Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 8

Mi mente aún no lograba procesar del todo lo que Brayan no solo me dijo, sino también lo que me mostró.

—¿Ahora comprendes por qué te digo que te andes con cuidado? —me había cuestionado mientras se fajaba la camisa dentro de los vaqueros—. Esos cabrones no son de jueguitos.

Eran casi las cinco de la tarde, y él ya se había ido a su casa, después de que decidiéramos que no hallaríamos la vaca hoy. Yo, por mi parte, volví a la hacienda, donde mi familia festejaba el aniversario de bodas de mis padres.

Le pedí a Brayan que se quedara, pero prefirió descansar, pues —según sus palabras— el lunes los demás le iban a cobrar la que no me podrían cobrar a mí.

Contrario a lo que él creyó, eso no hizo más que avivar mi ya enorme odio hacia ellos, sobre todo hacia Mario: ¿Qué clase de persona podía hacerle eso a su propio hermano?

El aniversario de mis padres había sido el principal motivo por el que volví, pero ahora sentía que no podría irme sin antes matar a esos tres hijos de perra.

Tercia de cobardes.

Mientras miraba a mi alrededor, intentando parecer normal, mi mente volvía a esa imagen, esa marca en el pecho de Brayan. No sabía porqué la habían usado en él, pero me revolvía el estómago saber que esa marca ya la había visto antes.

Porque yo la inventé.

El viento mecía la hierba.

Las copas de los cedros bailaban suavemente, mientras mi cabeza descansaba sobre un duro muslo. No había nada malo aquí.

Aldo acariciaba mi cabello, mientras su cabeza se recargaba en el tronco de un viejo encino.

No quería hablar, porque sabía que lo que pasaría después, de alguna manera, nos iba a doler y nos iba a cambiar.

Pero era necesario.

—Solo serán máximo seis años —rompió el silencio él—. Y el año entrante te vas tú, y solo serán cinco años. Podremos volver casi al mismo tiempo.

Cerré los ojos. Yo ya sabía eso, pero eso no hacía que la molestia por separarnos así se fuera.

—Eso no es lo que me molesta —solté.

Aldo empezó a mecer la pierna, señal de que no estaba entendiendo. Me senté y me arrastré por el pasto hasta estar a su lado. Recosté mi cabeza al lado de la suya, pero cada vez más lejos.

—Dímelo —pidió suavemente.

Pensé en tomar su mano, pero me retracté en el último segundo, esto se sentía como una fractura, pero las fracturas duelen menos cuando las sueltas.

¿Entonces por qué sentía como si me estuviera desvaneciendo?

—Es la incertidumbre —me animé a decir—. ¿Qué pasará con nosotros en estos seis años?

Pasó un segundo que se sintió eterno. Aldo no dijo nada y yo tampoco. No lo miré, pero sabía que él me estaba mirando. Inhalé y exhalé.

—No tiene que pasar nada —rompió el silencio—. Seguiremos siendo lo que somos —tomó mi mano y busco mi mirada. Lo evadí—. La distancia no será un impedimento para que deje de quererte, Álvaro —con su dedo índice, me tomó de la barbilla y giró mi cara hasta que nos vimos a los ojos—. ¿Lo es para ti?

Dudé.

Maldita sea, dudé y él lo notó.

—No —le respondí, pero se sintió como una mentira. Aún así, él no dijo nada para hacerme ver lo falso que soné—. Pero eso no va a hacer que deje de tener miedo.

—No hay porqué tener miedo —me dijo—. Te quiero a ti y eso no va a cambiar, sin importar cuán lejos me vaya o te vayas tú.

El ardor de la molestia no hizo más que incrementar. ¿Por qué le costaba tanto decirme te amo? Tal vez era porque él no lo sentía. Al menos fue honesto con ello.

Y yo no me podía quejar, después de todo, mis dudas estaban ahí, revoloteando en el aire, como un recordatorio de que tal vez yo no lo amaba tanto como intentaba convencerme.

Pero ¿por qué estaría con él si no lo amara?

La respuesta llegó casi al instante, cuando Aldo se giró en mi dirección y me besó en los labios. Su mano libre se dirigió hacia mi torso y jugueteó con los botones de mi camisa. Mis manos siguieron su ritmo, acariciándole los brazos y espalda.

Lo nuestro no era la relación más cursi que hubiese existido, pero tampoco era solo sexo. Él me quería, nunca intentó negarlo o ilusionarme con otras palabras; yo estaba casi seguro de que lo amaba, se lo había dicho. Todo era suficiente.

Hasta que ya no lo fue.

Nuestros besos aumentaron su intensidad, llegando al punto donde podíamos saborear la sangre en nuestras lenguas. Eso, por supuesto, no nos detuvo. Porque esto se sentía como una despedida, y si era una despedida, al menos me aseguraría de que durara.

Sus manos estaban en la pretina de mis vaqueros, el cinturón estaba suelto y mi miembro hinchado.

—Solo necesito una promesa tuya —me dijo, separándose de mis labios y metiendo su mano dentro de mi ropa, haciendo a un lado el boxer—, solo eso y yo estaré aquí para ti siempre. Dispuesto a todo.

No sabía si lo hacía a propósito, porque me decía las palabras que quería escuchar mientras sus manos hacían maravillas con mi pene.

Lo tomé de la cara, impidiendo que se alejara demasiado. Mi respiración estaba aún más acelerada que hacía un rato.

—Todo lo que me pidas, te lo daré —le prometí y podía cumplirlo.

Más tarde, cuando nuestras respiraciones se hubieron ralentizado y nuestros fluidos se secaron, me puse de pie ante la siempre atenta mirada de Aldo.

Saqué una navaja, que siempre guardaba en una pequeña funda colgada en mi cinturón, quite un poco de la corteza e hice una marca en el tronco de aquel encino.

Eran dos A entrelazadas. Esa era mi promesa.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro