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「Jovenes」

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ஓீۣۣۣۣ፝ۜ፝ۜ͜͜͡͡·°¸❥↬ El joven adolescente de cabello negro, cejas gruesas y cuerpo tembloroso esperaba pacientemente a que su amiga y reciente pareja le abra la puerta que hace segundos había golpeado.

Gai estaba asombrado viendo la gran mansión y patio frente a sus ojos pues, sabía que su amiga originalmente vivía en las afueras de la aldea pero jamás había ido a su casa y ahora no podía creerlo. Era inmensa.

Las puertas se abrieron y dentro de la casa era mucho más lujoso y esplendido que afuera. Un joven unos años mayor que él había atendido a la puerta pero antes de que pudiera siquiera hablar, la rubia apareció detrás.

— ¡Gai-kun!.— vociferó, feliz de ver a su persona favorita allí.

— Hola Momo-chan.— él también sonrió al verla y se sintió un poco más aliviado. La rubia fue hasta él y tomó su mano, haciendo que sus pelos se pongan de punta y todo su cuerpo se tense con solo su calido tacto.

— Ven, pasa.— pidió, jalando un poco su brazo para hacer que pase dentro. El joven que había abierto la puerta miraba a Gai con una expresión muy fría y seria, como si con sus ojos pudiera clavar kunais y Gai obviamente se daba cuenta de ello pero intentaba ignorarlo.

— W-Wow, tu casa es grande.— comentó ya dentro sin soltar la mano de la muchacha y sonriendo brillantemente como solia hacer, aunque moría de nervios.

— Un poco, si...— Momo rascó su propia mejilla con su mano desocupada, algo avergonzada. Los pasos rápidos y firmes del mayordomo interrumpieron a la pareja.

— Momoko-sama, ¿quiere que traiga algo para tomar mientras espera a Oshiro-sama?.— preguntó amablemente, con cierta aura diferente a la que tenía cuando miraba a Gai. La rubia pensó por unos segundos y luego miró al pelinegro.

— Gai-kun, ¿tú quieres algo de tomar?.— le preguntó cortésmente, acariciando su manito y mirándolo con dulzura, Gai se sonrojo al instante.

— N-no, estoy bien así...— aseguró, alzando su pulgar y Momo asintió animadamente.

— Estamos bien, gracias Shizu-kun...— ella volteó y le agradeció al muchacho que volvía a ver a Gai con muy mala cara. ¿Era solo su imaginación y nervios o realmente lo estaba matando con los ojos?

— Me quedaré aquí si no es molestia, Momoko-sama.— avisó ese peliazul, Momo ladeo un poco su cabeza, extrañada.

— No te quedes parado allí, ve a descansar.— propuso, dando a entender que no hacia falta que estuviera ahí, malgastando su tiempo.

— Tengo que asegurarme que no requiera de nada.— manifestó el terco muchacho formal y severo.

— Shizu-kun...— Momo lo miró de mala manera, volviendo a oponerse a la idea de que se quede allí y él, sin resistirse, asintió y se fue, con su mandíbula tensa.

Gai recibía cierta aura extraña de aquel muchacho pero no quería decir nada, estaba seguro que solo eran las ansias que sentía.

La pareja se miró luego de que el mayordomo se fuera. Él se sintió aliviado ya que aquel muchacho le incomodaba.

— No le hagas caso, Shizu-kun es nuestro mayordomo y puede ser bastante frío a veces pero en realidad es genial.— lo tranquilizó al notar que se había puesto nervioso. Asintió aun dudoso.

— ¿Crees que hice algo mal?.— preguntó de repente e inocentemente, ella rió.

— ¿Cómo podrías hacerle algo si no lo conoces?.— negó la muchacha. Él suspiró y Momo notó como sudaba y sus manos temblaban.— Hey tranquilo, ¿estás nervioso Gai-kun?.— tomó sus mejillas y las acarició, el pelinegro rió levemente.

— Pues... si.. Respeto mucho a Daichi-san.— admitió. Pensar simplemente en pedirle permiso al padre de Momo para salir con ella le asustaba y atemorizaba más de lo que hubiese creído pero sin duda lo haría. Nadie lo haría retroceder, menos por el amor de su vida.

— Pero ya conoces a mi padre, él te quiere mucho y nosotros somos amigos desde pequeños... No debe ser muy extraño para él enterarse de nuestra relación.— sostuvo, más serena que su novio. Sabia que su padre jamás le haría daño ni a ella ni a Gai y solo deseaba su felicidad, además ya eran bastante grandes, no podía prohibirle tener novio.

— Aún así es extraño.- aseguró el pelinegro.— ¿Tú crees que esta bien que estés... con alguien como yo?.- consultó con cierta inseguridad cubriendo su tono de voz. Momo no entendió.

— ¿Alguien como tú?.— repitió ella, en busca de una explicación a ese enunciado.

— No soy millonario, no aspiro a ser hokage o empresario, siquiera tengo buen aspecto, no soy de clase alta ni el tipo de hombre que mereces...— dijo y la rubia se sintió de repente terriblemente ofendida. Su ceño se frunció y una mueca de disgusto cubrió su rostro por completo. Gai se sorprendió al ver como lo miraba, Momo soltó unas cuantas risitas amargas.

— Bromeas, ¿verdad Gai-kun? ¿Desde cuándo tienes toda esa inseguridad?.— ella tomó sus mejillas para mirarlo fijamente y evitar que aparte su mirada.— Me gustas desde el primer día que te conocí, desde que eramos pequeños y entrenábamos juntos, desde que nos esforzábamos juntos y amo todo de ti. Tu voluntad y la llama con la que cargas, tu confianza, tu fuerza y tu sonrisa... La manera en la que tratas a la gente con tanta amabilidad, no me importa tu patrimonio y conozco muy bien tus metas, te admiro por ello. ¿Qué no eres lindo? Para mí eres el hombre más perfecto que pueda siquiera existir.— acarició sus mejillas mientras los ojos del contrario se cristalizaban y brillaban con intensidad y sus mejillas enrojecian.— Te amo y quiero a ti, Gai-kun.— sonrió felizmente. con seguridad y pasión en su discruso... hasta que unos extraños sollozos se oyeron justo detrás de la pareja.

— M-m-momo....-chan.— el padre de la rubia, Daichi, estaba detrás de la pareja, a punto de llorar como un niño pequeño. El mayordomo, Shizuki, estaba pálido y con cara de muy pocos amigos, y Gai y Momo, al ver que no estaban solos, enrojecieron a más no poder.

— Papá... hola.— rió algo nerviosa, separándose un poco de su novio.— Supongo que... lo escuchaste todo...— murmuró soltando pequeñas carcajadas incómodas, rascando su mejilla.

_ M-m-mi hi-hija... con-consiguió... a-a su media naranja...— Daichi tartamudeo, lloriqueando y entrando en una crisis emocional -esa que padres suelen tener cuando sus hijas se independizan romanticamente- lo cual ocasionó que se desvanezca sobre los brazos del mayordomo, dramáticamente.

— ¡Oshiro-sama!.— Shizuki lo socorrió.

— ¡Papá!.— los otros también fueron a ver al hombre con el corazón roto por su misma hija.

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Cuando la pareja explicó su estado actual a Daichi, Gai le pidió educadamente el permiso para salir con su hija y él aceptó más alegremente, el pelinegro decidió retirarse.

Luego de que Momo lo despidiera en la puerta él estaba dispuesto a dirigirse directo a su hogar, pero antes de poder dar el último paso fuera de la gran residencia, una presencia detrás suyo lo hizo voltear.

Entre la oscuridad de la noche se encontró con el mayordomo buen mozo de cabello azul, ojos celestes y expresión odiosa.

— ¡Oh Shizuki-sa...!.— iba a decir para recibirlo amablemente y ver qué ocurría pero el peliazul no lo permitió pues habló sobre su voz.

— Quizás Oshiro-sama y Momoko-sama lo acepten con facilidad pero yo no planeo hacerlo, por lo tanto, lo estaré vigilando Maito-san.— le advirtió de golpe, con su expresión seria y ojos filosos, confundiendo por completo al joven ninja.— Momoko-sama merece más de lo que usted es, lo sabe, y es inevitable no creer que se está aprovechando de su amabilidad y pureza.— dijo sin pelos en la lengua y con cierto desprecio resbalándose de sus palabras. Gai inevitablemente frunció el ceño y cualquier rastro de amabilidad en su expresión se esfumó luego de oírlo.

No le gustaba ser acusado de cosas tan viles y mucho menos que el amor y cariño que le tenía a aquella bondadosa y preciosa muchacha que se adueñó de su corazón fuera puesto en duda.

Enderezó su postura y sin ánimos de discutir, decidió hablar.

— Amo a Momo-chan desde que soy un niño y no busco nada más además de su amor incondicional, Shizuki-kun.— expresó serio y en calma.— No sé qué es lo que traes contra mí, ni siquiera nos conocemos, pero ten por seguro que no dejaré que nadie la arrebate de mí, no importan tus palabras ni quién eres, lucharé por ella con todo aquel que se atreva a enfrentearme.— declaró sin una pizca de duda en su voz y lo desafió con la mirada, sin miedo. El peliazul chasqueo la lengua y fruncio su ceño para luego darle la espalda.

— Queda advertido, Maito-san.— dijo y sin más comenzó a caminar otra vez, hacia la propiedad.

El pelinegro quedó con un sabor amargo y cierto disgusto recorriendolo.

Quizás estaba siendo bastante rebuscado pero los ojos de Shizuki al mirar a Momo reflejaban lo mismo que sus propios ojos reflejaban.

Amor.

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