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XXIV

Capítulo 24

✨Mi Decisión✨

20 Días después

Eirene estaba alejada del grupo que festejaba la llegada de una de sus salvadoras. Sus brazos cruzados observando todo desde la distancia y la oscuridad.

Los ghinconianos resultaron ser seres básicos, lo único que querían era un lugar para no mojarse cuando la lluvia caía y algo para comer aunque sea una vez al día. Junto con sus hermanas y machos bajo el mando de NiK, habían ayudado a los ghinconianos a instalarse en las montañas, lejos de las ruinas de las torres que les recordaban sus años de esclavitud. En un principio habían estado recelosos de ellos, pero poco a poco empezaron a verlos como una especie de "guías". Los ghinconianos lo llamaban r'grien que por lo que había entendido era algo así como maestros. Respetaban mucho la naturaleza y los cielos, creía que aunque habían intentado explicarles que ellos no eran enviados de sus deidades, no podían comprenderlo. Tampoco estaba permitido explicarle el viaje especial, ya que interferían con su evolución, pero lo habían intentando.

Eirene sonrió al ver cómo pequeños niños ghinconianos acariciaban la piel gruesa del drabon. Este siempre se mantenía cerca del campamento, y cuando prendían una fogata tan grande como había en ese momento, el hermoso animal se acercaba a compartir un momento con los habitantes que había ayudado. En ese momento se mantenía acostado, permitiendo que niños y mujeres se acercarán para atenderlo. Los ghinconianos lo consideraban una criatura divina también. En cierta forma no podía culparlos, el drabon había sido su guardián , sacándolos con seguridad de las minas y poniéndolos en las montañas.

Eirene distinguió a una Nizi fría caminando entre los ghinconianos mientras hablaba con adolescentes y ancianos que habían sido salvados por su criatura e informados que ella estaba en contra de la esclavitud que estaban sufriendo. A pesar de toda la desconfianza inicial, los ghinconianos no resultaron ser vengativos. Respetaban a Nizi mientras ella caminaba agarrada del brazo de su pareja, Wen.

Ellos habían llegado esa misma tarde con un transbordador. Eirene había esperado que NiK también lo hiciera. No lo veía desde que había ido a la nave madre y tenía muchas cosas que hablar con él.

Eirene subió la mirada, mirando el cielo oscuro en un parche entre los árboles. Entre esas estrellas estaba NiK tratando con Net-Erei y Bell. Ella bajó la mirada cuando un ruido le llamó la atención y encontró a Lyra acercarse. Eirene sonrió y se sentó en el tronco caído que estaba cerca de ella, mirando el campamento ghinconiano. Lyra se sentó en silencio a su lado, también observando, ella estaba más pérdida en sus pensamientos de querer hablar con el comandante. Las cosas en Ghinco estaban tranquilas y los habitantes estaba más organizados. Pero NiK había ordenado que permanecieron allí.

—Deberías ir—, habló Lyra llamando su atención.

Su hermana miraba los cielos en vez de la fogata. Eirene sabía que se refería a NiK. Todas sus compañeras sabían el sentimiento que había crecido en ella por él, la forma en que NiK había sido su lugar seguro cuando los guardias Naky habían abusado de ella. A veces se despertaba asustada, sintiendo manos en su cuerpo, para despertar sudada y sola. Quería que NiK borrará esos recuerdos, que le diera unos lindos para pensar en la noche, pero el macho no volvía.

Eirene volvió a bajar la mirada al sentir más pisadas acercándose. Ocultó su sorpresa al ver a sus hermanas escoltando a una Nizi sola. La mujer se movía siempre como si fuera una reina, su vestido era muy llamativo, ya que Eirene se había acostumbrado a las ropas de piel de los ghinconianos o al uniforme de los soldados. Tabit se sentó a su lado cuando llegó, Pleya al lado de Lyra. Meissa se quedó parada al lado Nizi.

—Tengo que decirte algunas cosas, capitana Eirene—, dijo la rubia sin mostrar nada en su rostro.

Eirene subió una ceja, no podía evitarlo, pero asintió.

—¿Qué quiere decir, Nizi?— La rubia dió una mirada a sus hermanas, como si le dijera que tenía que decirle sólo a ella—. No tengo nada que ocultar a mis hermanas, Nizi. Puede hablar libremente.

La hembra Naky asintió, poniendo su espalda más recta, fijo su mirada en Eirene.

—Me he enterado del flagelo que sufrió a manos del bárbaro del macho que decía ser mí padre. Nunca estuve de acuerdo con su manera de actuar. Me consideraba extraña en la raza, pero a pesar de no mostrar mis sentimientos al exterior, sufría mucho con lo que hacían a los pobres seres de este planeta—. Eirene asintió, sin saber muy bien a dónde se dirigía la hembra con la conversación—. Y aunque sé que Net-Erei no es mí progenitor, él había intentado criarme como tal.

Eso hizo que Eirene frunciera el ceño.

—¿Net-Erei no es su padre?— preguntó confundida.

Nizi negó.

— De todos modos, quería decirle que he hablado con el comandante Zolo y él cree que lo mejor para usted es dejarla aquí—. Eirene se levantó de golpe del tronco, su rostro enojado. Nizi ni siquiera se inquieto—. He intentado decirle que no es la mejor decisión. Por más que me hacía la distraída, pude ver los sentimientos en la mirada del macho hacía usted. Si usted siente algo parecido, puedo proporcionar un piloto para que la lleve a la nave madre.

NiK estaba justo saliendo de la sala de control cuando una alarma sonó. Él se detuvo y se volvió para ver a su nuevo piloto que justo giraba hacia él.

—Piloto solicitando abordar comandante—. NiK frunció el ceño mientras el nuevo se giraba con la silla a la pantalla para leer el mensaje—. Emergencia médica. Una hembra cayó de un árbol alto. Estado crítico.

Él gruñó, dando sacadas hacía la pantalla.

—Abre comunicación.

—Si, comandante.

NiK se sentó en la silla, la pantalla del frente fue sólo estática hasta que él rostro de un macho apareció a la vista. Era Wen.

—Comandante Zolo—, saludo.

—¿Qué pasó?— exigió.

Su corazón palpitaba en su pecho, un mal presentimiento lo había inquietado hacía varias horas. Específicamente, desde que la hembra Naky había abandonado la nave madre.

Las cosas con Net-Erei no iban muy bien. El macho se negaba a dar la información que tanto querían y estaban esperando la llegada del Gris, ya que era el único que podría sacarle información sin dañar físicamente al macho. NiK había estado muy tentando a torturarlo, pero eso lo pondría al mismo nivel que Naky.

—Es la capitana, comandante—, NiK se tensó de inmediato, su corazón doliendo y palpitando más fuerte—. Estaba en un ejercicio con sus compañeras de agrupación. No sabemos que salió mal—. Wen dió una mirada sobre su hombro, a algo que no estaba a la vista y volvió a mirarlo de nuevo—. Su médico le dirá su estado mientras aterrizó en el hangar, comandante.

NiK asintió, aunque el macho no llegó a verlo cuando salió de la silla. A los pocos instantes, Yuta ocupó el espacio libre, su mirada preocupada asustó un poco a NiK. Se lo notaba cansado, con ojeras y algo despeinado.

— Comandante—, saludó con un seco asentimiento.

—¿Qué le pasó a Eirene? ¿Cuál es su estado?

Yuta hizo una mueca, miró sobre su hombro, y volvió la mirada una vez más, acercando su rostro a la pantalla.

—Ella no está bien, NiK.

NiK tragó saliva y odio que su sanador no fuera más específico.

—¿Qué pasó?— gruñó amenazante.

—Ella.. escuchó algo y... No lo sé muy bien, Comandante—. Él hizo otra mueca, como si le doliera una parte de su cuerpo y a NiK le habría gustado tenerlo frente a él, para ahorcarlo.

—Se más específico, Yuta—, gruñó.

—Nave entrante—, dijo el piloto y NiK no pudo con sus ansias de ver por sus propios ojos el estado de Eirene.

— Iré allí—, gruñó antes de cerrar la comunicación.

NiK salió rápido de la sala y corrió por las pasillos. Esquivó a unos cuantos de los machos que caminaban por allí y llegó a la puerta del hangar justo cuando el pitido avisaba que la presión de este era estable.

Él estaba aún confundido, sin saber qué había pasado. Eirene no podía estar herida, él había trabajado mucho para que planeta fuera seguro para ella y que ella fuera lastimada de gravedad por una estúpida caída, le quería hacer rugir de rabia. Se habla obligado, día tras día, a trabajar para cuidarla desde su posición. Interrogando todos los días a Net-Erei, buscando la forma que el macho le dijera los malditos planes de los Nakys. Se había negado a volver, él sabía que no podría tener las manos lejos de ella si la veía y Eirene había sufrido un trauma con machos. Él está seguro que no quería verlo.

Le dolía, cada día le dolía más el pecho por su falta. Anhelaba su olor, su toque. Maldición, hasta su maldita boca inteligente y sus ojos sin pupilas desafiantes. Y por eso, él tenía que estar lejos, darle tiempo para sanar, si es que en algún momento podía hacerlo.

La puerta del hangar se abrió y NiK se precipitó hacia adelante antes de que abriera por completo. Vió la nave empezar a bajar su compuerta y él caminó pesado hacía allí, olvidándose por completo de ocultar su preocupación y enojo. Se paró con piernas separadas y los tensos brazos cruzados en el pecho y esperó mientras la compuerta golpeaba el suelo, formando una rampa pequeña.

Estaba algo distraído, así que esquivó el palo de madera que iba justo a su cabeza a último momento. Gruñó, mirando a la nave, pero sus ojos se abrieron sorprendidos cuando Eirene salió corriendo hacia él. NiK no tuvo oportunidad de defenderse cuando ella se lanzó. Se tambaleó hacía atrás cuando el peso de su cuerpo lo golpeó de llenó en el pecho. Jadeó cuando ella clavó la rodilla en su estómago, pudo sentir sus brazos delgados trepando por sus hombros, sus piernas balancearse hacía un lado, su cabello largo fue como una cortina oscura sobre su rostro. El tirón llegó cuando él seguía algo aturdido, no pudo más que resoplar aire cuando su cuerpo cayó de costado, Eirene sobre su espalda, uno de sus brazos bajo su barbilla en su cuello, apretando su nuez.

—¿Creías que podías olvidarme en ese planeta, Zolo?— gruñó contra su oído—. Recuerda que soy una sección separada a tus hombres. No puedes mandarme. Es mí decisión.

Eirene aún seguía furiosa, su sangre hervía.

No sólo se enteró que NiK la estaba evitando de manera consiente, sino que él pensaba que ella estaba dañada, como si fuera una delicada flor.

Ella podía sentir el cuerpo de él, bajo el suyo, aturdido y sabía que había podido atacarlo por eso mismo. Levantó levemente la mirada cuando escuchó unos pasos amortiguados, encontrando a Wen junto con Yuta. El segundo macho había estado reacio seguir sus órdenes y tuvo que mantenerlo casi amenazado y golpearlo un poco. Wen le mostró una sonrisa cuando levantó una mano en señal de saludo y golpeó al lado de la compuerta y está empezó a cerrarse.

—¡Yuta!— gruñó NiK.

Eirene apretó más fuerte el agarre de su brazo al rededor de su cuello, sus piernas se trabaron en su torso y él hizo una ruido ahogado. Ella volvió a levantar la mirada para ver justo la expresión de disculpas en el rostro del médico antes de que la compuerta se cerrara del todo.

—Tenemos que hablar—, dijo con voz dura al oído de Zolo.

Eirene siguió la ancha espalda de NiK mientras caminaba tras él. Él simplemente le había dado una mirada cuando lo dejó en libertad para luego caminar a la puerta del hangar. Ambos salieron para que la nave pudiera volver, ella ni siquiera dió una segunda mirada a los soldados de NiK mientras él la guiaba a sus aposentos. Lo sabía, conocía el camino.

Entró al ascensor y NiK esperó hasta que ambos estuvieron dentro antes de poner su piso en el panel de control. Eirene le dió una mirada a sus ojos, notando como el azul quería abarcar todo, pero el dorado peleaba en las comisuras de las pupilas negras. Por lo menos supo que no estaba enojado, pero lo seguía sintiendo tenso. Ella se relajó, creyendo que era algo tonta por sentirse segura a su lado, como si algo le hubiera faltado ese tiempo que no lo había tenido. Era algo estúpido, ella simplemente no podría haberse enamorado tan rápido de un macho tan obsesionado con el control, pero había pasado.

Estaba lista para tomar lo que quería, lo que anhelaba.

Las puertas se abrieron antes de llegar al piso y un macho miró primero hacía ella y luego hacia su comandante.

—Espera al próximo—, gruñó NiK la orden y volvió a tocar el panel.

Eirene observó la mirada asombrada del otro macho y ocultó muy bien su diversión. Se mantuvo con la mirada fija hacía adelante, hacía las puertas, mientras esperaba que los infinitos minutos pasarán. Al fin, el ascensor volvió a abrirse y NiK fue el primero en salir, guiando el camino de nuevo. Ella notó su cuerpo grande, seguía siendo un macho duro, sin un gramo de grasa en su cuerpo, pero moviéndose como una gacela, con gracia y aún así, como un depredador listo para atacar. Notó su espada en el cinturón de su cadera, colgando parecía algo inofensiva, pero ella sabía cómo podía moverse con ella. Sabía lo brutal que podía llegar a ser.

Grande y fuerte, poderoso y silencioso. NiK era alguien de temer si te ponías en su camino, ella lo sabía. Pero también era alguien tierno, aunque muy en el fondo. Apasionado y protector.

Eirene entendía que él estuviera preocupado por su experiencia, entendía que él pensara que era lo mejor para ella que se mantuviera alejado. Pero también demostraba que él no había entendido aún cómo era en realidad.

NiK abrió la puerta y dejó espació para que ella entrara primero. Eirene no dudó en entrar, recordando la vez que había estado allí, como él había intentando seducirla y como ella casi había caído. La recámara seguía siendo oscura, pero se alumbró cuando ella se giró y lo vió jugar un poco con una perilla al lado de la puerta.

—Puedes mantenerla más oscura—, admitió al ver qué él hacía una mueca con sus ojos.

La mirada de NiK se clavó en ella, por unos segundos el dorado ganando la batalla con el azul. Sus ojos se afilaron, su mirada parecía tocarla cuando la recorrió de pies a cabeza una y otra vez. Un revoloteo en su estómago, un escalofrío en su espalda y sus pezones erectos le dijeron que ella se estaba excitando, con tan sólo mirar sus ojos cambiar de color. Recordaba esos ojos dorados, la perseguían todas las noches desde que él no había dormido con ella.

Sintió como su vientre se apretaba y se humedecía mientras él bajaba un poco la luminosidad de la habitación.

NiK se quedó al lado de la puerta, desde su lugar, ella notó como tensaba sus brazos y apretaba los puños, un músculo en su mandíbula se apretó. Sus ojos, ahora mayormente dorados se clavaron en su rostro.

—No estás herida—, aclaró con voz ronca.

Eirene se estremecio de manera involuntaria, su voz profunda ocasionó cosas en su interior que creyó que no podría sentir por nadie en el pasado. Negó con la cabeza, sin saber si podría confiar en su voz en ese momento.

NiK dió un pequeño paso hacía adelante y se detuvo, como si temiera acercarse de más a ella.

—¿Por qué has venido?— preguntó en voz baja.

—Tenemos que hablar—, dijo Eirene después de tragar.

—No creo que tengamos algo que decirnos—, la mirada de NiK fue hacia otro lado, esquivando la suya.

Pronto, la excitación dió lugar a la rabia. Ella dió un paso hacía adelante, levantando la barbilla.

—Si, si tenemos— gruñó logrando que el comandante la mirará de nuevo.

—No, no tenemos. Todo lo que quieras decirme es...

— Importante para mí—, le interrumpió dando un paso más cerca. Ella notó como se tensaba más, sus nudillos volviéndose blancos por la presión—. ¿No tienes nada que decir?— le preguntó ella.

NiK no contestó, mirando hacia otro lado de nuevo. Su pecho se hinchó cuando tomó aire, Eirene vió como sus músculos se marcaban en su ropa, aunque su camisa era holgada. Él soltó el aire de a poco, su pecho volviendo a la normalidad.

"Macho testarudo", pensó con un gruñido cuando él negó con la cabeza. Apoyó su mano en la cadera y lo observó, sin decir una palabra hasta NiK al fin volvió a mirarla.

—Pues yo si—, dijo mirando profundamente sus ojos azules y dorados. Ella notó como su nuez de Adán subía y bajaba y sonrió, sin ganas de ocultar sus sentimientos a él—. ¿No quieres verme?— preguntó con curiosidad, buscando la forma que él admitiera sus miedos para que pudiera explicarle y mostrarle lo equivocado que estaba.

NiK frunció su ceño y comenzó a desabrochar, lentamente, el cinturón dónde llevaba su espada. Eirene se mojó los labios secos al ver sus movimientos.

— Tenía cosas que hacer—, dijo dando un paso al costado y dirigiéndose a una pequeña mesa que salía de una de las paredes de su habitación.

Eirene lo observó, girando un poco su cuerpo, para seguir cada uno de sus movimientos. NiK terminó de sacarse su cinturón y lo dejó sobre la mesa, cuidadosamente, su espada apoyada en el material.

—¿Has conseguido la información del macho Naky?

NiK se tensó dándole la espalda aún, ella se maldijo por la pregunta. Sabía que era un recordatorio de lo que ella había pasado en la torre principal.

—Lo lamento, no hemos logrado que hable aún. En unas pocas rotaciones llegará el Gris para tomar la información—, le contó con voz plana.

Eirene dió unos pasos hacía él de manera silenciosa y apoyó su mano cerca de su omóplato. La espalda del comandante era enorme, llena de músculos, parecía una pared inquebrantable. Ella sintió los movimientos de sus músculos, la vibración de su pecho cuando gruñó, pero él no se movió, ni se volvió. Eirene aprovechó ello, subiendo su mano por su espalda, acariciando.

Él tembló.

Dió un paso más cerca de su ancha espalda, pegando su cuerpo al suyo. El calor traspasando la tela de su camisa, llegó a ella y Eirene pegó su nariz en el hueco de su columna. Su cuerpo se movía mientras NiK respiraba un poco más agitado, pero se mantuvo inmóvil. Su olor característico llegó a ella cuando inspiró, amando sentir su cuerpo, olor y calor.

Lo había extrañado tanto.

Las manos de Eirene siguieron vagando por su ancha espalda, las bajo hasta la pequeña cadera y pasó hacía adelante. Los abdominales eran duras rocas, sus surcos estaban marcados y, si se concentraba en el tacto, podía sentir las cicatrices a través de la tela. Ella volvió a respirar su perfume, sintiéndose en casa.

— Eirene—, gruñó peligrosamente, su cuerpo vibrando contra las manos y cara de ella.

— NiK—, le contestó con voz melosa, sus manos sin dejar de vagar y ahora acariciando la espalda con su rostro.

Ella sonrió sin poder evitarlo, parecía un gato con su rascador preferido. Sus dedos llegaron a tocar duras cuencas que eran los pezones de él y ella los apretó a través de la tela. NiK hizo un ruido ahogado mientras subía sus propias manos para apretar las muñecas de ella y detenerla.

—Basta—, exigió.

Eirene hizo pucheros que él no pudo ver, pero pegó su pecho contra su espalda, gimiendo suavemente cuando sus propios pezones duros encontraron su calor.

— Te necesito—, gimoteo suavemente.

Él se volvió tan rápido y brusco que casi cae al suelo de bruces, pero antes de que pudiera parpadear, NiK la tenía en sus brazos. Sonrío cuando vió su mandíbula dura, apretada, y jadeó cuando su espalda chocó contra el suave colchón de la cama del comandante. NiK se colocó sobre ella, Eirene le dió la bienvenida pasando sus brazos por su cuello y mirando profundamente a sus ojos complemente dorados. Ella abrió sus muslos, cobijando su cadera allí y él se mantuvo sobre ella apoyándose en sus manos cerca de su cara.

La respiración de NiK eran duros jadeos y ella pudo sentir su erección golpeando donde ella lo necesitaba. Pero él no se movió, sus ojos dorados la miraron a la cara, tan intensamente que ella terminó mordiéndose el labio. Había soñado despierta con esa mirada intensa.

—No quiero lastimarte—, susurró él, tan bajo que por un momento Eirene creyó que lo había imaginado.

Ella sonrió mientras pasaba sus manos por su cabello negro.

—No lo harás—, prometió—. Te quiero—, admitió, y aunque lo decía por el sexo, también quería su corazón, aunque no estaba segura si NiK quería escuchar esa parte de sentimentalismo. Hizo una pequeña mueca, ella quería creer que él le correspondía, pero también temía que haya sido sólo sexo para él.

Se asombró un poco cuando NiK aflojó su expresión dura y se bajó un poco más, apuntalando su cuerpo en sus codos, usando sus manos libres para jugar con su pelo suelto.

—Has pasado por un trauma y yo..

—No—, le interrumpió. No quería escuchar eso—. No quiero pensar en ello, sólo quiero que me hagas olvidar de ese momento, NiK—. Ella sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas al ver la compasión en su mirada. Enojada, apretó sus dedos en su cabello hasta que él hizo una mueca—. No me hagas obligarte. Quiero que me folles, yo sólo...

NiK la interrumpió cuando su boca se aplastó contra la suya. Gimió cuando la lengua se sumergió entre sus labios abiertos y dispuesto. Su cuerpo se calentó y su columna vibró como si un rayo la traspasara. Las ásperas manos de NiK la sostuvieron en su lugar mientras su lengua hacia exactamente lo que le había pedido. Las piernas de Eirene se subieron hasta cerrarse en las caderas masculinas e intentó acercar más su cuerpo. Ella gimoteo de frustración cuando clavó las uñas en la camisa, tenían demasiado ropa.

NiK pareció leer su pensamiento, porque separó sus bocas y la obligó a que lo soltara. Ella observó desde su posición como él se alzaba y se sacaba la camisa de un tirón, dejando al descubierto su pecho marcado con músculos, bronceado y con cicatrices. Su coño se apretó en la nada mientras su clítoris comenzó a palpitar, ella sabía que estaba mojada, y estaba ansiosa de sentir cualquier parte de él cerca. No había llevado su traje de misiones, sino una simple vestimenta que habían hecho con sus hermanas para dormir en Ghinco. Un pantalón y una remera que eran totalmente endebles. Ella misma rompió su remera, sin ganas de esperar sentirlo piel con piel. Bajó las manos para romper el pantalón, pero NiK tomó sus manos, deteniéndola.

Eirene levantó la mirada, algo confusa.

—No—, dijo ronco y bajo lentamente para besarla.

NiK subió las manos, para que volviera a ponerlas en su nuca. Está vez, el beso era tan lento y sensual que hizo que el revoloteo en su estómago se intensificara. Sus uñas se clavaron en su espalda mientras las manos de él iban a sus costillas y las apretaba. Eirene sintió sus cayos, sus dedos gruesos y el tacto ligero de sus dedos cerca de sus pechos.

Ella tembló cuando NiK se movió con suavidad, las manos parecían adorarla mientras recorría su estómago y volvía a subir para acariciar levemente sus pechos pesados y ansiosos de tacto. Eirene gimió en sus labios, mientras el beso también parecía muy diferente. NiK la había besado de muchas formas, con pasión, con enojo, con pereza, con violencia, pero jamás así.

Eirene simplemente siguió su ritmo suave mientras él apretaba sus dedos en su pecho, su erección terminó golpeando en la unión de sus muslos, justo en su clítoris hinchado y palpitante. Jadeó mientras separaba sus bocas a un costado, casi lo había mordido. Eso no detuvo a NiK, siguió besando su barbilla hasta que llegó a su cuello, su lengua caliente y húmeda acariciando, sus labios chupando, sus dientes mordiendo levemente.

—Por favor...—, murmuró ella con la voz entrecortada.

NiK gruñó justo antes de meterse el pezón en la boca y chupar con fuerza. Eirene no pudo evitarlo, gritó, doblando su espalda para ofrecer más del pecho contra su boca codiciosa, sus dedos se hundieron en la melena oscura de él, instando para que no se detuviera. Pero él peleó con su agarre fiero y terminó llendo al otro pecho, chupando el otro pezón con la misma intensidad, sus colmillos dándole un ligero pellizco que sólo la hizo más sensible y la mojó mucho más.

Sus manos siguieron bajando por su cintura y luego su cadera, colando sus anchos dedos entre el pantalón y su carne desnuda. Ella sintió que se movía, pero Eirene no pudo saber para qué mientras mantenía los ojos cerrados y gemía suavemente con las atenciones que le estaba dando a su pecho ahora con su lengua. Él separó un poco sus caderas y le sacó de un tirón el inútil pantalón. Eirene jadeó su nombre mientras el dejaba besos húmedos por su estómago hasta bajar a su coño desnudo. Ella abrió más ancho los muslos, dándole la bienvenida, cuando sus hombros que colocaron entre ellos.

Eirene hizo un ruido ahogado con las caricias de los dedos de NiK en sus muslo internos hasta que con los pulgares abrió los labios de su vagina. Apretó los dedos en la ropa de cama mientras bajaba la mirada, para encontrar sus ojos dorados dirigidos a su rostro sonrojado.

—¿Puedo?— preguntó con la voz ronca y profunda.

Eirene asintió, sintiendo que su voz no saldría. Ella observó como su mirada apasionada bajaba a su coño mojado, NiK primero acercó su nariz y aspiró con fuerza, gruñendo al sentirla.

—Tan dulce.

Sintió el apretón de su coño, como más líquido se acumulaba allí donde él miraba. Tembló entera con el primer toque de su lengua, sus neuronas parecieron golpearse entre ellas, porque ya no pudo pensar, sólo sentir.

NiK no tuvo piedad, se concentró en su clítoris, golpeando con su lengua, haciendo círculos duros y apretados.

—¡Si!—, Eirene gritó mientras rasguñaba las sábanas, su columna casi rompiéndose mientras apretaba su coño contra su boca.

Los suaves labios de él se cerraron al rededor de su nudo de nervios y lo chupo mientras lo golpeaba con la lengua y casi le voló la mente a Eirene. Ella hizo ruidos ahogados, cada vez más fuertes mientras el oxígeno parecía no poder entrar en ella. NiK apretó una de sus manos en su cadera nerviosa, que no dejaba de levantarse de la cama. De repente, era mucho, Eirene quería cerrar los muslos, pero tampoco quería hacerlo. Ella simplemente se dejó llevar por las sensaciones, gritando el nombre de NiK, cuando se estrelló contra su clímax.

Respiraciones duras llenaron la habitación mientras NiK bajaba su boca y pasaba la lengua para recoger sus liberación. Su perezosa lengua, volvió a encender el fuego poco a poco y no pudo evitar sonreír cuando él se levantó, arrodillándose entre sus muslos laxos y la observó con la barbilla y labios brillantes. Su mirada estaba caliente, y el enorme bulto en sus pantalones decía que él estaba tan excitado como se sentía ella. Pero ella lo vió dudar y se obligó a sentarse. No dijo ni una palabra cuando sus manos se levantaron para llegar a la fijaciones de sus pantalones.

Eirene no separó la mirada de sus ojos mientras la abría, viendo el deseo intenso, pero también algo más. Ella cerró sus dedos en su erección y él gimoteo bajo y largo mientras lo acariciaba lentamente.

—¿Vas a meterme está polla?— preguntó al ver qué él se quedaba quieto, sus calientes ojos a media asta—. ¿O tendré que hacerlo yo?

—Ela— gruñó.

Eirene sonrió cuando él se lanzó hacía adelante, mientras ella se dejaba caer de espaldas a la cama. NiK apoyó una de sus manos cerca de su rostro y batió la suya lejos de su polla. Clavó sus dedos en sus anchos hombros y subió las piernas para rodearlo por la cintura, sus pantorrillas apretando sus musculosas nalgas. Ella gimió cuando sintió la ancha punta de su polla jugar con su entrada mojada, tentando, pero sin entrar. Su cuerpo se estremecio cuando golpeó suavemente contra su clítoris, una, dos y tres veces. Eirene se mordió el labio para verlo, una sonrisa juguetona en su boca brillante por los besos en su clítoris.

—No me tortures—, jadeó cuando él volvió a hacerlo lo mismo.

—Te deseo tanto, Ela—, gruñó bajo, sus ojos dorados parecían quemarla—. Pero tu...

—Basta—, le cortó tomando su rostro preocupado entre sus manos para que la mirará fijamente—. Lo que sea que haya pasado antes, no me importa. Sólo te quiero a ti, a nadie más, NiK. Puede que esos machos hayan ensuciado mí cuerpo, pero no mí alma, mente o corazón.

NiK la quedó mirando con intensidad, parecía algo confundido. Eirene suspiró mientras usaba su dedo índice para borrar esa pequeña arruga que apareció entre sus cejas pobladas.

—Antes de que empezaran— murmuró con voz suave—, recordé un entrenamiento. Nuestra maestra, Minerva, nos enseñó como pasar una tortura. A veces, los humanos pueden dividir sus mentes de lo que les pasa a sus cuerpos, generalmente ellos no lo pueden controlar, pero nosotras si. Yo bloqueé lo que pasó en esa habitación, NiK. No recuerdo casi nada de ello, fui a un lugar seguro de mí mente.

NiK apoyó sus ambos brazos, para estar cerca de ella. Eirene aún podía sentir su polla palpitar cerca de su coño, pero él parecía que no se la daría hasta que le explicará eso.

—¿Un lugar seguro?— preguntó algo confundido.

Eirene asintió.

—Un lugar seguro. Los humanos no pueden controlarlo y sus mentes se fragmentan, pero las nuestras son más fuertes al ser híbridas—. Eirene acarició levemente sus cabellos y sonrió, mirando fijamente a sus ojos—. ¿Quieres saber cuál era mí lugar seguro?

Ella se mordió el labio cuando NiK asintió, podría ser un error decirle que lo amaba, pero ella ya no tenía nada más que perder. Su corazón ya lo tenía él.

— Tu..— admitió con un susurró.

Los ojos de NiK se abrieron asombrados y ella sintió que estaba apunto de levantarse para alejarse de ella. Pero Eirene cerró sus brazos y piernas en él, si quería levantarse tendría que ir con ella. En cambio, NiK no lo hizo, simplemente se puso más cómodo y la quedó mirando fijamente. Su pecho duro y caliente contra el suyo más suave.

—¿Sabes que significa?— le pregunto ella cuando él no habló.

NiK miró a Eirene, su corazón palpitando con fuerza. Él sabía lo que significaba, pero necesitaba que ella lo dijera en voz alta.

El bloqueo con ella había sido tan silencioso y rápido, que no lo supo con seguridad hasta que la tuvo en la misma habitación una vez más. Sentir su toque, su olor, su sabor, le había dado la epifanía de que Eirene era su bloqueo de vida. No estaba seguro de cómo lo tomaría ella, aún cuando creyó que ella todavía estaba algo dañada por la experiencia de la tortura. Pero está nueva información, lo dejaba prácticamente sin habla.

Eirene suspiró cuando no le contesto de nuevo.

— Significa que siento cosas fuertes por ti, NiK.

NiK abrió la boca, pero ningún sonido salió de él. Su corazón pareció expandirse en su pecho, golpeando contra sus pulmones. Las palabras parecían no llegar a él, había creído que nunca tendría un bloqueo de vida, más con su deber con el Consejo, pero el darse cuenta que Eirene tenía sentimientos por él lo hizo casi perder las fuerzas. Sus brazos temblaron mientras se mantenían con sus codos, podía sentir los picos duros del color de la Ela en su torso cuando inhaló profundamente, intentando encontrar las palabras que quería decirle. Pero se dió cuenta que no podría, entonces decidió demostrárselo.

Bajó su boca y la beso, mostrándole todo el cariño que sentía por la testaruda mestiza, terrícola y Naky. Eirene respondió con su lengua dispuesta, sus dedos sumergiendose en su cuero cabelludo. Él movió sus caderas, apretando la punta de su vara en la puerta de su funda caliente y mojada. Gruñó suavemente mientras apretaba más fuerte y se sumergía lentamente. Eirene tiró la cabeza hacia atrás, cortando el beso y gimiendo fuerte, con sus ojos cerrados, su rostro retorciéndose de placer. Le encantaba ver cómo ella se entregarán en el fuego de la pasión, ella no le ocultaba nada cuando sumergía su vara en su lugar.

— También siento cosas por ti, hermosa Ela—, gruñó sin poder evitarlo mientras mordía levemente la barbilla que estaba a la altura de su boca.

Eirene clavó las uñas en su espalda y gritó mientras se retiraba un poco y se volvía a meter, dándole un poco más de su miembro.

—Te quiero sólo a ti, Ela. Eres mía—, le pasó la lengua mientras se detenía, saliendo un poco y volviendo a sumergirse, está vez hasta la empuñadura—. ¡Mia!— gruñó al sentir como los músculos de su funda lo apretaban y soltaban con un ritmo constante—. Dilo—, exigió.

—Tuya, sólo tuya—, gimoteo.

NiK simplemente perdió el control. Se movió, hasta casi sacar por completo su polla y sumergirse con golpes duros y rápidos. Apretó los dientes mientras levantaba su cuerpo desde sus brazos, para mirar fijamente a Eirene mientras la tomaba. Ella soltó sus hombros para apretar las manos por arriba de su cabeza, haciendo un puño con la ropa de cama. NiK bebió de su cuerpo, viendo sus pechos temblar cada vez que golpeaba dentro de ella, notando como su rostro se retorcía de placer, su boca se abría con gritos de lujuria, exigiendo que no se detuviera.

—¡Oh! Si. Más duro—, ordenó.

NiK no pudo evitar sonreír, hasta en la cama ella quería mandar, pero él no tenía problemas en seguir su orden ahora.

Gruñó mientras apresuraba el paso de su cadera, giró un poco y golpeó un nuevo lugar que la hizo tensarse. Siguió golpeando, una y otra vez, entrando y saliendo, el ruido de sus caderas golpear era la música más hermosa que había escuchado jamás.

— NiK—, gritó cuando él volvió a bajar para apoyarse en uno de sus codos mientras bajaba la otra a su clítoris. Estaba demasiado cerca de llegar a su clímax, pero no quería hacerlo sin ella.

Eirene curvó su espalda cuando apretó su pequeña perla de placer con apretados círculos, sus pezones duros se frotaron contra su pecho. La mano de su brazo que estaba usando para mantener su peso lejos de Eirene estaba cerca de su cabeza, cerró los dedos en su cabello y lo tironeo un poco. Eirene tiró la cabeza hacia atrás cuando lo hizo y gritó palabras que lo dejaron sin aliento y sin control.

—Te amo NiK.

Y se corrió, apretando su vara con tanta fuerza que por un momento él pensó que se la sacaría completamente. NiK gruñó mientras golpeaba duro y salvajemente, hasta que no pudo retener más su semilla, dejándose ir en el interior de Eirene. Rugió mientras sus bolas parecieron querer romperse con la intensidad de su bombeo. Él se quedó rápidamente sin fuerzas, usando la mano que sacó de entre sus cuerpo para rodear a Eirene y llevarla con él cuando terminó de costado, apretándola contra él, sin estar listo para separarse de ella.

Ambos estaban demasiado drenados, pero él sonrió mientras besaba lentamente su frente llena de sudor. Sus dedos acariciaron sus nalgas apretadas y suaves. Él pudo sentir como Eirene iba relajándose, su respiración empezando a ser más pausa.

—¿Ela?— murmuró contra su piel.

—¿Mmm?

—Yo también te amo.

Continuará...

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