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Las palabras


-¿Cómo está Manuel?

Sebastián había apartado a su primo de la multitud que había venido a saludarlo. Las fiestas que organizaba (u organizaban por él) se caracterizaban a ser modestas en comparación a quién tenía delante,o al mismo Brasil; no era que no le gustase que lo agasajen, sino por el contrario. Amaba los (glamorosos) regalos, las salutaciones, los abrazos. Siempre los había querido y necesitado.

El amor que sus hijos le profesaban había llenado vacíos de oscuras, largas y amargas épocas pasadas en la que aquellos simples gestos le fueron desconocidos. Se sentía lleno y estaba feliz de que todos los que amaba estuvieran allí; aún así, no podía olvidar la realidad.

-Está mejor, al fin lo pude hacer dormir en su casa después de casi dos semanas- contestó con una sonrisa y un dejo de tristeza- Me dijo que va a venir a saludarte de todos modos antes de que termine el día.

-La verdad que si los dioses lo están poniendo a prueba está siendo todo un héroe- continuó el otro con una leve sonrisa, acomodándose los elegantes lentes con el índice. Martín asintió.

-Sea voluntad de tus dioses o por resistente y caradura, sigue en pie.

-No sería Chile si así no fuese; ¿Qué no somos todos así de alguna manera?

-Ah, santa hermandad latina Batman.

-¡Exacto!

La velada que compartían, aquella elegante cena, era toda la celebración que Sebastían haría ese año. Su Jefe le había dedicado una jornada especial con desfiles, actos simbólicos, y toda la parafernalia que siempre solía haber en sus conmemoraciones; había visto a su Abuelo Senaqué que, fiel a su palabra, regresaba cada año a estar con el toda la mañana. Era una lástima que no quisiera estar más tiempo.

-Che, vas a tener que armarte otra sala para tus regalos- le señaló el argentino viendo como llegaban cartas, flores y cajas de todos los colores y tamaños- Te portaste bien pibe. Parece navidad.

El uruguayo volvió a la conversación.

-En realidad todo eso es del Alfred. Siempre exagerado con las cosas- se sonrojó al ver la cantidad- y esos de ahí son los de... err...

-Decilo nomás. Son del anglocejudo de mierda- le bufó mirándolo de costado- Está bien; el que tenga problemas con él no significa que dejes de tratarlo.

-Ciertamente mi relación es mucho más empática que la que tenés vos. Aunque vos tenés claros motivos- le dijo mirándolo de nuevo.

-Bueno, él te ayudo a sacarte de encima a Lu—no, al Imperio del Brasil. Cuando era Imperio y creía pensar como uno, claro.

"En realidad vos también me rompías las bolas" pensó el uruguayo, pero respondió otra cosa- Es verdad. Pero ya pasó- sonrió despacio al ver las quejas de quienes seguían trayendo paquetes de Estados Unidos- Son cosas dolorosas pero son las que nos hicieron. Realmente no tengo ganas de traerlas a colación hoy.

-No, claro. Perdoname- lo miró preocupado, pero de repente sonrió- cuando te toquen tus doscientos te voy a ayudar a hacer una celebración en grande.

-No creo necesitar tu ayuda. Pero me va a venir bien que vengas a barrer después de la murga de la rambla[1]- se burló golpeándole cariñosamente el brazo.

-Ja ja. Ni en pedo- lo miró de reojo tratando de simular su rostro frente a la gente que entraba y salía entre los salones principales de la Casa del Gobierno uruguaya, entre actos y conferencias sobre Sebastián.

-Cierto, no te lavás ni los platos menos me vas a ayudar- continuó el otro sacándole la lengua pícaramente.

-Loco, una vez que te digo que voy a ser solidario con vos me la venís a cagar, yorugua del orto.

-¡Es qué es tan divertido hacerte enojar!- carcajeó cristalinamente.

-Boludo.

-Nabo.

-Gil.

-Chiquilín.

-¡No busqués kilombo, che!

-¡No busqués relajo, bo'!

-E'a, veo que recuperaste el humor- Paraguay apareció con una enorme sonrisa, los ojos brillantes y una porte inusual en él vestido de elegante sport (a pedido y sugerencia del propio cumpleañero). Ambos rubios voltearon a verlo- ¿Interrumpo?

-Para nada Dani- sonrió Uruguay- Estoy destacando como Hernández nunca se lavó un calzón.

-Ah, eso no es novedad- rió el paraguayo cómplice recibiendo un juguetón coscorrón en su cabeza por parte de Argentina.

-Siempre se me ponen en contra ustedes dos.

-¿Estás celoso kurepa?- enarcó una ceja Daniel- Además estoy en pleno plan de rescate: tengo que cuidar a mi hermano menor.

-¿Menor?- el cumpleañero volteó algo ofendido por aquello.

-Si Sebby, sos el menor- le respondió Daniel mirándolo con sus vivaces ojos- ¿Hacés pío las cuentas? Lo que pasa es que siempre te quisiste hacer el grande como el Martu.

-¿Cómo sería eso?

-Hoy cumplís ciento ochenta y cinco años; Martín tiene ciento noventa y cuatro (aunque se quiera hacer el grande con doscientos) y yo tengo en realidad ciento noventa y nueve años; lo que me hace técnicamente el mayor de los tres.

-Che che, alto. Tu independencia fue treinta y pico años después de la mía- inquirió el argentino.

-Sí, la que vos me reconociste cuando te hacías llamar "Confederación" porque no me querías dejar ni a mí ni a Don Francia en paz. Pero la auténtica fue antes- cruzó sus brazos con orgullo.

-Oh sí, no sabía vivir sin vos...- le bufó el rubio con sarcasmo.

-Como sea- aplaudió de golpe- como hermano mayor debo protegerlo del mbayá del medio, porque está molestándolo en su cumpleaños y eso es imperdonable.

Sebastián comenzó a carcajear y segundos después se unieron sus primos.

-Okey hermano mayor, ¿Viniste a unirte a la mofa de este contra mí o qué?

-En realidad los vine a buscar porque vamos a brindar- confesó luego de un momento Paraguay, secándose los lagrimones- Y te estaban buscando por todos lados, Sebby; temen que hayas huído o algo.

-Ah es que tienen razón de pensarlo- lo miró tranquilo- en mis primeros cumpleaños odiaba que me celebraran, no había nada que celebrar- se encogió de hombros- no toleraba los buenos saludos ni los augurios. Me parecía una suma desgracia...

-Ejem- interrumpió Martín- Hasta que yo te enseñé para qué se celebraban estas fiestas.

-Cierto, vos me enseñaste- continuó el otro rubio sonriéndole dulce.

-Entiendo el motivo, pero- interrumpió Paraguay- ¿Qué te hizo cambiar de parecer?

-Ah, una cosa muy trivial. En una de mis rabietas, Tincho me arrastró literalmente hacia la casa de una niña del Departamento de Maldonado- recordó pensativo- Era una de las primeras generaciones uruguayas independientes. La chiquilina había nacido el mismo día que el mío- los ojos castaños se le enternecieron tras los lentes- Cuando llegó su cumpleaños, los padres la vistieron con los colores de mi bandera y clamaban a todos orgullosos de que era una hija bendecida porque había nacido el mismo día que su nación. ¡Si vieras que contenta que la hacía eso a la gurisita!.

-¡Chamigo, el kurepa hizo un buena acción por una vez!- Daniel fingió asombro ganándose un coscorrón, haciendo reir de nuevo al uruguayo.

-¡Mejor callate y aprendé, guaraní!- le replicó el rubio- ¡Qué bendito hobbie que tienen de molestarme!

-Es internacional- le respondió Sebastián abalanzándose a abrazarlo junto con Daniel.

-¡Bueno bueno basta basta!- inquirió el otro intentándose sacárselos de encima- ¡¡Malcriados de mierda, me arrugan el traje!!

-¡Ay él!- se burlaron a la par los otros dos.

-Oigan, mosqueteros- la voz apacible de Miguel los hizo distraerse- ¿Atraparon al cumpleañero? Que no se escape que ya todos están esperando por él- sonrió un segundo al ver la escena- Oh por cierto Dani, Julito ya llegó y andaba buscándote.

-¡¡Y A ESE QUIÉN MIERDA LO INVITO!!- dijeron al unísono los rubios, haciendo que Daniel se cubriera el rostro.

La mesa estaba presidida en la cabecera por un Luciano sonriente al que se le iluminaron los ojos cuando el uruguayo llegó y tomó el lugar que le había reservado.

-No te escapaste, que bien- le susurró en portugués desafiante- Ya estaba preparando a la BOPE[2] -Uruguay le devolvió una mirada cómplice y ardiente.

-¿Tan peligroso soy? No me tientes, o lo haré solo para que me atrapes- le devolvió rápidamente en el mismo idioma.

Sonrió al ver que una caravana de autos se estacionaba en la entrada y se anunciaba la llegada de la embajada chilena "con la presencia del señor González Rodríguez". Minutos después, Martín desapareció de escena para reaparecer con un Manuel que se dejó abrazar de la cintura. Tenía el rostro cansado, algo ojeroso y más pálido que lo normal.

-Gracias por venir- comenzó finalmente Sebastián- Agradezco infintamente la cantidad de obsequios y saludos como todos estos años. Como algunos saben, no soy un adepto a las grandes celebraciones, cosa que tendré que cambiar por lo que he visto de los Bicentenarios- todos rieron levemente- aún así, sinceramente prefiero estos momentos más íntimos con todos ustedes.

"Muchos ven en mí cosas que desconocen o no se treven a preguntar. No los culpo, no suelo ser expresivo espontáneamente, habilidad nata concedida a los casos a mi lado- Luciano y Martín sonrieron a la vez- Pero mi seriedad no se traduce en amargura hacia la vida sino más bien una inflexión; con una mano en el corazón, soy conciente de que estamos viviendo momentos decisivos, todos nosotros. Cambios que definirán los rumbos de nuestras casas, de nuestros hijos, del futuro en sí mismo. Por eso, lo importante más allá de celebrar un año más de mi libertad es que todos ustedes hoy estén sentados en la mesa, compartiendo esta cena conmigo como los hermanos que somos a pesar de nuestras diferencias.

"Y digo celebrar en el sentido amplio de la palabra; más allá del saludo, del regalo, del abrazo. La verdadera fiesta para mí es verlos a los ojos un año más, fuertes y libres. Cosas que todos saben en cada sílaba el dolor que nos significó conseguir.

"Por eso quizás no puedo realizar una fiesta como le gustaría a Martín o a Luciano. No la sentiría propia. Sí que celebre mi gente: que baile en las calles, que entonen mi himno con los colores pintados en sus rostros y que agradezcan a Dios por la tierra que les ha tocado nacer. No niego esa alegría, la incentivo. Involucrarme con ellos me gusta, de hecho hace dos horas vine de cantar en una murga como un gurisito; pero no puedo entregarme porque yo soy y represento más que un día de fiesta.

"Es la misma razón por la que no puedo olvidar los vaivenes económicos de Miguel, los incendios forestales que Julio no puede detener en sus tierras, la lucha por mantener el Amazonas de Luciano, la casi ruptura de las relaciones entre María y Cata, también hoy acá y que nos llevaron un susto de muerte pero que mi primo pudo solucionar a tiempo; de los feroces combates que Itzel y Pedro están teniendo contra el narcotráfico que se ha llevado muchas vidas; las crisis en el Caribe y en Centroamérica y los conflictos por Honduras; tampoco mis propios problemas, como mis diferencias con Martín con respecto a la planta papelera Botnia, o con el intento de reconstituír relaciones económicas con Daniel, pidiéndole perdón por tantos errores que he cometido con él en guerras inútiles e inducidas entre notrosos– le pone una mano en el hombro a su lado y este se la palmea con una sonrisa cándida- En fin. Seguramente ustedes también lo tienen en sus cabezas en simultáneo; y quizás estos cumpleaños pueden disipar un poco nuestros deberes ya que si viviésemos pensando en todos los problemas del mundo no valdría la pena ni siquiera existir. Mas no es este pesimismo el espíritu de mis palabras.

"Pero porque los quiero con todo mi ser merecen saber mis motivos del por qué este año decidí ser más modesto que nunca a pesar de contrastar con los Bicentenarios que han pasado y que faltan -Sonrió- Precisamente porque en este mes, estos días, todos están pasando momentos difíciles y merecen mi ayuda así como la he obtenido de cada uno de ustedes cuando la necesité.

"La simpleza además se excusa en que quería aprovechar toda la ocasión para agradecer la presencia de Manuel- sonrió mirándolo a los ojos- Sé lo que significa que estés en mi casa saludándome mientras tenés el corazón puesto en tu gente. No dejo de admirarme cada vez más de la fortaleza que tus hijos han aprendido y heredado de vos; y solo espero que los dioses los ayuden para resistir el tiempo necesario hasta que tengan que salir. Lo deseo de todo corazón.

Manuel sonrió tiernamente- Gracias Sebas, que me vai' a hacer sonrojar.

-¡VIVA CHILE MIERDA!- gritó Argentina con la copa en alto, y todos la alzaron.

-¡VIVA!- contestaron al unísono.

Manuel levantó la propia- ¡VIVA URUGUAY!

-¡VIVA!- respondieron una vez más.

-Oi, washo...

-¡Manu! ¿Qué pasa?

La cena había llegado a su cúlmine sección del cafe. Luego de infinitos recados y besos, cada país presente se retiró para continuar con sus labores en sus casas. Sebastián estaba sorprendido de que Chile siguiera allí como uno de los últimos invitados, mientras sus primos ayudaban a organizar los regalos junto con Luciano.

Manuel parecía sereno, con un cigarrillo en la mano; Sebastián, por otro lado, había alejado el protocolo aflojándose la corbata, sentándose en uno de los balcones con su juego de mate para contemplar las últimas celebraciones de su pueblo por las calles que llegaban hasta la avenida 18 de Julio.

-Vas a perder el vuelo- le inquirió el otro preocupado, pero Chile se sentó a su lado.

-Está bien. Siempre puedo tomarme el siguiente- habló con claridad. Modulaba de manera más clara las palabras, un tono extraño y casi formal. A Uruguay le pareció que estaba obsequiándole aquello- Quería venir a saludarte antes de regresar a la embajada y tuve que esperar que terminaras con todos- continuó- porque quería agradecerte las palabras en tu discurso hacia mí.

-¿Me jodés? Admiro el hecho de que estés acá hablándome, con las cosas que te están pasando.

-Confío en mis washos y sus familias. Son fuertes, ahora que sé que viven es cuestión de paciencia. Aguantarán, lo sé.

-No tengo duda alguna de eso. Sé que es difícil y estar allá abajo debe ser el infierno, pero- su boca hizo una mueca de disgusto- Mm... ¿Te acordás que pasó en los Andes allá por el '72?

Un gran e incómodo silencio apareció. Chile no sabía que contestarle, las manos se movían nerviosas al costado de su cuerpo. Finalmente suspiró resignado.

-Como para olvidarlo huevón. El accidente del avión.

-El mismo- dijo secamente- Pocos sobrevivieron al hambre y al frío de esa altura. Pero lo que salvó al Roberto y al Gustavo fue la serenidad. Todavía no me explico cómo mierda hicieron, aunque me lo dijeron millones de veces los dieciseis que quedaron- tomó otro mate- Este caso es similar psicológicamente. Cuentan con la ventaja de que gracias a Dios pudieron tener contactos visuales y orales con otros seres humanos. Eso es de gran ayuda, así que no desesperes por eso.

-Ahora que lo dices, el panorama es bastante alentador- la sonrisa del chileno fue calma, estaba contagiado con la paz del uruguayo- Fue muy amable de parte de tus hijos dar consejos a los Ministros para ayudar a los psicólogos que los van a atender durante y después el rescate.3

-Son doctores-respondió mirándolo a los ojos- De todos modos estamos hablando de épocas demasiado diferentes y situaciones diferentes; tu gente tiene mucha más contención y es mucho más fuerte. No deja de ser horrible, sin embargo.

-Entiendo, por eso debe ser tremendo para esos sobrevivientes recordar esa pesadilla. Es muy amable de su parte; bah, en realidad tu siempre fuiste así de amable y ellos solo te imitan.

-Ah, no siempre- le aclaró riéndose levemente- Tincho y Lu pueden atestiguarte eso. Pero como te digo, creo que es una de las pocas virtudes humanas que aprendí a asimilar.

-Debés de tener un Doctorado huevón; lo que debe ser tenerlos en estéreo en vacaciones.

-No te hacés una idea...

Ambos carcajearon a la par, y un gran espacio sin palabras volvió una vez más.

-Oye...

-¿Si?

-Lamento haber ocupado el tema justamente en tu cumpleaños.

-¡Qué decís, nabo! Son las cosas que pasan; yo no puedo andar de joda plenamente sabiendo que estás sufriendo.

Manuel entonces lo miró de repente, el perfil afilado de Sebastián contra la noche. Un leve rubor asomó a sus mejillas al contemplar la belleza innata del otro; menos mal que no estaba viéndolo.

-Yo... no sé que decirte- confesó algo incómodo- te tomas muchos molestias, y ni siquiera...

-No necesito amarte como Tincho para preocuparme por vos. Te amo y punto, ¿Ta?

Ahora sí el sonrojo de Chile era evidente.

-Chucha, que no sé como hací' eso...

-Tus hijos son fuertes- comenzó- Los de Martín, perseverantes; los de Daniel, resistentes; los de Luciano, luchadores- sonrió levemente- los míos son pacientes. Solo la paciencia me hizo ver y entender las cosas tal y como las dije en la cena, me hizo superar mis propias dificultades, las desgracias contínuas del destierro que experimenté toda mi existencia. Eso es todo. Paciencia y observación.

-Y capacidad de perdonar, además...- le agregó en un susurro temeroso de interrumpir aquel cálido ambiente. Sebastián le sonrió mirándolo a los ojos.

-Todos aprendemos a perdonar. Es lo más difícil de todo, construír el invisible equilibro que se necesita para tampoco olvidar. Pero creeme que se puede.

Chile le dió una última pitada a su cigarro contemplando las estrellas y la inmensidad de la noche. Por un segundo la preocupación por los treinta y tres mineros desapareció al recordar que el día anterior habían descubierto un nuevo sistema solar desde un observatorio astronómico en su Casa; y pensó, por una milésima de segundo, que ya sabía a donde enviar a Martín la próxima vez que le hinchara los huevos.

-Nadie como tú para decir algo así- le sonrió y extendió su mano; Uruguay la tomó para abrazarlo con fuerza y quedarse allí, sobre el nombro del otro.

-Gracias.

-No... gracias a tí, hermano- susurró Chile besando la pálida mejilla.

Entrada la madrugada, el charrúa vió partir en el horizonte clareado a Brasil como el último de los huéspedes rumbo de nuevo a su hogar. Contempló el paisaje en su conjunto junto con su reciente mascota, un pequeño gatito negro que deambulaba de repente a su lado cuando Uruguay estaba solo; y recordó lo que Senaqué le había dicho aquel día:

Tu independencia no es celebrada por lo que te regalen; siquiera con las fiestas que pueda hacer tu gente. La verdadera razón de tu alegría es que tu corazón puede gritar su libertad una luna grande más, como en el inicio de los tiempos; y que es el amor entre ustedes lo que mantiene a sus hijos de pie.

Si puedes entender eso Bilué, entonces verás que el sacrificio de todos tus valientes hijos por el futuro de sus descendientes no fue un acto heroico sino la más completa y absoluta muestra de amor que haya existido jamás.

-De eso se trata después de todo. Lo que hemos hecho y que hacemos. La sangre, las traiciones, la codicia, las luchas intestinas. Todos fueron actos de amor; amores malos y buenos, por adoración o despecho, por celos o envidia. En verdad es una gran fuerza, como dicen los dioses- acarició al gatito en la cabeza sobre su falda- ¿No es así Zobá?

El felino respondío con un pequeño maullido, un bostezo y una expresión de un gato impaciente.

-Ya entendí, vamos a dormir...- suspiró llevándoselo con él, mientras tras sus paso las luces se apagaron en la Casa de Gobierno.

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