✨La Llamada✨
Capítulo Uno
✨La Llamada ✨
Mei observó a sus chicas moverse en la sala para entrenar y suspiró.
Sus niñas se preparaban duro para lo que supuestamente fueron criadas, pero ella ya estaba cansanda que la llamada no llegará aún.
Giró su silla para mirar el mapa estelar que el Consejo actualizaba todo el tiempo. Su ceño se frunció al ver qué habían perdido una pelea más contra los Nakys.
Tal vez era hora que ella llamará, en vez de esperar el primer contacto. Su madre siempre le había dicho que cuando el Consejo la necesitará, la llamaría. Pero los tiempos habían cambiado, las mujeres podían hacer mucho más cosas y su madre ya no estaba al mando de las Amazonas. Ahora ella era la cabecilla, por lo menos de esa sección, y debía demostrar que estaba lista.
Inconcientemente se arregló el cabello rojo mientras se movía a la pared que contenía el comunicar. Su traje no era de negocios, pero poco le importaba. Su traje de entrenamiento, que era el que usaban todas las amazonas, no la hacía sentir menos. Puede que ella tuviera casi 40, pero trabajaba tanto o más que sus estudiantes. Prendió la videoCum y esperó hasta que se conectara con el Consejo.
Para ocultar sus nervios, llevó sus manos a su espalda y las entrelazó. Eso le daba una pose más recta y firme.
Sonrió cuando hubo una respuesta y se quedó congelada cuando vió que los tres del Consejo le devolvieron la mirada. Ella esperaba encontrar a uno, a dos como mucho. Pero encontrar a los tres había sido algo inesperado.
El Gris, cabecilla del Consejo, misterioso e inteligente estaba en el medio. Sus enormes ojos negros la miraron a ella, o por lo menos eso creía Mei. Su delgado cuerpo de color grisáceo estaba cubierto con un uniforme negro. A su lado izquierdo estaba sentado Lax, un Shart o como lo llamarían en la tierra, un demonio. Su piel era roja y tenía gruesas cornamentas negras que salían de su cabeza, entre su pelo negro corto. Él también estaba sentado con su sonrisa característica. Mei lo conocía en persona y sabía que debajo de su uniforme de Consejo, tenía un cuerpo musculoso y delgado, con la complexión muy parecida a un humano, exceptuando su cola larga y traviesa. Y del lado derecho estaba, Grevity, un Deus o ángel. Su cabello dorado llegaba hasta sus anchos hombros y su rostro y cuerpo era el más parecido a un humano. Su cuerpo era ancho y musculoso, sus facciones perfectas y radiantes. Mei lo conocía desde pequeña y habían tenido una gran amistad mientras eran niños. No pudo evitar sonreír al ver sus ojos dorados.
- Mei- Grevity fue el primero en saludar.
Ella sonrió a un más, a punto de saludarlo con su nombre, después de todo cuando hablaban sólo ellos, se trataban con familiaridad. Pero rápidamente se detuvo, ahora había un protocolo que seguir.
-Señor- dijo con una inclinación.
A Mei le pareció ver que él hacía una mueca, pero pudo escuchar claramente como Lax hizo un ruido divertido.
-¿Cuál es el propósito de tu comunicación, Mei?-preguntó el Gris en su mente.
Su columna se tensó, el Gris no fue brusco en su pregunta, pero ella se cuestionaba si no se estaba tomando muchas libertades. Con un encogimiento de hombros, decidió decir lo que había pensado.
-He visto su actualización con los Nakys, señor-. Los rostros de los del Consejo se volvieron serios-. Sólo quería recordarles que mis chicas están listas para una misión y ansiosas por ayudar.
Los miembros del Consejo se miraron entre sí, curiosos por sus palabras.
-¿Cuáles son las edades de tus chicas, Mei?- preguntó Grevity, su tono siempre era amable y educado.
-Tienen distintas edades-, ella aclaró-. Están entre los 19 y los 24. Todas fueron entrenadas y están listas.
-Tu "crees" que están listas, pero no lo están, Mei- dijo Lax, levantándose de su silla, apoyando sus manos en la mesa, sus brazos abultándose bajo su camisa negra y dejando al descubierto sus tatuajes ceremoniales que adornaban su torso.
Mei alzó una ceja al observar su reacción algo exagerada. Lax había ido unos años atrás, trayendo nuevas provisiones y armas para sus Ángeles Caídos y, de paso, para observar a las chicas. Si bien, algunas aún no habían llegado a los 18, luchaban mejor que cualquiera de las amazonas terrenales. Lax sólo se había quedado dos días, pero negó rotundamente de que estuvieran listas y descartó darles alguna misión. Mei se había enfurecido con él, pero luego entendió que les faltaba cosas que ella ayudo a pulir.
-Mis chicas están tan listas como podrían...
-¡Pero...!- Lax se detuvo abruptamente cuando el Gris levantó una mano, Mei sabía que había usado su poder telequinético.
-Esta guerra no está tomando el rumbo que pensamos que iría. Tu hermano ha fallado, Lax y, aunque no es su culpa, no podemos seguir perdiendo vidas. Si Mei cree que sus chicas están listas, lo sumaremos a votación. Yo voto para que le den una misión.
Mei sonrió con las palabras del Gris, sin poder ocultar su alegría. Lax bufó.
-Mi voto es que no están listas. No sé si debemos poner a las humanas en una guerra como está-. Mei lo observó con el ceño fruncido, Lax no era así normalmente, era el más relajado de los tres y le parecía extraño que actuara tan reacio-. Desempata, Grevity-, dijo dándole un empujón en una de sus alas.
Grevity se aclaró la garganta cuando ella lo miró. Su mirada dorada la observó profundamente, parecía querer ver algo en el fondo de su ser. Ella le mantuvo la mirada, era una clase de promesa que se habían hecho de niños. Mei no rehuiría de su escrutinio.
Grevity por fin sonrió.
-Creo que deberíamos darles una misión-, Mei quiso saltar de felicidad, pero se contuvo-. Pero-, su sonrisa se borró cuando dijo esa pequeña palabra-, no pueden ir solas. Creo que deberían estar bajo el mando de Naruto. Hace muchos años que él está en la línea contra los Nakys, si hay alguien que los conoce, es él.
-Me parece razonable.
Mei asintió y dió una reverencia, prefería eso a qué las chicas se mantuvieran en la sala de entrenamientos otro año más. Sabía que a una en especial no le gustaría ello, pero se tendría que acostumbrar.
-Dentro de unos días irá a buscarte un transporte, Mei. Prepara a tus Ángeles Caídos. Entrarán en la guerra.-El Gris hizo una pequeña reverencia con la cabeza, que ella devolvió-. Fuera.
La pantalla se volvió negra y Mei sonrió cuando la comunicación terminó. Caminó hasta sentarse una vez más y se giró en su silla, mirando por la ventana que daba a la sala de entrenamientos de su grupo número uno.
Hinata estaba colgada de una soga, sólo con sus manos y pies para sostenerse y se balanceaba de un lado a otro para soltarse con el último impulso. Su cabello largo y negro atado en una cola de caballo se movió violentamente, como un látigo. Girando en el aire, sacó su espada de la funda que llevaba en la espalda y cortó un papel que se mantenía inquietó entre las sogas, para después tomarse de otra.
Mientras Konan practicaba con su arco y flecha, y aunque tenían armas mucho más avanzadas gracias al Consejo, ella ama esa arma. Sus brazos se movían asombrosamente rápido mientras sacaba una y otra vez una flecha del carcaj. Todas las flechas juntándose en el punto exacto del centro del blanco que se movían hacía de forma aleatoria..
Tamaki estaba con sus cuchillos, moviéndose de un lado a otro, parecía bailar entre los lugares, siempre tan alegre y chispeante. Una sonrisa en su cara de niña, mientras las puntas de sus pies giraban, pareciendo más una bailarina de valet, que una mujer que tiraba cuchillos a los hologramas.
Matsuri estaba en una esquina con su tableta, seguramente estudiando sobre alguna cosa extraterrestre, era una chica curiosa y absorbía la información como una esponja. Era la más tranquila de las cinco, pero también la más fatal. Su aspecto y actitud tímida engañaba muy bien y era la estratega del grupo. Su mente era brillante y rápida, igual que sus manos para matar.
Y luego estaba Izumi, algo apartada estaba practicando sus movimientos de pelea con hologramas, ya podía manejar siete a la vez. Tenía los ojos vendados mientras esquivaba y golpeaba los hologramas para desactivarlos. Ella no necesitaba sus ojos, era una de las adquisiciones más destacadas de las amazonas y era diferente a todas. Y aunque su vista era su mayor arma, estaba avanzando rápidamente con su audición.
Mei estaba ansiosa, había esperado ese día hace mucho y sus chicas ya estaban listas. Las había mantenido entretenidas con misiones de las terrenales, pero ellas se aburrían, no representaban el reto para lo que Mei las había preparado.
Pero el día al fin había llegado.
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Naruto jugo con su espada de madera mientras salía de su habitación para llegar a la cocina de su casa.
El delicioso olor de la comida de su mama* llegó a sus fosas nasales antes de que pusiera un pie allí. Sonrió y siguió dando vueltas con la pequeña espada que le había dado ese día su papa*. Imaginando enfrentar enemigos temibles y feroces. Se detuvo cuando no vió a su mama allí.
-¿Mama?- llamó al ver la olla rebalsar de líquido caliente.
Naruto se encogió de hombros y avanzó dando saltos hasta la estufa, giró la perilla y el fuego se apagó con un puff. El pequeño quiso gritar cuando una mano fría cubrió su boca, con sus ojos enormes quiso pelear con el que lo había agarrado, pero se detuvo cuando escuchó la voz de su mama en su oído.
-Tranquilo... - Naruto dejó de forcejear y se relajó al instante.
El brazo de su mama lo rodeó y lo levanto, apoyándolo en la cadera. Él no entendía este juego nuevo que estaba haciendo su mama, pero creyó que tal vez se estaban escondiendo de papa. Ella mantuvo su mano en su boca, dejando su nariz libre para que pudiera respirar. Naruto comenzó a emocionarse mientras su mama se movía con sigilo y rapidez hasta el fondo de la casa.
Su pequeño corazón comenzó a latir fuerte, feliz de este nuevo juego.
Su mama salió por la puerta de atrás con movimientos medidos y cuando estuvieron dentro del bosque que lidiaba con el terreno de su casa, ella lo bajó con un bufido. Su mama lo volteó y él sonrió agitado y excitado con el juego de escapar de papa. Su pequeño cuerpo dando saltos de emoción.
Miró los profundos ojos violetas de su mama y frunció el ceño al ver preocupación, deteniendo sus movimientos.
-¿Mama? ¿Qué pasa?
Ella le acarició la mejilla de esa forma que siempre le daba cosquillas y él se agitó cuando lo abrazó contra su pecho.
-¿Recuerdas la casilla que hicimos con papa?- le preguntó cuando Naruto pudo separarse un poco de ella. Él asintió, no se le tenía permitido entrar cuando ninguno de sus papas iban con él, su papa se lo había prohibido-. Quiero que corras allí-, ella sacó las valiosas llaves de su delantal y se las puso en su pequeña mano, apretándola hasta que Naruto sintió que podía meterse bajo su piel.
Él hizo una mueca por el dolor, su mama podía ser muy fuerte.
-Papa me ha dicho...- susurró, temeroso de una reprimenda por parte de su papa.
-Shh-, lo silencio. Su mirada se volvió dura-, me obedecerás. Ve allí y no salgas hasta que alguien vaya a buscarte.
-¿Mama?- El juego ya no le estaba gustando tanto, generalmente su mama se escondía con él mientras su papa los buscaba.
-¡Ve!- susurró furiosamente, empujándolo un poco.
Naruto dudó unos instantes, antes de empezar a correr e internarse más en el bosque. El pequeño se perdió de vista justo un momento antes que una lágrima cayera por la mejilla de su mama.
Corrió hasta que vió la puerta secreta entre la densa maleza de una pequeña colina. Sus papas habían cavado hasta que hicieron una pequeña habitación, él mismo había ayudado. Su papa le había hecho jurar que jamás le contaría a nadie sobre ello y, aunque le había costado, Naruto había hecho exactamente eso.
Corrió a la maleza hasta encontrar la puerta, dónde puso la llave y abrió. Naruto saltó cuando la puerta se cerró en su espalda una vez que entro, se hizo sombra con la palma cuando la luz blanca y cegadora se encendió sin ningún interruptor que la activará.
La habitación era pequeña y sólo había una larga mesa con un aparato que su papa le tenía terminantemente prohibido tocar. Tenía luces que parpadeaba y una pantalla donde a veces aparecía un rostro raro, con ojos enormes y negros. Generalmente, su papa y mama lo sacaban de la habitación cuando ese rostro aparecía. Las paredes eran frías y grises, él se abrazó, apretando su espada de madera en su pecho, al sentir un escalofrío.
Caminó un rato, dando pequeñas vueltas en la habitación. Pronto su imaginación lo ayudo a pasar el tiempo, comenzó a imaginarse en la lucha y estaba ansioso ya que estaba a sólo dos días para entrar al servicio de los Supremos. Si bien le daba miedo cada vez que veía a uno, anhelaba el momento de entrar al servicio.
Su papa era parte del servicio, como todos los machos del planeta. Se encargaba de el "Laboratiror*", o como sea que se llamará. Naruto no sabía qué hacía allí, su papa no quería contarle de todas formas.
Después de mucho rato, para él, se cansó de jugar. Su panza rugió de hambre y su ceño se frunció, ¿por qué sus papas no habían venido a buscarlo aún?
Se sentó enojado en el suelo, su espalda contra la pared y miró a la habitación otra vez.
Espero y espero.
Sus ojos comenzaron a cerrarse y pronto estuvo profundamente dormido por el aburrimiento.
La puerta al fin se abrió, despertando a Naruto, que se levantó de un salto y corrió hacía allí.
-¡Mama!
Se detuvo en seco cuando se percató que no era ella. Sus ojos se abrieron grandes al ver el ser más aterrador que había visto en toda su corta vida.
Su piel era roja oscura, casi como la sangre. Dos grandes cuernos negros sobresalían de su cabeza. Era tan grande y ancho como su papa, y su papa era el hombre más fuerte que había conocido.
Naruto apretó la mano en su pequeña espada de madera y, como el ser no se había movido aún, él atacó primero. Su papa siempre le había dicho que debía analizar todo antes de actuar, pero él era demasiado pequeño para intentar entender.
Gritó mientras cargaba hacía él, con la espada en alto....
Naruto se despertó con la respiración agitada y la habitación oscura. Aún podía escuchar su propio gritó en la cabeza. Su piel estaba llena de sudor, pateó la sábana que se pegaba a él y se levantó de la cama sabiendo que ya no podría volver a dormir.
Hacía mucho tiempo que no soñaba con su mama y el día que los Nakys atacaron a su familia. Las imágenes no se fueron de su cabeza aunque había querido bloquearlas.
Jamás olvidaría cuando había vuelto a lo que había sido su hogar para encontrar su casa y varias más, destruidas. Jiraiya había intentado que él no lo viera, pero Naruto se había zafado de su agarre para correr a buscar a sus papas.
Ellos habían muerto juntos y abrazos, su papa protegiendo a su mama con su propio cuerpo. Pero ambos habían sido traspasados, el gran agujero en sus cuerpos era la prueba. Sangre, dolor, gritos y lamentos era todo lo que habían dejado los Nakys atrás cuando atacaron su aldea.
Los recuerdos lo atormentaban de vez en cuando, pero más cuando había tenido una lucha contra los Nakys. Hacía sólo unos pocos días había hablado con Lax, su hermano aunque no de sangre. Jiraiya, el macho Shart que lo había encontrado, se había hecho cargo de su crianza y lo había tratado como uno de su familia. Lax, su hijo, había sido sólo unos años mayor, pero lo había aceptado como si ambos hubieran nacido de la misma hembra.
Naruto había estado enojado y apartado por unos meses, hasta que su mente de niño pudo aceptar que sus papas no volverían a buscarlo. Después de ello, le había exigido a Jiraiya que le enseñará a matar a los Supremos.
Ese había sido su propósito de cada día.
Miró por la ventana de su recámara, ser el que mandaba en la nave de guerra del Consejo tenía sus ventajas. La oscuridad del universo ya no le asombraba, pero siempre le hacia sentir pequeño con su magnificencia. Su cuerpo desnudo sintió el frío de la recámara, su sudor secándose en su piel bronceada, pero se mantuvo allí. Tan concentrado estaba que pudo ver su propio reflejo en el vidrio.
Su cabello rubio estaba alborotado y largo, ya estaba siendo hora que se lo cortará. Sus ojos azules mezclados con dorado y rojo, como los de su papa, estaban acentuados por las profundas y oscuras ojeras. Pasó su mano por su cabeza, tirando su cabello hacia atrás.
Los Nakys habían ganado una batalla más, pero no así la guerra.
Lax, que se terminó convirtiendo en un miembro del Consejo, se había sentido defraudado del resultado de la última batalla. Naruto mismo estaba furioso, había perdido hombres leales y dos naves importantes, con el armamento e información, pero él no podía detenerse a hacer el luto. Lo mejor que podía hacer, era vengar la muerte de sus camaradas y todos los inocentes que los Nakys esclavizaban.
Su comunicador hizo un pitido, avisándole que le había llegado un mensaje y caminó desnudo hacía la pared donde lo mantenía.
Ahora que ya era adulto, entendía que el aparato que había tenido su papa en la casilla había sido la forma que tenía para comunicarse con el Consejo cuando se dió cuenta lo que los Nakys estaban haciendo.
Su ceño se frunció cuando se dió cuenta que era una videoCum. Se movió rápidamente para ponerse un pantalón y activó el vídeo. Su columna se tensó, estaba esperando a su hermano pero la cabecera del Consejo estaba en su lugar.
-Te enviaremos refuerzos.
-¿Señor? ¿Refuerzos?
Naruto aún no podía acostumbrarse a la comunicación telepática que tenía el Gris. Su mente luchaba con la intromisión, su cerebro vibraba ya que el Gris era mucho más fuerte que él.
-Lo que entendiste. Refuerzos.
Naruto asintió apretando la mandíbula e intentando duro no pensar una respuesta filosa para el Gris. El cabecilla del Consejo era alguien demasiado poderoso para que él hiciera gala de su sarcasmo.
Éste sonrió, y Naruto disimulo el escalofrío.
-Algo está mal en nuestra manera de afrontar esta guerra y ya no podemos permitirnos pérdidas de vidas. Vamos a dar un giro drástico.
-¿Un... giro drástico?- susurró.
El Gris asintió.
-Te pasaré las coordenadas dónde se hará la reunión y puedes unir a tu nueva tripulación. Te enviaremos el día en el mismo comunicado. Sé puntual.
Naruto lucho para no decir que él jamás llegaba a tarde a ningún lugar. Sólo asintió.
—Fuera.
La pantalla se apagó y Naruto se quedó mirándola hasta que en su cabeza terminó el pitido que siempre le quedaba cuando el Gris se metía en su cerebro. Su cuerpo relajándose sólo un poco al saber que ya no podía meterse en su mente.
Suspiró volviendo a la ventana, apoyó su mano arriba del marco, su brazo tensó y marcado con grandes músculos, se abultó. Su mandíbula se apretó, él deseaba que ese giro drástico diera en el clavo. Necesitaba vencer a los Nakys, y aunque hubo muchas batallas donde ellos habían ganado, también había más dónde habían perdido.
Parpadeó cuando pasó por su cabeza todas las víctimas que habían caído gracias a la raza despiadada. Sus puños se apretaron dolorosamente.
-Los vengare—, susurró pensando en sus hermanos de guerra y es sus papas.
Continuará...
*Mama/Papa: Obviamente habla de sus padres. Pero ellos no le ponen acento (no es como que me olvidé de acentúarlas) XD.
*Laboratiror: Se refiera a laboratorio, pero él no recuerda la palabra.
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