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Capitulo 12. Zapatilla de Cristal


Abdías se quedó de pie frente a la puerta, no podía creer que hasta allí terminaría todo pero era la verdad. Se dio vuelta para salir de la casa y caminó lentamente retomando el camino de vuelta a casa del zapatero real. Estaba preocupado por dejarla allí, deseaba regresar y sacarla de nuevo, la necesitaba con él. Ya había caminado quince minutos cuando escuchó un carruaje correr acelerado y el galopar de varios caballos, miró adelante y se encontró que el rey y los soldados venían a toda prisa a la casa de Ella, por lo que se ocultó rápidamente y los observó pasar. Su preocupación aumentó, sabía que si Ella estaba allí la obligarían a probarse la zapatilla de cristal y se cumpliría la orden real.

Mientras tanto, Ella era arrastrada por su madrastra, ella luchaba por soltarse pero su agarre era increíblemente fuerte, la llevó hasta el ático, su antigua habitación, donde la arrojó para que cayera al suelo sin cuidado, ensuciándose de polvo y tierra el vestido, nadie había limpiado ese lugar desde que se fue.

-¿Qué es lo que le sucede? ¿Cómo puede recibirme así?- dijo Ella furiosa levantándose del suelo

-Estar con ese salvaje te ha cambiado Cenicienta, aun así no me importa. Nunca debiste volver, supongo que te diste cuenta de lo mucho que te hacía falta tu hogar- dijo con su tono calmado e irónico

-Vine por mi padre, cuando él vuelva yo me iré, tengo mejores ofertas que vivir encerrada como un animal- dijo fulminándola con la mirada

-Eso es cierto, ser la esposa del rey es tu mejor oferta- dijo tomando la zapatilla de cristal que se encontraba en la mesa de noche, puesto que había entrado días antes y encontrado la zapatilla mientras Ella no estaba -Tu padre ya no está en esta vida, lamento decepcionarte pero ya que estás aquí, servirás muy bien como esclava de la nueva dueña de esta casa- sonrió sínicamente, para que Ella abriera los ojos más de lo normal en expresión de sorpresa –Mis hijas tendrán la vida que han deseado siempre y tú solo te quedarás aquí para servirles- terminó reventando la zapatilla de cristal contra la pared mientras la sujetaba por el tacón y salía con una carcajada siniestra para darse vuelta e irse

Ella corrió apresuradamente para salir pero no pudo evitar que cerrara la puerta y la encerrara en la habitación saliendo victoriosa y con tranquilidad.

-¡No! ¡Déjeme Salir! ¡Por Favor! ¡Ayúdenme!- empezó a gritar con desesperación mientras golpeaba la puerta tratando de abrirla

No quería una vida con el rey, nunca lo quiso, solo quería su vida normal, deseaba salir de allí, le había prometido a Abdías irse en cuanto se pudiera despedir de su padre, pero al enterarse que ha muerto le quedaba solo una cosa y era salir de allí para iniciar una nueva vida

Las trompetas sonaron en la parte de afuera de la mansión anunciando la llegada del Gran Duque junto al rey. Las hijas de Lady Tremaine se asomaron emocionadas por la ventana para luego apresurar el paso y avisarle a su madre.

La madre con una sonrisa de satisfacción, los recibió en su casa dejándolos pasar, les ofreció una taza de té mientras el duque se apresuraba para que el rey no se molestara. La prueba inicio por Drisella, quien luchaba audazmente para introducirse la zapatilla

-Me queda, me queda, me queda- decía una y otra vez mientras introducía su pie con fuerza dentro de la zapatilla quedando sus dedos comprimidos dentro de la misma

-Suficiente señorita, no le queda. Está maltratando al soldado con sus uñas- habló hastiado el duque para que se la probaran a la otra

-Anastasia, es tu turno- dijo la madrastra, para que la chica pasara –Compórtate y no lo arruines- le dijo en un susurro a la joven tomando la por el brazo y en forma de advertencia para que se asustara un poco –Podemos continuar- culminó con una sonrisa a lo que los demás la siguieron

Ella aun luchaba en el ático para salir, la desesperación de no poder salir, se estaba apoderando de ella. Tomó el colgador de sombreros que estaba en su habitación, corrió rápidamente a la puerta para introducirlo en el borde de la puerta y el colgador se partiera en dos. Dejó escapar un grito de frustración

-No funciona- se dijo así misma molesta, arrojando el colgador a un lado con rabia -¡SÁQUENME DE AQUÍ! ¡AYÚDENME POR FAVOR!- volvió a golpear la puerta mientras miraba a su alrededor para saber qué otra cosa usar para salir. Observó la ventana y se acercó rápidamente a ella para mirar hacia abajo, la altura era demasiado como para saltar y sobrevivir

-¿Escucharon algo?- preguntó el duque observando para todas partes en busca del sonido al igual que los soldados

-Es extraño, yo no escuché nada ¿Y ustedes niñas?- dijo la madre a lo que ellas se negaron confundidas

-Se escuchó como si alguien pidiera ayuda. Seguramente no es nada ¿podemos continuar?- dijo el duque para seguir caminando con la zapatilla de cristal en manos y llevarla a Anastasia

Esta se probó la zapatilla y después de forzar un poco, la zapatilla de cristal entró en su pie. Todos se sorprendieron, la madre de la joven sonrió triunfante, su hermana se molestó y la chica no para de sonreír mientras soportaba el dolor en su pie que se empezaba a dormir y colocarse morado por la horrible presión que le provocaba la zapatilla.

-Señor, la hemos encontrado, a esta doncella le queda la zapatilla de cristal- dijo el soldado en voz audible para que el rey hiciera presencia en el lugar y entrara a la casa con una sonrisa

La joven era hermosa, pero al verla algo no parecía estar bien, por lo que el rey se sorprendió un poco al observar como la chica sonreía mientras sus ojos se empezaban a tornar rojos y llenarse de lágrimas que luchaban por salir

-Dime ¿Eres la doncella perdida? ¿Escapaste de mi esa noche?- le preguntó con una sonrisa y bastante cerca de su rostro a lo que la joven se sonrojó, su corazón latía demasiado rápido, sentía que en cualquier momento se desmayaría al tener al rey tan cerca, no sabía si sentía alegría de verlo en esa manera o miedo de que descubriese la verdad

Ella ya no soportaba más estar encerrada que después de tantos golpes a la puerta y gritar para que alguien la escuchara, sus manos se tornaron de color morado y se inflamaron, su garganta se secó provocando un dolor punzante en ella. Solo podía dar uno débiles golpes a la puerta mientras su cabeza se apoyaba en ella y sus lágrimas hacían acto de presencia. Sentía miedo de no poder salir nunca, de no volver a ver a Abdías, el zapatero y su esposa, a Wendy, aquellos cazadores y todas las personas que los ayudaron en el camino.

Si hubiese escuchado a Abdías no estuviera aquí encerrada. Que tonta fui al pensar que mi padre volvería.

Pensó mientras dejaba derramar sus lágrimas y se dejaba deslizar por la puerta hasta tocar el suelo, sentada y con sus rodillas abrazadas, Ella lloraba sin parar. La Hada Madrina la escuchaba del otro lado de la puerta, por lo que su corazón se conmovió más allá de lo que estaba. Se suponía que no debía interferir con el destino de las personas o cambiar la historia, pero ya no lo soportaba. Además el rey estaba a punto de llevarse a la equivocada para dejar a Ella como esclava de la mansión y no lo podía permitir. Unas tres palabras mágicas y agitar su varita señalando la puerta para luego desaparecer, provocó que Ella sintiera el pasador de la puerta abrirse por lo que se levantó, limpió su rostro y empujó la puerta una vez más para que esta se abriera

Sintió como su corazón se aceleró de la emoción, una gran sonrisa se dibujó en su rostro, el sonido de varias gotas de lluvia golpeaban la ventana en la parte de afuera. Todo le gritaba libertad, por lo que sin esperar otro minuto empezó a correr por las escaleras cuesta abajo, era su hora, su momento de salir para nunca volver, sería su comienzo, la vida le sonreía al otro lado de la puerta de la mansión.

-Anastasia ¿estás bien?- dijo su madre al ver que se intentó levantar de su asiento y cayó al suelo. El rey la levantó por un brazo con su mayor cuidado para volverla a sentar

La sangre ya no circulaba en su pie, sentía que pronto explotaría, no lo soportaba más y una lágrima se deslizó por su mejilla, el rey se dio cuenta de esto y ordenó que volviesen a revisar su pie, por lo que levantaron de nuevo la punta de su vestido y observaron que su pie estaba demasiado inflamado, por lo que le quitaron la zapatilla con mucha dificultad para que se derramara en lágrimas. El dolor era insoportable, no podía controlar la horrible punzada que sentía su pie

-Anastasia ¿qué has hecho? ¿Cómo te atreves a realizar algo como esto?- le reclamó su madre, dándole a entender de que debía soportar mucho más para que se fuera con el rey.

Anastasia en ese momento no le importaba el rey, su madre o los soldados, lo único que le importaba era su pie, que estaba completamente inmóvil, no se movía en lo absoluto, si no fuera por el calcetín rosado podía jurar que su pie estaba morado.

-¿Tiene más hijas?- preguntó con gran seriedad el rey a Lady Tremaine

-No señor- respondió cabizbaja y un poco avergonzada por el comportamiento de sus hijas

-Entonces que pasen buen...- dijo el duque sin terminar, ya que la voz de una chica al cantar con alegría, arrulló los oídos de todos

Ella seguía corriendo mientras bajaba las escaleras, ella cantaba sobre su libertad y la nueva oportunidad que le ofrecía la vida. Su voz era demasiado angelical, tanto que a medida que se acercaba, todos se quedaban en silencio para solo oírla

-¿Hay alguien más aquí?- preguntó el rey con seriedad, pero nadie le respondió –He escuchado esa voz antes, sé que la escuché- dijo esta vez para acercarse a la escalera

Estaba emocionado, alegre, sabía de quien se trataba, debía ser la doncella perdida con quien estaba Abdías, no tenía dudas, su voz no salía de su cabeza desde ese día, al igual que las palabras de Abdías.

-Señor, solo es la sirvienta, no es alguien especial- dijo la madrastra

-Silencio. Esperaré a que llegue- le ordenó alzando su mano para que guardara silencio

Ella ya se acercaba al último piso, su voz se escuchaba mucho más alegre, saldría de allí pronto, pero al pisar el último piso para llegar a la sala de estar, se encontró con el rey en el final de las escaleras. Ella se detuvo en seco y su sonrisa se borró. Estaba sorprendida, su fuga había sido retrasada. Ella terminó de bajar lentamente, tragó grueso, podía sentir como la antigua Ella volvía a despertar dentro de ella, no lo podía permitir, pero la mirada de todos la intimidaba demasiado

-Bu-buen día- dijo nerviosa

-Cenicienta ¿Qué haces aquí?- dijo Drisella con furia, por lo que Ella respiró profundamente para no decir nada

-Cenicienta, conoces la orden, por favor ¿Podrías probarte la zapatilla de cristal?- le dijo el rey con una sonrisa mientras ella terminaba de bajar y él la dirigía con la mano hasta el asiento

El rey tomó su pie con delicadeza, le quitó la zapatilla que el zapatero le había regalado y le colocó la zapatilla de cristal, entrando a la perfección. Una sonrisa se dibujó en el rostro de ambos. Él la observó a sus ojos azules mientras sonreía

-Tú eres aquella doncella que escapó de mí y la futura reina Señorita Cenicienta- le dijo para tomar su mano y besarla con caballerosidad

Las hermanastras de Ella se quejaban sin parar, los soldados junto al duque aplaudían con alegría al haber encontrado a la chica, Ella se levantó sonriente pero con algo en mente

-Sí, yo soy aquella doncella que escapó- dijo para que el rey se levantara y se acercara a ella, pero Ella lo apartó un poco –Pero no deseo irme con usted. Es cierto que al bailar con usted fue algo especial, pero en estas semanas entendí el verdadero significado de la libertad. Me cansé de seguir órdenes todo el tiempo, de tener que hacer lo que me pidan a cada segundo sin pedir tan siquiera mi consentimiento y casarme con usted será igual a lo que vivo aquí, solo que de manera distinta. No puedo ser feliz al lado de alguien que ni siquiera es capaz de reconocerme aun cuando pasé más de dos horas con usted. Lamento las molestias que les causé pero me iré. Con su permiso- dijo Ella para caminar en medio de todos y tratar de salir.

El rey se enserió por completo al escuchar esas palabras, parecía haberse ofendido ante aquel duro rechazo, estaba impactado y en shock, solo podía verla como salía de la casa.

Ella terminó de salir corriendo en los escalones de afuera para mirar al frente y encontrarse con aquellos ojos cafés y la más dulce sonrisa de Abdías. Él abrió la boca para decir algo pero Ella corrió hasta él y lo abrazó con su más amplia sonrisa. Él correspondió al abrazo, estaba demasiado alegre ante aquel acto, él sabía que solo podía significar libertad y nueva vida, se iría con él para más aventuras, ella cumpliría sus sueños y él la apoyaría en todo. Separaron un poco el abrazo para mirarse a los ojos, estaban a pocos centímetros de los labios, ambos bajaron su mirada a ellos y se dedicaron un dulce y alargado beso.

Ambos sentían que pronto su corazón saldría volando, la respiración se cortó, su estómago se alocó, cada vez deseaban más, los labios de ambos era suaves y dulces, la lengua de Abdías entró en la de Ella provocando que sintieran más necesidad de besarse y no separarse el uno del otro. La lluvia se intensificó, provocando que sintieran mayor pasión y necesidad de juntar sus cuerpos pero lastimosamente la falta de oxígeno se hizo presente por lo que separaron el beso para quedar con la respiración forzada.

-Ella no podía dejarte, nada puede separarme de ti- dijo Abdías con la respiración agitada mientras recuperaba aliento cerca de sus labios

-Lástima que yo sí puedo- se escuchó la voz del rey de tras de ellos para que ambos se alejaran y dirigieran su mirada al origen de la voz

-¿Saben que acaban de romper varias leyes en menos de un minuto? A sí, por lo menos tú lo debes saber Abdías- dijo de forma irónica. Estaba furioso, quería explotar

-No te atrevas a tocarla, yo...- dijo Abdías resguardando a Ella detrás de él pero siendo interrumpido por ella

-Yo fui quien le pidió que me sacara de aquí. El príncipe solo me haría un favor al ayudarme a escapar de casa- dijo saliendo del resguardo de Abdías

-Ella ¿Qué haces?- le dijo en un susurro sabía que el problema sería mayor para ella si decía que todo fue idea de ella

-Escapar con la mujer del rey, seducir al príncipe e ignorar una orden real tienen consecuencias muy graves- dijo molesto pero manteniendo su tono lleno de ironía

-Hermano no lo hagas por favor, deja que yo lleve toda la responsabilidad pero no permitas que ella sufra- dijo Abdías de una manera más sumisa y en forma de súplica, sabía que todo acaba de empeorar

-Y dejar que te lleves a mi futura esposa, quien no puede ignorar una orden real- volvió a decir pero esta vez con furia

-Nunca seré tu esposa, olvídalo- reclamó Ella para que Abdías la tomara de la mano

-No lo serás aun, primero debes pagar por tus crímenes y luego ya veremos- dijo para darse vuelta, dejando a ambos preocupados. Abdías sabía que las cosas no estarían bien si él tomaba esa decisión, tenía miedo, ambos se abrazaron con fuerza –Llévenselos- ordenó con furia para subir a su caballo junto a los demás mientras la lluvia caía con intensidad

-¡¿Qué?! ¡NO!- dijo Abdías mientras los soldados luchaban por separarlos a ambos y llevárselos para el interrogatorio -¡NO! ¡SUÉLTENLA! ¡ELLA!- gritaba en desesperación al ver que lo estaban logrando. No podría luchar con ellos, eran demasiados y todos entrenados de la misma manera, además empeoraría todo para Ella

-¡No! ¡ABDÍAS!- gritó ella al ver que lo único que los unía en ese momento eran sus dedos índices y pulgares que en menos de tres segundos fueron separados para ser arrastrados por aparte

-¡ELLA!-

-¡ABDÍAS!-

Ambos gritaban en medio del llanto. Abdías olvidó lo pensado y se trató de defender para soltarse pero la lluvia provocaba que todo fuera más difícil. Sin embargo deslizó sus brazos por encima del guardia se soltó y corrió hasta Ella quien también intentaba soltarse para llegar a Abdías, como pudo solo logró soltar un brazo y estirarlo lo más que pudo. Abdías derribó a quien la sujetaba para tomarla de las manos

-Nunca te dejaré. Saldremos de esto, lo prometo- dijo Abdías mientras soltaba sus manos para sujetar su rostro con sus manos y ella se derramara en llanto mientras asentía con la cabeza. Los atraparon nuevamente y esta vez no lucharon tanto por soltarse, se les había acabado las fuerzas

-No te dejaré- dijo nuevamente para que se los llevaran a ambos a los caballos y los dejaran inconscientes

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