Capitulo 5. Cazadores vs Bandidos
No había pasado un minuto cuando una banda de bandidos los atacó para robarles las pieles, carne y llevarse las mujeres consigo. Todos y cada uno de ellos se defendieron con sus armas y una gran lucha se desató en el lugar.
Con las flechas lograron evitar que tres de los bandidos se llevaran las pieles. Maya luchaba con un hombre enorme y corpulento, se movía con dos espadas en sus manos, mientras el hombre luchaba con una. La lucha era difícil, pues el hombre la atacaba cerca del cuello y era mucho más fuerte que ella, por lo que en una carrera sobre los árboles lo atacó por detrás cayendo en su enorme espalda peluda y clavando las espada en sus hombros para que este cayera al suelo gritando de dolor y otro bandido más delgado la atacara abalanzando su espada contra ella y ella lo esquivara.
-Ya saben las reglas. Acaben con los hombres y llévense el botín junto a las mujeres- gritó uno de los bandidos para que la pelirroja lo atacara por detrás y este diera una vuelta mortal en el aire evitando el corte de la espada. El hombre sonrió sínicamente y esta comenzó a luchar contra él con la espada, mientras este se defendía.
Abdías se defendía con el cuchillo que usaban para limpiar las pieles, por lo que le costaba un poco, sin embargo los dos hombres que corrían sobre los árboles para abalanzarse al mismo tiempo sobre él chocaron entre sí, ya que él dio un salto mortal hacia atrás, cayendo de pie y corriendo rápidamente alrededor de ellos para hacerles una pequeña cortada en las piernas y estos se quejaban de dolor.
Cenicienta, estaba aterrada con esta escena, por lo que intentaba esquivar cada ataque y ocultarse lejos de la lucha, pero al intentarlo uno de los bandidos la encontró, ella intentó escapar pero este con una sonrisa sínica la tomó por la muñeca y rápidamente la cargó sobre sus hombros.
-¡Suéltame! ¡Suéltame! ¡Por favor!- empezó a gritar mientras pequeños golpes y patadas aterrizaban en el sujeto.
El hombre se quejó de dolor perdiendo el equilibrio, soltando a Cenicienta y cayendo al suelo. Alguien la sujetó para evitar que se golpeara con la caída, rápidamente se levantó asustada al ver el hombre en el suelo arrastrándose de dolor
-¿Estás bien?- preguntó Maya al ayudar a Cenicienta para levantarse a lo que ella solo asintió con la cabeza
-Quédate cerca- le dijo para continuar luchando con los demás
Cada uno tenía su propia batalla, y defendía con furia el campamento, Cenicienta solo podía observar como todo pasaba en cámara lenta. Una flecha se dirigía a su cabeza y rápidamente se agachó dejando escapar un pequeño grito, se volvió a levantar y observó a otro de los bandidos en el suelo a pocos centímetros de ella, miró hacia adelante, donde había salido la flecha y observó a la de piel morena que asentía con la cabeza para continuar con la lucha. Luego la otra chica de rizos la tomó por el brazo halándola para otro sitio, mientras clavaba su flecha en un costado del bandido.
-Muévete- dijo la pelirroja para arrojar una flecha que rozó su brazo, clavándoselo al otro bandido
Cenicienta sentía que era como una muñeca que movían por todas partes para poder alcanzar el objetivo. Nunca en su vida se había sentido más inútil.
-¡Cuidado!- dijo otro de los cazadores para que ella se agachara y su lanza pasara por arriba de su cabeza y se clavara en el hombro de otro bandido
Trató de apartarse del lugar pero al hacerlo uno de los bandidos la tomó por el brazo para halarla a su cuerpo, ella se asustó pero esta vez no gritó, sino que se tensó y lo miró con rabia para no mostrar miedo o debilidad. El hombre la empezó a halar para llevársela, mientras ella forcejeaba. De pronto el hombre colocó una expresión de dolor, la soltó y cayó de cara al suelo, provocando que ella se asustara al verlo caer y diera varios pasos hacia atrás. Levantó la mirada y observo a Abdías con el mango del cuchillo en la mano y volteado.
-No despertará pronto- dijo para tomarla de la mano y sacarla de allí hasta el campamento y ver como todo ya había acabado.
Todo estaba hecho un desastre, más de quince hombres en el suelo, la hoguera estaba apagada, la comida estaba pisoteada, cubierta de hojas secas y tierra, regada en el suelo. Algunas de las pieles estaban caídas y los cazadores se encontraban agotados y algunos con diminutas heridas.
-Recojan todo. Nos vamos, antes de que lleguen más de estos ladrones- dijo Maya con autoridad, para empezar a recoger, mientras los demás obedecían
Todos estaban alegres y conversaban de lo "divertido" que les resultó la lucha, incluso Abdías reía con ellos. Cenicienta apenas sonreía, puesto que se sentía como un estorbo, siempre se sentía de esa manera en la mansión y nunca le había afectado, pero ese día si le causó efecto, fue como un objeto que debían proteger y mover por todas partes para alcanzar los objetivos.
Abdías notó la actitud de Cenicienta y se preocupó, no esperaba que después de esa lucha ella se colocara en ese estado, así que decidió acercase a ella para saber lo que le ocurría
-¿Te sientes bien? ¿Estás herida?- preguntó preocupado
-Sí, estoy bien. Solo que todos estaban luchando y lo único que hice fue estorbar. Hasta tú podías pelear como un experto- respondió cabizbaja, mientras ayudaba a recoger las cosas
-Cenicienta, descuida. Ellos son cazadores, están acostumbrados a estos tipos de ataques, así que es normal que te asustes y piense que no ayudaste- respondió con ternura
-Si pero ¿Qué hay de ti? Tú eres un campesino y sabías que hacer, incluso mejor que alguno de ellos-
-Yo he practicado desde niño con mi hermano- dijo con una sonrisa, para crear un silencio
¿Él ha practicado desde niño? ¿Cómo es que le daba tiempo? Supongo que en algunos minutos cuando ya no le quedaba por hacer, practicaba con su hermano
Pensó ella con dudas, puesto que no se esperaba que un campesino aprendiera a luchar o le quedara tiempo para hacerlo, incluso de leer, puesto que era una profesión muy ocupada, sin embargo apartó esos pensamientos para concentrase en el momento
-¿Me enseñarías?- preguntó ella, tomándolo por sorpresa
-¿Estás segura? Como te dije, yo lo he hecho desde niño, los cazadores casi que nacen haciéndolo, no es algo que se aprende en un día- respondió sorprendido
-Sí, solo quiero poder defenderme- dijo con mucha seguridad
-Está bien. Te enseñaré lo básico, con eso podrás hacer bastante- dijo con entusiasmo, no podía creer que estaba a punto de enseñarle a una doncella como luchar o en el mejor de los casos a defenderse.
Terminaron de empacar y continuaron su camino, Maya había informado que solo les quedaba un día de camino, puesto que los bandidos habían aparecido en esa parte del bosque, el pueblo no se encontraba muy lejos.
A medida que avanzaban, Abdías disfrutaba de enseñarles los primeros trucos con las manos para poder soltarse, ya que le había amarrado ambas manos para que se liberara. Le resultaba muy divertido ver como la doncella luchaba con la soga buscado como soltarla. Se detuvo en frente de ella y la sujetó por ambas manos, provocando que un hormigueo se produjera en sus estómagos, la piel se les erizara y un suave sonrojo apareciera en el rostro de Cenicienta.
-Si lo haces de esa manera te lastimarás las manos- dijo Abdías con una sonrisa para acomodar sus dedos de forma recta y que ambas palmas de las manos se juntaran con suavidad.
Luego de soltarla se dio la vuelta para seguir caminando y olvidar lo que estaba sintiendo, mientras que ella trataba de salir del trance y mover sus manos con suavidad frotándolas y lograr soltarse, sorprendiéndose a sí misma, la cazadora de cabello rizado la tocó por el hombro le sonrió para que avanzaran con el grupo. Abdías pasó toda la tarde metiéndola en situaciones poco comunes para que pudiera salir sola de ellas y al ver que no lo lograba, le decía o acomodaba lo que tenía mal para que ella pudiera continuar y aprender. Le encantaba verla así, puesto que le resultaba divertido la manera en que ella se esforzaba por conseguirlo, ya que para él dentro de poco lograría aprender más de lo que se esperaba. Ninguno de los cazadores se interpuso en lo que estaban haciendo, puesto que para ellos les parecía bastante interesante lo que hacían.
Al atardecer se detuvieron nuevamente he instalaron el campamento. Cada uno hizo lo suyo y en menos de una hora ya se encontraban todos reunidos alrededor de la hoguera preparando la comida para ser servida. Cenicienta venía de recoger frutas en su cesta para ayudar, ella podía observar a medida que se acercaba como Abdías hablaba con naturalidad, compartía y reía junto a los cazadores, a decir verdad nunca lo había detallado tanto, él era alegre, dadivoso, amable, humilde, solidario, positivo, con un enorme corazón. El realmente reía todo el tiempo para hacer que las demás personas se sintieran bien y a gusto. Sin darse cuenta Cenicienta sonreía tontamente al ver esta escena
-Deberías caminar hasta allá y sentarte junto a los demás- dijo una voz masculina a su lado que la sacó del trance, por lo que dirigió su mirada al joven que le hablaba. Era el segundo en edad más joven entre el grupo de los cazadores
-Ah, sí, ya me diría hasta allá- respondió con una sonrisa a lo que él le correspondió, pasó su brazo por ambos hombros y Abdías volteó a mirar en ese momento
Él se molestó un poco al ver al cazador tan cerca de Cenicienta, por lo que los fulminó con la mirada pero ninguno de los dos lo notó. Abdías regresó a su posición anterior y continuó riendo con los cazadores pero esta vez un poco menos
-Vamos, es su última noche con nosotros, mañana llegaremos al pueblo y dudo que volverás a pasar momentos como este- dijo amablemente el cazador para acercarse a la hoguera con Cenicienta, mientras ella repartía con su sonrisa y el cazador se sentaba tranquilamente, para que luego ella se sentara al lado de Abdías
-Damas y caballeros. Brindemos por nuestra última noche juntos por este mes, por tener la mejor de las cacerías este año y encontrar dos grandes amigos- dijo Maya levantándose y alzando su vaso de vino de uvas al aire para que todos la acompañaran con un grito de alegría.
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