Capítulo 1. Desconocido
Cuando ella se decidía en que hacer al respecto, dos soldados aparecieron por la puerta, venían corriendo, tomaron aliento
-Buen día señorita. Esperamos no molestar pero ¿Ha visto a un joven campesino por aquí?- dijo uno de ellos. Cenicienta miró al joven y este trataba de hacerle seña en forma de súplica para que no dijera nada
-Disculpe usted señor, pero no he visto a ningún joven esta mañana- dijo haciendo una pequeña reverencia para luego levantarse con mucha delicadeza y una sonrisa en su rostro a lo que ellos respondieron de igual manera
-Gracias por su colaboración- dijo el soldado para luego hacerle seña a su compañero para que se retiraran
Cenicienta suspiro de alivio y el joven salió del muro con una gran sonrisa
-Gracias, le debo un favor señorita- dijo divertido y haciendo reverencia a lo que ella sonrió
-¡Cenicienta! ¡Cenicienta! ¿Dónde estás?- se escuchó a la madrastra llamarla mientras se acercaba
Cenicienta al escucharla se apresuró en ocultar al joven dentro de un armario para los panes y le dijo que se quedara en silencio para que no lo encontrasen. Rápidamente se colocó a barrer la cocina y en pocos segundos la madrastra apareció
-Mi desayuno no llegó a tiempo hoy, lleva más de 15 minutos de retraso, Anastasia y Griselda tampoco ha recibido la comida ¿Qué te tiene tan retrasada?- dijo de forma calmada pero con un poco de intensidad en su voz
-Me disculpo por ello señora, estaba limpiando- dijo con sumisión y timidez
-Te lo he dicho siempre. No permito que nada sea impuntual, y si el desayuno llega tarde, mis hijas y yo podríamos enfermar- dijo con más rudeza en su voz y un poco más furiosa mientras se acercaba a ella de forma amenazante tumbando cada bolsa de granos, azúcar, sal, vasijas de aceite y agua al suelo mientras pasaba su mano por encima de todos los elementos
-No, ya basta- dijo Cenicienta al ver el desastre que estaba causando, mientras retrocedía hacia los leños al lado de la chimenea
-No te retrases nuevamente con tus labores, porque sabes que te tocará el doble- dijo la madrastra mientras seguía avanzando
-Ya basta, si mi padre estuviera aquí no permitiría nada de esto- respondió Cenicienta en un susurro lleno de temor mientras una lágrima corría de sus ojos y su cabeza estaba abajo y hacia un lado. Ella ya estaba junto a los leños
-No te atreverías hablar o sabes lo que te pasará. Limpia este desastre, haz tus labores y recoge las lentejas que están entre el carbón- Su voz era de maldad pura
-Pero si no hay nada allí- respondió Cenicienta
-Ahora sí- dijo la madrastra, empujando con una mano el saco de lentejas que había del otro lado de la chimenea hacia dentro de ella
El joven observaba todo desde las hendijas del armario, sentía como la furia lo consumía por dentro, no podía creer que una persona fuera tan inhumana como ella y ver como la chica solo lloraba en silencio y se encogía delante de esta mujer, no lo soportó más y salió de su escondite
-¡Oiga! ¿Qué clase de persona es usted? ¿Cómo se atreve a tratar a esta doncella de esta manera? Y así dice ser de la nobleza. Usted es peor que un chacal- dijo molesto interponiéndose en medio
Tanto Cenicienta como la madrastra quedaron sorprendidas, ninguna esperaba que el joven saliera de la nada a defenderla y mucho menos cuando colocaba en riesgo su vida. La madrastra, ofendida se colocó una mano en el pecho tomando aire
-¡Madre! Hay dos soldados en la puerta- llamó una de las hijas desde arriba en la puerta principal
-¡Insolente! ¿Cómo te atreves a entrar a mi casa y hablarme de ese modo? ¡Anastasia! ¡Hazlos pasar! ¡Hay un intruso en la cocina!- dijo ella para reclamarle al joven y luego gritando para ordenarle a su hija
El joven cambio su expresión de molesto a nervioso, sonrió con diversión
-Hora de correr- dijo el joven en forma de juego para patear un saco de harina que estaba cerca de la mesa y provocar que una nube enorme de harina cubriera la cocina quitando la visibilidad.
La madrastra se cubrió la nariz con el brazo y empezó a toser desesperadamente mientras usaba la otra mano agitándola a todas partes para disipar la niebla de harina, cuando lo logró, los soldados llegaron y ella observó la cocina y no encontró al joven pero tampoco a Cenicienta.
Mientras el joven llevaba por la muñeca a la chica corriendo por el bosque que limitaba a la mansión. Cenicienta solo se dejaba llevar por él sin entender nada de lo que pasaba.
-¡Se escapan! ¡Y se llevó a mi sirvienta!- se alteró la madrastra al ver que ninguno de los dos estaban en la cocina
-No van a ir muy lejos. ¡Reúne a los demás y síganlos!- dijo el de más alto rango dirigiéndose primero a la madrastra y luego a su compañero para luego ir en busca de su caballo y adentrarse corriendo al bosque; detrás de él venían los demás soldados
Cenicienta y aquel joven desconocido corrían por todo el bosque justo por el mismo lugar donde ella había pasado para llegar a casa la noche anterior. Los soldados estaban cada vez más cerca y las piernas de Cenicienta se empezaban a cansar pero nada la iba a detener, puesto que se dejó llevar por el joven desde un principio y ya no había marcha atrás. Ni siquiera ella misma se explicaba cómo fue que se involucró en eso, suponía que dentro de sí misma lo deseaba.
El joven campesino corría sin parar o soltar a Cenicienta, cambio de ruta más de dos veces para perder a los soldados pero cada vez los sentía más cerca. Al sentir que los soldados estaban un poco más cerca se detuvo, observó con detalle uno de los árboles, era alto y muy grueso, por lo que sonrió con diversión al verlo y dirigió su mirada a Cenicienta
-¿Sabes trepar?- le preguntó tomándola por sorpresa
-¿Cómo?- preguntó extrañada y con el ceño fruncido.
-No importa. Sujétate fuerte- dijo para tomarla por la cintura y empezar a trepar como todo un experto
Cenicienta estaba aterrada, confundida e intimidada por la confianza que el joven mostraba con tranquilidad.
¿Qué le sucede? ¿No conoce el espacio personal?
Pensó, mientras él aun subía sin cuidado, al encontrar la rama más alta y fuerte la sentó un poco tosco para él hacer lo mismo a su lado y sujetarla por un hombro mientras usaba la otra mano para sostenerse del tronco con fuerza. Ambos escucharon los caballos como se aproximaba al árbol, los corazones de ambos estaban acelerados por la conmoción, tenían temor de que los pudieran encontrar aunque él parecía divertirle la situación. Cuando los soldados pasaron por el lugar continuaron derecho y sin detenerse después de unos minutos el joven asintió con la cabeza dando por hecho de que era seguro bajar.
-Espera- habló ella al ver que él la soltaría para bajar
-¿Qué sucede?- preguntó extrañado
-Deseo hacerle la misma pregunta, pero antes de eso ¿quién es usted?- preguntó buscando respuestas
-Te responderé ambas pero primero hay que bajar ¿Vienes?- dijo con una sonrisa de amabilidad, bajando a la segunda rama y extendiendo su mano para ofrecerle ayuda a lo que ella aceptó con desconfianza
Con cuidado la ayudó a bajar hasta llegar al suelo, para luego él saltar desde la última rama dando una vuelta mortal para caer de pie en el suelo frente a ella, por lo que se sobresaltó un poco y él sonrió ante su actitud
-Tranquila, no muerdo- dijo en forma de broma
-¿Por qué me ha traído?- preguntó confundida
-Te debía un favor y no te veías muy feliz en ese lugar. Así que de nada- dijo haciendo una reverencia graciosa a lo que ella sonrió
-¿Ves? De esa manera eres mejor y más agradable- continuó
-Gracias por tu ayuda pero debo volver o mi madrastra se enojará y mi padre se preocupará cuando llegué y no me encuentre- dijo con una triste sonrisa
-¿Tu madrastra? ¿Tu padre? Y ¿Te tratan así? ¿Qué no estás cansada de vivir de esa manera?- preguntó sorprendido y un poco molesto a lo que ella se encogió de hombros y asintió con la cabeza
-Te tengo una mejor propuesta. Ven conmigo por unos días en busca de una aventura y si no te gusta regresamos a tu casa- dijo cambiando su actitud a una más alegre
-No, debo volver, mi deber está en esa casa- dijo con tristeza a lo que el suspiró con frustración
-Bien, te ayudaré a volver, pero no digas que no lo intenté- dijo un poco hastiado para dar un paso adelante y mirar a todas partes, estaba confundido y un poco perdido
-¿Quién es usted? Y ¿En dónde nos encontramos?- preguntó ella mientras veía como el joven señalaba con su dedo cada árbol buscando un camino y sin responder. Él se dio un ligero golpe en la cabeza con la mano y luego se volteó con una sonrisa
Él debe ser la persona más alegre del reino
Pensó ella al verlo de esa manera, puesto que en todo ese tiempo, solo lo vio serio dos veces y no duró ni un minuto en ese estado
Ella me va matar cuando se entere, mejor ni le digo
Pensó al escuchar las preguntas y mirar alrededor, estaba un poco temeroso por la actitud que podía tomar, aunque después de verla sin reacción alguna ante su madrastra creía que no podía ser capaz de hacer algo
-Señorita. Abdías a su servicio- dijo el joven haciendo reverencia con caballerosidad
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