VIII
Capitulo 8
✨ Compensación ✨
Eirene dió un paso hacía atrás de forma automática al ver el brillo en los ojos completamente rojos. Miró de soslayo a la funda de su espada y arma en un almohadón cerca de la mesa central, se los había sacado apenas entró y, se dió cuenta, que estaba muy lejos de su alcance.
—Si. Quería pedirte disculpas, pero..
Se detuvo cuando un rugido se escuchó de parte de NiK. Eirene no había esperado eso, activo sin ser consiente su muñequera y la cuchilla se instaló en su mano. El frío material fue reconfortante y familiar, lo suficiente para tranquilizar un poco su corazón desbocado.
—No acepto tus disculpas, capitana—, gruñó con voz profunda dando unos pasos a ella.
Eirene siguió retrocediendo, sus dedos apretaron la cuchilla. Ella no dañaría al comandante, pero podía mantenerse tranquila al saber que tenía un arma a su alcance.
—Lo hice por la misión...
NiK hizo un ruido raro pero aterrador, por su expresión y sus dientes fuertemente apretados, podría haber sido un insulto. Eirene no se percató que tenía la cama a su espalda, hasta que fue muy tarde. La parte trasera de sus rodillas golpearon contra el borde y, aunque tenía grandes reflejos, quedó sentada en la acolchonada y enorme cama. Eirene parpadeó al rebotar y en menos de dos parpadeos ya tenía a Zolo encima. Estaba tan atónita, que su espalda terminó recta sobre el colchón y NiK se subió por su cuerpo, dominando con la anchura del suyo.
NiK trepó por arriba del cuerpo femenino, mientras Eirene solamente podía verlo encerrarla entre sus grandes brazos. Apoyó sus manos a la altura de su rostro y sus rodillas por fuera de las piernas de ella. Eirene se mordió el labio al sentir su calor sofocante llegar a ella, recordando la última vez que habían estado tan cerca.
Ella levantó la mirada de su pecho para verlo a los ojos. Sus pozos tenían una lucha entre sus colores, era algo que fascinaba para Eirene. Como su tri-color podía manifestar sus emociones, mientras que los suyos guardaban sus sentimientos como si fueran la cosa más preciada. La mirada tormentosa de Zolo fue a su boca, su ceño se profundizó cuando el celeste se perdió y quedaron peleando el rojo con el dorado.
De repente Eirene empezó a tener demasiado calor con el comandante sobre ella y se movió para que él saliera de allí. Sus ojos negros se agrandaron cuando una de las manos del Comandante se cerraron sobre su garganta y la otra le sacó fácilmente la cuchilla de la mano, lanzándola a una esquina de la habitación. Ella observó su rostro, dándose cuenta como el rojo iba tomando terreno en sus pozos profundos.
— Exijo una compensación—, gruñó levemente con la voz ronca y sus pupilas dilatadas.
—¿Qué compensación?— susurró Eirene.
Ella observó como él miraba su rostro, clavándose en sus labios. Eirene fue hiper consciente de la resequedad que sintió en su boca. Su lengua, sin consentimiento, salió a mojar sus labios. Zolo gruñó y apretó sus dedos en su garganta, su gargantilla se activó y sacó los pequeños pero filosas espinas y el comandante sacó la mano cuando sintió los pinchazos. A penas NiK sacó la mano, la gargantilla volvió a su forma normal y él miró con el ceño fruncido a su cuello.
Eirene subió sus piernas, aprovechando su distracción y que había separado su enorme cuerpo del de ella, y lo empujó con los pies. Aún así, fue como golpear una pared, así que tomó impulso e hizo una vuelta carnero a la inversa y termino en la cama a gatas, mirándolo con cautela.
—No debiste haberme apretado el cuello—, lo reprendió suavemente al ver qué de uno de sus dedos salía sangre.
Zolo la siguió mirando intensamente mientras llevaba el dedo a la boca. Eirene tuvo un estremecimiento cuando la lengua de él salió para pasarla por la pequeña herida, como lo había hecho con sus muslos. Eso hizo recordar que tenía el traje roto y se toco con una de las manos el agujero en la tela, sin animarse a desviar la mirada de Zolo. Su herida ya estaba cerrándose gracias a su sangre híbrida, pero no podía olvidarse como su cuerpo había reaccionado a los lametones del comandante.
Con un movimiento inesperado, Zolo se lanzó a ella, pero Eirene dejó que el instinto se hiciera cargo. Cuando lo tuvo casi sobre ella, Eirene se colgó de una de sus extremidades, intentando hacerle una llave de yudo, rodaron por la cama. Sus muslos se cerraron en su brazo derecho, el cual era su dominante, y su cuello, sus manos en un agarre de fierro en la muñeca, haciendo que lo mantuviera extendido.
NiK gruñó por el tirón en el brazo, metió su mano izquierda en uno de los muslos de Eirene, intentando liberarse de su agarré. Pero ella apretó mucho más las piernas, no tenía espacio ni para respirar. Él hizo lo primero que se le ocurrió, sin ganas de hacerle daño. Su mano izquierda subió por el cuerpo que tenía atrás y se cerró sobre uno de sus pechos. Eirene jadeó a su espalda y el sonrió cuando sintió que aflojaba el agarré.
Se movió rápido y fuerte, logrando soltarse del agarre en su muñeca y girando su cuerpo. Sus dos manos fueron a sus pechos cuando Eirene quiso moverse de nuevo, apretando sus muslos. NiK movió su cara y mordió levemente su muslo derecho y ella jadeó aunque sus dientes no traspasaron la piel.
Ambos respiraban con fuerza cuando se quedaron quietos y, sin sacar la boca del muslo de Eirene, NiK subió la vista a su rostro. Ella tenía la boca levemente abierta mientras lo miraba, parecía muy asombrada, pero hubo algo que llamó más la atención de NiK.
Su olor.
Almizclado y delicioso, era fuerte a donde estaba y se dió cuenta que provenía de su monte de mujer. Sin apartar la vista de ella, sus dedos se movieron hasta que encontraron los pezones duros como pequeñitas rocas. Su pulgar los rodeó mientras veía como el color rosa comenzaba a surgir desde sus mejillas y sus ojos sin pupilas temblaban. Sintió la tensión en las piernas en su boca y aflojó los dientes y saboreó la tela que la cubría. Con su lengua y boca, fue subiendo por su muslo, sin apartar la mirada de Eirene.
Ella parecía demasiado anonadada para hacer algo al respecto y él aprovechó su estado de shock. Acomodó sus piernas, arrodillándose en la cama y su cuerpo siguió subiendo por ella. Sus manos se apretaron en los firmes pechos, su miembro comenzó a llenarse de sangre dolorosamente. Las rodillas de Eirene quedaron en sus hombros mientras más se subía, ella terminó acostada en la cama. Se detuvo cuando tuvo su rostro sobre el de ella, su vara dura sobre su funda caliente, su pecho vibró con lo bien que se sintió la fricción.
—Esta es mí compensación—, gruñó contestando a su pregunta, justo antes de que atacará a su boca llena.
La boca de Eirene se abrió con una asombrosa sumisión mientras él atacaba su cavidad dulce y adictiva. Sintió las uñas romas de Eirene arañar su nuca, y él gruñó, su cuerpo sólo parecía disfrutar cualquier cosa que ella le hiciera.
Su idea había sido castigarla, por la humillación que le había hecho pasar. Pero el beso era una mejor idea, decidió a último momento. Más al recordar cómo ella había reaccionado a la primera vez.
Sus lenguas estaban en una lucha más intensa que las que tenían verbalmente, y una mucho más satisfactoria. Sus manos amasaron sus pechos y frotó su miembro contra ella. Eirene jadeó, separando sus bocas al tirar la cabeza hacia atrás. Él observó, casi con fascinación, como su rostro se retorcía con placer mientras movía lentamente su cadera sobre la de ella. Sus respiraciones eran tan duras como las de Eirene.
Una de sus manos fue bajando por sus costillas, marcando cada curva de su cuerpo femenino. Su rostro se hundió en el cuello de ella y sintió el sabor de su sudor con la lengua mientras ella gimoteo bajo. Su mano siguió un camino invisible que lo llevó hasta el agujero que tenía en el traje. Dos de sus dedos se sumergieron y tiró hacia arriba.
El ruido de la tela rasgarse fue como una alarma para Eirene, la sacó de su estado nebuloso y miró alarmada a Zolo.
NiK hizo un ruido sordo, uno que estaba destinado a tranquilizar y volvió al ataque con su boca. Eirene estaba algo aturdida, sin saber si seguir o detenerlo, su cuerpo tembló cuando sintió los cayosos dedos del comandante por su muslo desnudos. Sus neuronas parecieron golpearse una contra otra cuando él volvió a mover su miembro contra su clítoris. Era como si le diera un choque eléctrico, pero uno que hacía sentir a su cuerpo anhelante y no un dolor real.
Ella gimió cuando él apretó entre sus dedos su pezón justo en el momento que él volvía a frotar su clítoris. La boca de NiK la dejó para pasar su lengua por su mandíbula. Si no lo estuviera sintiendo, hubiera dicho que era asqueroso, pero se sintió demasiado bien. Un cosquilleo extraño pasó por su columna, que la dejo débil y temblorosa, cuando él habló justo sobre su oído.
—Se que lo deseas, Ela. Yo te deseo, ¿lo sientes?— preguntó apretando su polla dura contra ella.
Eirene movió el rostro a un lado, dándole espació cuando él chupó el lóbulo de su oreja derecha.
—Dime que me deseas, Ela.
Eirene intentó respirar y hacer que su voz funcionará cuando...
—¿Eirene? ¿Qué sucede? ¿Necesitas ayuda?
Su cuerpo se tensó cuando se dió cuenta que Zolo había activado el micrófono que usaba con sus hermanas. La voz de Tabit le dijo que todas sus hermanas podían escuchar lo que pasaba.
—No—, dijo Eirene entre jadeos, en contestación para su hermana.
—¿No? ¿De verdad lo estás negando?— gruñó Zolo mientras se separaba para ver su rostro.
—¿Estás segura? — preguntó Lyra al mismo tiempo.
—Si—, dijo Eirene, de nuevo más concentrada en la conversación con sus hermanas.
—Apaga el maldito micrófono entonces—, gruñó Meissa.
Eirene aprovechó que NiK se movió y llevó su mano a su oreja, disimuladamente apretó el pendiente y giró el centro hacia la derecha hasta que hizo un leve click, para desconectarlo del todo.
Cuando volvió a mirar al comandante, este estaba sentado entre sus piernas, ahora flácidas en la cama a los lados de la cadera de él. Zolo la miraba con el ceño fruncido, Eirene no podía pensar con claridad al tener el clítoris palpitante y la vagina mojada, su corazón aún golpeaba contra sus pechos, sus pezones estaban dolorosamente duros mientras el cosquilleo seguía en su baja columna. Pero el duro miembro había dejado de frotarse contra su calor y la frustración era fuerte al no saber qué hacer para que volviera a dónde estaba.
Ella abrió la boca, sin saber lo que diría, pero Zolo la dejó sorprendida cuando se levantó y salió de la grande cama en unos pocos movimientos. Poniendo distancia entre ambos, Eirene se quedó mirando su ancha y musculosa espalda mientras él apartaba algunas telas que se enredaron en él cuando quiso levantarse.
— Cambíate—, gruñó sin mirarla y salió de la habitación, llendo a la sala.
Eirene miró el techo que estaba sobre la cama cuando lo perdió de vista. Las suaves y finas telas hacían una especie de cúpula y caían por los costados de la enorme cama. Ella suspiró y se sentó, aún sintiendo el palpitar entre sus piernas. Se miró el agujero en el traje y maldijo. Sabía que una vez que el traje tenía una fisura era inservible y perdía todas las propiedades de escudo que supuestamente tenía.
Eirene volvió a suspirar mientras se desabrochaba el morral.
•
•
La mirada de NiK se mantuvo baja mientras entraban en el salón enorme que supuestamente era donde se desarrollaría la cena. Pudo ver de soslayo una larga mesa donde estaban sentados solo Net-Erei y Nizi en el centro y tenían una silla más, al lado de la hija mayor.
Él se detuvo cuando Eirene lo hizo, justo del otro lado de mesa.
—Le agradecemos su presencia, Señora— dijo el viejo, pero NiK no levantó la mirada—. Es bienvenida es nuestra mesa—. NiK suponía que ocuparía la silla a un lado de la hija mayor.
—Gracias Net-Erei—, respondió fríamente la capitana de la agrupación de hembras—. ¿Dónde se sentarán mis guardias?— preguntó mirando sólo la silla que había a un lado de la rubia.
NiK apretó disimuladamente la pequeña mano, intentando advertirle que las señoras no comían con la servidumbre. Sus dientes se apretaron al saber que tendría que arrodillarse al lado de Eirene y esperar que ella le diera algo de comer, si tenía suerte. Con lo fría que era Eirene, lo tenía algo preocupado.
Aún no podía entenderla. Él conocía a la raza Naky, pero se dió cuenta que no conocía casi nada de la raza humana. Por primera vez, después de dejar a Eirene sola para que se cambiara, pensó que debería averiguar algo de la raza. Había pasado por alto que ella era en su mayoría terrícola, tenía actitudes que podía manejar, como su distanciamiento y su mirada fría, ya que era un rasgo de una raza conocida, odiada pero conocida. Pero cosas como el cambio de su color, sus dudas cuando él la tocaba... Tal vez eran rasgos de los humanos.
Un rasgo horrible el de dudar.
Él era directo, sabía que si Eirene le hubiera dicho que sí, se habría sumergido en ella en un parpadeo. Pero, una vez más, ella lo había negado. Otro golpe duro para su ego. Pero este podía manejarlo, porque por más que ella había dicho eso, su cuerpo decía otra cosa.
Volvió a la realidad cuando Net-Erei habló.
—Ellas comerán en esa mesa, Señora. Le hemos reservado lugares en la mesa de servidumbre élite.
NiK ocultó su mueca agria.
—Bien—, fue toda la respuesta de Eirene.
Llevó a Eirene de la mano y la ayudó a sentarse, moviendo la silla y acomodándola cuando se sentó. Sus rodillas tocaron el suelo cuando se acomodó a su derecha, desgraciadamente al lado de la otra hembra Naky. NiK apoyó su culo en los talones y se preparó para lo que esperaba, no fuera una larga cena. Sus manos permanecieron laxas en sus rodillas, con la mirada fija en la mesa donde estaban sus machos. Sus dientes se apretaron al ver que ellos si estaban sentados en una silla, tal vez no eran tan altas como los de los otros o con cómodos respaldos, pero no tenían que humillarse como lo estaba haciendo él.
Se tragó en suspiro y se mantuvo quieto.
Su estómago se apretó de hambre, había comido algo en la sala de la recámara, pero él era un macho grande, por lo tanto a veces comía el doble de sus camaradas.
Sus ojos se abrieron sorprendidos cuando una cuchara apareció en su campo de visión. Su mirada se alzó a Eirene, sin poder ocultar su asombro. Sus ojos negros estaban vacíos mientras lo miraba también, pero le pareció ver un signo de preocupación en su rostro, que rápidamente ocultó.
NiK no dudó y abrió la boca, aceptando la comida como una maldita mascota... pero era buena. Una de las mejores comidas que había probado en años. Captó la leve sonrisa de Eirene y silencio su gruñido. Ella siguió comiendo en silencio y dándole cucharadas a él. NiK no fue el único en notar que prácticamente era él el que más comía.
—Alimenta muy bien a su macho—, dijo Nizi con una leve mirada a Eirene.
NiK sintió como la columna de Eirene se tensaba y deseo poder hacer algo, pero permaneció con la mirada baja mientras ambas hembras se miraban por arriba de su cabeza.
—Es importante que esté bien alimentado. Siempre deseo que tenga todas sus fuerzas—, contestó Eirene.
NiK apretó los dientes al captar el doble sentido en sus palabras. Todo deseo que querer relajarla se fueron por el caño.
—Ya veo—, susurró Nizi.
"Ojalá fuera cierto" susurró una voz en su cabeza, que él se encargó de silenciar.
— Jamás había visto un macho tan bien alimentado y grande. Se nota que se preocupa por sus siervos—, siguió la rubia mientras llevaba sus extraños cubiertos para cortar la carne—. ¿De qué raza es?
Los dedos de Eirene se apretaron en los suyos mientras pinchaba la que tenía en su plato.
—No me preocupo—, contestó fría Eirene mientras le daba el trozo que había cortado. NiK abrió la boca y lo masticó para no hacer un ruido de protesta—. Es una inversión que necesito que esté en toda su forma. No entiendo a los que pagan siervos y no los cuidan. Sería un desperdicio de oro.
NiK ocultó su sonrisa, Eirene había esquivado responder su raza. Obviamente no la sabía, de todos modos.
—Eso es cierto—, le concedió Nizi. Él sintió su mirada en la cabeza, pero mantuvo su mirada en las manos de Eirene. No volvería a cometer el mismo error—. ¿Cuánto considera que vale?
Eirene dejó los cubiertos con un ruido sordo sobre el plato, NiK se tensó.
—¿Disculpa?— preguntó ella mirando a la rubia fijamente.
—¿Cuánto considera que vale su concubino? ¿Por cuánto oro me lo vendería?
NiK podía sentir que una gota de sudor bajaba por su frente, la energía que percibía de ambas hembras le estaban crispando los nervios. Hasta que Eirene soltó una fuerte y, cabe aclarar, aterradora carcajada.
—No puedo creerlo—, dijo con una leve sonrisa que él sintió cínica. Ella miró a Net-Erei—. No sabía que su hija fuera de hacer bromas, Net-Erei. Me ha tomado por sorpresa— dijo con un pequeño toque de diversión.
— Disculpe Señora. Pero mi hija no es de esas hembras—, contestó el único macho Naky de la mesa.
Eirene sacó los cubiertos del plato, aún con un poco menos de la mitad de comida, y se lo dió a él. NiK lo agarró con ambas manos, sabía que no tenía derecho a comer con cubiertos, pero agradecía el gesto de dejarle el plato. Ella podría haberle tirado la comida al suelo.
—No me gusta vender lo que es mío—, gruñó levemente. Toda diversión se había esfumado—. El día que no quiera más a un concubino, lo mataré yo misma— dijo levantando el mentón y mirando a la hembra.
NiK mordió la carne, sin siquiera tensarse por sus palabras. Primero y principal, porque Eirene no era una señora naky, su amenaza era vacía y por último, pero no menos importante: Eirene no podría matarlo ni aunque quisiera. No estaba siendo altanero, y aunque la hembra era fuerte, rápida y ágil, NiK lo era más gracias a su tiempo en la guerra. Y aunque hasta el momento, no había podido vencerla, era porque él no quería lastimarla.
Mientras masticaba la carne, sintió la mirada de la hembra Naky de nuevo en la coronilla de su cabeza. Él siguió comiendo y se limpió la boca con la manga de su traje cuando Eirene le ofreció un poco de agua de la copa. NiK abrió la boca mientras mantenía la cabeza hacia arriba, sabía que no podía tocar su copa y ella tendría que tirarla de una distancia respetable. Sus ojos se abrieron sorprendidos cuando sintió los dulces y suaves labios de Eirene sobre los suyos. La mano libre de ella se cerró en el cabello de la nuca y lo mantuvo en la posición mientras le pasaba agua y luego besaba su boca de forma algo violenta.
Eso no le impidió disfrutar del contacto.
Su lengua salió al encuentro de la suya, contestando con la misma intensidad y hambre, pero no de carne cocida. Por un momento, se olvidó completamente donde estaban y sólo disfrutó del beso. Hasta que Eirene lo obligó a separar su boca de la de ella con un fuerte tirón de pelos. NiK se la quedó mirando con la respiración algo agitada y la mirada brillando en dorado. Quería tirarla en la mesa y saborear cada parte de su cuerpo y hundirse en el delicioso olor que había captado hacía sólo unas horas.
Pero la mirada de Eirene estaba en la otra hembra Naky.
— Él está marcado por mí, Nizi. No me gusta compartir mis juguetes...
— Excepto con sus siervas—, le interrumpió la rubia sin un tono de molestia por la escena desarrollada frente a ella.
NiK apretó sus dientes, pero volvió a bajar la mirada y agarrar la carne.
—Ellas cuidan lo que es mío—, le contestó Eirene con un encogimiento de hombros.
—Ya veo—, susurró la otra hembra—. Eso quiere decir que todos los machos le pertenecen. Los usa cuando quiere—, más que una pregunta fue una afirmación.
NiK se tensó cuando Eirene contestó sin dudar:
—Exacto.
Él sabía que era una actuación, pero gruñó bajo con la idea de que Eirene hiciera lo mismo con sus camaradas. El sólo hecho de pensar que sus machos sabrían cómo sabía su boca, era algo que lo enfurecía más de que él podía comprender.
Sus ojos se cerraron al sentir el cuerpo de Eirene tensó, sabía que ella tendría que demostrar que lo dominaba y se preparó para la próxima humillación. Pero está nunca llegó, provocando que abriera los ojos y alzara la mirada a la capitana. Eirene lo observó por unos segundos y él volvió a bajar la mirada, pero ella siguió sin hacer nada.
—¿No castigará a su concubino?— preguntó Nizi con un leve tono de curiosidad.
—Lo haré en la recámara— dijo Eirene con una sonrisa peligrosa.
NiK se odio por sentir anticipación y curiosidad por la forma que ella supuestamente le castigaría.
Eirene miró a sus hermanas y vió a Pleya hacer movimientos con las manos, ella asintió levemente.
—Mañana me gustaría que me llevarán a la mina. Deseo ver las condiciones de la producción—, dijo Eirene con tono de naturalidad.
Nizi asintió.
—Claro, Señora. Prepararé un grupo de machos para que la acompañen.
Eirene la observó mover sus cubiertos por la comida, pero sin tocar el alimento. Contrario a su padre, la rubia no comía mucho. Eirene necesitaba más información.
—¿Está muy lejos de las torres?
—No—, contestó la hembra—. En la parte trasera de las torres, son unas pocas coordenadas.
Eirene se quedó pensativa, sabiendo que coordenadas era la forma en que ellos decían kilómetros. Vió de reojo que NiK había terminado su comida y ella se sintió mejor de que comiera todo. Ella no habría podido y, se notaba, que él necesitaba mucho más alimento.
Eirene se relajó con la copa de agua en la mano y miró el grande salón. Sus hermanas estaban silenciosas, comiendo junto con los machos y con los guardias. Sus ojos se entrecerraron al ver las miradas que le daban los guardias a sus hermanas, también había mujeres en esa mesa y ellas miraban a sus supuestos concubinos. Se preguntó si alguna de sus hermanas estaban sintiendo eso que ella estaba empezando a sentir por el imbécil de Zolo. Había momentos en que lo odiaba y otros que no lo deseaba lejos.
Su mano fue a la cabeza de Zolo de forma inconsciente y raspó con sus uñas su cuero cabelludo. Zolo había estado tenso hasta que ella empezó con la caricia, y como si fuera un gato, su enorme y musculoso cuerpo se relajó casi hasta que apoyó su cabeza en el muslo de ella. Eirene no apartó la mirada de los guardias mientras hacía que el comandante apoyará su mejilla en su pierna y siguió rascando su cabeza cuando él empezó a tensarse de nuevo.
—Es una pena que no lo quiera vender—, habló Nizi llamando su atención de nuevo. Eirene apretó la mandíbula cuando la miró, sus ojos seguían clavados en el perfil de Nike—. Lo tiene muy bien entrenado. ¿Es muy bueno entre las sábanas?— preguntó la hembra haciendo que sus ojos parpadearan.
Sus dedos se detuvieron en la cabeza de NiK mientras sentía que todo su cuerpo se tensaba.
—Si no lo fuera, no sería mí principal— contestó Eirene con los dientes apretados.
Que ironía, pensó Eirene. Ya que ella era virgen, ni siquiera sabía cómo era el miembro de NiK, pero ahí estaba ella. Hablando de las habilidades de los machos en la cama.
Ocultó la sonrisa sarcástica.
Sintió un extraño escalofrío cuando la cabeza de NiK se movió en su muslo, como un perro restregando su cuerpo por el suyo, Zolo la acarició con su mejilla.
—¿Podría verlo?— preguntó Nizi haciéndola recordar que tenía compañía.
—¿Qué?— preguntó Eirene, sin entender realmente qué preguntaba.
—Su vara—, Eirene agradeció no tener un líquido en su boca, porque o sino le habría escupido todo en la cara—. Pídale que me muestre su vara dura.
Eirene parpadeó, sin poder creer lo que estaba diciendo la hembra.
O sea... ¿¡Que diablos!?
Eirene apretó su mandíbula y le mostró los dientes a Nizi.
—Creo que no ha captado—, gruñó ella—. Es mío, y sólo yo lo miró y lo toco.
Nizi no pareció afectada por la amenaza en su tono y ojos, ella ladeó el rostro, su mirada más curiosa que otra cosa.
—Nunca vi una Señora Naky que no le gustara alardear del tamaño de sus machos.
—Siempre hay una primera vez—, dijo Eirene intentando relajarse y empezó a rascar la cabeza oscura de Zolo de nuevo.
Su mirada se volvió a sus hermanas y las notó tensas, observando la conversación desde lejos.
—Usted es híbrida, ¿verdad señora?
Eirene volvió su mirada lentamente a Nizi, no podía saber lo que pasaba por su mirada fría y distante. Ella asintió levemente.
—Mi padre era Naky y me heredó su fuerza y carácter dominante. ¿Tiene algún problema con eso?— le pregunto desafiante.
Los labios gruesos de Nizi tuvieron un leve tirón, como si le habría gustado sonreír, pero no llegó a hacerlo.
—En lo más mínimo, señora. Todos saben que la mayoría somos híbridos. Sólo nuestra señora mayor es pura Naky.
Eirene se puso de pie de repente, asombrando a todos los que estaban en la sala. Alzó su copa hacia arriba y no dudó en hacer el brindis. Su voz no tembló, ni siquiera mostró el asco que sentía por el nombre de la Señora Principal.
—¡Larga vida a Luvia!
—¡Larga vida a Luvia!—, contestaron todos al unísono.
Continuará...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro