ella sonrió
-¿Ella es tu esposa? Es muy bonita- le dijo otro niño a Abdías, intentando que nadie más escuchara pero no le funcionó.
Abdías y Cenicienta enrojecieron mientras sonreían por la actitud de los niños. Cenicienta se introdujo otro bocado de la comida y la familia trataba de aguantar la risa, excepto la madre que se colocó seria fulminado con la mirada al niño para reprenderle
-¡Hárol!... Lo sentimos mucho, son niños- le reprendió su madre para disculparse con los jóvenes
-No se preocupe, ella es mi amiga, pero él tiene razón, es muy hermosa- le respondió Abdías sonriéndole primero al niño y luego dirigiendo su mirada a Cenicienta que se encontraba más roja que un tomate mientras trataba de actuar como si no le prestara atención a lo que estaba pasando, por lo que él soltó una pequeña risa.
Cuando terminaron de comer, Abdías y Cenicienta se dirigieron afuera para respirar un poco de aire mientras caminaban al puente que Cenicienta había visto por la ventana. Él con su típica sonrisa miraba el cielo y dejó escapar un suspiro
-Disfruté mucho esta noche ¿no lo crees?- dijo alegre y con suavidad
-Si. Los niños son muy dulces y la familia es muy agradable- respondió Cenicienta disfrutando el ambiente
-En especial sus comentarios- dijo bromeando a lo que ella se colocó seria aguantando la risa recordando el momento
-La señorita dijo que mañana antes de irnos nos mostraría el pueblo, si estás de acuerdo-
-Encantada-
Cuando regresaron la joven llamó a Cenicienta para que se duchara, prestarle algo de ropa y calzado por lo que aceptó, pero dudaba de que le pudiese quedar las zapatillas. Después de ducharse y vestirse con la ropa prestada, la joven le llevó el calzado
-Ten pruébatelos, estoy segura de que calzamos lo mismo, así que tranquila- dijo con una sonrisa, mientras Cenicienta se probaba las zapatillas, sorprendiéndose de que le quedase a la perfección, la chica sonrió
-Vez, casi nunca me equivoco con esto- continuó para que Abdías se hiciera presente y observara las zapatillas en los pies de Cenicienta
-Una pregunta. Vi los anuncios sobre la zapatilla de cristal afuera y me preguntaba si ¿el príncipe ya pasó por este pueblo?- dijo Abdías a tratando de sonar sin mucho interés
-Ah eso, sí. Él ya pasó hace unos días, solo que cuando vino me negué por completo a medírmela, puesto que no fui al baile, sabía que si me la probaba me quedaría. Además le probé que yo no era, puesto que mi prometido estaba ese día conmigo- Respondió sin darle importancia
Cenicienta y Abdías se sorprendieron demasiado, debían llegar a la mansión antes que él, para que ella pudiera probar que era la doncella desaparecida. Abdías estaba dispuesto a ayudarla, aunque no le gustara mucho la idea.
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