XVI
Capitulo 16
✨El Plan✨
Eirene no levantó la mirada de su mano llena de sangre que aún mantenía del macho que acabada de matar cuando escuchó que entraban los demás.
Pleya se sentó a su lado, apoyando su mano en su brazo y dándole un pequeño apretón. Lyra se sentó del otro lado, pasando su delgado brazo por los hombros de Eirene y pegándole a su costado.
Eirene no sabía lo que sentía en ese momento, no estaba mal por haber matado al macho Naky, no era la primera vez, ni sería la última. Pero estaba demasiado preocupada por NiK para pensar con claridad.
—Debemos hacer algo—, susurró Pleya.
Eirene sólo asintió, ahora sintiendo que una piedra caía en su estómago. ¿De verdad el comandante había follado con Nizi?
—¿Debemos adelantar los planes?— preguntó Lyra al grupo en general.
Eirene volvió a asentir, sin mirar a nadie, sus ojos aún clavado en esas manchas rojas.
Ahora ella sentía que algo le apretaba el pecho. ¿Qué le estaba pasando? Las imágenes que había tenido en el pasillo volvieron con más fuerza. Los ojos dorados de NiK clavados en Nizi, las manos delgadas de la hembra bajando por su pecho musculoso y marcado de cicatrices. ¿Ella lo había rodeado con sus piernas? ¿O lo habría montando?
Eirene se levantó de golpe, Lyra y Pleya se asustaron por su movimiento precipitado.
—Debo...— murmuró mirando a los demás. Sus hermanas mirándola preocupada y los machos algo confundidos—. Yo... — tartamudeo.
Lyra se levantó de un salto de la cama.
—Vamos a limpiarte eso—, dijo agarrándola del brazo y arrastrando a Eirene al baño.
Eirene se dejó guiar, ni ella sabía para qué se había parado. Lyra la metió en el grande baño y la volteó con violencia y haciendo que su huesuda mano golpeara su mejilla. Eirene retrocedió en estado de shock, su rostro picaba mientras lo tenía ladeado. De repente, el frío que había sentido desapareció y la llenó una furia arrebatadora.
—¿Que. Mierda?— gruñó, volteando lentamente el rostro a su hermana.
Lyra tenía las manos sobre las caderas, sus ojos enojados.
— Reacciona mierda—. La pequeña del grupo la tomó de los hombros y la agitó un poco—. Eres Eirene, la capitana de los Ángeles Caídos. Que un macho no afecte tu visión, ni la misión.
Eirene hizo una mueca, la mejilla le ardía un poco aún, pero sabía que su hermana tenía razón. Ella era Eirene, la hermana mayor, la capitana, la guía de un grupo de hembras fuertes e independientes.
— Escucha—, le pidió su hermana con la voz más suave—¿Sientes cosas por ese macho?— Eirene frunció el ceño y Lyra sonrió—. Esa es toda la respuesta que necesito. NiK es un Quin....
—¿Cómo una reina?— preguntó Eirene confundida.
Lyra la miró extrañada, pero rió.
—No, tonta. Su raza. O la de su padre mejor dicho. Los Quin se emparejan de por vida con una sola mujer. Se bloquean. Él Comandante tiene los rasgos de un Quin y debe tener los mismos instintos. Por lo tanto, no te preocupes. Si tuvo que follarse a esa oxigenada, no lo hizo queriendo... Creo.
Eirene hizo una mueca.
—No es eso...
—Si claro. Te conozco, todas lo hacemos. Te amamos y sabemos que sientes cosas por el comandante—, Lyra levantó y bajó las cejas en forma sugerente—. No es malo, ni asqueroso. Yo diría que NiK es caliente.
Eirene hizo otra mueca. En parte quería negarlo, pero era verdad que NiK era atractivo.
—Eres inmensamente afortunada—, siguió ella—. A mí me gustaría experimentar el sexo—. Lyra puso una mirada pensativa y luego frunció el ceño—. Pero no he encontrado el indicado. ¿Será que no es necesario?
— NiK no es el indicado..
Lyra rió y se movió para abrir la canilla. Eirene la observó con el ceño fruncido, sabiendo que ella no le creía. Era algo frustrante, porque sabía que no importaba lo que dijera, Lyra no lo haría.
—Ven a limpiarte—, le dijo dándole lugar frente al chorro de agua.
Eirene la observó con frialdad para luego empezar a lavarse las manos con ahínco. Ella sabía que no podía sentir nada profundo por el comandante. No estaba bien. Ella sentía pasión, lo que los unía era la lujuria. Eirene sabía que NiK no se había bloqueado con ella, era algo estúpido. Él actuaba, igual que ella, frente a los demás como su concubino leal. Eirene era demasiado analítica para pensar de otra forma.
Cerró el chorro y se secó las manos.
—¿Contenta?— le pregunto sin sentimientos a su hermana menor.
Lyra había estado en la pared apoyada, observándola con brazos cruzados. Ella sonrió y se alejó, llendo hacia la puerta.
—Vamos a hacer el plan para terminar con esos bastardos—, le instó.
Eirene sonrió y caminó tras ella.
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—Los guardias están aquí, aquí y aquí—, señaló Meissa en el mapa que ella misma había hecho en un papel arrugado y casi amarillo—. Pero durante las noches los grupos se dividen y cambian la guardia dos veces durante todo el ciclo oscuro. Ellos estarán aquí, aquí y aquí—, señaló otros lugares, unos más cerca de las jaulas y la puerta de la mina—. Durante las primeras horas, cuando los machos y hembras ya dejan de recoger, mandan a los más jóvenes a la cueva del drabon. Al principio mandaban a pequeños que apenas sabían caminar, ahora empiezan a mandar adolescentes.
—Una vez que entran ya no vuelven—, interrumpió Mich asintiendo a Meissa.
Eirene observó la sonrisa que le dió su hermana al joven macho, entrecerró los ojos al ver el pequeño y casi imperceptible sonrojó de él.
—Es verdad. Tenemos la sospecha que alimenta con ellos al drabon. Esta noche llevarán ancianos, ya que no quieren usar manos fuertes—, dijo Tabit.
— Por lo que he escuchado, ellos ya lo harán al medio día y luego durante la noche—, comento Deiti.
—¿No podremos detenerlos?—, gruñó Ainus.
—No, si no queremos que sospechen—, murmuró Pleya.
— Deberíamos hacer algo—, se quejó Yuta.
—Las cosas no pueden cambiarse, a veces se pierden vidas para salvar muchas—, dijo Eirene con la mirada clavada en el mapa.
—¿Cómo puedes decir eso?— murmuró Deiti sorprendido.
Eirene levantó la mirada y lo observó con ojos fríos.
—¿Cuántas vidas se han perdido hasta ahora, Deiti? Si fallamos en nuestra misión, por apresurarnos, no podremos salvar a ninguna.
Deiti se levantó del almohadón, pero Tabit se movió y lo agarró.
—Basta—, le pidió suavemente.
Eirene alzó una ceja cuando el macho le mostró los dientes a ella, pero terminó haciendo caso a su hermana.
—Muy bien, entonces debemos movernos antes del segundo turno—, dijo Eirene tomando pequeñas piedras de colores. Ella agarró tres verdes—, estos serán Lyra, Yuta y Deiti. Los necesito cerca de la mina, si podemos salvar a alguien que haya podido escapar del drabon será necesarios un médico, Yuta.
Él macho asintió. Eirene tomó dos piedras azules.
— Tabit y Ainus—, los puso alejados, en dos puntos altos del terreno—. Los quiero listos para matar a los guardias más cercanos al grupo uno. Son los mejores en armamentos de larga distancia. Tabit, por favor, proporciona armamento para Ainus.
—De acuerdo—, asintió su hermana dándole una mirada a Ainus.
Eirene tomó una piedra violeta.
— Mich te necesito en la nave y en el cielo, si algo sale mal, vuela las torres—, el macho asintió con la expresión seria.
Ahora ella tomó una roja.
— Pleya, te quiero alejada de todo. Serás nuestros ojos—, su hermana asintió. Eirene la puso en el terreno donde estaba la nave—. Irás con Mich y el te proporcionará con un transbordador pequeño. Si algo sale mal—, Eirene le dió una mirada profunda—, sabes lo que tienes que hacer.
Pleya se mordió el labio y observó a sus hermanas. Eirene notó su resistencia.
—Lo haré—, prometió en voz baja.
—¿Qué haré yo?— preguntó Meissa.
—Vendrás conmigo—, dijo Eirene agarrando las dos piedras negras—. Tendremos que llevarnos a la espía con nosotras, te necesito por si las cosas se salen de control. Hay que protegerla.
Meissa puso cara de cansancio.
—¿Yo?
Eirene sonrió.
—Exacto.
—Pero...
Todos se tensaron cuando la puerta se abrió de golpe sin anunciarse. Eirene tapó el papel junto con Yuta y Mich, todos los ocupantes de la habitación volvieron para ver quién había entrado de esa forma.
Eirene dió un paso hacía adelante cuando vio a Bell, pero ella no iba sola, razón por la cual no podía decirle el plan. Tenía un guardia a su espalda, ella parpadeó al reconocer a Wen.
Ambos se inclinaron.
—Señora—, saludaron con respeto.
Bell apenas se alzó caminó rápidamente a Eirene y le tomó las manos.
—Siento la traición que ha sufrido señora. Yo misma vi al macho entrar en la habitación de mí hermana y tuve que reportarlo, no era apropiado.
Eirene disimuló las ganas que le agarraron de rodear el cuello de la niña y apretarlo hasta romperlo. La tentación era demasiado y tuvo que dar un paso más lejos de ella.
—¿Lo viste entrar allí?— preguntó con la voz fría.
Eirene tuvo que usar todos sus dotes para hacer el actín de la señora Naky. No podía poner en peligro la vida de NiK. Puede que la pasará mal, pero sabía que Nizi no lo mataría mientras no saliera a la luz que él había sido el que entró en los calabozos.
Bell asintió.
—Si señora. Había escuchado que usted era muy territorial con sus machos y que no le gustaba compartir. Me indignó, sabía que usted no lo había mandado a la habitación de mí hermana.
Eirene apretó los dientes.
—No lo hice—, gruñó.
—Lo imaginé—, Bell asintió—. Cuando los guardias entraron, él estaba casi sin ropa sobre mí hermana. Mí hermana no lo quería, obviamente por respeto a usted. Por eso fue castigado, a petición de él mismo—, Eirene no pudo evitar alzar las cejas con eso—. Fue golpeado por desobedecer a su señora y mí hermana le prometió que no moriría a sus manos. No entiendo para qué lo quiere...—, Bell siguió hablando mientras Eirene la miraba intensamente, pero ya no la escuchaba.
Entonces era verdad. ¿NiK había buscado a la Naky para follar? Le parecía estúpido, ella le había dicho que creía que la hermana menor era la espía. Tal vez no le había creído e iba a acostarse con la mayor para intentar sacarle información... Eirene se dijo que era una idea válida, pero eso no pudo disminuir el dolor en su estómago.
Bell había terminado de hablar y como Eirene no le contesto, ladeó el rostro y la miró llena de curiosidad. Pero desvío los ojos a su espalda y un costado y Eirene intentó que no se notará su tensión.
—¿Qué es eso?— preguntó cuando camino a la mesa.
Eirene se volteó con rapidez, pero soltó aire lentamente cuando vio que ella tomaba la piedra amarilla y naranja que habían quedado en la mesa.
—Son piedras preciosas—, explicó Lyra con la voz tensa.
Todas sus hermanas tenían un problema con Bell. La niña era un caso duro, altanera, no era la mejor compañía. Pero en todo caso, ella estaba segura que era la espía y tal vez, Bell, no se había dado cuenta de que ellos eran del Consejo.
Bell miró las piedras con obvio escepticismo, pero se encogió de hombros y las dejó de nuevo en la mesa. Eirene observó que los machos se habían colocado en una fila en la pared, cerca de la puerta, una costumbre estúpida de los Naky. Wen caminaba frente a ellos y ella frunció el ceño al ver que olfateó a uno de cerca, justamente a Ainus.
—Mi hermana exigió que me siga a todos lados—, murmuró Bell poniéndose a su lado y también mirando al macho.
Eirene decidió que no tendría otra oportunidad más que está, aprovechando que el macho estaba preocupado en otras cosas.
— Prepárate, esta noche pasará lo que tanto estabas esperando— susurró sin mirarla.
Ella sintió como Bell retenía la respiración y luego la miraba con ojos abiertos. Eirene la observó a su vez, notando la sorpresa y luego la compresión. El rostro pálido de Bell se volvió serio, casi sin emociones. Le dió un pequeño asentimiento.
—Antes del segundo turno nocturno—, murmuró Eirene y luego caminó hacia Wen que ahora olía a Mich—. ¿Se puede saber que está haciendo?— le gruñó.
Wen no pareció asustarse, ni siquiera la miró cuando contestó:
— Comprobando que no llevan olor a otra hembra, señora.
Eirene frunció el ceño cuando Wen llego a Deiti y gruñó.
—No necesitó que lo hagas—, le reclamó.
Wen se volvió a ella, su mirada confundida. De todos modos volvió a apoyar su rodilla en el suelo, llevando el puño a su corazón. Su mirada negra con pupilas se clavó en ella, su rostro no era divertido como la primera vez, ni de cerca. Eirene casi se quedó sin respiración cuando él la observó con sentimientos fuertes en sus pozos profundos.
—Señora, juro serle leal. No me importará otra hembra, jamás. Señora, yo...
—Basta—, le cortó ella.
—Ha perdido a su principal, señora. Yo puedo ocupar su lugar. Nunca...
—Dije que basta—, ordenó ella ahora, sintiendo que en su estómago se apretaba.
Wen la miró con ojos lastimeros y bajó la mirada al suelo. El silencio se esparció por la habitación como una sombra y ella odio sentirse incómoda con ello. Miró sobre su hombro a sus hermanas, una mirada directa a Pleya para que le dijera que tenía que hacer al respecto.
— Acéptalo.
Eirene abrió grandes los ojos y se volvió lentamente al macho. Miró su cabello y luego levantó la mirada a los machos tras él, la mayoría la miraban expectantes. Eirene alzó una ceja.
—Eres bienvenido—, declaró mirando hacia el macho que se estaba ofreciendo—. Pero no te quiero cerca ahora— gruñó lo último cuando Wen levantó la mirada asombrado—. Mañana, a la noche te quiero listo para venir a mí habitación. Por ahora, puedes seguir con las órdenes de Nizi.
Eirene le dió la espalda, sabiendo que los machos estaban tan anonadados como lo estaba el macho Naky.
—Se lo juro por mí vida señora. No sé arrepentirá de está desición—, dijo Wen mientras se levantaba.
—No serás el Principal—, gruñó Eirene—. Aún no he decidido quién será—, aclaró ya que no sabía que tenía que hacer muy bien en ese momento.
Eirene se quedó de espaldas a la puerta cuando ambos Nakys se marcharon. Ella respiró por la boca, intentado calmar sus ganas de salir corriendo a buscar a NiK.
Pero no para salvarlo. Sino para matarlo con sus propias manos por meterlos en ese aprieto.
Continuará...
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