Me desperté temprano para ir a la universidad, decir que estaba impaciente era poco.
Me vestí con unos vaqueros y una camisa negra, tomé mi mochila y me subí al auto. Conduje lentamente al campus, al fin y al cabo no tenía prisa y a Gabi le tomaría algo de tiempo hacer lo que fuese a hacer.
No me decepcioné cuando llegué al estacionamiento y vi las llantas pinchadas del auto de Jhon, también era bastante obvio que alguien le había sacado el combustible. Ya no había muchos estudiantes afuera, excepto por el mismo Jhon, Clark y Andrés, quienes miraban disgustados el escenario. Parecía obvio, por la hora, que adentro había un mejor espectáculo.
Casi olvidaba que Clark y Andrés no tenían ni idea de la clase de amigo que era Jhon.
—Álvaro —saludó Clark con un asentimiento, el cual devolví.
—¿Qué demonios pasó? —pregunté con burla mirando el auto de Jhon.
—¿Fuiste tú? —escupió casi como una afirmación.
—Acabo de llegar —dije, obviando la situación.
—¿Entonces quién?
—Más bien la pregunta es: ¿Por qué yo? —repliqué—. No tengo motivos para eso, ¿recuerdas?
—Álvaro, no juegues conmigo —contestó visiblemente molesto.
—Oye, Jhon, deberías calmarte —intervino Andrés—. Tú viste que acaba de llegar, además esto es una broma muy pesada, incluso para nosotros.
—¿Entonces quién? —volvió a preguntar.
Alguien salió abruptamente del edificio. Era Lily, estaba llorando y caminaba hacia nosotros con un papel grisáceo en la mano derecha. Estaba molesta.
Llegó en poco tiempo, detrás de ella, una sonriente Gabi caminaba con calma, también llevaba un papel idéntico en la mano izquierda, pero nadie se percató de su presencia.
—¿Por qué hiciste esto? —me gritó tan pronto como estuvo cerca de mí.
El papel tenia una foto a color impresa.
—¿Por qué hice qué? —pregunté en respuesta.
—Esto —dijo—. Están por todo el campus.
Inconscientemente miré a Gabi, su sonrisa se ensanchó. Casi sonreí, pero me contuve.
—Acabo de llegar —dije—. No fui yo.
Andrés le quitó el papel de las manos antes de que se diera cuenta. Clark se acercó y miró el papel también.
Sus rostros desconcertados se llenaron de horror cuando vieron la foto.
—¿Qué mierda? —dijo Andrés.
Miraron alternativamente entre Jhon y Lily.
—¿Engañaste a Gabi? —Clark estaba atónito.
—¡Dijiste que no dirías nada! —me gritó Jhon.
—Yo nunca dije eso, al contrario —me burlé.
—¿Te metiste con la novia de Álvaro? —preguntó Andrés.
Fue entonces cuando escuché un sollozo ahogado, miré a Gabi, quien ahora fingía llorar.
—Gabi... —murmuró Jhon.
—Justo anoche me juraste que era una mentira —le dijo—. Y te creí, y aquí estás tú ahora. Admitiendo que es verdad.
—No... Gabi, no es verdad. Álvaro solo bromeaba con eso —mintió tan rápido como pudo.
—Eres patético —me burlé.
Llegué a la conclusión de que Gabi fingió creerle a Jhon, el cual no sé exactamente qué le contó. El asunto es que todos sabemos y conocimos a Gabi especialmente por ser una perra vengativa y no sé en qué momento Jhon olvidó eso.
Me percaté de que Andrés estaba mirando a Lily con algo parecido a la rabia. Sabía lo que estaba por salir de sus labios, incluso antes de que siquiera abriera la boca.
—¿Engañaste a Álvaro con su mejor amigo, pedazo de zorra? —escupió con desprecio.
Lily ni siquiera lo miró, pero sus sollozos se hicieron más ruidosos.
—Cálmate, Andrés —dijo Clark.
—¡No! Esta perra se metió con el mejor amigo de su novio, arruinó su amistad. No me pidas que me calme.
—Sí, bueno. En ese caso, me parece que deberías ser igualmente agresivo con él. No parece que lo haya obligado a nada —escupió Lily con desdén mientras se limpiaba las lágrimas de la cara.
—Zorra estúpida.
—Ya basta —les dije mientras me pasaba las manos por la cara—. Ambos son tan culpables como el otro...
—Por Dios, Álvaro —Andrés me interrumpió—, ¿En serio la vas a defender después de lo que hizo?
—Yo no la estoy defendiendo —me apresuré a decir—. Pero tampoco tengo ningún motivo para hacerme el ciego con lo que hizo Jhon.
—Ustedes se conocen desde niños —dijo sonando ofendido—, a ella la conoces hace apenas unos años. No puedes simplemente tirar a la basura años de amistad por una perra infiel.
—Yo no tiré nada, Andrés, fue él. Él fue a quien no le importaron todos esos años, no fui yo. Y yo no tengo porque perdonar a un cabrón que dice ser mi amigo y se mete con mi novia.
—¿Y ella? —preguntó—, ¿Ella qué? ¿La vas a perdonar así, como si nada?
—En ningún momento dije que la iba a perdonar. Tampoco tengo motivos para eso.
Ví a Gabi por el rabillo del ojo, tenía una sonrisa enorme en la cara y una expresión de lo más extasiada.
Había más alumnos afuera de las instalaciones de los que estaban cuando llegué y creo que más de uno estaba grabando.
En ese momento ocurrió algo tan gracioso como patético: Jhon se dejo caer de rodillas frente a Gabi y se aferró a sus piernas y ella volvió a poner la misma expresión lastimada que mostró hace unos minutos.
—¡Por favor! —lloriqueó— ¡Sabes que te amo! Ella sólo fue un desliz. Nunca más lo volveré a hacer, ¡Lo prometo! —al ver que ella no decía nada, se empezó a desesperar—. ¡Por favor, por favor, perdóname! Gabi, por favor.
De repente la expresión tan practicada como falsa en el rostro de Gabi desapareció, ahora sólo estaba ese gesto de asco con el que lo miraba cuando no estaban prestando atención.
—¡Nunca más lo volveré a hacer, lo prometo! —se burló—. Jodete, Jhon. No te desgastes, no tiene más sentido para mí más que para burlarme, pero realmente no me provoca perdonarte.
—Pero..., pero... ¡Me amas! ¿Vas a tirar...?
—¿Qué voy a tirar, hijo de perra? ¿La relación de mierda que tuvimos? ¿Tu falso amor? Sí, los voy a tirar, porque no me sirven.
En ese momento decidí que era hora de ver la otra parte del espectáculo. Los ignoré y entré en el campus. Los estudiantes que estaban en la entrada se hicieron a un lado para dejarme pasar, sabía que ella caminaba en silencio a mi espalda pero no me detuve.
—Hay que hablar de esto —susurró cuando llegamos a una parte del pasillo donde no había tantas personas—. Por favor, no quiero que me odies.
—No te odio —le dije.
—Actúas como si lo hicieras.
—Y tú actúas como si fuera injusto.
—Por favor, Al, haré lo que me pidas para que me perdones.
Me detuve en ese momento, me di la vuelta y la miré a los ojos.
—¿Estás segura de eso?
Me miró en silencio por unos segundos, con sus hermosos ojos cafés que tanto amé. Asintió lentamente sin apartar la mirada.
Y yo sabía que al menos eso sí iba a cumplir.
*
Llegué a casa completamente aburrido. Las clases no cambiaron en nada, salvo en las constantes miradas en mi espalda, los murmullos y la lástima que me lanzaban sin pudor. Andrés y Clark intentaron seguirme a casa, pero los detuve argumentando que necesitaba tiempo a solas.
Lancé la mochila en el sofá y me dirigí directamente a la cocina para preparar algo mientras ella llegaba. Y sabía que vendría, porque estaba tan desesperada por una oportunidad.
Puse algo de música antes de ponerme a trabajar. Abrí la nevera y saqué una caja de crema de leche y algunos tomates rojos y los dejé sobre la mesa. Puse un paquete de espaguetis a coser en agua mientras preparaba la salsa. Corte dos tomates y los puse en la licuadora, vacié el contenido de la caja de crema, le puse un poco de sal, pimienta y una taza de agua. Lo licué y abrí una lata mediana de elotes y otra de zanahorias en cubitos y guisantes, después troceé un poco de jamón. Una vez todo que todo estuvo listo, esperé a que la pasta se cociera. No tardó mucho. Puse la pasta en un colador para escurrir el agua, mientras tanto, en otra cacerola puse una cucharada de mantequilla a derretir y vacié la salsa, agregué una taza más de agua y esperé. Cuando la salsa comenzó a hervir, apagué el fuego y mezclé la pasta, el elote, las zanahorias y los guisantes con la salsa.
Era algo simple, pero rápido y delicioso. Esperé a que se enfriará antes de servir. Recordé las palabras de mi madre cuando me enseñó a cocinar.
"Una vez que te vayas, tendrás que cocinar tu propia comida. Algunas comidas son más fáciles que otras, pero no es bueno comer lo mismo siempre, te hartarás".
Dalia Fonseca era una mujer sabía, pensé.
Cómo si la hubiera invocado, mi celular sonó en la encimera, interrumpiendo la música. Miré la pantalla.
<Ma>, decía la pantalla.
Contesté de inmediato y escuché su voz, ligeramente distorsionada.
—Mijo —saludó con voz alegre.
—Mami —contesté obligándome a sonar feliz—. ¿Cómo está? ¿Cómo está mi padre?
—Bien, mi niñito —dijo—, estamos bien. Tu padre cada día más testarudo que el anterior —suspiró—. ¿Tú cómo estás? Ya casi son tu vacaciones, ¿no?
—Sí, ma —conteste.
—¿Vas a venir? —la esperanza en su voz me hizo darme cuenta de varias cosas: la primera, que no había visitado a mis padres desde que ingresé a la universidad; la segunda, que casi no los llamaba; la tercera, que los extrañaba como nunca; y la cuarta era que dos días después de que empezaran las vacaciones era el aniversario de bodas de mis padres.
—Sí, má. Voy a ir —le dije, aunque parecía que me lo decía a mí mismo—. El viernes es el último día.
—¡Hay que bueno, mijo! —celebró, una lágrima se deslizó por mi mejilla derecha inevitablemente—. ¡Álvaro! —gritó, se escuchó lejana, cómo si se hubiera alejado del teléfono, estaba hablándole a mi padre—. ¡Alvarito dijo que sí viene!
—Ya era hora —escuché a mi padre, aún más lejano—. Ese niño nos tiene abandonados, a ver si Johanita no nos hace lo mismo el año entrante —su voz se intensificó a medida que, imaginé, se acercaba al teléfono—. Pásame a ese muchacho, mujer.
—Tu padre quiere hablar contigo, mijo —me dijo mi madre, como si mi padre no lo hubiera dejado muy en claro.
No me di cuenta de que ahora estaba llorando hasta que no pude encontrar mi voz. Casi dos años sin verlos, y seguro varios meses sin escucharlos, hasta hoy.
—Hasta que te reportas —saludó Álvaro Corrales—. ¿Qué piensas?
—Hola, pa —me las arreglé para decir con la voz firme.
—Hola, pa —repitió—. Dice, hola, pa —volvió a repetir, supuse que estaba hablando con mi mamá—. Después de meses sin hablar, niño, eso es lo que dices.
—Yo... lo siento, he tenido examenes y...
—Sí, sí —me tranquilizó—. Me imagino que tienes mucho que estudiar, ¿Qué has aprendido? ¿Ya sabes cómo revivir una vaca?
Me reí.
—Pa, ya le dije que los veterinarios no reviven vacas.
—Ah, sí —estuvo de acuerdo—. Un desperdicio, si me preguntas. Johanne dice que quiere estudiar lo mismo que tú. ¿Te conté que ya la enseñe a disparar el rifle?
—No, pero gracias por decirme, para no hacerla enojar —contesté, un extraño sentimiento de orgullo se expandió por mi pecho.
—Sí, varios pastores dejaron de invadir terreno desde que se enteraron —me contó cómo si fuera algo extraño—, no sé por qué.
—Tampoco puedo imaginar una razón para eso —dije.
—¿Verdad?
—Mmm —estuve de acuerdo.
—Entonces, ¿sí vas a venir?
—Sí, pa. El viernes salgo.
—Mas te vale —amenazó—. Ahí viene Johanita, te la voy a pasar.
Casi protesté, pero supe que era inútil cuando escuché a mi hermana preguntar si estaban hablando conmigo.
—Vaya, vaya —dijo al teléfono—. Mira lo que trajo el gato.
—Johanita —me burlé.
—Alvarito, el desaparecido —contraatacó—, ¿Y ese milagro?
—Mi má...
—No sé para qué pregunté, si tú nunca llamas.
—¿Tienes el altavoz? —cambié de tema, porque no quería pelear con ella por eso. Otra vez.
—Sí.
—¿Lo puedes desactivar?
—¿Por qué?
—Porque te voy a contar algo —le dije, porque sabía que eso era como un activador para que haga lo que yo diga.
—Ya —susurró un segundo después.
Suspiré, luego, —Liliana y yo terminamos.
—Uy ¿Ya no es Lily? —dijo—. ¿Por qué terminaron?
—Me engañó —revele.
—Hija de... ¿Con quién?
—Jhon —respondí con amargura.
—No jodas —susurró—, dime que les hiciste algo en venganza, no, espera, mejor dime que no has hecho nada, yo lo haré.
—Gabi le ponchó las llantas y le saqueó la gasolina a Jhon y después llenó el campus de fotos impresas de él con Lily —conté.
—Estoy muy confundida ahora —murmuró—, por un lado la amo por eso, pero por el otro la odio por quitarme la oportunidad a mí de hacerlo.
—Y el viernes salgo de vacaciones. Voy a ir a la hacienda —solté—. A lo mejor llego el mismo día en la noche o el sábado en la mañana.
—¿En serio vas a venir? —preguntó—. Más te vale que así sea, porque si no, te voy a... Sí, má, ya sé. Nada de amenazar a Alvarito. Bueno, entonces nos vemos el viernes en la noche para que me cuentes todo, y con todo quiero decir todo, Álvaro.
—Pero...
Y me colgó.
•••
Lily llegó justo después de que terminé mi comida, se la veía nerviosa pero en ningún momento flaqueó, cosa que me sorprendió porque yo estaba siendo excepcionalmente duro con ella
—Alvaro —me dijo.
—Liliana —contesté—. Siéntate, por favor.
Lo hizo, llevaba un bonito vestido veraniego amarillo con puntos rosas.
—Me dijiste que solo querías una cosa de mí.
—Y era verdad —aseguré.
—Dime.
—¿Desde cuándo?
Su expresión titubeó, por un momento pensé que se negaría, pero suspiró y apartó la mirada.
Me dijo que empezaron su aventura cuatro meses después de que ella y yo empezamos a salir y oficializamos nuestra relación. Dijo que Jhon estuvo insistiendo desde casi al inicio de la misma y que finalmente la convenció una noche en que nos reunimos todos, Jhon llevaba dos semanas de noviazgo con Gabi en aquel entonces. Me dijo que se arrepintió casi al instante, pero que Jhon la amenazó con contarlo todo si ella lo dejaba y ella tenía miedo, pero que ahora no importaba.
—Lily —suspiré cuando terminó.
—Sé que me equivoqué, ¿sí? Soy consciente de ello, pero, por favor perdóname.
—No sé si puedo —le dije.
—¿Por qué? —suplicó.
—Porque traicionaste mi confianza, Liliana. No sé cómo perdonar eso y, honestamente, dudo que quiera intentarlo. Pero puedo olvidarme del asunto.
—Mis padres me pidieron que te llevará a casa para la cena del domingo —susurró—. No sé cómo decirles que terminamos.
—Lo averiguarás —le dije y mis palabras sonaron más duras de lo que pretendía—, pero yo no podré ir. El viernes iré a visitar a mi familia y es muy probable que pase las vacaciones ahí.
—Pero tú nunca vas...
—Y esa es una excelente razón para empezar a hacerlo.
Asintió con la cabeza y, aunque intentará negarlo, me dolió. Quería abrazarla y consolarla, decirle que no era su culpa, pero después me odiaría a mí mismo por eso. Mi corazón se estaba partiendo, pero prefería que ella ya no fuera mía a permitir que arruinara el resto de mi vida.
—Esto es todo —le dije—. Se acabó, Lily. Es hora de tomar rumbos separados.
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