Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XVIII

Capitulo 18

✨Fuego✨

Eirene se sintió desorientada después del golpe, sus oídos tenían un pitido constante. Mientras se sentaba, su visión algo borrosa, notó que la luz de fuego venía de dónde había estado el tercer guardia. Eirene volvió a agitar la cabeza cuando el pitido no cesó.

Ella intentó levantarse sobre sus piernas temblorosas, tuvo que ponerse a cuatro patas mientras su mundo giraba y giraba. Eirene levantó su mirada aturdida cuando sintió el vibrar del suelo, vió a lo lejos, cerca de la abertura de la mina otra columna de fuego. Otra explosión.

Eirene al fin pudo pararse, se tambaleó con las piernas algo inestables y sacó su espada de la espalda. Ella tiro la cola de su cabello hacía atrás mientras intentaba orientarse. Eirene avanzó, cuando sus oídos comenzaron a destaparse, lo primero que escuchó fue los gritos de los ghinconianos. Su mirada fue allí para ver cómo el fuego avanzaba hacia ellos como pirañas hambrientas, consumiendo todo a su paso.

Eirene corrió, sin saber cómo ayudaría a los ghinconianos, pero debía sacarlos de las jaulas. Ella saltó sobre los cadáveres de los guardias que había matado, o lo que quedaba de ellos después de la explosión. Se detuvo y se volvió para ver si alguno tenía una llave, guardando su espada de nuevo. Ella contuvo sus náuseas cuando giró a uno, la mitad de su cuerpo no estaba y lo que había tenía casi todo estaba quemado. El olor era nauseabundo, pero Eirene respiró por la boca mientras revisaba el cinturón.

—¡Ayuda! ¡Ayuda!¡Nos quemaremos vivos!

Eirene se desesperó cuando no encontró las llaves en ese cinturón y casi saltó sobre el otro cuerpo. Ese estaba peor que el primero, sólo tenía su parte baja y lo que sea que haya tenido arriba ya no existía. Ella maldijo cuando no encontró ningún cinturón. Se alzó y corrió a ellos, dándose cuenta que él fuego estaba entrando en la jaula y todos los ghinconianos se habían amontonado del lado contrario.

—¡Eirene!

Ella se detuvo con el llamado de NiK y se volvió, mirando que había quedando encerrado cuando algo grande parecido a una caja llena de roca había terminado sobre la puerta de jaula. Eirene se sintió dividida, pero terminó llendo hacia NiK.

—¿Estás bien?— fue lo primero que preguntó él mientras la miraba con la expresión llena de preocupación.

Eirene no contestó, ella sentía que algo caía por su sien, algo húmedo y caliente, supo que era sangre pero no le importaba. Ella intentó mover la caja, pero sus brazos parecían temblar sin una razón aparente. Eirene no podía concentrarse, los gritos de los ghinconianos la estaba volviendo loca. NiK se movió a dónde ella estaba intentando correr la caja y la tomó de la mano.

—Empujemos juntos—, le dijo cuando ella lo miró.

Eirene asintió y se acomodó mejor para empujar la caja con las piernas, su espalda contra la reja de la jaula. Ella gritó mientras usaba todas sus fuerzas. Con la ayuda de NiK pudieron moverla un poco, lo suficiente para hacer un espacio en la puerta y el comandante pasará.

NiK ni siquiera había sacado la mitad de su cuerpo cuando Eirene corría a la jaula de los ghinconianos que gritaban casi sin sentido.

—¡Tranquilos! — intentó calmarlos, pero nadie la escuchó.

Eirene miró las cadenas y candados y su mente quedó en blanco. Sus manos temblaban mientras intentaba que una idea surgiera. Su mirada volvía una y otra vez a las llamas y a los seres peludos que lloraban y gritaban. Mujeres en su mayoría y ella se sintió desesperar. Sin saber exactamente que estaba haciendo, tomó las cadenas y las tironeó.

¿Dónde estaban todos?

Eirene gritó de desesperación cuando vió que las llamas llegaban a la primera ghinconiana, su cuerpo se prendió como si fuera leña seca. La mujer gritó y se tiró hacia las llamas, buscando la forma que sus compañeras no sufrieran lo mismo por su culpa.

Alguien empujó a Eirene lejos, ella cayó en el suelo, su culo aterrizando con fuerza y miró asombrada el perfil de NiK. Sus ojos brillaban rojos mientras sus enormes brazos iban hacia atrás y caían con fuerza. El ruido de las cadenas romperse fueron ahogados con los alaridos de las mujeres, adolescentes y jóvenes, algunos machos de mediana edad también. NiK abrió la reja y les hizo señas para que salieran rápido. Los ghinconianos salieron como manada de toros furiosos, sin siquiera saber a dónde irían.

Eirene aún estaba en el suelo cuando la tercera explosión se escuchó. Ella vió aún aturdida la columna de fuego alzarse a dónde ella sabía que estaba Tabit. Eirene se llevó la mano a la oreja, pero no encontró el auricular en su lugar.

—¡DIRÍJASE A LAS MONTAÑAS!— gritó el comandante a los ghinconianos que estaban allí mientras corría a la jaula B.

Eirene se levantó, sintiendo que todo era tan subrealista. Él fuego parecía avanzar y avanzar, la noche que había sido tranquila, se había vuelto un caos. Su plan tan sencillo, se había roto como una ramita seca pisada. Se giró, observando todo el desastre sin ver en realidad, y se preguntó en qué había fallado. Ella vió como NiK abría la otra jaula y les decía a los ghinconianos qué tenían que hacer.

NiK parecía tan seguro, era como una muralla, era la casa de piedra de los tres cerditos, mientras la de ella había sido la de paja.

Sus ojos estaban enormes mientras NiK blandía lo que parecía un pico contra los guardias que iban a atacarlo. Que venían de dónde ella había estado. Eirene notó que NiK la miraba y abría la boca, gritando algo, su expresión llena de ferocidad. Pero él no se podía acercar a ella, tenía al rededor de diez guardias luchando contra él.

—¡EIRENE!— el gritó de NiK se coló en la bruma que la estaba absorbiendo.

Eirene llevó su brazo sobre su cabeza, apretó su mano en el mango de su espalda, dándose cuenta que tenía que pelear. Miró hacía donde ella había ingresado al campamento de la mina, notando la cantidad de guardias que corrían a ellos.  Un ejército saltando sobre el fuego y corriendo a la dirección de NiK.

Eirene reaccionó y se lanzó hacía adelante también, hacia donde estaba NiK para ayudarlo, sacando su arma.

Su espada corto el cuerpo del macho que tenía adelante, y no se detuvo hasta que llegó al lado de NiK. Su espada cortando con la velocidad y la ferocidad de un río desbocado. Ella cortó la cabeza de uno y pateó a otro justo cuando NiK lanzaba su pico hacia adelante y tomaba la espada de uno de los muertos. Eirene saltó, colgándose con sus piernas del cuello de uno y giró, terminando cuando el macho cayó al suelo, su espada incrustada en el pecho de él.

Eirene agitó su cabello lejos y levantó la mirada. NiK estaba levemente más adelante que ella, sus dos manos con espadas ahora. El fuego ardía naranja y dorado, mostrando que los guardias habían hecho una ronda al rededor de ellos. Eirene miró sobre su hombro, notando más machos. Ella se levantó lentamente, su respiración apenas agitada.

La habían entrenado toda su vida para esto. Para esta pelea y era hora que demostrará que era buena en lo que le habían enseñado. Sacó su espada de un tirón.

Ella miró al cielo, viendo el pequeño transbordador de Pleya ir a las montañas. Su hermana seguiría a los ghinconianos y los pondría a salvo. No sabía qué era de sus otras hermanas, o de los otros machos. Pero ella y NiK debían darle tiempo a los ghinconianos para que buscarán su libertad.

Eirene se quedó con el cuerpo hacía las montañas, mirando a los guardias que estaban a la espalda de NiK. Dió unos pasos hacía atrás hasta que su espalda golpeó contra la del comandante y se sintió segura. Ellos podrían con esto.

Sonrió.

Pero su sonrisa se borró gradualmente cuando vió una estela de luz. Una que iba directamente hacía el transbordador. Su mundo se congeló justo cuando vió que la luz golpeaba contra la pequeña nave de su hermana. Él transbordador explotó, fue como si fuera un fuego artificial, la luz fue cegadora por unos segundos y ella se tapó por puro instinto. NiK también se giró hacía allí, pero Eirene sólo pudo ver cómo la nave caía echa pedazos ardientes.

—No...— murmuró dando un paso a esa dirección.

NiK sostuvo a Eirene cuando ella quiso ir hacia allí, sin ver a los guardias que estaban en el camino. Eirene intentó pelear con él, pero él la mantuvo quieta.

Él odió ver el miedo al principio, cuando había llegado a las jaulas, NiK había intentado decirse que era normal, ella no estaba acostumbrada a esas cosas como él. NiK tenía la ventaja de la experiencia, pero era normal que en su primer encuentro con la batalla ella se quedará en blanco y pérdida.

Menos mal que ella había reaccionado cuando los guardias volvían, Eirene había matado sin pensar dos veces junto a él.

Pero ahora NiK podía ver cómo ella se estaba rompiendo. No sabía quién estaba allí, pero por su reacción, podía ser alguna de sus hermanas.

Otra explicación, a sus espaldas, los hizo girar y NiK vió el cielo alumbrarse como si fuera de día.

Su nave.

El transbordador que los había traído fue golpeado con un láser, y mientras NiK abría los ojos asombrado, otro láser que venía desde las torres, lo golpeó. A NiK se le cayó una de las espadas y soltó a Eirene mientras veía como la nave se partía a la mitad y era golpeado por tercera vez en donde estaba la cabina.

NiK bajó la mirada cuando Eirene cayó de rodillas al lado de él. Sus ojos negros estaban abiertos casi ocupando toda su cara y las lágrimas caían sin fuerza por su rostro pálido con coloración casi amarillenta por la luz anaranjada.

El campamento de la mina se encontraba en un silencio sepulcral y NiK se preguntaba por qué no los atacaban. Cuando se escucharon palmadas, fuertes y solitarias. Su rostros giró a esa dirección mientras más guardias llegaban con algunos de sus machos inconscientes y las hembras reducidas y golpeadas. Eirene se levantó tambaleante cuando lanzaron los cuerpos al centro del círculo donde ellos estaban. NiK apretó los dientes al notar la mirada vacía de Deiti, su rostro girado hacía ellos.

Estaba muerto.

Él levantó la mirada y vió a un Naky acercarse. Net-Erei.

—Hace mucho no veo un fuego como ese— dijo mirando a dónde su nave ardía cerca de las torres.

NiK no se movió, aún con la espada en su mano.

—Debo darle las gracias, señora— su tono plano mientras miraba a Eirene. Ella tampoco dijo nada—. Pero nada de esto habría sido posible si no fuera por mí hija querida.

Net-Erei se movió y otra forma se acercó desde la oscuridad. NiK se tensó entero cuando la hembra sonrió de forma casi aterradora.

—Gracias por contarme su plan, señora Eirene—, dijo Bell.

Continuará...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro