Capítulo Único
Celos de un cuervo.
Muichiro x Aoi.
OoC Semi-AU.
Capítulo Único / One Shot.
N/A: a mi me gusta escribir sobre ships sacados de la cola.
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El aire de la tarde estaba cargado con el aroma del otoño, su fragancia suavizaba el ambiente en la finca mariposa. Aoi Kanzaki se encontraba tendiendo la ropa cuando escuchó el graznido de un cuervo, enseguida reconoció a ese insoportable cuervo.
—¡Ja! ¿Tu único trabajo es ser lavandera?
Aoi cerró los puños molesta, desde que había comenzado a llevarse mejor con Tokito aquella cuervo no hacía más que molestarla y burlarse de ella. Era muy insoportable.
—¿Qué quieres? ¿No deberías estar con tu pilar?
—¡Por supuesto que sí! Debería estar ahora mismo con el increíble prodigio pero, vengo a dejarte un mensaje de su parte —el cuervo posó sus patas sobre uno de los tendederos vacíos y le miró de reojo a la joven que curiosa esperaba escuchar el mensaje.
—¿Un mensaje? —Aoi no pudo evitar sentirse ansiosa y emocionada. Ella había comenzado a desarrollar sentimientos por el pilar, aunque se lo guardaba para sí misma. Muy en el fondo sabía que aquello era tan unilateral como lo había sido con Tanjiro.
—Ahem —Ginko sacudió sus alas y carraspeo su voz— El mensaje es: ¡No te olvides de lavar mi bufanda, criada!
—Uh... ¡¿Uh!? —Aoi dejó salir un quejido de molestia. La dichosa bufanda era una que el joven había dejado olvidado la última vez en la finca mariposa; y el invierno se acercaba pronto.
—Fin del mensaje —lanzando otro graznido de burla Ginko se marchó volando del lugar dejando a la joven chica sacudiendo su pie con molestia.
¿Criada? ¡Pero quién se creía que era! Decepcionada, agarró el canasto de ropa vacío y regresó al interior de la residencia. Debía preparar la comida para los pacientes que tenía la señorita Shinobu. Ese día tocaba estofado de res.
Encendió el fuego y colocó una cacerola con agua. Agarró una tabla de picar y colocó tomates, papas, chiles, cebollas y los fue picando con lentitud.
No sabía si era por el olor de la cebolla o por las palabras de Tokito que la habían ofendido, ella solo podía sentir que pequeñas lágrimas recorrían sus mejillas hasta su mentón.
...
Muichiro regresó su espada a la funda cuando terminó de entrenar. La tarde era agradable, aunque a muchos no les gustara el frío que entraba a finales del otoño a él sí. Esperaba poder tener el tiempo para dar un paseo junto a Aoi.
De hecho había enviado a su cuervo justamente para preguntar si ella disponía de tiempo. Sabía que Aoi era una chica muy ocupada pero ella era tan agradable que deseaba tener su compañía en un día tan lindo.
Un graznido de su cuervo le alertó y sonrió al verla descender con elegancia. Él extendió su brazo para que ella se aferrara a él.
—¡Ginko! ¿Qué respondió Aoi?
—¡Hump! ¿No vas a preguntar ni siquiera cómo estuvo el viaje? Hace mucho frío y me envías hasta allá.
—Vamos, no seas así Ginko —el joven acarició la cabeza de su amiga— Por favor, dime qué respondió Aoi.
Ella sacudió sus alas molesta ante la insistencia de Tokito.
—¡Esa niña es una insolente! Dijo que no tenía tiempo para pasear, que tenía que lavar tu tonta bufanda que dejaste olvidada en la finca —Ginko se cubrió el pico con una de sus alas al ver la decepción sobre el rostro del chico— Y agregó; que sería una pérdida de tiempo pasear contigo.
—¿Eso dijo? —le costaba imaginarla diciendo algo tan grosero, quizás él había sido inoportuno y en verdad ella estaba demasiado ocupada.
—Sí. No deberías tratar con ella nunca más ¡no tiene respeto por ti!
—Ginko cálmate, a lo mejor sólo está muy ocupada —Muichiro sonrió— En otra ocasión seguramente querrá pasear conmigo.
—¡¿Eeeh!? ¿No estás molesto con ella? —su cuervo siguió graznando.
Tokito desvió la mirada y observó unas hierbas qué se le hicieron conocidas. Aoi una vez le comentó que le gustaba mucho hacer té y le había pedido el favor de si en alguno de sus viajes encontraba hierbas usadas para preparar té se las enviara.
—Tengo una idea —sonrió, recogiendo las mejores hierbas que habían— Le prepararé un ramo, a ella le gustará.
Ginko ignoró el hecho de que ella tendría que entregar aquellas hierbas.
...
El siguiente día Aoi se levantó temprano como siempre y preparó el desayuno para todos; la señorita Shinobu, la señorita Kanao, las trillizas y los pacientes que aún seguían en la enfermería recuperándose de su anterior misión. Luego de recibir los usuales agradecimientos salió al patio para barrer las hojas que el viento de otoño provocaba que cayeran al suelo.
El graznido de Ginko llamó su atención y cuando ella levantó la mirada fue sorprendida con un ramo cayendo sobre su rostro.
El impacto le había dejado petrificada, el ramo se deslizó suavemente hasta que cayó al suelo revelando su rostro enfadado.
—¡Kaww, Tokito te lo envía! Dice que ha sido un fastidio recolectar esas mugrosas hierbas para tu té.
Aoi arrugó el entrecejo. Era cierto que ella le había pedido ese favor.
—No es necesario que me envíe hierbas si le parece una molestia.
—Entonces no andes pidiendo favores. Tokito no tiene tiempo para estar buscando hierbas. Es un pilar. El mejor.
Ella se aferró a aquel ramo que estaba tan arreglado, como si él le hubiese enviado las flores más bellas. Le costaba imaginar que Muichiro estaba siendo tan indiferente con ella, pensó que habían logrado ser amigos.
Desde que Tanjiro logró entablar amistad con él, Tokito había comenzado a ser más amable con ciertas personas. A ella le sorprendió ser una de esas personas y comenzó a enamorarse de su amabilidad, su atención y esos lindos ojos turquesa.
El ramo en sus brazos recibió un pequeña lágrima que cayó de su rostro, rápidamente ahuyentó las demás que estaban por salir y sin mirar al cuervo solo suspiró.
—Dile a Muichiro-san que agradezco las hierbas —hizo una pausa para evitar cambiar el tono de su voz que amenazaba con quebrarse— Y que lamento que mi petición haya sido una carga para él.
...
—Y en cuánto le di el ramo ella lo arrojó al fuego. Es una grosera, no conoce el agradecimiento.
Muichiro observó detenidamente su almuerzo. Estaba en una aldea cercana a su residencia comiendo unos onigiris que había comprado para el almuerzo cuando Ginko regresó de su mandado. Todo aquel relato del cuervo le había quitado el apetito y ahora se veía incapaz de terminar su almuerzo.
—¿Tokito? —su cuervo le llamó preocupada. El corazón le dolía y estaba buscando en su memoria qué podría haber hecho que causó el desprecio de Aoi hacia él.
—Ginko, hazme un favor más.
Él escribió una carta destinada a la chica que había estado ocupando sus pensamientos todo ese tiempo. Ginko no tenía que preguntar para saber que se trataba de los sentimientos más íntimos de su pilar hacia esa chica plasmados en tinta y papel. Pero los celos no le permitían siquiera imaginarlo.
—¿Es una carta de odio? —preguntó esperanzada de una respuesta afirmativa— ¿Una carta donde le pides que no vuelva a hablarte?
—Es todo lo contrario. Quiero que le des esto a Aoi y la convenzas de encontrarse conmigo para hablar las cosas.
Indignada Ginko sacudió sus alas y graznó.
—¡Después de todo lo que ha hecho! ¿Por qué te molestas?
—Porque ella me gusta.
Aquella confesión entristeció al cuervo. Tokito era como su pequeño hijo, fuerte y muy inteligente. Estaba orgullosa de él y de todo lo que había logrado hasta el momento que le molestaba la idea de que viniese una chica y se lo arrebatara. En su imaginación, que Tokito tuviese novia era sinónimo de abandonarla, ella ya no sería el centro de atención para él y eso era algo que no quería que ocurriese.
Ginko tomó la carta y extendió sus alas. Rumbo a la finca mariposa solo podía pensar en lo mucho que le dolía ver que su muchacho estaba creciendo demasiado rápido.
Cegada por los celos dejó caer la carta al río más cercano.
Cuando llegó a la finca mariposa observó a Aoi escribiendo una carta. Se acercó hasta ella y le sacó un susto con uno de sus graznidos.
—Vengo con un mensaje de Tokito.
La chica le miró indiferente, Ginko pudo observar que su mirada estaba enrojecida, seguramente había llorado y ese hecho le hizo sentir mal.
—No quiero escucharlo.
—¿Cómo dices?
—De hecho, me alegro que hayas regresado —musitó la chica terminando de firmar su carta, perfumandola con un aroma a lavanda— Ten, llévale esta carta a Tokito.
—¿Qué es esto?
—No quiero que vuelva a molestarme.
La seriedad de la joven asustó a Ginko y por primera vez no dijo nada. Ella obedeció y regresó con el chico, la carta entre sus patas y un sentimiento de culpa en su pecho.
Tokito sonrió cuando vio descender a su cuervo y la carta que traía entre sus patas.
—¡Gracias, Ginko! —ansioso abrió la carta, el perfume de lavanda lo embelesó y con una sonrisa comenzó a leer la carta.
Ginko a su lado solo pudo bajar la mirada cuando vió el rostro del chico llenarse de tristeza y desilusión.
—Tokito...
—Gracias, Ginko —Tokito dobló la carta con delicadeza, acercó el papel hasta sus labios y olió nuevamente el aroma a lavanda qué le recordaba a ella— Parece que este es el final de todo.
Él guardó la carta en uno de sus bolsillo y tomó su espada. Ginko se posó sobre su hombro mientras el chico caminaba rumbo a su hogar, durante todo el trayecto no tuvo el valor de ver el rostro de Tokito y su semblante apagado.
...
Durante la semana se había saltado varias comidas. El entrenamiento no parecía satisfacer sus exigencias así que se esforzaba el doble. Dormía más y sonreía menos.
Era como ver al Tokito que conoció al inicio. Y aunque estaba feliz que ahora volvían a ser solo ellos dos, Ginko no podía evitar pensar que extrañaba al Muichiro qué sonreía, al que le brillaba la mirada y al que compartía bonitos momentos con Tanjiro.
—Deberías almorzar.
—No tengo hambre.
—Pero es importante —insistió, Ginko observó el semblante indiferente de Tokito blandir la espada de madera frente al muñeco de práctica.
Él no respondió, siguió atacando el muñeco sin parar. Le preocupaba su bienestar y cada vez era evidente la culpa que sentía. Habían momentos donde atrapaba a Tokito volviendo a leer la carta de la chica, como si fuera un recordatorio de que había sido real.
No quiero. Pero me importa más tu bienestar, Iré a buscarla. El cuervo extendió sus alas y salió en busca de esa chica que estaba por arrebatarle todo.
Aoi había terminado de preparar el almuerzo, sus manos moviéndose de manera automática mientras su mente estaba en otro lugar. Desde que escribió aquella carta, un peso inamovible había asentado sobre su pecho. Con cada movimiento, sentía como si algo se rompía dentro de ella.
Mientras limpiaba el mesón de la cocina con una franela, un estruendo en la ventana la hizo saltar. Giró rápidamente y vio al cuervo de Tokito entrar y posarse frente a ella, sus ojos oscuros brillando con una urgencia palpable.
—¡Debes ayudarme, por favor! —exclamó Ginko, su voz temblando con desesperación. Aoi frunció el ceño y dejó la franela a un lado, su corazón acelerado por la sorpresa.
—¿Qué sucede? ¿Estás en peligro? —preguntó, su voz reflejando una mezcla de alarma y preocupación.
—Es Tokito. Está muy deprimido, no ha querido almorzar, se ve demasiado triste y necesito tu ayuda para animarlo —respondió el cuervo, su tono suplicante. Aoi suspiró profundamente y se giró, dándole la espalda al cuervo. Los pensamientos sombríos de la carta aún pesaban sobre ella.
—¿Por qué necesitarías mi ayuda? Si ni siquiera le agrado más —dijo, su voz cargada de amargura y desilusión.
El cuervo se acercó más, sus plumas agitadas por la tensión.
—La verdad es que las cosas no son como tú crees —dijo, con un tono que sugería una revelación importante.
A medida que el cuervo explicaba los malentendidos y mentiras que habían enredado la relación entre Aoi y Tokito, Aoi sintió una mezcla de sorpresa y tristeza inundarla.
—¿Por qué hiciste algo como eso? —preguntó consternado y sorprendida, mirándola con ojos vidriosos—. ¿Tanto me odias?
—No te odio... —respondió el cuervo, dejando caer unas lágrimas—. Odio imaginar que Tokito me dejará a un lado si está contigo.
Aoi sintió una punzada de compasión y sonrió suavemente, acercándose al cuervo para acariciar su cabeza.
—Qué tonta eres —dijo con una risa ligera—. Eres irreemplazable, no sé cómo puedes pensar que Tokito te dejaría a un lado solo por mí.
Ginko sollozó suavemente y bajó la cabeza.
—Ayúdalo, por favor.
—Déjamelo a mí. Suerte que sobró algo de comida. Lo empacaré y luego llévame hasta él.
Con esa última afirmación, Aoi comenzó a empacar la comida, sintiendo un renovado sentido de propósito. Aunque su corazón aún estaba pesado, la urgencia de ayudar a Muichiro le dio la fuerza para seguir adelante.
...
Muichiro Tokito se encontraba sentado, observando el cielo con su expresión ausente habitual. Era un día soleado a pesar de ser otoño aún, pero él apenas lo notaba. Estaba absorto en sus pensamientos, tanto que no había prestado atención al hambre que comenzaba a instalarse en su estómago vacío.
Ginko anteriormente le había pedido que almorzara pero él había ignorado a su cuervo y cuando había vuelto a buscarla con la mirada ya no se encontraba.
—¿Dónde se habrá metido? —murmuró y como respuesta escuchó sus graznidos a lo lejos. Muichiro se giró a verla y sorprendido vio que su cuervo venía en el hombro de Aoi.
La chica esbozó una sonrisa tímida mientras le mostraba el bento que había preparado.
—Muichiro-san, te he traído algo de comer —dijo Aoi, tratando de mantener su voz firme a pesar de los nervios que sentía.
Muichiro mantuvo la mirada sobre ella, sorprendido de verla allí. Parpadeó un par de veces antes de que una suave sonrisa apareciera en su rostro.
—Aoi... gracias.
Aoi se sentó a su lado en la banca, colocando la bandeja entre ellos. La brisa movía suavemente su cabello, y por un momento, ambos quedaron en silencio, disfrutando de la compañía mutua.
—No puedes seguir saltándote las comidas, Muichiro-san. Necesitas mantenerte fuerte —le reprendió suavemente mientras le ofrecía la comida.
Muichiro tomó la comida, asintiendo con la cabeza. Sabía que tenía razón, pero había algo en su voz que lo hacía sentir más... tranquilo.
—Lo sé, Aoi. Lo siento por preocuparte.
Aoi desvió la mirada, sintiendo cómo el calor subía a sus mejillas. Sabía que había una razón más profunda por la que se preocupaba tanto por él, pero no estaba segura de cómo expresarlo.
—No es solo preocupación... Es que... —Aoi vaciló, sus palabras se detuvieron en el aire.
Muichiro la miró, con una expresión más atenta que de costumbre. Sus ojos, generalmente nublados por la indiferencia, brillaban con una luz nueva. Ella estaba aquí junto a él.
—Aoi, ¿qué es lo que quieres decir?
Aoi tomó una profunda respiración, armándose de valor. Sabía que este era el momento, el lugar perfecto para ser honesta después de haber recibido la sinceridad de Ginko.
—Muichiro-san, tú... tú me importas más de lo que debería. No es solo porque quiero que te mantengas fuerte para luchar, sino porque... porque me importas a nivel personal.
Muichiro se quedó en silencio, procesando sus palabras. Sintió algo cálido y reconfortante crecer en su pecho. Sin decir una palabra, tomó la mano de Aoi y la sostuvo con suavidad.
—Aoi... también me importas mucho. Pero estoy confundido, por todo lo que ha estado pasando.
—Creo que Ginko puede explicarlo.
—Ginko... —Muichiro miró sorprendió a su cuervo que avergonzada se escondía detrás de Aoi— No me digas que has estado haciendo de las tuyas.
—Todo es un malentendido en resumen, Ginko solamente estaba celosa.
Muichiro le miró con severidad. Ciertamente los celos de un cuervo casi le arruinan todo lo que había querido hacer.
—Ya, ya. Ginko lo siente —Aoi agarra una albóndiga con los palillos y la acerca hasta Muichiro— Hablaremos luego de esto, no seas tan duro con ella.
Tokito comió el bocado que Aoi le ofreció y sonrió ante el delicioso sabor de su sazón.
El sol continuó su camino en el cielo, pero para Ginko, Muichiro y Aoi, parecía brillar con una luz más cálida y brillante luego de arreglar todos los malos entendidos. Ambos jóvenes habían dado un pequeño paso en su relación al confesar su interés por el otro, aquello marcaría un nuevo comienzo entre ambos, pero esta vez sin los celos de un cuervo.
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