Capítulo 4
Menejé por aproximadamente veinte minutos, no estaba tan lejos, pero el camino no cooperó en ningún momento.
—¿Que vamos a hacer, Jonny? —le pregunté a mi hermana por milésima vez.
Estábamos como a cinco minutos del lugar, era un camino de tierra muy empinado y lleno de piedras y agujeros.
—Es una sorpresa, Yuni —respondió, por milésima vez también.
Me ignoraban por completo, en su lugar encontró muy interesantes los cedros y encinos que bordeaban el camino. En la zona de cedros no había ningún pino, había uno que otro encino, sí, pero ningún pino, lo comprobamos en miles de ocasiones cuando éramos más jóvenes. En la encinada sí los había, pero eran una minoría, tal vez por lo ver a qué estaba la pinada del lugar habían conseguido sobrevivir. Siempre pensé que tanto la Encinada y el Cedral deberían haber sido un solo lugar, algo como «cedros y encinos» o «antipinos» pero a nadie pareció importarle mi sugerencia.
Hasta que mi padre me dijo que los llaman así no solo por el tipo de árbol que predomina en suelo, sino también para diferenciar los lugares más específicamente, por la cantidad de terreno era más fácil así. No lo volví a discutir.
Hice una mueca.
—No me digas Yuni —me quejé.
—Me acabas de decir Jonny —replicó ella.
—Sí, porque dijiste que llegabas ayer y llegaste hasta hoy —se excusó.
—Yo dije que llegaba ayer por la noche u hoy en la mañana. Tú fuiste quién dijo que me esperaría ayer —corregí.
—De igual manera —le restó importancia—. Detente aquí —ordenó de pronto.
Cómo ella era quien daba instrucciones, obedecí. Aparque bajo la sombra de un encino a un lado del camino de tierra, justo al pie de la loma.
—¿Y ahora qué? —le pregunté.
Sonrió. Después abrió la portezuela de la camioneta y bajó.
—Ahora sígueme —dijo.
Abrió la portezuela de la parte trasera y sacó el rifle junto a una bolsa de aspecto pesado. Salí detrás de ella y le quité la bolsa, intenté llevar el rifle también, pero lo apartó de mí. Caminó entre de los árboles y se adentró en la zona de encinos.
Si prestaba atención, más allá, al norte, se podía distinguir la cerca que funcionaba como límite de estados. De éste lado aún era Guanajuato, al otro lado de la cerca, era terreno de San Luis Potosí.
Seguí a Johanne, no caminamos mucho, pero si lo suficiente como para llegar a dónde empieza a haber mayor cantidad de cedros. En la zona donde el Cedral y la encinada se empezaban a mezclar.
—Llegamos —dijo y por un momento no entendí el porqué, hasta que miré lo mismo que mi hermana miraba.
—Eso es... ¿Eso es lo que creo que es? —le cuestioné completamente confundido.
—Sip —confirmó con una sonrisa enorme que delataba lo orgullosa que se sentía—. Hace dos años que no venías —mencionó—. Mi pa lo hizo el año pasado, a mediados de mayo. Dijo que era mi regalo de cumpleaños, pero en realidad creo que el verdadero regalo fue cuando me enseñó a disparar el rifle.
Estaba boquiabierto. Frente a nosotros había una serie de objetivos para el tiro al blanco. Había estatuillas de concreto y muñecos de madera. Todo hecho desde casa.
Johanne se sentó en un tocón de encino muy viejo y abrió la bolsa. De ahí sacó una caja de tiros que ni siquiera quería empezar a imaginar por qué la tenía. Tres Toppers... ¿qué?
—Sí, sí —dijo cuando vio la expresión de mi cara—. Me van a fusilar cuando se enteren, pero tampoco te voy a poner a disparar con el estómago vacío.
—Ah... —asentí cuando lo comprendí—. Espera, ¿Me vas a qué?
—¿Creíste que vinimos a admirar el paisaje?
—¡Yo no sé disparar, Johanne!
—¿Y? —arqueó una ceja—. Yo te voy a enseñar.
—Pero... —la vergüenza me invadió. Se suponía que en algún momento yo le enseñaría está clase de cosas a ella por ser el mayor, no al contrario.
—Y no pienses que se me olvidó que tienes que contarme lo de Liliana —me apuntó con el índice.
Resoplé. Ya le dije todo cuando hablamos por teléfono ¿Qué más quería saber? ¿Si lloré? Porque se iba a decepcionar, me obligué a no hacerlo. Mi orgullo pudo más que mi dolor.
—¿Qué quieres que te diga? —inquirí.
—Todo.
—Ya te dije todo, Jonny.
—¿Cómo te enteraste? —cuestionó mientras le quitaba la tapa a uno de los Toppers—. Yo tampoco almorcé por estar esperando a que bajarás tú, baboso.
—Yo no tengo la culpa —me excusé—. Y me enteré por unos mensajes anónimos.
—¿Mensajes anónimos? —cuestionó sorprendida.
Me pasó otro de los Toppers y después abrió los otros dos. Salsa y tortillas. No pude evitar sonreír. Me perdí de dos años (al menos las temporadas de vacaciones) con mi hermana por alguien que ni siquiera pudo serme fiel.
—¿Quién usa esa excusa hoy en día? —se burló.
—Pues que importa, igual me sirvió.
Así que le conté todo, cómo ella pidió. Desde los mensajes y las fotos, hasta la última conversación que tuve con Lily. En todo momento ella me escuchó con atención. Y no me di cuenta de cuanto necesitaba sacarlo hasta que terminé de hablar y el nudo en mi pecho se deshizo.
P. D. Edité los capítulos dos y uno, en los cuales fusione el contenido de los capítulos tres y cuatro. Ahora el capítulo tres y cuatro están actualizados también xd
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