XII
Capitulo 12
✨No es ella✨
Eirene irrumpió en la habitación con fuerza. La puerta se golpeó contra la pared, rompiendo el silencio mientras ella entraba pisando con dureza.
Ella no mostró su sorpresa al encontrar a Nizi en la oficina que le habían dicho que era de Net-Erei. La hija mayor se irguió, sus manos que hacía unos segundos habían estado en papeles se encargaron en planchar arrugas invisibles en su vestido azul. Eirene se detuvo cuando estuvo frente al escritorio, Nizi estaba del lado derecho.
—Señora—, saludo con la expresión en blanco y una leve inclinación, como si ella no hubiera entrado sin invitación y Nizi no estuviera en la oficina de su padre. Como si se hubieran cruzado en un pasillo de las torres.
Eirene entrecerró los ojos, la miró fijamente, pero la hembra sólo la observaba.
— Nizi, necesito hablar ahora mismo con Net-Erei.
La hembra llevó una de sus manos sobre los papeles que había estado hojeando y dió un paso hacía adelante. Eirene vió todo sus movimientos y le creció la curiosidad.
—Mi padre ha tenido que salir con urgencia, señora.
Eirene la miró, suspicaz. Podía sentir la tensión detrás de las palabras vacías de la hembra.
—¿Dónde fue?
Nizi miró a un lado, luego volvió los ojos a ella.
—Me temo que no puedo decírselo. Pero puedo ayudarla en lo que necesite.
Eirene sintió la columna tensa, había creído escuchar un tono de complicidad. ¿Tal vez Nizi era la espía? Eirene observó la gran habitación, notando que nadie más parecía haber venido tras ella. Bien, sus hermanas se habían encargado de los guardias que habían querido detenerla. Eirene caminó hacia un sillón grande y mullido en uno de los costados de la oficina. Se sentó sin invitación y miró a la hembra. Nizi sacó su mano de los papeles y giró su cuerpo a su dirección, dándole la espalda al escritorio.
—Puede que me puedas ayudar—, dijo lentamente, cruzando las piernas y recostando su espalda en la tela impoluta. Sabía que su traje estaba lleno de tierra de la mina, pero poco o nada le importaba ensuciar el sillón de Net-Erei—. Siéntate conmigo—, pidió mostrando con su mano el otro lado del sillón.
Eirene la vió dudar una milésima de segundo, hasta que irguió la columna y caminó lentamente a ella y se sentó.
—¿En que puedo ayudarla, señora?
Eirene la observó en silencio. Su postura recta, parecía fría, pero Eirene había sido entrenada para ver más allá. Había tensión en el rostro de la rubia, sus dedos jugaron un poco con la tela de su vestido, se apretaron levemente y luego lo soltó. Los ojos de Eirene volvieron a los de Nizi, notando como daba miradas furtivas al escritorio.
Eirene ocultó la sonrisa.
—He tenido un encuentro cercano con la magnífica criatura que mantienen atrás de la mina—, dijo con un tono lleno de orgullo.
Obviamente, Eirene estaba furiosa, pero no podía mostrarlo. Cada vez estaba más confundida, cuando llegaron a las torres, le pareció que Bell era la espía intentando salvar a tal vez un amor. Ahora las actitudes de Nizi la ponían en un conflicto.
Nizi parpadeó, mostrando una leve sorpresa y un poco de alivio. Su postura se relajó y mostró una sonrisa que no llegó a sus ojos.
— Así que ha conocido a Froye. Es mío—, contestó con orgullo.
—¿A si?— preguntó levemente—. ¿Qué raza es, Nizi?
—Es un drabon—, Eirene parpadeó sin poder creerlo.
—¿Un drabon? ¿No estaban extintos?
Nizi volvió a sonreír.
—Es un regalo de la señora Luvia por mí nacimiento número veintiuno. Net-Erei estaba muy feliz y orgulloso por el presente de la señora principal.
—Estoy segura de ello—, murmuró Eirene.
Los drabon eran seres parecidos a las leyendas de los dragones en la tierra. Tan sólo que estos no podían lanzar fuego por la boca, pero eran peligrosamente violentos y territoriales. Eirene ocultó su estremecimiento.
—No ha podido entrenarlo, me temo—, comentó.
—Oh, si. Está entrenado—, le contrario ella—. Está especialmente entrenando para sólo seguir mis órdenes.
Eirene la observó, notando como la mujer no parecía afectada en decir que tenía como mascota un ser casi mítico.
— ¿Por qué lo mantiene encerrado? ¿No es seguro?
Nizi negó rápidamente con la cabeza.
— Net-Erei ha sufrido un ataque por parte de él y lo ha puesto en esa parte por seguridad—, ella se encogió un hombro, como restándole importancia.
Eirene entrecerró los ojos.
—¿Cómo lo alimenta?
—No me encargó de eso—, contestó mirando a un lado.
Eirene intentó controlar la anticipación de la respuesta.
—¿Es verdad que le entregan niños ghinconianos para alimentarlo? Por los informes, sólo los pequeños entran allí y ya no vuelven.
Nizi volvió a mirarla, Eirene observó bien su reacción. Pero sólo encontró fría indiferencia.
—No estoy al tanto, señora. Pero puede ser.
Eirene apretó sus manos, estaba a sólo un segundo de lanzarse sobre la hembra y golpearla hasta hacerla entrar en razón. Un nudo se formó en su estómago y de pronto se sintió demasiado enferma para seguir hablando con la hembra. Se alzó de golpe, su cuerpo duro por el esfuerza de aparentar indiferencia.
—Muchas gracias por sus respuestas, Nizi.
La rubio sonrió levemente y le hizo una reverencia con la cabeza. Eirene caminó hacia la puerta y salió de allí antes de hacer algo que se arrepentía, ya que pondría en descubierto toda la tapadera. Cuando estuvo lejos de la mirada de Nizi, apretó los dedos dolorosamente en un puño y se detuvo. Ella se volvió, con ganas de cortar el cuello de la rubia. Jamás había visto una indiferencia tal a los más débiles y ella recordó las palabras de Minerva.
Las hembras pueden ser más crueles que los machos...
A Eirene le había costado comprenderlo, pero ya lo hacía. Golpeó con el puño cerrado contra la pared y se tragó el gritó de furia. Ella ya estaba segura.
Nizi no era la espía.
Y cuando el día del ataque llegará, ella misma se encargaría de matarla por todo lo que estaba haciendo a los niños.
Continuará...
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