PARTE ÚNICA 🔞
Jung Hoseok es un chico al que siempre le han llamado la atención las situaciones paranormales, interactuar y jugar con los espíritus. Había desarrollado tal fascinación desde los seis años y no había poder humano que pudiera quitarle ese gusto por hacer rituales y poner en práctica juegos realmente peligrosos de los cuales salía vivo de puro milagro.
Se encontraba en su casa, navegando por internet en busca de un nuevo juego o ritual que realizar para matar el aburrimiento. Bajaba la página descartando cada juego que había puesto en práctica, casi nunca repetía el mismo juego o ritual por la razón de que siempre quería vivir experiencias nuevas que le llenaran de emoción y adrenalina la sangre. Porque sí, por alguna razón aquellas prácticas casi nunca le daban miedo al pelinegro. La única vez que había llegado a sentir verdadero terror fue el mes pasado mientras realizaba el juego de Hitori Kakurenbo; se había llevado a la boca el agua con sal, pero apenas vio a su peluche de Mang con un cuchillo corriendo tras de él, por el susto se tragó el agua y quedó indefenso ante el espíritu. Tuvo que salir corriendo hacia la cocina y con toda la rapidez del mundo, tomó más agua con sal y se la escupió al peluche cuando estaba a unos cuantos segundos de matarlo.
Se estremeció un poco al recordar aquel horrible momento y siguió buscando algo que le llamara la atención. Unos minutos después, un artículo hizo presencia en la pantalla de su laptop, lo abrió y leyó el título que con letras rojas y grandes abarcaba la mayor parte de la pantalla.
RITUAL DE LOS ÍNCUBOS Y SÚCUBOS.
Empezó a leer y cada vez que bajaba más, su curiosidad incrementaba. Al ingresar no sabía que eran los tales íncubos y súcubos, pero conforme iba leyendo, se iba enterando de que eran una especie de demonios que estaban dispuestos a hacer lo que sea por satisfacer los deseos de aquella persona que los invocara.
Y sí, se refería a los deseos sexuales.
Inconscientemente se relamió los labios y se hizo la imagen en su mente, honestamente le excitaba la idea de tener relaciones con algún demonio. Siguió investigando más y fue haciendo nota mental de los pasos que había que realizar para poder hacer el ritual de manera efectiva.
Una vez había memorizado bien los pasos, cerró su laptop y fue a darse una ducha para refrescarse antes de poner en práctica el ritual. Mientras se duchaba, pensaba en qué lugar podría ser bueno para invocar a ese demonio, no quería hacerlo en su casa, quería hacerlo en un lugar escalofriante y solitario donde nadie lo molestara ni lo interrumpiera.
Como si se hubiera encendido un bombillito dentro de su cerebro, se le ocurrió un gran lugar para hacerlo.
Terminó de ducharse y se puso ropa cómoda de color negro, una gorra, zapatos y el cubrebocas del mismo color. Se miró al espejo sonriendo por lo bien que se veía, sacó su celular de su bolsillo y miró la hora.
Las 08:20 p.m.
Soltó un largo suspiro, aún faltaba bastante para la hora en la que quería hacer su ritual, pero no se iba a quedar en su casa esperando a que llegara. Empacó las cosas necesarias dentro de un pequeño maletín y se lo echó al hombro, metió su celular al bolsillo y cuando verificó que no se olvidaba de nada, apagó la luz de su casa y salió de la misma.
El viento golpeó su cara apenas salió, metió ambas manos a sus bolsillos y siguió caminando. Casi media hora después llegó a su destino, tiró por encima de la reja el maletín y luego se trepó por ésta con cuidado de no caerse y lastimarse. Una vez estuvo dentro, se permitió tomarse un momento para apreciar la tranquilidad del cementerio. Este lugar, a perspectiva de Hoseok, era uno de los más hermosos y tranquilos. Una densa nube de neblina cubría la mayoría de las tumbas y la luz de la luna apenas se filtraba por ella, dejando a la vista un hermoso paisaje nocturno digno de una obra de arte.
Levantó el maletín y empezó a caminar entre las tumbas con cuidado de no pisar las flores que los dolientes de los muertos habían dejado sobre ellas. El alcance de su vista se dificultaba por la neblina, por lo que caminaba casi a tientas. Una vez había conseguido llegar hasta una colina, dejó el maletín en el suelo y respiró profundamente. Se acostó sobre la hierba fresca y se dedicó únicamente a apreciar el enorme satélite natural que adornaba e iluminaba el cielo.
No se había percatado de cuánto tiempo había pasado hasta que vio la hora en su celular. Al hacerlo, se levantó de golpe, apenas faltaban cinco minutos para que la campana de la iglesia indicara las doce. Como pudo, divisó un mausoleo de mármol que había a la bajada de la colina, corrió hacia él y se posó sobre el frío material. Rápidamente sacó todos los materiales que necesitaba y llevaba consigo. Tomó el recipiente con sal y empezó a hacer un círculo lo suficientemente grande como para que él mismo pudiera caber en él estando acostado, puso las cuatro velas a los lados del círculo de manera casi perfecta y las encendió. Apagó el encendedor para posteriormente guardarlo en su maletín. Tras hacer esto, se tumbó dentro del círculo de sal con mucho cuidado de no provocar un incendio, cerró sus ojos por un par de segundos hasta que un sonido casi ensordecedor golpeó sus tímpanos. La primera campanada de la iglesia había sonado.
Volvió a cerrar sus ojos escuchando las campanadas e intentando concentrarse en el demonio al cual iba a invocar. En ese momento se golpeaba internamente por no haber preparado todo con tiempo, porque si lo hubiera hecho, probablemente se hubiera concentrado más y hubiera invocado un súcubo en lugar de un íncubo.
Sin darse cuenta de esto último, empezó a imaginarse como le gustaría que se viera su demonio. Lo imaginó con la piel blanca como la nieve, el cabello negro como la oscuridad y los ojos rasgados, parecidos a los de un gato que ronda por la noche buscando una presa a la cual devorar. Por supuesto, no pudo evitar imaginar el hermoso cuerpo de su demonio. Con sus músculos, abdominales y pectorales marcados de una manera para nada exagerada, y sus venas resaltando en sus manos.
En ese momento sonó la última campanada y el cementerio volvió a quedar en absoluta calma y silencio.
Una vez tenía la imagen de su demonio en mente, la mantuvo por unos minutos hasta que sintió un viento helado recorrerle todo el cuerpo y apagar las velas que tenía a su alrededor. Se incorporó con el entrecejo fruncido viendo las velas, creyendo que aquella ráfaga de viento había sido la causante de que se apagaran. Iba a tomar el encendedor nuevamente hasta que sintió un escalofrío recorrerle toda la espina dorsal. Sentía como si algo lo observara desde algún punto oscuro del cementerio y quisiera devorarlo. Se levantó y salió del círculo, mirando hacia todos lados tratando de divisar aquella presencia que casi sentía carcomerle el alma. Un pequeño ruido en la parte más alta de la colina alertó sus sentidos y él no tardó en poner toda su atención en ese punto. Se sentía algo nervioso, cosa que no era propia de él, se supone que este era un ritual cualquiera como los demás y no tenía porqué ponerle los vellos de punta. No lo sabía, pero sus manos temblaban al tiempo que una gota de sudor frío bajaba lentamente por su sien. Pasó saliva duramente, haciendo un ruido bastante audible para aquel que estuviera cerca.
Él lo estaba.
Él podía percibir su miedo.
Y le encantaba.
Unos pasos se escucharon en la cima de la colina, como si alguien caminara apaciblemente y sin ningún tipo de afán por la hierba fresca. Poco a poco, una silueta iba haciéndose más visible, pero no completamente. La neblina que reinaba en el lugar hacía casi imposible para Hoseok mirar con claridad a la persona que tenía en frente, bueno, si aquello fuera una persona.
Una risa ronca resonó por todo el lugar calándole los huesos, para este punto ya se estaba arrepintiendo de haber hecho este tonto ritual. Vio cómo aquella silueta cada vez se acercaba más y más a él, definitivamente lo que fuera que estuviera en frente suyo no tenía prisa, como si disfrutara del suspenso y del miedo que le generaba al pobre chico. Una vez estuvo a unos cuantos metros del contrario, por alguna extraña razón se detuvo y se quedó inmóvil, nada más que viéndolo.
Hoseok cerró sus ojos por un par de segundos, como si esperara que con eso desapareciera aquella cosa que estaba frente a él. Como cuando eras niño y veías una sombra en la parte más oscura de tu cuarto, cerrabas tus ojos con la esperanza de que aquello se fuera, pero lo que nadie sabía era que aquella cosa seguía ahí, no se marchaba sólo porque dejaras de verla, porque su único entretenimiento era verte.
Volvió a abrir sus ojos y casi soltó un grito al ver que aquella cosa ahora se encontraba a un par de pasos de él, pero no iba a dejar que aquello lo intimidase, siempre se había caracterizado por ser alguien valiente que no le temía a este tipo de cosas y aquel demonio no iba a ser la excepción. Se obligó a alzar la mirada y en seguida sus ojos chocaron con los ajenos.
Como si de una hipnosis se tratara, se quedó congelado viendo aquellos ojos que pareciesen revisar hasta el lugar más recóndito de su alma. Aquellos ojos que no eran humanos, con ese color tan característico del fuego y un pequeño brillo en la mitad de éstos. Simplemente hermoso para todo aquel que tuviera el privilegio de mirarlo.
Y ese alguien era Jung Hoseok.
Como pudo, despegó su mirada de la ajena y empezó a recorrer con la misma cada parte del cuerpo del demonio. Llevaba unos pantalones de lo que parecía ser alas de un cuervo, su pecho y abdomen estaban desnudos, dejando a la vista su blanca y tersa piel, se veía tan suave que hasta le dieron ganas de tocarla, pero se abstuvo de hacerlo para no provocar la ira de aquel demonio.
—Puedes tocarla, no hay ningún problema— aquella voz ronca resonó en sus oídos. Había salido tan áspera y lenta que le habían erizado la piel.
¿Cómo sabía que quería tocarlo? ¿Acaso podía leer sus pensamientos?
Lo miró un poco desconfiado, a pesar de que el demonio le había dado el permiso de hacerlo, sentía una pequeña inseguridad. Hizo sus labios una línea, estiró su mano hacia la piel del abdomen contrario y la acarició suavemente. Sintió un cosquilleo en toda la palma de su mano, sí que era suave. Poco a poco fue acercándose más para seguir tocando, hasta que vio como unas enormes alas se abrían ante él. Por instinto retrocedió, dejando el toque que había estado realizando.
¿Cómo no las había visto? ¡Si eran enormes! Fácilmente podrían cubrir al demonio y quedaría sobrando mucho de éstas. Estaba fascinado, ya no se sentía tan asustado.
—¿Te gustan mis alas?— aquella voz ronca volvió, provocándole un sinfín de sensaciones internas a Hoseok.
—S-sí— apenas pudo decir, tragó saliva y siguió viendo aquellas majestuosas alas, las cuales eran del mismo color que el pantalón del demonio, ese negro intenso que fácilmente podría confundirse con la oscuridad de la noche. Parecían del mismo material que la prenda, casi podía jurar que estaba viendo unas alas de cuervo de tamaño descomunal.
La impresión que tenía era tanta, que apenas sí se dio cuenta del momento en que aquel demonio se acercó a él y con su mano fría empezó a acariciarle el rostro. Un escalofrío volvió a establecerse, pero esta vez, por todo su cuerpo. Aquel tacto lo hacía estremecer y sentir un millón de cosas.
—¿Cómo te llamas?— logró preguntar, agradeciendo no haber tartamudeado en el acto.
Aquel demonio lo miró con sus ojos abrasadores, haciéndole arrepentirse de haber realizado aquel cuestionamiento. Pasó saliva y bajó su cabeza, pero esto no duró mucho ya que sintió como unos largos dedos delineaban su mandíbula y luego le obligaban a alzar el rostro.
—Yoongi— respondió con total serenidad —Y tú eres Jung Hoseok.
El susodicho se ahogó con su propia saliva, ese demonio sabía su nombre.
Si bien esto le daba algo de miedo, sentía algo de alivio al conocer el nombre de la criatura que tenía frente a sí.
—Muy bien, Yoongi— reunió toda la valentía que se había ido hace unos minutos y se dirigió al demonio con la cabeza en alto —¿Así que estás dispuesto a satisfacer todos mis deseos?— un brillo se instaló en sus ojos.
—Así es— suspiró suavemente, encantado por la nueva actitud que había tomado el chico.
Hoseok sonrió por lo bajo, de verdad quería e iba a disfrutar de esto.
—¿Osea que vas a dejar que te la meta?
Luego de plantear esta pregunta, el cementerio se quedó en total silencio. Ambos se quedaron callados viéndose el uno al otro. Hoseok esperando una respuesta por parte del contrario y Yoongi procesando la información. Ahora era él quien estaba confundido, no sabía si era una broma, una confusión por parte del contrario o si sus oídos le estaban fallando, pero una vez había logrado descubrir qué pasaba, soltó una carcajada socarrona que resonó por el lugar.
—¿De qué te ríes?— frunció su entrecejo y se cruzó de brazos un poco desconcertado.
—Creo que te confundiste— rió nuevamente, burlándose del chico —Creo que lo que querías invocar era un súcubo.
—Eso fue lo que hice— respondió con voz débil mientras agachaba su cabeza ¿Se había equivocado?
—Te equivocas, yo soy un íncubo.
Para este punto, Hoseok ya había olvidado la diferencia entre los dos, la impresión no lo dejaba pensar con claridad.
—¿Y eso qué significa?
—Que yo siempre voy arriba— esbozó una sonrisa algo diabólica que le puso la piel de gallina.
Abrió sus ojos en demasía y retrocedió unos cuantos pasos, alejándose así del demonio. No podía ser verdad, se había equivocado en una cosa tan sencilla.
Tenías un sólo trabajo. Un sólo miserable trabajo y no pudiste con él, Hoseok.
Sus manos nuevamente empezaron a temblar y no podía despegar su mirada de la criatura demoníaca que tenía frente a sí. Estaba considerando huir pero descartó esa idea, no sabía qué clase de demonio había invocado, ni si este podía llegar a hacerle daño.
—Yo...— empezó a hablar, haciendo que aquel demonio arqueara una ceja en señal de que hablara —Quiero que te vayas, yo no quería invocar un íncubo, lo siento— agachó su cabeza en señal de disculpa y apretó sus puños esperando que aquellas palabras lograran persuadir al demonio. Lamentablemente, esto no era suficiente.
—¿Tú crees que esto es un juego?— a pesar de que su voz sonaba serena, sabía que lo estaba regañando.
—No... Bueno, sí...— trataba con todas sus fuerzas para lograr concentrarse, pero sólo vio cómo aquel demonio se acercaba a paso lento hacia él —¿Cómo puedo regresarte al infierno?— apenas esa pregunta fue formulada, los pasos de Yoongi se detuvieron.
—La única manera— esbozó una sonrisa —Es que me dejes satisfacer tus deseos— volvió a sentir un escalofrío por todo su cuerpo. En ese instante, pudo apreciar cómo se esfumaba, haciéndole alusión a una nube de humo. Gracias a esto se sintió a salvo, pero casi sufre un ataque de pánico al sentir unas manos grandes aferrándose a su cintura.
Rápidamente guio las propias hacia ellas y trató de quitarlas, pero fue imposible, era demasiado fuerte.
—¡Suéltame!— se retorcía luchando por zafarse ¿Ahora en qué se había metido?
—¿No te lo dije? Voy a satisfacer tus deseos más profundos— empezó a besarle el cuello y parte de la nuca —Es la única manera de que pueda regresar al infierno.
La piel se le erizó al sentir aquellos besos, se sentía tan bien pero aún tenía miedo. Agachó su cabeza aún con sus manos sobre las del contrario.
—¿Es la única manera?— escuchó un sonido de garganta a manera de afirmación. Ya no tenía escapatoria —E-está bien— su voz sonó tan débil y temblorosa, que aquel demonio sólo podía excitarse más y más, este chico iba a ser suyo esta noche —Pero te advierto...— captó su atención —Nunca he sido el de abajo, por eso no creo que puedas satisfacer mis deseos.
—Con la persona correcta, todo el mundo puede disfrutar ser el de abajo— empezó a acariciar su cintura —Aunque yo no sea una persona como tal— y segundos después, dio una larga lamida a su cuello.
Hoseok se estremeció al sentirlo. Iba a decir algo, pero la pelvis de ese íncubo chocando contra su trasero le sacó todo el aire y no pudo evitar soltar un gemido. Abrió sus ojos al sentir el enorme miembro que tenía, hasta por encima de aquel pantalón se sentía lo duro que estaba. ¿En qué momento se había excitado de esa manera?
Sintió como esas manos frías se internaban en su camisa y exploraban su cuerpo, no sabía qué hacer, por lo que sólo cerró sus ojos y se recostó un poco hacia el cuerpo del demonio. Guio ambas manos hacia atrás y con ellas abrazó el cuello blanquecino, acariciando un poco la piel de éste. Abrió sus ojos al tiempo que sintió una punzada en su glande al sentir cómo unos dedos expertos estrujaban sus pezones, haciéndole soltar uno que otro jadeo bajo. Sus manos, sus dedos, su abdomen, todo lo que había llegado a tocar del demonio estaba frío, todo lo contrario a lo que había pensado de ellos. Creía que eran seres que se podían consumir en una bola de fuego y mantenían supremamente calientes precisamente por venir del infierno, pero ahora que estaba sintiendo uno en carne propia, esta idea fue descartada de su mente de inmediato.
Sintió como aquellas frías manos dejaban su torso y se posaban en la orilla de su pantalón. Sin pedirle permiso, el demonio las introdujo bajo la tela y tomó ambas nalgas para apretujarlas. Al no obtener ningún tipo de reacción por parte del chico, más que unos cuantos suspiros y jadeos, sacó una de sus manos y la posó en la cintura contraria, mientras que la otra fue guiada hasta el miembro de Hoseok. Con profesionalismo, tomó la longitud desde la base y empezó a mover su mano de arriba a abajo en un movimiento tortuoso. Aquello sólo hacía excitar más al de menor estatura, si bien antes lo habían masturbado, ninguno lo había hecho como lo estaba haciendo Yoongi en este momento. Lo desesperaba.
De repente sintió el miembro del demonio chocar de manera abrupta contra su trasero, al momento que la mano en su miembro era apretada.
—¡Ah!— cerró sus ojos con fuerza. Por alguna extraña razón, quería que lo hiciera otra vez.
Y como si aquella criatura pudiera leer sus pensamientos, volvió a sentir el mismo movimiento, arrebatándole nuevamente un gemido. Se mordió los labios y abrió un poco sus ojos, apreciando el panorama que tenía en frente mientras sentía las caricias y movimientos de Yoongi.
Quiero tenerlo dentro.
En ese momento, sintió la boca del contrario recorrerle la espalda por encima de la tela, dando uno que otro beso hasta llegar a la nuca, allí estableció su respiración y mordisqueó suavemente la piel, poniéndosela de gallina. Hoseok no podía retener más sus gemidos y los soltaba descaradamente ante cada movimiento que la criatura realizaba.
Yoongi ya sabía que él estaba excitado, pero quería tocarlo más hasta el punto de que se volviera loco por ser tocado y follado. En un rápido movimiento, le arrebató la camisa y la jaló hacia arriba, tirándola en alguna parte del césped. El frío viento envolvió a Hoseok y éste tuvo que abrazarse a sí mismo para aguantar un poco el frío. Aunque esto no fue necesario, pues después de unos segundos pudo apreciar cómo las enormes alas de Yoongi lo envolvían, dejándolos encerrados a ambos entre ellas. Estaban tan apegados, que Hoseok podía sentir cada parte del torso del contrario. Sentía como su cordura cada vez se iba disipando más y más, lo único que quería era que aquel demonio lo poseyera y lo consumiera completamente.
Cerró sus ojos y empezó a restregar su trasero contra la dura erección del íncubo. Éste se dedicaba a apreciar lo que el chico hacía sin inmutarse, aunque tuviera el enorme deseo de enterrarse en él y hacerlo gritar. Posó sus manos en su cintura y empezó a hacer movimientos circulares con su entrepierna, provocando que Hoseok se mordiera los labios y se dejara llevar por él.
De un momento a otro, todo se volvió negro. Apreció cómo una nube de humo los consumía y no lo dejaba ver más allá de aquellas alas negras. Abrió sus ojos de repente y se vio tumbado en la hierba fresca de la cima de la colina. Tenía a Yoongi encima de él, apreciando cada detalle de su cuerpo. Sentía como si aquella criatura lo desnudara con la mirada, pero por alguna razón extraña, esto le fascinaba.
Inconscientemente lamió su labio inferior, provocándole un suspiro de satisfacción al demonio.
—¿Te gusta provocarme, verdad?— sonrió, mordiéndose los labios para después señalar su propio miembro con la mirada —Estoy ansioso de probar este manjar.
Se agachó un poco, insinuándole lo que quería a Hoseok, éste inmediatamente captó la indirecta y estiró su cuello, dejándolo expuesto ante el demonio. Éste sin esperar mucho, dirigió su boca al área expuesta y empezó a besarlo, lamiendo una que otra vez la longitud y mordisqueando la piel suave sin ningún tipo de afán. Hoseok se sentía tan bien, los gemidos que soltaba eran únicamente escuchados por el demonio y éste no podía estar más feliz por estar haciendo bien su trabajo. No entendía cómo lo hacía, pero era tan perfecto y exacto con sus movimientos que podrían volverlo loco ¡Y tan sólo le estaba besando el cuello!
La erección dentro de su pantalón se estaba comenzando a hacer insoportable, por lo que no tuvo ningún tipo de reparo en desabrochar el cierre de su pantalón y bajarlo un poco. Metió su mano dentro de su bóxer y empezó a tocarse para aliviar el dolor. En ese momento, Yoongi dejó de besarlo y lo miró a los ojos, su mirada era profunda y seria, pero Hoseok podía llegar a ver más allá de aquellos iris centelleantes abrasadas en fuego y estaba más que seguro que su mirada solo guardaba deseo e increíble excitación.
—Yoongi... Demonio— las pupilas del susodicho se dilataron a tal punto que casi no se podía ver aquella llama que había en ellos.
Empezó a bajar un poco por su cuerpo y le bajó de un sólo tirón el pantalón y el bóxer, los terminó de sacar y abrió las piernas de Hoseok. Éste al verse tan expuesto, dirigió sus manos hacia su entrepierna, no aguantaba las miradas tan sucias y obscenas que el demonio le brindaba.
—Tienes buen tamaño— escuchó decir —Pero el mío es mucho más grande, te lo aseguro— dirigió su mano hacia las que cubrían el fruto prohibido y las apartó. Ahora mismo, Hoseok tenía miedo de imaginar el tamaño del contrario, si el suyo medía casi veinte centímetros, no podía ni quería imaginarse la clase de bestia que estarían guardando aquellos pantalones.
Se agachó rozando su aliento contra la longitud de Hoseok y dio una larga lamida desde la base hasta la punta, arrancándole un largo y sonoro gemido. Estaba perdido.
—Ya quiero averiguar a qué sabes, Jung Hoseok— comentó con una enorme sonrisa para luego acomodarse mejor.
Tomó el miembro del chico entre sus manos y empezó a lamerlo de arriba a abajo, delineando con su lengua experta cada vena resaltada, engulléndola en la pequeña abertura de la punta y luego bajando para meter sus testículos a su boca, lamiéndolos y chupándolos.
Hoseok era un mar de gemidos, esto se sentía tan malditamente bien. Su boca abierta soltaba dulces gemidos que eran notas musicales perfectamente tocadas para los oídos del íncubo. Sin previo aviso, metió toda la longitud a su boca, haciendo que la punta llegara hasta su garganta.
—¡Aahh!— gritó y en seguida, llevó ambas manos a la cabeza del demonio para enredar sus dedos en los finos cabellos negros del contrario.
La boca experta de Yoongi se movía de arriba a abajo con total maestría, volviéndolo loco. No entendía cómo podía ser tan perfecto todo, la mejor felación de su vida, de eso estaba seguro.
Un pequeño rastro de saliva salía por las comisuras de sus labios e iba a parar a la fresca hierba, cerró sus ojos para concentrarse únicamente en la sensación hasta que sintió como la boca de la criatura dejaba su miembro y ésta sólo se dedicaba a observarlo.
—Estás muy necesitado— se relamió los labios. Sus ojos lo miraban con total deseo, agradecía tener un gran autocontrol para no hacer lo que quisiera con él y sólo pensar en su propio placer. No, su trabajo esta noche era hacer gritar de satisfacción el ser de Jung Hoseok.
—Quiero verte— pidió casi suplicante —No es justo que yo sea el único desnudo— pidió con su respiración algo acelerada. Lo siguiente que vio, fue como Yoongi chasqueaba los dedos y aquel pantalón de alas de cuervo se desvanecía en una nube de humo negro, dejando a la vista el enorme miembro que le había sido dotado.
Hoseok abrió sus ojos como platos al ver aquel monstruo. Sabía que iba a ser grande ¡Pero tampoco tanto! Ni siquiera estaba seguro de que aquello entrara por completo en él.
—Oh, vaya que sí va a caber todo dentro de ti— escuchó decir antes de que una risa socarrona resonara en sus tímpanos.
—Deja de leer mis pensamientos.
Una mirada penetrante inundó sus sentidos y sólo podía mirar con anhelo esos hermosos y centelleantes ojos, de verdad que lo eran. Lo siguiente fue ver como el demonio echaba sus alas hacia atrás, generando así una ráfaga de viento que los cubrió a ambos. Tomó las piernas del chico y las separó, posicionándose entre ellas y colocándolas a cada lado de su cintura. Tomó una bocanada de aire, preparándose para lo que seguía, aunque no estaba completamente preparado y posiblemente en ningún momento lo estaría.
—Voy a entrar— avisó inclinándose un poco hacia él, apoyó sus codos a cada lado de la cabeza de Hoseok, arqueó sus alas y lentamente fue introduciéndose en el cuerpo caliente, húmedo y apretado del chico.
Éste abrió sus ojos y boca en grande, sentía mucha incomodidad y dolor al sentir cómo se introducía dentro de él. Apretó sus dientes con fuerza esperando que terminara de entrar, pero por más que esperaba, sólo sentía cómo metía y metía más de su miembro dentro suyo.
¿No tenía fin o qué?
Llegado hasta cierto punto, empezó a botar unas cuantas lágrimas que resbalaban por su mejilla y se perdían entre sus cabellos sedosos. Al ver esto, el íncubo se inclinó más sobre él y empezó a besar sus mejillas, llevándose entre sus labios las lágrimas que salían de sus ojos. Dejó de moverse, sentía que la estrechez de Hoseok lo iba a matar. Era gracioso, porque era la primera vez que le robaba la virginidad a un chico. Aquellos que lo habían invocado en anteriores ocasiones, siempre eran personas más experimentadas. Le causaba gracia que, por la distracción de este chico, había terminado por obsequiarle su virginidad a un demonio en bandeja de plata.
La fría noche los envolvía, una ráfaga de viento los azotó haciendo que las hojas secas que antes reposaban tranquilamente en la hierba, ahora se encontraran volando a cualquier parte del cementerio. Había comenzado a hacer el característico frío de la madrugada en Seoul y Hoseok, a pesar de no poder pensar en otra cosa que no fuera aquel demonio dentro de él, lo sentía calar en sus huesos. Llevó sus manos a su torso desnudo y se cubrió un poco para apaciguar la temperatura, pero sus manos rápidamente fueron reemplazadas por las del demonio, quien no dudó en darle calor.
—Puedes moverte— dijo con un hilo de voz luego de que se acostumbrara medianamente al tamaño del contrario.
Éste esbozó una sonrisa y sin dudarlo empezó a moverse lenta y tortuosamente. Aunque le dolía un poco, en el fondo de su ser empezaba a experimentar algo de placer. Nunca había sentido la sensación de ser penetrado, pero le estaba empezando a gustar.
Yoongi mantuvo aquel ritmo por un par de minutos, tiempo en el que se dedicó a hacer todo lo posible porque Hoseok disfrutara al máximo. Se mordió los labios y enterró sus largos dedos en la cintura contraria, tomó algo de impulso y fue subiendo la intensidad de sus embestidas. Hoseok no podía parar de gemir ante la exquisita sensación, todo aquel rastro de dolor se había esfumado para este punto y ahora sólo podía agradecer mentalmente haber encontrado aquel ritual en internet.
Inclinó su cabeza hacia atrás mordiéndose los labios y dejando una excelente vista para el demonio que, sin dudarlo, empezó a besar y a succionar la piel de su cuello. En ningún momento detenía sus embestidas, se concentraba únicamente en buscar aquel punto que volvería loco al chico debajo suyo. Fue dejando un recorrido de marcas de dientes y chupones que poco a poco se tornaron rojos y violetas. Ambos disfrutaban de todo lo que sucedía y sólo querían más y más del otro.
Hoseok estiró sus manos hacia el definido cuerpo del demonio y lo tiró hacia abajo para que se pegara más a él. Cosa que él no dudó en hacer y se recostó sin aplastarlo para nada, siguiendo con aquellas embestidas que cada vez se hacían más fuertes, rápidas y certeras.
—¡Ahh! ¡Demonio!— gritó bastante alto, provocando que unos cuantos cuervos que estaban posados sobre el árbol más cercano, salieran volando despavoridos. Había tocado su punto dulce y se estaba volviendo loco —¡Qué delicia!
Una sonrisa de satisfacción adornó el rostro del demonio y se concentró únicamente en dar embestidas en aquel punto, era supremamente delicioso y le encantaba. Cada gemido que soltaba, las caras que ponía cuando se movía más rápido, los gestos obscenos que hacía con su lengua y su cuerpo que se movía al compás con el suyo, el cual, por cierto, estaba cubierto por distintas marcas que él mismo había provocado.
Una obra maestra para los ojos del demonio.
Unas cuantas nubes blancas cubrieron la luna, dándole un aspecto un poco más oscuro al cementerio. La sombra que les brindaba el árbol que los cubría se hizo un poco más oscura, resaltando y delineando cada parte de sus cuerpos. Las alas del íncubo seguían firmes y echadas hacia atrás, únicamente moviéndose un poco ante cada movimiento realizado por él. Hoseok quería tocarlas y saber si eran tan suaves como las plumas que antes adornaban su pantalón, y como Yoongi era sabio conocedor de sus pensamientos, declinó una de sus alas y la posó al lado de su cabeza. Hoseok soltó un agudo gemido y abrazó el ala del demonio. Suave, como lo imaginaba. Por alguna razón no quería soltarla, solamente se aferraba a ella mientras maldecía por lo bajo y soltaba gruñidos por lo jodidamente exquisito que se sentía todo. Y bueno, esto al íncubo no le molestaba en lo absoluto.
Con sus frías manos recorría cada parte del cuerpo del chico, acarició sus piernas, pasando por su pelvis, delineando cada abdominal que apenas estaba un poco marcado y terminando con una de ellas en sus pezones. Con dos dedos empezó a hacer movimientos circulares en la rosada protuberancia, sobre estimulándolo. Con la otra, siguió acariciando sus brazos, pecho y clavícula hasta que llevar a su rostro. Llevó una mano detrás de su cuello y lo obligó a mirarlo, sus ojos cafés estaban perdidos en el más infinito placer y apenas sí podía distinguir la realidad. Inconscientemente, llevó su mano libre al cuello contrario y lo terminó de acercar más a él. Ambos atacaron sus bocas ferozmente, fundiéndose en un beso lleno de lujuria y deseo. Enredaban sus lenguas con la contraria, peleando por el dominio, el cual por mucho se lo llevaba Yoongi. Se separaron por unos instantes por culpa de la falta de aire, pero el íncubo no lo dejó respirar correctamente y volvió a besarlo con intensidad. Hoseok sentía como todo el aire abandonaba sus pulmones, necesitaba respirar, pero no podía, sólo quería seguir besándolo y tocándolo. El íncubo mordió su labio inferior, provocando que abriera su boca para quejarse un poco y así de paso, poder respirar. Sus cuerpos chocaban violentamente, el sudor los cubría completamente, pero no iban a parar, se sentía tan bien estar fundidos el uno en el otro que no podían desear algo más que consumirse completamente.
—Aahh más— susurró entre gemidos al tiempo que alejaba su mano del cuello del íncubo y la llevaba a la hierba. Apretó su puño en ella, arrancando varias del suelo. Siguió murmurando cosas sin sentido mientras Yoongi lo penetraba más y más rápido.
Se separaron por un par de momentos, los cuales fueron aprovechados por el íncubo para apreciar el rostro del chico bajo él. En verdad era bastante lindo y ahora mucho más con sus labios hinchados y rojos. Un gemido desgarrador inundó los tímpanos del demonio al momento en que Hoseok sintió una punzada en su parte baja. No quería correrse, aún no.
—Aguanta un poco más— esa voz lo excitaba demasiado. Se limitó a asentir torpemente y seguir aguantando las ganas de derramar todo su libido.
Llevó ambas manos a la espalda de Yoongi y sin piedad alguna, enterró sus uñas en ella. Escuchó un leve quejido por parte suya pero no se detuvo, lo abrazó fuertemente y terminó de unir sus cuerpos. La piel blanca iba tornándose roja y unas cuantas gotas de sangre empezaron a brotar por las heridas. Al sentir aquel líquido resbalando un poco por sus dedos, los retiró, pero apenas lo hizo recibió lo que le pareció una reprimenda.
—No dejes de hacerlo— cerró uno de sus ojos siguiendo con las embestidas —No te retengas ¡Úsame para descargar todo el placer que sientes y córrete para mí!
No pudo más. Soltó un gemido sonoramente alto apenas aquellas palabras fueron pronunciadas, derramó toda su esencia violentamente, manchando ambos abdómenes y parte de su propio rostro. El orgasmo fue arrasador.
Sin darle chances para reponerse, aquel demonio siguió penetrándolo velozmente, causándole fuertes espasmos. Sus piernas temblaban y sus brazos se mantenían firmes a la espalda de Yoongi. Volvió a enterrar sus uñas en su piel, derramando así más de aquel líquido rojo que no paraba de brotar de las heridas.
—Yoongi... Por favor...— su voz sonaba entrecortada, iba a morirse del placer si aquel demonio no se corría de una buena vez en su interior.
El nombrado se mordió los labios y cerró con fuerza ambos ojos. Enterró sus largas uñas en la piel del chico, causando que este gritara tan alto que podría escucharse por todo el cementerio. Se concentró en seguir dando embestidas rápidas y certeras al tiempo que posaba su vista en el punto de unión, sonrió sobreexcitado al apreciar cómo sus testículos chocaban contra las nalgas del chico.
Unas cuantas estocadas más y se permitió correrse en enormes cantidades dentro de Hoseok, el cual al sentir aquella esencia tan caliente y espesa dentro de él, se estremeció para segundos después, desmayarse ante la profunda mirada del demonio.
Al despertarse, se incorporó un poco y cerró sus ojos al sentir que su cuerpo dolía como el infierno. En su mente trataba de asimilar todo lo que había pasado, lo último que recordaba eran esos centelleantes ojos mirándolo fijamente segundos después de haber culminado su acto sexual. Apretó sus labios y se cubrió los ojos totalmente avergonzado, aunque no veía al demonio por ninguna parte.
Aún estaba en el cementerio, sentía la hierba fresca contra las palmas de sus manos y el cielo nocturno aún lo cubría. No estaba seguro de qué hora era, tampoco veía sus pertenencias por ningún lado. Una vez logró orientarse, se dio cuenta de que aún seguía sobre la colina, pero estaba perfectamente vestido, en su piel no había un sólo rastro de sudor y no sentía la sensación de tener semen seco en su trasero.
Frunció el entrecejo por el temor de que todo hubiera sido un sueño y que no había alcanzado a despertarse antes de la media noche. Pero era imposible, sentía su cuerpo doler y las marcas que se hallaban en su cuerpo eran perfectamente visibles. No podía tratarse de ningún sueño, ni de ningún producto de su imaginación. Cruzó sus piernas como pudo y miró hacia el suelo, la sensación de que alguien lo estaba mirando lo abrumó y fue en ese entonces que se dio cuenta de que todo había sido perfectamente real.
—Sigues aquí— sonrió y se volteó mirando hacia el gigantesco árbol que horas antes les había brindado sombra y cobijo.
Allí unos ojos de fuego se dejaron ver entre la oscuridad y fueron acercándose, dejando ver nuevamente la silueta del íncubo. Éste poseía una mirada serena, nada comparada a las miradas lujuriosas que le había brindado durante su encuentro.
—Quise quedarme hasta que despertaras— contestó con simpleza —Me parecía grosero irme y dejarte botado así nomás— se cruzó de brazos —Además me tomé el tiempo de limpiarte y de vestirte.
—Creí que los demonios eran seres crueles y despiadados que no les importaba lo que pasara con un humano— sonrió algo divertido.
—Y lo son, pero yo soy otro tipo de demonio, por algo me encargo de hacer que aquel que me invoque experimente el más grande placer.
Con dolor se levantó de la hierba y caminó con algo de dificultad hacia él. Al estar a escasos centímetros, tomó entre sus manos las mejillas del demonio y lo besó por un par de segundos, al separarse, éste lo miró con una sonrisa algo pícara en su rostro.
—¿Eso significa que logré satisfacer tus deseos, Jung Hoseok?
El nombrado asintió con un suave movimiento de su cabeza.
—Desde luego, nunca antes me había sentido así... Es algo tan nuevo y me encantó— finalizó con una pequeña sonrisa —Gracias.
—No tienes que agradecer— sonrió sinceramente —Sólo cumplí con mi trabajo.
Le entregó su maletín con todas sus cosas, incluyendo su celular. Se lo colgó al hombro y luego de despedirse, salió caminando entre las tumbas rumbo a la salida. Allí se sobresaltó un poco al ver cómo las enormes rejas se abrían dándole paso, se giró en su propio eje y observó a Yoongi de pie detrás de él. Se permitió observarlo por unos cuantos segundos y así apreciar al hermoso ser que había tenido la oportunidad de conocer, acto seguido, salió del panteón y las rejas se cerraron nuevamente. Quiso volver a ver al demonio, pero al girarse de nuevo se percató de que éste había desaparecido.
Los primeros rayos de la mañana empezaban a hacer presencia por el horizonte. Soltó un largo suspiro y se encaminó rumbo a su hogar con una sonrisa en su rostro. Le había dado su virginidad a un demonio y no se arrepentía de nada.
Tal vez... Sólo tal vez, esta no sería la última vez que lo invocara.
FIN
©AlejaDeMin
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