Capítulo 17. Final
Ella le colocó una mano en el pecho dando un pequeño empujón para separarse del rey, él le regresó la mirada a los ojos, acababa de entender que ella no sedería ante él.
-Ya es tarde, iré a mi habitación. Que tenga una feliz noche Majestad- dijo con una sonrisa mientras hacia una pequeña reverencia
-Feliz noche para usted también, señorita Ella- le respondió con una sonrisa pero con una mirada llena de derrota que se perdía en los ojos azules de Ella
Esto la intimidó un poco y ella sin borrar su sonrisa salió del jardín y se fue directo a su habitación, podía sentir su corazón latir a gran velocidad, no podía creer lo cerca que estuvo de besarla, ya entendía a lo que Abdías se refería. Tenía el deseo de ir a verlo, desde hace días no lo veía, estaba segura que se encontraba muy ocupado como para ir por ella, solo esperaba que aquel plan estuviese en marcha y no se le hubiese olvidado
Abdías había logrado encontrar a Anastasia lejos de la mansión y la casa del zapatero, por lo que le pidió hablar con él a solas. Necesitaba los documentos y toda la evidencia que mostrara quien era la verdadera dueña y señora de la mansión
-... Sé que entre las dos hermanas, usted es la más consciente de lo que está sucediendo, solo le pido que me diga si tiene los documentos de la mansión- hablaba Abdías con amabilidad para que ella hablara
-No, lo siento. No tengo idea de que me habla- respondió nerviosa, jugando con sus dedos y con la mirada a sus manos
-Señorita Anastasia, soy un hombre noble, no deseo el mal para ninguna de ustedes y de acuerdo con las leyes, al morir un padre la heredad pasa a su primera esposa, de no ser así, será entregada a sus hijos. Yo solo deseo ayudar a Ella-
-No los tengo, yo-yo ni siquiera sé cómo son, mi madre los ocultó en la mansión- mintió más nerviosa que antes
-Está bien, coloquémoslo de esta forma. Si usted me entrega todos los documentos, cartas, postales que tengan que ver con Ella como propietaria de la mansión, usted quedará completamente libre y no se le levantarán cargos en su contra. Además recibirá una buena vivienda en el pueblo cerca de su trabajo, nadie podrá acusarla de algo y le entregaré diez piezas de oro en este mismo momento- le dijo para persuadirla a lo que sus ojos brillaron
-Bu-bu-bueno, tal vez si tengo esos papeles y algunas cartas que su padre le envió. Cenicienta no se merecía nada de lo que vivió con nosotras, en realidad mi madre siempre quiso aprovecharse de su amabilidad y cortesía, así que tanto mi hermana como mi merced le seguimos el juego, pero aun así ella no se negaba a nada, aun cuando la tratábamos como basura- dijo para dejar escapar una lágrima –Siempre quise ser como Cenicienta pero no vivir como ella, por eso no me atrevía a mostrar piedad hacia ella...- dijo para secarse las lágrimas, tomar aire y suspirar –No tiene que darme nada. Aquí está lo que me pidió- sacó los papeles de su vestido y se los entregó, mientras él miraba sorprendido -Sé que Cenicienta vivirá como se lo merece al lado de su merced- le dedicó una sonrisa de agradecimiento y amabilidad a la que él correspondió
-Se lo agradezco tanto, señorita. No sabe lo mucho que nos ha ayudado- le agradecía mientras se levantaba para irse
Una vez que Abdías se fue, Anastasia suspiró con alivio, se había quitado un gran peso de encima, se sentía en paz. Revisó su bolso al sentir que este pesaba más de lo normal y al ver, encontró las piezas de oro de las que había hablado Abdías, por lo que sonrió ante ellas. Sabía que él confiaba en ella y que las usaría para empezar su nueva vida como una pueblerina normal, desde que Ella se había ido, ese era su mayor deseo
Abdías se fue directamente a casa del zapatero real, necesitaba contarle todo y que le aconsejara sobre qué hacer para recuperar la mansión. Hablar con Anastasia había resultado como esperaba, difícil al comienzo y fácil al final.
-...Y luego podrás irte con tu doncella en libertad, para tener una vida juntos como tanto lo han soñado- concluyó con una voz soñadora al final para bromear con él
-Ya, basta de juegos, de acuerdo. Me gustó tu plan, iré de inmediato a presentar esto. Ella estará feliz cuando sepa-
-Lógico ¿desde cuándo mis consejos son malos? ¿Debería empezar a considerar el puesto de consejero? Tal vez me den una casa más grande- dijo en forma de juego
-O te boten el primer día por no tomarte las cosas en serio- bromeó Abdías para que él fingiera estar ofendido
Al día siguiente Abdías se fue al palacio, estaba ansioso por contarle a Ella lo que había sucedido y lo mucho que ya habían avanzado con el plan. Al entrar en el palacio se encontró con todos los sirvientes, decoradores, organizadores trabajando sin descanso en todo el lugar.
-¿En dónde va este?- dijo un joven que pasaba con un florero lleno de rosas rojas, blancas y azules
-Pásame aquella tela- decía una joven cerca de las escaras mientras enroscaba una tela blanca delicada alrededor
-Cuidado con la alfombra-
-Las flores no van allí-
-Muévelo a tu izquierda-
Se escuchaba dentro del palacio, por lo que se veía se preparaban para un evento y no cualquier evento, estaba seguro que Kit tenía que ver en esto, nadie prepara algo de la noche a la mañana a menos que el rey lo ordene. Caminó entre toda la multitud, esquivando a todos y los objetos que se atravesaban, sentía furia dentro de sí
En cuanto a Ella, se encontraba en su habitación dando vueltas de un lado a otro, estaba más que nerviosa, su corazón explotaría de los nervios y el susto, quería correr de allí pero no podía porque podría empeorar las cosas.
12 Horas antes...
Después de haber regresado del paseo con Ella, el rey se sentía frustrado por no haber conseguido lo que quería, era la primera vez que una doncella lo rechazaba tantas veces y de esa manera. Llamó al Duque para que se presentara ante él y este así lo hizo.
-... ¿Por qué ella no me acepta? ¿Por qué no me mira como yo lo hago? ¡¿Por qué no puedo besarla?!- gritó al final molesto para que el duque solo mirara confundido -¡Respóndeme!- ordenó
-Señor, la doncella después de haberse probado la zapatilla salió al encuentro con el príncipe Abdías y hasta ahora, ambos aun sienten algo por el otro. Además, cuando los capturamos, la doncella tenía en el cuello aquel collar que habíamos dado por perdido hace muchos años, es como si ellos...- no terminó de hablar cuando el rey lo interrumpió
-¡¿ACASO ME CREES ESTÚPIDO COMO PARA NO DARME CUENTA?! ¡Solo dime ¿qué debo hacer?!- dijo furioso –Abdías no puede quedarse con ella, debe respetar la ley- habló entre dientes para él
-No hay nada que pueda hacer, no se puede gobernar en el amor. Si esto fuera un caso de negocios solo se podría ofrecer algo mejor y de no aceptar una amenaza es lo más conveniente...- volvió a decir sin terminar para que el rey se levantara automáticamente con una mano levantada señalando hacia arriba y su mirada hacia él
-Eso es. Si no puedo hacer que me ame, puedo conseguir que se case conmigo- dijo señalándolo y dejado escapar una corta risa maniaca
-Eso no fue lo que...- quería interrumpir el duque pero el rey volvió a interrumpir para inclinarse un poco y quedar a su altura tomándolo por los hombros
-Gran Duque, usted es un sabio. Mañana ganaré este juego y Abdías no podrá hacer nada- volvió a reír
Temprano en la mañana tocaron en la habitación de Ella, por suerte ya estaba levantada, así que abrió con tranquilidad y se sorprendió en gran manera al ver al rey frente a ella con un ramo de rosas azules
-Sé que te encantan las rosas y el color azul, así que te traje estas- dijo con una sonrisa de amabilidad, mientras ella no salía del impacto
-Gra-gracias Majestad- reaccionó y sonrió un poco
-¿Puedo entrar?-
-¿Ah? Ah sí claro, adelante- respondió aun extrañada por lo temprano y la aparición personal del rey
-Quiero hacerte una propuesta. Te has robado mi corazón y alma entera desde que estás aquí, por un momento pensé que me tratarías mal y sin respeto pero ya veo que en vez de eso me aceptaste como soy y eso ha provocado que desarrolle un fuerte amor por ti- dijo mientras la miraba y se acercaba a la ventana para mirar por ella
-Solo debía ser escuchado, eso es todo- le respondió con amabilidad mientras olía las rosas y él la observó para negar con la mano
-Solo te necesito a ti y por eso te pido que seas mi esposa- le dijo con una sonrisa encantadora mientras se inclinaba con una rodilla ante ella.
Ella dejó caer el ramo de rosas en el suelo del impacto y su pequeña sonrisa se borró al instante, eso no estaba nada bien, ella lo quería pero como un amigo nada más
-Veo que te has impresionado- continuó el rey soltando una sonrisa casi de victoria para que ella mirara a otro lado mientras se colocaba una mano en el cuello y luego la bajaba
-Oh, eso sí me tomó por sorpresa a pesar de tantas veces que lo ha dicho- ella observó como él la miraba pacientemente esperando la respuesta –Pero no puedo aceptarla, ya le he dicho que no lo amo, créame usted es alguien agradable, muy buena persona y me agrada pero no de esa forma- le habló sinceramente, con voz suave para no parecer tan dura
-Oh, bueno es un poco doloroso, tendré que recurrir al plan B- se levantó bastante ofendido para que ella frunciera el ceño ante sus palabras –No pensé recurrir a esto pero déjame decirte que si no aceptas casarte conmigo, entonces Abdías será despojado de su título como príncipe y expulsado del reino sin provisiones ¿si sabes que hay después del reino?- dijo para cambiar su actitud a una más malévola y con una sonrisa llena de maldad pura, a lo que ella se paralizó –Exacto, no hay nada, solo tierra árida. Serian seis horas en carruaje hasta llegar al otro reino pero caminando y sin nada... ¿quién sabe? Tal vez no sobreviva... pero podrás irte cuando quieras- dijo dando una vuelta alrededor de ella para apoyar su cabeza en la curvatura de su cuello y susurrarle la última frase –Así que piénsalo bien y que sea rápido porque no tengo todo el día- se alejó de ella para dirigirse a la puerta con calma
El corazón de Ella empezó a latir rápidamente, estaba contra la espada y la pared, no podía creer que alguien le hiciera eso a su propio hermano a pesar de que no fuesen de sangre. No sabía que decidir, si no aceptaba sería libre y podría escapar a una vida como siempre la deseó pero si aceptaba podría salvar a Abdías de morir o ser expulsado de esa forma, no quería que él sufriera, lo único que podía desear en ese momento era verlo vivo y sin ninguna herida, excepto la que ella le dejaría cuando se enterara de lo que hiso por él.
-¡Acepto!- casi gritó para detenerlo –si me caso con-contigo- continuó para susurrar la última palabra en medio de un sollozo
-Buena decisión. Por cierto la boda será hoy en la tarde, así que más vale que te apresures, no quiero esperar tanto- dijo para abrir la puerta
-Espera ¿Qué?- respondió ella para correr a la puerta y tratar de detenerlo pero él le cerró la puerta en la cara y la encerró
Ella intentaba forcejear la puerta para abrirla pero era imposible, se frustró de nuevo. No había visto a Abdías en días y ahora el rey le ordena casarse con él ese mismo día. Su vida estaba tornándose negra de nuevo, así que se colocó en el centro de la habitación para mirar al techo
-¡Ahora sería buen momento que aparecieras Hada Madrina!- dijo en desesperación
Al ver que nada pasaba se sentó en la cama con sus manos tapando su rostro, quería llorar pero por alguna razón no podía, solo sentía el nudo en la garganta. Una luz blanca iluminó la habitación, así que levantó su mirada y la observó
-A mi querida Cenicienta, lamento no haberte ayudado antes pero las reglas es que no debo interferir con el destino a menos que sea muy necesario y no me habías necesitado. Dime ¿qué sucede?- dijo al verla
-Me voy a casar- dijo en medio de un sollozo
-Es una excelente noticia, debemos comenzar inmediatamente con la transformación, tal vez un estilo fresco y atractivo-
Hada Madrina-
-No es demasiado. ¿Qué tal uno más moderno?-
-Hada Madrina-
-No, creo que tampoco te luce-
-Hada Madrina-
-Lo tengo...-
-¡Hada Madrina!- habló más fuerte para captar su atención –Me está obligando hacerlo- dijo soltando un peso de encima y llenando sus ojos de lágrimas
La Hada Madrina se sentó a su lado con una sonrisa para escucharla hablar, no pronunció ninguna palabra para que Ella se sintiera en confianza
-No quiero casarme con el rey, ni siquiera quiero tenerlo cerca a partir de ahora, pensé que era un amigo, alguien en quien confiar pero resultó ser un monstro. No he visto a Abdías desde hace unos días y tengo miedo de que se haya olvidado de mí, que haya conseguido su libertad y me haya dejado con su hermano. Deseo verlo, que vuelva a mi lado, que me haga reír con sus bromas, que me haga sentir en paz y amada, que con su simple mirada me haga la persona más feliz del mundo. Lo amo demasiado y quiero mi vida con él pero el rey me amenazó con exiliarlo si no me casaba con él ¿Qué debo hacer?- continuó dejando correr una lagrima en silencio
-Solo has lo que parezca correcto y escucha a tu corazón, ya verás como todo se resuelve, solo confía en él- le dijo con una sonrisa para luego desaparecer
Alguien abrió la puerta y al ver, era una de las sirvientas con el vestido, las zapatillas, reconocía el trabajo del zapatero y su esposa a donde fuera al final estaba el collar de Abdías. La sirvienta la miró y sonrió, al parecer fue ella quien lo trajo a escondidas, trató de mirarla un poco más de cerca y esta me guiñó el ojo, era la Hada Madrina, siempre tan creativa. Le agradecía que se lo hubiese devuelto, eso le recordaba la promesa de Abdías.
Ella se empezó a vestir y a medida que se colocaba cada prenda, sentía que como los nervios y el miedo tomaban control de ella, era como si se preparara para su propia muerte. Una vez lista se colocó el collar y empezó a esperar, pero lo nervios la consumían, sabía que en cualquier momento abrirían la puerta para llevarla al altar, por lo que empezó a dar vueltas en toda la habitación
Actualidad
Los minutos pasaban y el corazón de Ella se aceleraba, quería correr de allí, pero no podía. La puerta se abrió de golpe dejando ver a un Abdías muy agitado. El corazón de Ella se aceleró, su estómago se alocó y una enorme sonrisa se asomó en ella. Sin esperar otro segundo se abalanzó sobre él y lo besó con todo lo que tenía. Abdías le siguió el beso con pasión de manera sincronizada, mientras la acercaba más a él y la tomaba por la cintura mientras ella le revolvía el cabello. Ella dejó escapar un gemido al igual que él.
Separaron el beso por la falta de oxígeno, en ese momento no le importaba si la puerta estaba abierta o que los hubiese visto alguien, solo se necesitaban.
-Sé lo que sucedió. Solo síguele la corriente, yo trataré de retrasar la boda lo más que pueda. Hoy saldremos libres de aquí y ninguna ley lo impedirá- le dijo Abdías para besar su frente y abrazarla-Confía en mí-
-Confío en ti-
-Te Amo- dijeron al unísono
Minutos después Abdías salió de la habitación para dirigirse fuera del palacio mientras destruía todo a su paso sin que nadie se diera cuenta, eso mantendría a los decoradores ocupados por más de una hora, justo el tiempo que necesitaba para ir y volver
En la mansión de Ella tocaron la puerta con insistencia y Lady Tremaine abrió un poco molesta y se encontró con el fiscal del reino sosteniendo una orden en alto de desalojo y arresto
-Señora Lady Tremaine queda arrestada junto a su hija Grisella por maltrato, irrespeto, abuso de poder e invasión a la legitima dueña de la Mansión la Señorita Ella. Guardias, llévenselas- dijo con indiferencia a lo que la madrastra de Ella quedó completamente atónita ante todo lo sucedido. Levantó la mirada y observó a Abdías montado en su caballo saludándole con la mano y una sonrisa de satisfacción
-Aguarden un momento, no tienen prueba de esto- dijo al verlo –no me toquen- le ordenó a los soldados
-De hecho todos los documentos ya fueron revisado en la inspectoría y cada uno de ellos es legal. Además en este testamento usted firmó como testigo- continuó el fiscal mientras los soldados la sacaban e inspeccionaba la casa para llevarse a la mayor de las hermanas
-Tiene derecho a guardar silencio Lady Tremaine. Todo lo que diga será usado en su contra- le dijo Abdías con una sonrisa sarcástica a lo que esta se enfureció.
Sacaron a ambas de la mansión, Anastasia ya se encontraba lejos de allí, en la casa del zapatero real por lo que la mansión quedó completamente sola.
Una vez arrestadas madre e hija, Abdías montado en su caballo se apresuró al palacio, cada vez corría más rápido en su caballo.
La boda había empezado y Ella iba camino al altar, su angustia era cada vez mayor, no tenía razones de Abdías pero seguía confiando en él. El padre empezó a dar su discurso mientras Ella temblaba del miedo, cerró sus ojos y se concentró en las palabras que la Hada Madrina le había dicho "Sigue tu corazón", con eso sintió mayores fuerzas para poder seguir con eso. El tiempo pasaba y ya estaban cerca de culminar la ceremonia
-Y usted Señorita Ella ¿Acepta a Su Majestad el Rey Kit como su esposo?- habló entusiasmado, mientras que Ella cerraba sus ojos, no sabía cómo responder a eso tan pronto, ni siquiera cual era el plan de Abdías, él le había dicho que siguiera con todo porque serían libres pero no lo veía en ningún lugar
-Yo... yo- titubeaba Ella
-¡¡ALTO!!- se escuchó un grito en todo el lugar, dándole un gran alivio a Ella
Todos voltearon sorprendidos al lugar de origen de la voz mientras esbozaban sonidos de asombro. Podían observar a un Abdías muy cansado pero firme en la puerta del gran salón
-Creí que no llegaría- soltó un suspiro de cansancio para en entrar como si nada –Nunca volveré a tardar tanto con algo, por poco y no llego- continuaba hablando mientras llegaba al altar
-Abdías ¿Qué estás haciendo?- preguntó el rey sorprendido
-¿Qué no es obvio? Vengo a llevarme lo que es mío por derecho- habló con su típica sonrisa tomando la mano de Ella mientras esta miraba atónita la escena
-¿Cómo te atreves? No porque eres el príncipe tienes derecho a irrumpir como si nada y mucho menos en mi presencia, vas a pagar las consecuencias- dijo en voz alta el rey y con altanería, provocando que todos soltaran un gran sonido de sorpresa y empezaran a murmurar entre ellos
-Es cierto, pero aunque no lo creas si tengo derecho. La ley ordena que todo hombre sea respetado y nada de sus pertenecías les sea quitado. Si hay compromiso entre una pareja, la mujer será respetada por sobre todos y nadie más que su pareja podrá tocarla- hablaba con elocuencia sin borrar su sonrisa, mientras el rey lo observaba atónito y con furia –Y lamento decirle que antes de que esta doncella se probara la zapatilla de cristal, mi merced se había comprometido con ella haciéndola mía, el collar que cuelga en su cuello es la prueba de lo que digo, por lo que se convierte en mi posesión y sobre esto no hay ley que lo revoque-
-¿Dijiste que te comprometiste con ella? ¿La hiciste tuya?- el rey trataba de salir de la impresión, mientras Ella solo sonreía ante la situación -Eso quiere decir que ella ya es inmunda para mí, tenerla como esposa sería revocar las leyes que mi padre estableció- continuó en medio de un lamento y pensativo –Príncipe Abdías, tienes mi permiso para casarte con ella, si acepta- dijo molesto, derrotado y con firmeza
-Claro que acepto- habló Ella con emoción
La Hada Madrina observaba de lejos y al ver que ambos habían sellado sus destinos, cambió todo el lugar con una decoración mucho más hermosa y llamativa al igual que el vestido de Ella y el traje de Abdías, ambos sonreían al ver como todo cambiaba con un gran brillo, la magia rebosaba en el lugar
-Su Alteza Príncipe Abdías ¿Acepta a Ella como...?- dijo de nuevo quien los casaba para ser interrumpido por Abdías
-Señorita Ella por favor- dijo con una sonrisa para observarla con una sonrisa y el padre los mirara sorprendidos entendiendo a lo que se refería
-Bien. ¿Acepta a la Señorita Ella como su esposa?-
-Acepto-
-Y ¿usted Señorita Ella acepta a...? mejor olvídenlo. Los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia- dijo cansado el padre, restándole importancia y concluyendo la boda de inmediato
Abdías tomó a Ella por la cintura acercándola a él y ella enroscó sus brazos en su cuello con una sonrisa para luego besarse con dulzura y suavidad.
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