XI
Capitulo 11
✨ Secretos✨
NiK se despertó sintiéndose, por primera vez en años, más relajado y descansado. Sus manos buscaron a tientas el cuerpo suave que había mantenido toda la noche cerca y sus ojos se abrieron al sólo sentir la ropa de cama.
Frunció el ceño al verla parada y atando su cabello largo, dándole la espalda de nuevo. NiK aún estaba desnudos, la delicada tela sólo cubriéndolo desde la cintura hacia abajo, pero Eirene ya estaba completamente vestida. Él hizo un ruido desde su garganta cuando vió su trasero apretado en su traje negro y brilloso. El ruido pareció llamar la atención de Eirene, que lo miró sobre el hombro cuando terminó de atarse el cabello en una cola alta.
Él estuvo a punto de decirle que volviera a la cama, totalmente ajeno de dónde estaban. Pero su mirada fue tan fría que nada salió de su boca.
- Vístete rápido. Los demás están por llegar-, dijo con la voz fría y baja, para salir de la habitación como si él no la estuviera viendo asombrado.
NiK la observó salir de la habitación y apretó la mandíbula, recordando dónde estaba y el por qué.
Mientras se vestía, no podía dejar de recordar cómo la mirada de Eirene había estado llena de calor cuando la había tenido bajos su cuerpo. Cómo ella misma había reaccionado a cada una de sus caricias. Él se pasó la mano por la cabeza, intentando conectar esa mujer apasionada que le había pedido más esa noche con la mujer fría que le había mirada cuando se despertó. NiK sabía que tenía que tener cuidado, podía bloquearse con Eirene y sería muy peligroso.
Bloquearse para su raza era un vínculo irrompible, ambas partes sólo se excitarían con el otro, sólo desearían a su pareja. NiK jamás había tenido miedo de eso, sólo una hembra Shart le había provocado algo cercano, pero ella se había negado y él lo había aceptado. Intentó decirle al agujero que sentía en el estómago desde que Eirene lo observó de esa forma, que ella no era su bloqueo.
Se lo demostraría a él mismo, también.
NiK volvió a apretar los dientes cuando, de camino a la mina, la hembra menor naky se volvió a quejar. Él observó el perfil de Eirene, ella no mostró absolutamente nada y NiK ocultó su mueca. Desde que se había levantando, ella se encontraba con esa expresión en blanco que le ponía los pelos de punta. Él no podía recoger nada con su nariz, ya que respiraba por la boca para no tomar el olor pestilente de la mina de los ghinconianos. Su expresión se suavizó cuando llegó a ver la larga fila de machos y hembras levemente peludos.
Está vez los guardias no los acompañaron, ya que Eirene dijo que no lo necesitaba. Habían dejado a Meissa esta vez y traído a Tabit y Lyra. NiK estaba del lado derecho de Eirene mientras que Deiti se mantenía en su izquierda. Bell estaba justo en atrás de Eirene, rodeada de las otras dos hembras. El cuerpo de NiK se tensó cuando un ruido enojado provino de Deiti al ver que golpeaban a un ghinconiano. Todos se detuvieron cuando Eirene lo hizo.
Ella de repente cerró su mano en Deiti y lo alejó del grupo. NiK dió un paso a ellos, pero Tabit se puso en su camino.
-Quieto-, dijo en voz baja.
NiK la miró con ojos entrecerrados, para luego dar un paso atrás y bajar la mirada. De todos modos, llegó a ver cómo ella le susurraba cosas cerca de su cara. Él apretó los dientes cuando la mano de Eirene se cerró en la de Deiti y le dió un apretón. No podía llegar a ver la expresión de ella, pero si veía la de su macho y parecía no menos que anonadado por la reacción de Eirene. NiK parpadeó al sentir una mirada pesada sobre él y giró el rostro, captando la mirada negra de Bell en él.
Sabía que debía apartar la mirada, pero no lo hizo. Levantó una ceja cuando ella se mordió el labio y volvió a mirar a Eirene cuando ella volvía. Eirene ni siquiera lo miró.
-Vamos-, ordenó caminando de nuevo.
NiK se mordió el interior de la mejilla para no gruñirle.
Hembras...
•
Eirene lucho duro para no mostrar en su rostro el desprecio por los guardias Naky cuando se enfrentó a ellos. Mantuvo sus manos en la espalda y la postura recta.
-Me gustaría ver el interior-, dijo. Pero sin esperar invitación se movió al rededor del macho y caminó a la entrada de la cueva.
El olor era más fuerte y espeso, como si fuera parte del aire. Ella caminó adelante, a un lado de los ghinconianos mientras estos salían y otros entraban. El pasillo era lo suficientemente ancho para que ninguno se tocará ni sus canastas se chocarán entre sí. El lugar estaba oscuro, pero tenía distintos dispositivos que iluminaban cada unos cuantos pasos. Eirene observó la mina, caminó con cuidado, observando el piso irregular y las paredes de piedra. Podía sentir a NiK cerca y le ponía nerviosa las intensas miradas que le daba todo el tiempo.
Ella se mantuvo alejada lo más que pudo, ni siquiera lo miraba, pero podía saber con exactitud que él si lo hacía. Eirene agitó la cabeza y se concentró en lo que tenía en mente.
Tenían que encontrar un entrada a la mina, un lugar donde podrían ingresar para salvar si alguno se quedaba atrapado cuando ellos hicieran el ataque. Eirene miró con ojos entrecerrados a un guardia que la miraba directamente. Este no tenía los ojos sin pupilas, pero tenía facciones Naky. El macho no dejó de mirarla ni cuento ella se detuvo frente a él, y ella se sintió más curiosa que otra cosa.
Su cuerpo se tensó cuando el de NiK se pegó a su espalda y él vibró con un gruñido. El macho Naky alzó la mirada para ver a él comandante, pero parecía más divertido que otra cosa.
-Señora-, dijo con una leve inclinación, pero no bajo la mirada como habían hecho los otros machos.
-Nombre-, pidió ella.
- Wen, Señora-, él se dejó caer en una rodilla y se llevó el puño con una cuchilla al pecho, golpeándose con los nudillos.
NiK gruñó más fuerte y Eirene ocultó la sonrisa. Wen alzó la mirada y le sonrió con una promesa caliente, ella podía identificar esa mirada mucho mejor ya que había estado con el comandante y él la había mirado mucho así en la noche anterior. Eirene se mojó el labio cuando lo sintió reseco al recordarlo y ocultó el estremecimiento que sintió cuando la caliente mano de NiK se apoyó en su cadera, sus dedos apretándose en la parte frontal.
Wen estaba mostrando su interés en ella, esa era la forma en que los hombres Naky se presentaban delante de una señora. Eirene estaba en una encrucijada, ella podría tomar muchos machos y mientras más tuviera ella sería más poderosa para los otros, pero no quería hacerlo. Ella no era una señora Naky verdadera, así que no se sintió culpable cuando resopló y se movió de nuevo, siguiendo su camino. Pero primero tuvo que llevar su mano a los grandes dedos de NiK en su cadera, y aunque él se había tensado, la soltó.
Eirene le dió una leve mirada a Wen mientras se movía y él seguía observándola. El macho sonrió, sin sentirse ofendido por su rechazo. Eirene tuvo un mal presentimiento, pero NiK se puso en su camino de visión y le frunció el ceño. Ella lo observó con una ceja alzada, su expresión no mostraba más que le parecía exagerada su manera de actuar. NiK levantó el labio inferior de su lado izquierdo, mostrándole un colmillo y gruñó levemente.
Eirene suspiró mientras su mirada iba hacía adelante de nuevo.
Caminaron hasta que el pasillo se volvía estrecho. Varios ghinconianos estaban alrededor golpeando las piedras haciendo el lugar mucho más ancho que el anterior pasillo. La puerta no era tan grande y ella sabía que podría pasar con facilidad, pero no así los machos. Eirene se volteó, mirando a su grupo y lo decidió con rapidez.
- Tabit y Bell, vengan conmigo.
NiK dió un paso hacía adelante y ella lo miró.
-No entraras. Te quedas con Lyra y Deiti aquí-, ella notó como el rojo se quiso filtrar en su mirada celeste, pero asintió.
-¡Yo no pienso entrar allí!- se quejó Bell.
Eirene no pudo ocultar su hastío con la muchacha, pero necesitaba tenerla sola y hacerle unas preguntas. Dependiendo de su respuesta, ella decidiría si podía ser la espía. Se volteó con lentitud y la miró fijamente.
- Entrarás-, ordenó ella.
Bell frunció el ceño, viendo cómo guardias y hasta los mismos ghinconianos miraban como Eirene le estaba ordenando. Su rostro hizo una mueca y levantó la barbilla.
-No puedes ordenarme- dijo en voz alta.
Eirene no pudo evitar alzar una ceja.
-¿De verdad?- preguntó cruzando los brazos bajo su pecho.
Bell observó a la señora Naky, su mirada se desvío al enorme macho que estaba en su espalda, las dos guardias de Eirene y por último el otro macho que también la miraba con furia. Sus ojos asustados fueron a Bell, dándose cuenta que estaba desafiando a la hembra que le había salvado la vida.
Bell dió un paso más cerca de Eirene y bajó la voz.
-Por favor, señora. No me obligue...- tartamudeo.
Eirene frunció el ceño, notando como la adolescente comenzaba a temblar. Algo se aflojó en ella, no podía ver a una mujer o niño sufrir. Eirene la tomó del brazo y la movió cerca de la puerta, donde nadie podría escucharlas.
- Dime por qué no quieres entrar-, a Eirene le habría gustado preguntar, pero sabía no podía hacerlo.
Bell dudo, mostrando por primera vez una emoción que no fuera su orgullo o prejuicios. Ella parecía nerviosa cuando su mirada se clavó en algo atrás del cuerpo de Eirene. Ella se giró con brusquedad para cazar a uno de los guardias Naky observándolas. Los dedos de Eirene se clavaron más en la piel de la hembra y ella se encogió cuando los ojos fríos de Eirene se fijaron de nuevo en los suyos.
-Habla-, exigió, con la voz más dura.
Bell tragó saliva cuando bajó la mirada.
-Yo... No puedo...
-¿Por qué?- casi gruñó cuando se detuvo.
-Yo...-, la mirada de Bell volvió al guardián y Eirene se cansó.
-¡Tabit!-, Eirene miró al guardia y en un movimiento inesperado, Tabit ya le estaba apuntando con su arco y flecha.
Bell abrió los ojos grandes, igual que la boca, los machos que habían acompañado a Eirene se movieron de lugar, dándole espació a la otra hembra con el arma. El guardia se movió, sacando una pistola y Lyra actuó tirando un cuchillo y clavando la manga de la mano en la roca. El guardia gritó cuando Lyra lanzó otro y está vez le dió de lleno en el otro brazo, clavándolo en la pared de manera dolorosa. Tabit caminó con tranquilidad hasta que estuvo cerca del macho, sí flecha apuntando a su garganta.
Eirene volvió a mirar a Bell.
-Habla-, exigió.
-No le hagas daño-, le pidió en susurros desesperados.
Eirene apretó los dientes.
- Dime lo que quiero saber y él será perdonado-, prometió aunque no sabía si podría.
Bell dudó, mirando al guardia y luego a ella. La hembra asintió.
-No me tienen permitido entrar-, murmuró.
Eirene la agitó desde el brazo que aún sostenía.
-¿Por qué?- gruñó.
Bell tragó saliva. Ella se acercó un poco más y murmuró con voz apresurada.
-No sacan sólo oro. Hay algo más en esa parte de la mina y no podemos controlarlo aún. Por favor señora, no me obligue a entrar.
Eirene entre cerró los ojos, sin saber si creerle. Pero apretó más los dedos en el delgado brazo y la obligó a ir delante de ella mientras se dirigían a la puerta de la mina mas pequeña.
-¡No!- gritó Bell cuando la obligó a caminar por le estrecho camino, mientras intentaba pelear con ella.
Para Eirene no fue difícil controlarla y seguir caminando. Mientras más entraban se sentía más fuerte el olor a pestilencia y ella arrugó la nariz. La luz no entraba muy bien, era oscuro y el suelo parecía más irregular. Bell dejó de pelear cuando estuvieron casi del otro lado, el cuerpo de la hembra menor se había endurecido, pero caminaba intentando hacer el menor ruido posible.
Los ojos de Eirene se abrieron asombrados cuando salieron del pequeño pasillo. Esa parte de la cueva estaba totalmente oscura, pero ella podía sentir el peligro rodando por su piel. Ella sabía que algo poderoso estaba allí, podía sentirlo en el nudo de su estómago.
Sus ojos se abrieron asombrados cuando un rugido se escuchó. El agarre que mantenía en Bell se aflojó lo sufriente para que ella se soltará y corriera al pasillo de nuevo. Eirene no pudo moverse, se quedó clavada en su lugar mientras un fuerte y caliente viento la golpeó de lleno. Ella se cubrió con un brazo, gotas de líquido cayeron en su brazo y algo le dijo que era saliva. Eirene levantó la mirada y sus ojos se abrieron más al ver profundos ojos blancos mirándola desde arriba.
Eirene dio un tembloroso paso hacía atrás mientras sentía la mirada de la creatura sobre ella. ¿Que habían encontrado los Naky? Cuando ella dió otro paso hacía atrás, al no separar la mirada de los ojos, notó como estos se entrecerraban y ella se congeló. Hubo un gruñido, no tan amenazante y Eirene sintió más curiosidad que miedo.
Dejó que el instinto le guiará y en vez de ir hacia trás, fue hacia adelante. Dió un paso, luego otro y los ojos sólo la miraron. Había una pequeña luz sobre la abertura por dónde había entrado, pero mientras más se alejaba, se hacía tan oscuro como un si fuera las puertas al infierno. Eirene se detuvo en el borde la obscuridad absoluta y miró los ojos blancos. Los suyos comenzaron a acostumbrarse a la oscuridad y bajó la mirada para ver si podía ver su cuerpo.
Estaba enojada, sabía que traían a los más pequeños a esta área, para supuestamente sacar oro. Pero si no lo hacían, ¿qué hacían con los pequeños? Se sintió horrorizada al tener el pensamiento que los estaban usando para alimentar a esta criatura.
Por más que se esforzó no logró ver nada, Eirene volvió a levantar la mirada para encontrarse con los ojos blancos. Tendría que traer a Pleya para que le diera una mirada, sabía que su hermana podría identificarlo o tal vez podría describir los ojos y ella lo sabría. Después de todo, ojos completamente blancos no eran comunes.
Eirene dió un despacio paso hacía atrás, y luego otro. La criatura sólo respiraba mientras ella se movía con suavidad.
-¡Eirene!
Ella se volteó con el gritó desde la puerta, Tabit se detuvo de golpe y Eirene le hizo una seña para que no entrara mientras la criatura volvía a rugir. Ella se volvió con las manos alzadas, intentando calmar a lo que sea que fuera que estaba en esa cueva. Pero jamás espero el golpe de lo que pareció una cola contra su torso que la mandó a volar, su cuerpo golpeó con dureza justo sobre la abertura.
Eirene estaba inconciente antes de caer al suelo irregular.
•
NiK empujó a Bell a Deiti cuando Tabit salió del pasillo arrastrando el cuerpo de Eirene. Se movió con rapidez y estaba allí antes de terminarán de salir, él la alzó en brazos y miró a Tabit. La hembra parecía pálida, pero no le pidió ninguna explicación. No habían traído a Yuta y tenían que moverse con rapidez cuando sintió el olor de su sangre. Por fin él bajó la mirada a ella, buscando la herida, pero no podía ver nada más que su hermoso y pálido rostro. Su ceño se frunció cuando sintió humedad en su brazo y la movió a su pecho para ver de dónde venía. Sus ojos se abrieron asombrados cuando de la parte trasera de su cabeza bajaba sangre, NiK gruñó y comenzó a caminar.
- Tráela-, gruñó la orden a Deiti, que mantenía a una asustada Bell. NiK volvió a detenerse cuando llegó a Lyra-. A él también.
Lyra movió su cabeza en conformidad y él casi corrió a la salida con Eirene en brazos. Podía sentir las miradas sobre él, pero en ese momento poco le importaba. Sabía que ella se curaba rápido gracias a su sangre híbrida y Naky, pero aún así no podía evitar preocuparse. El olor de su sangre lo estaba volviendo loco de repente, quería volver a matar lo que haya dañado a Eirene, pero no podía dejarla.
NiK decidió que una vez que ella estuviera con su médico, volvería y descubriría lo que había allí y lo mataría por lastimarla. Y de paso, golpearía al macho que había intentando conseguir el favor de Eirene.
Su pecho vibró con un gruñido involuntario. Sólo recordarlo lo hacía hervir en cólera. Si habría podido, se habría lanzado contra el macho para cortarle la garganta por el sólo descaro de mirar de esa forma a Eirene.
NiK obligó a sus pies a moverse más rápido cuando Eirene gimió suavemente, sus brazos se apretaron lo suficiente para mantenerla en su lugar mientras él corría a las torres. Él escuchó en su oído izquierdo la voz de Tabit.
- Yuta, prepárate. Estamos llendo. Eirene está herida.
NiK apretó los dientes, se había olvidado completamente del maldito auricular.
-Estamos saliendo de la torre-, la voz de Yuta contestó-. ¿Cómo está herida? ¿Fueron atacados? ¿Alguien más está herido?
-No-, contestó Tabit-. Solo Eirene. Los Naky tiene una criatura allí atrás. Fue aterrador. No pude verlo bien, pero parece que la golpeó con una cola. Ella chocó duro contra la pared.
-Entendido-, respondió su macho.
NiK mantuvo el paso, sabía que él único que estaba corriendo era él, los demás iban como si no le importara, pero sabía que no era así. Eirene volvió a gemir cuando él vió las puntas de las torres. Se preguntó qué era esa criatura que había dicho Tabit.
¿Será que los rumores eran ciertos?
Él sabía que los Nakys estaban obsesionados con criaturas fuertes que querían dominar, a veces habían intentando cruzarlas en su laboratorio. Su papa había sido un genetista para los Naky, él había hecho la mayoría de los experimentos de los "Supremos" como los habían llamado en sus años jóvenes.
¿Será que habían creado algo al fin?
¿Por eso se habían trasladado a un planeta que era muy poco desarrollado?
Los ghinconianos no habrían podido defenderse de alguna criatura que ellos hubieran creado.
NiK se desvío de sus pensamientos cuando vio a Yuta correr al lado de Meissa, Ainus, Mich y Pleya iban tras ellos. Él se detuvo y depósito a Eirene en el suelo, procurando dejarla de costado para que notará la herida. NiK estaba apunto de levantarse para volver a la mina cuando la mano de Eirene se cerró en su muñeca.
NiK la miró asombrado.
- Eirene-, nombró sólo por la sorpresa.
Ella hizo una mueca y tironeo de su brazo, intentando que él se pusiera a su altura. NiK no quería hacerlo, pero lo hizo de todos modos. Él acercó el lado de su rostro cuando sus labios se movieron y no llegó nada a él. Tenía casi si oreja pegada a su boca cuando ella le susurró:
-No vayas.
NiK la miró enojado. Era obvio que iría, no importaba lo que ella dijera al respecto.
-Escucha..-, murmuró un poco más fuerte-. No puedes, te encerraran. Era un concubino.
NiK mostró los dientes, le importaba nada lo que quisieran los Nakys. Estaba a punto de decirlo cuando Yuta llegó y se arrodilló a su espalda.
-No es tan malo-, murmuró para sí mientras se ponía a trabajar en ella.
NiK seguía mirando furioso a los ojos tranquilos de Eirene, y gruñó su respuesta.
- Iré de todos modos-, se levantó, sacándose de un tirón la mano de Eirene.
- NiK-, lo llamó ella con un leve gemido mientras se volteaba y comenzaba a caminar rigidamente con dirección a la mina-. ¡NiK!- dijo más fuerte, pero él no prestó atención-. Maldito idiota-, le llegó el susurró-. Házlo.
Él se tensó y miró hacia atrás justo cuando Meissa se lanzaba a él. NiK logró esquivarla y quiso golpearla, sólo para dejarla algo confundida e irse rápido. Pero Meissa se movió con una rapidez asombrosa y, antes de que pudiera reaccionar, le había golpeado el rostro. NiK se tambaleó hacía atrás, agitó la cabeza, pero otro golpe lo dejó completamente tensó.
Su cuerpo cayó hacia atrás sin que él pudiera mover un músculo y lo último que vió fue como Meissa, con sus ojos de distintos colores, se ponía sobre su cara. Una sonrisa adornaba su linda cara de corazón.
-Buen descanso, comandante-, murmuró antes de que su mundo se volviera negro.
Continuará...
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