V
Capitulo 5
✨Del Odio a la Pasión... ✨
Eirene esperó hasta que casi no sintió movimientos en la nave para salir de su recámara. Obviamente, seguía habiendo algunos machos que trabajaban mientras los otros dormían al final de la rotación. Pero nadie le dió una segunda mirada mientras se movía por los pasillos.
Tenía un objetivo: Hablar con Zolo.
Aún no podía olvidar su entrenamiento, esa misma rotación. Como su cuerpo había respondido al del Comandante. Como ella había aprovechado su distracción para reducirlo, pero de igual modo él había logrado zafar de su agarre y la había terminado reteniendo. Aunque se había considerado un empate ya que mientras él mantenía sus garras filosas en su cuello, la cuchilla de Eirene se había instalado en su entrepierna. Habían recibido ovación de los espectadores y todo había terminado cuando Zolo rugió para que volvieran a sus puesto de trabajo o fueran a hacer algo provechoso.
NiK la había mirado fijamente por unos minutos, que ella no pudo desviar su mirada y se había marchado sin decir una palabra a ella, ni a sus hermanas. Lo que más le había sorprendido era que sus ojos se habían fundido en oro puro y rico, como cuando la había tenido en sus brazos cuando la redujo la primera vez.
Eirene quería advertirle que no volviera a tocarla de ese modo ni que la mirará así. Provocaba un burbujeo en su interior que no quería sentir.
Se detuvo en la puerta de la recámara y respiró profundo. Miró la puerta unos segundos y frunció el ceño. Le parecía una estupidez lo que estaba a punto de hacer. Zolo y ella se odiaban, él seguramente había aborrecido tener esa reacción con ella y, tal vez, Eirene no tendría que haber ido para hablar de ello. Pero antes de que pudiera darse media vuelta y volver a su habitación, la puerta se abrió con un siseo.
Sus cejas se alzaron cuando vió la habitación completamente oscura. Dudó, hasta que escuchó la voz gruñona del interior.
-Pase, capitana.
Eirene se mordió el labio, preguntándose cómo él sabía que era ella. Pero rápidamente descartó la pregunta y dejó su boca tranquila. Borró toda expresión de su rostro y dió unos pasos al interior. La puerta se cerró en su espalda y parpadeó para acomodar sus ojos a la oscuridad.
Gracias a su sangre híbrida, pudo distinguir a Zolo sentado en una especie de puff-sillón oscuro. Su torso estaba desnudo y tenía una bebida en la mano. Sus ojos brillaron en la oscuridad haciéndolo parecer un ser extraño, mitológico, un demonio que podría seducir a cualquier mujer de la tierra. Su pecho ancho, musculoso y marcado de cicatrices hicieron que su mirada se desviará de su rostro. Se tensó cuando él movió su macizo brazo, pero se obligó a relajarse cuando simplemente él llevó el vaso con un líquido transparente a la boca. Sus ojos siguieron al vaso, que la llevaron a su boca dura y masculina, bajando a su garganta cuando su marcada nuez subió y bajó cuando tragó el líquido. Un suspiro ronco y bajo salió de la boca de Zolo cuando bebió todo el contenido.
-¿Desea algo de mí, capitana?- murmuró Zolo cuando Eirene se mantuvo en su lugar, sólo mirándolo.
Eirene de repente se sintió sin aire y con los labios resecos. El cosquilleo en su estómago se intensificó, siendo el doble de intenso de cuando discutía con él o cuando habían entrenado. Tampoco se perdió la pesadez de sus palabras, su vista se acomodó mejor a las penumbras y pudo ver la sombra sobre la nariz angulosa del Comandante. Lo que sea que estaba tomando, debía ser alguna clase de alcohol, pensó.
-De hecho..- susurró y se aclaró la garganta al sentir que su voz no había salido tan fuerte como le habría gustado-. Deseo hablar con usted.
Zolo alzó una ceja oscura mientras la miraba de arriba a abajo, sus dedos jugaron con la taza que mantenía en su mano. Su brazo abultándose y relajándose debido a los movimientos. Eirene lo comparó con un magnífico animal salvaje, relajado pero peligroso. Retozando, pero siempre alerta y listo para atacar.
-Muy bien- dijo con su voz ronca, logrando que en los brazos de Eirene brotará la piel de gallina-. La escucho, Eirene.
Eirene reprimió el escalofrío que sintió cuando gruñó su nombre. Los ojos de Zolo parpadearon con dorado para luego volver a su tri-color. Eirene odió sentir que su vientre se estremecía.
-¿Podría dejar de hacer eso?- le preguntó con la voz llena de irritación.
Zolo parpadeó por sus palabras y se reclinó de un lado para dejar la taza en el suelo. Le fue imposible a Eirene no darse cuenta como su estómago se apretaba, mostrando sus abdominales duros y marcados, la mayoría de la piel de su torso marcada de largas y zigzagueantes líneas, algunas gruesas y otras tan finas que eran casi imperceptibles.
- Según usted, ¿Qué estoy haciendo?- preguntó mientras se volvía a acomodar en el puff-sillón, sus grandes dedos se entre cruzaron arriba del ombligo y sus piernas se abrieron y estiraron.
Eirene notó la pose despreocupada, casi parecía a punto de dormirse, pero sus ojos luminosos se mantuvieron abiertos e inteligentes.
-No sé que pretende con este juego que está jugando-, la columna de Eirene se irguió, ella mirándolo desafiante desde su postura de pie-. Pero le exijo que se detenga.
-¿Yo estoy jugando un juego, capitana?- sus ojos volviéndose más dorados, su voz llena de confusión.
Eirene dió un paso más hacía él.
-Si. Dejé de hacerlo—, exigió.
El silencio se propagó entre ellos mientras ambos se sumergían en una lucha de miradas. Zolo movió su boca, haciendo una extraña, perezosa y sensual sonrisa de lado que a Eirene le puso nerviosa.
- Según usted, ¿Qué juego estoy jugando, que quiere que detenga?— preguntó divertido.
Eirene apretó sus dedos hasta formar un puño apretado en sus manos. Su lengua salió disparada a mojar sus labios secos, y NiK clavó su mirada dorada allí.
- Está equivocado si cree que caeré en su seducción- gruñó Eirene enojada por la forma en que su cuerpo estaba reaccionando a su mirada caliente e intensa.
-¿Seducción?- resopló NiK, sus hombros moviéndose con una baja y profunda risa.
- Como sabe que no me doblegaré ante usted, cree que si me seduce podrá hacerme ceder—. Explicó ella, sintiéndose cada vez más nerviosa, diciendo lo primero que se le venía a la cabeza.
NiK detuvo su risa, su expresión divertida poco a poco comenzó a borrarse para llenarse de una recelosa actitud.
-¿Cree que no funcionará?- preguntó, aunque no afirmo ni negó su suposición.
Eirene apoyó su mano en su cadera, intentado parecer inmune a los encantos masculinos. Ella lo miró desde sus enormes pies, subiendo por las pantorrillas duras, sus rodillas prominentes y sus muslos musculosos, todo apretado bajo un pantalón negro ajustado. Su mirada no se detuvo, para seguir por su estómago tenso, bronceado y marcado, podía adivinar que cada parte de su cuerpo tenía cicatrices. Y aunque a alguien más delicado le habría parecido que le restaba belleza a ese cuerpo masculino, era todo lo contrario. Cada una de sus cicatrices era una historia de supervivencia, una pelea que había luchado con sangre y sudor, y había salido vencedor. Cuando llegó al fin a su rostro, su afilada mandíbula y sus rasgos tan masculinos, duros e inexpresivos, a veces; se dió cuenta que era el macho mas atractivo que había conocido en sus 24 años de vida.
Minerva le había explicado lo que era el sexo, pero jamás lo había experimentado, ni siquiera una chispa de atracción hacía el sexo opuesto. Pero Zolo despertaba y hacía vibrar partes de su cuerpo que ni siquiera sabía que podían hacerlo.
Su ceño se frunció cuando Zolo sonrió de lado de nuevo.
-Obvio que no funcionará- casi gritó y ella misma se sorprendió por su arrebato.
Zolo sólo sonrió un poco más.
-Nunca fue mí intensión seducirla, capitana Eirene. Pero... - ella se tensó cuando él comenzó a levantarse de su puff-sillón-. Podríamos probarlo ¿no le parece?
-¿Qué?- tartamudeo dando un paso hacía atrás. De repente su estatura descomunal y sus anchos y desnudos hombros le parecieron a Eirene como una enorme montaña.
- Según usted, por más que yo la seduzca, jamás cederá terreno. ¿Por qué no me lo prueba con hechos?- gruñó ligeramente con sus palabras mientras comenzaba a caminar a ella como si fuera una pantera en caza.
Eirene hizo lo imposible para no moverse, ni que se notara como su corazón comenzó a retumbar en su pecho, su cuerpo tembló visiblemente aunque intentó no hacerlo. Zolo se detuvo a sólo unos centímetros de ella, de la piel bronceada del macho se desprendiendo un calor casi asfixiante. Él aspiró por la naríz, ruidosamente, su pecho expandiéndose, y un sonido, mezclado entre gruñido y gemido, salió de sus labios apenas abiertos.
- Hueles tan bien-, murmuró-. ¿Estás segura que no eres tú la que estás guiando este juego?
Eirene parpadeó, anonadada por su confesión.
-¿Yo? - tartamudeo-. Yo jamás lo haría.
Ella se mantuvo quieta mientras Zolo alzaba su mano con lentitud, como si ella fuera una pequeña ave que volaría lejos si él hacía un movimiento brusco. El corazón de Eirene se detuvo y retomó su carrera alocada cuando él cerró sus dedos en su pelo suelto. Su mirada dorada se clavó allí donde su mano se instaló, mientras tomaba un mechón y los retorcía entre sus enormes dedos.
De la nada, sus ojos se entrecerraron y el dorado se mezcló con el rojo, los dos colores parecían luchar en sus cuencas.
- Estoy seguro que te han entrenado en el arte de la seducción. Cómo debilitar a tu enemigo con tu cuerpo y tu suavidad...
Eirene tragó saliva, pero no confirmó sus ideas. Lo cierto era que Minerva les había hablado sobre esa forma de conseguir cosas, pero aún no tenían permitido usarla. Sólo porque Minerva no lo creía necesario, la mujer que las crío, creía en que su primera vez debía ser con un ser querido y no por obligación. Por eso, siempre se evitó esas clases de tácticas, a menos que alguna de sus hermanas estuviera dispuesta, siempre se encontraba una salida.
Eirene parpadeó, porque se le ocurrió que con Zolo no sería un sacrificio, aún así no quería dejarse guiar por su cuerpo que actuaba extraño a ese macho extraterrestre.
Frunció el ceño cuando él gruñó suavemente y dió un paso hacía atrás, con un movimiento de cabeza tiró el mechón que él había mantenido entre sus dedos. Zolo lo soltó y ella volvió a dar un paso hacía atrás, buscando que su lengua funcionará normalmente. Si se mantenía lo suficientemente lejos, podría pensar con claridad y no perderse en los ojos del comandante, en el calor de su cuerpo, ni en su imponente fuerza y masculinidad.
-No me interesa seducirlo, Comandante- dijo levantando el mentón, su expresión volviéndose distante otra vez-. Usted no es mí enemigo, es un aliado. Tengo confianza que consulto con su hermano Lax sobre el momento donde puede darme órdenes-. Zolo endureció su mandíbula, el rojo ganando por muy poco en sus ojos, mientras asintió secamente-. Me alegra saberlo. Sólo quería decirle que dejará de ser poco profesional y se concentre en nuestra misión.
NiK gruñó, mostrando los dientes y ella sonrió. Lo preferí enojado y no cachondo. Eirene sintió que era todo lo que quería decirle y como él no hizo ademán de querer agregar algo, se dió media vuelta hacia la puerta. Cuando estuvo a unos pasos de la apertura, Zolo la tomó desprevenida y la apretó contra la puerta cerrada. Eirene apoyó las manos en la superficie plana para no golpearse con la violencia que él uso. Su respiración salió en un jadeó sorprendido y retuvo el aliento cuando el cuerpo masculino se apretó en su espalda. Zolo no la tocó con las manos, él apoyó las palmas a los lados de su cabeza, su pecho vibró atrás suyo cuando gruñó bajo y largo.
El cuerpo de Eirene tembló cuando sintió su nariz moverse por su nuca, enterrando su rostro en su pelo. Ella volvió a jadear con fuerza cuando él frotó su vara dura contra su trasero, y aunque se sintió ofendida, su cuerpo se humedeció por el contacto.
- Huelo tu deseo Ela, no puedes engañarme-, los labios húmedos se rozaron contra su cuello desnudo y Eirene se mordió el labio para que el gemido que había querido brotar, no pudiera salir-. Hace tanto tiempo que no siento la piel suave de una hembra, Eirene- gruñó su nombre.
Eirene no supo en que momento había cerrado lo ojos, pero los abrió de golpe al escuchar sus palabras. La neblina dónde había estado se esfumó tan rápido que la ayudó a pensar. Su mano derecha se movió para agarrar su cabello corto y tiró hasta que gruñó con dolor, ella aprovechó que se movió un poco y se volteó para enfrentarlo, soltando su pelo.
Ella le pateó la espinilla.
-Maldito imbécil extraterrestres. ¿De verdad crees que puedo desearte?
Zolo gruñó mientras se alejaba un paso por su ataque, la miró con el ceño fruncido, una vez más el dorado ganando por encima de los otros dos colores. Su lengua salió para mojar sus labios y él sonrió.
-No miente-, dijo divertido y burlón mientras se daba unos pequeños golpes con su dedo índice en su angulosa naríz-. Siempre me dice la verdad. Sé que tú coño debe estar tan mojado que podría meter mí vara sin una resistencia.
Eirene se ofendió en seguida, aún así cruzó sus brazos por encima de su pecho, intentando que no se notará como sus pezones se habían endurecido con sus duras y sucias palabras. Por primera vez se sentía indefensa, sin saber cómo defenderse y eso la enojó mucho más. Su boca se movió más rápido de lo que hizo su cabeza. Las siguientes palabras le harían desear nunca haberse dejado llevar por su impotencia:
-Nunca desearía a un huérfano... —, detuvo su boca pero las palabras ya había salido.
Eirene no mostró en su rostro como se arrepentía de haber dicho eso, ella levantó la mirada esperando que él no lo notara. Pero su pecho se apretó cuando NiK la miró aturdido y dió un paso hacía atrás, alejándose de ella. Su poderoso cuerpo se tensó cuando él frunció el ceño y miró hacia un costado. Eirene notó como sus puños y mandíbula se apretaron y se giró sin decirle una palabra.
Cuando su mirada no estuvo sobre ella, Eirene aflojó su expresión, mostrando el arrepentimiento que sentía. ¿Pero podría decírselo? Ella misma era huérfana, ¿cómo podría haber dicho eso?
- NiK... - susurró cuando él comenzó a moverse a su sillón de nuevo.
La espalda musculosa de NiK se onduló mientras él movió sus hombros, pero no la miró cuando se detuvo. Eirene sintió que la puerta de la recámara se abría, pero ella dió un paso hacía él.
- Tiene razón capitana. Falta menos de unas rotaciones para que lleguemos a Ghinco. Nos concentrarnos en nuestras misiones y esperemos que todo salga como lo planeado.
Eirene se mordió el labio, ni siquiera le había gruñido como lo había hecho siempre. Ella lo observó cuando NiK la miró por sobre el hombro.
-No creo que le cueste mucho, capitana. Olvidaba que los Nakys son condenadamente fríos.
Ella retrocedió al ver sus ojos brillar con celeste puro, contrario a sus palabras, él parecía tan frío como un glaciar.
-Ahora vuelva a su recámara, capitana. Dentro de unas rotaciones empezará su misión, no olvidé que debe obedecer a éste huérfano.
Eirene abrió la boca, pero nada salió, cuando él sonrió pero no llegó a sus ojos de hielo. Inconscientemente dió un paso más hacía atrás y la puerta se cerró más rápido de lo que ella pudo contestar.
•
•
Eirene jamás se había sentido culpable por algo, nunca en su vida se había arrepentido de algo que haya dicho.
El sentimiento era horrible, agobiante y pesado, y empeoraba cuando veía al Comandante.
Su corazón estaba angustiado mientras entraba en la sala de reuniones junto a sus hermanas. Mantuvo su expresión fría, aunque por dentro era un manojo de nervios. Zolo estaba de pie en la cabecera de la mesa, sus manos juntas en su espalda y su expresión distante. A Eirene no le pasó por desapercibido que el celeste dominaba más en sus ojos, tenía un borde rojo y casi nada de dorado. Él sólo la observó unos segundos, para después mirar al resto de las hembras.
Eirene espero a que sus hermanas se sentarán, había querido hablar con él varias veces en esas dos rotaciones, pero Zolo era bueno para evitarla, como si supiera que ella lo buscaba. Su mirada fría se clavó en ella mientras se mantenía de pie, Eirene sintió que los ojos de los demás se desviaban a ella también. Zolo alzó una ceja.
—Puede sentarse, capitana.
Eirene se mordió el labio, el comandante ya no le gruñía, le hablaba con un tono tan plano que también la hacía enojar.
—Me gustaría...
—Lamento decirle que está reunión no es para saber lo que le gustaría, capitana—, le interrumpió Zolo mientras le daba la espalda y las luces se apagaban.
Eirene apretó los labios y se dejó caer en la silla cuando un holograma apareció arriba de la larga mesa. Reconoció en seguida el territorio de Ghinco y dejó sus intentos de disculpas para otro momento.
—Dentro de unas horas partirá el transbordador que nos llevará a Ghinco—, comenzó a hablar Zolo mientras caminaba por atrás de las sillas.
Eirene clavó su mirada en él, sin estar dispuesta a retroceder con sus ansias de disculparse. Puede que ella fuera orgullosa, pero sabía que había hecho algo estúpido y lastimado los sentimientos del comandante, aunque pareciera que él no los tuviera. Aún así, ella había dicho lo peor y necesitaba que él la escuchará.
—Los que se encuentran aquí serán los que iremos a esta misión...— NiK se detuvo cuando el macho Mich levanto la mano—. ¿Qué?
—¿Usted también irá, Comandante? ¿O será Nurvian de nuevo?
Eirene volvió sus ojos a NiK y lo cazó dándole una mirada antes de desviarla de nuevo.
— Iré yo, está vez, Mich— contestó con la voz más suave y no tan autoritario.
Eirene frunció el ceño y miró al macho, percatandose que era más joven de los que había pesado la primera vez que lo había visto. Ella no estaba segura si era bueno que el muchacho fuera con ellos. Pero ya había discutido suficiente con Zolo, decidió que dejaría que él manejara a sus machos, después de todo, NiK los conocía mejor que nadie.
— Nurvian quedará a cargo de la nave madre y será nuestro contacto de refuerzos si las cosas no salen como pensábamos—, explicó el comandante mientras seguía caminando por la sala—. Este es el planeta Ghinco, espero que todos hayan visto el informe que pasé a sus tabletas hace unos giros—. La mayoría asintió, Eirene sólo lo observó caminar.
»— Muy bien, el transbordador bajará aquí— dijo mientras un territorio lleno de árboles se manifestaba en la mesa—. Nos moveremos todos juntos al territorio, que serán unas pocas horas. Debemos pasar desapercibidos para llegar hasta el palacio Naky, dónde se encuentra la familia monarca—. La imagen se movió rápidamente para llegar a un mercado y luego lo que parecía un palacio gris y espacioso.
Uno de los machos levantó la mano.
—¿Si, Yuta?
—¿Ya sabemos cómo entrar, Comandante?
Zolo hizo una mueca.
—Lo iremos viendo en el proceso. Lo más importante es encontrar a la mina y ver su seguridad. La cantidad de habitantes que están siendo esclavizados y cómo podemos desbaratarlos.
NiK se detuvo de nuevo cuando Pleya levanto la mano. Eirene no pudo evitar mostrar su sorpresa, su hermana no era de hablar con mucho público.
—¿Pleya?— Eirene apretó sus labios cuando el tono de NiK fue bajo, como si temiera asustar a la pequeña humana.
El rostro de su hermana se puso rojo como un tomate cuando todas las miradas se clavaron en ella.
—Y-yo... Humm.. había pensado que tal vez...
Eirene estaba acostumbrada que su hermana fuera tímida, pero se tensó cuando volvió su mirada hacia Zolo. Tal vez esperando que él mostrará fastidio o impaciencia. Para su sorpresa, NiK esperó sin apurar a su hermana. Su expresión sólo mostrando curiosidad.
—¿Tal vez si Eirene.. humm...?— Pleya la miró como pidiendo ayuda y Eirene asintió.
— Habíamos hablado con mis hermanas al respecto de entrar al palacio Naky— la ayudó Eirene, logrando que todas las miradas fueran a ella.
Notó como la expresión de NiK se endurecía y volvía a parecer distante. Ella se mordió el labio, sólo unos segundos que no pasaron desaparecidos por el comandante. Decidió que se merecía su trato frío y dijo el plan que habían formado.
—Ya que tengo sangre híbrida, Pleya creyó que no me prohibirían el paso si yo dijera que son mí guardia real.
NiK frunció el ceño y bajo la cabeza mientras volvía a caminar, pensando el la idea.
—¿Qué pretexto podrías dar por la visita de la capitana en el palacio? El planeta no es vacacional—, dijo él mientras giraba sobre sus talones y volvía a caminar hacía la cabecera de la mesa.
Tabit habló esa vez.
— Pleya ha averiguado que han estado teniendo problemas en la mina. No sería de extrañar que llamarán pidiendo refuerzos y si no lo han hecho, podemos decir que Eirene vino a ver si los rumores eran ciertos.
NiK si observó a Tabit, contrario a como había desviado la mirada de Eirene. Él asintió, conforme.
—Es una buena idea, aunque primero debemos ver de primera mano el lugar antes de infiltrarnos.
Todos asintieron.
La reunión siguió por una hora más, hablando de las costumbres y el territorio de Ghinco. Cómo la familia Naky se manejaba y el perfil de ambas hermanas, igual que el macho llamado Net-Erei.
NiK casi no la miró y cuando tenía que hablar con ella le decía "capitana". Eirene se sintió rara, era lo que ella le había pedido y sentía que no era lo que quería.
Cuando la mayoría se levantó, una vez que la reunión había terminado, acompañó a sus hermanas afuera y les dijo que fueran a preparar las cosas para la misión. Meissa pareció ser la única que no le creyó que debía decirle unas cosas al comandante, fue la última en irse, pero antes le dió una mirada tan profunda y reveladora que ella se sintió desnuda de alma para su hermana. Eirene asintió, diciéndole sin palabras qué le diría que pasaba en esa reunión privada.
Eirene espero al lado de la puerta una vez que los machos se fueron también, sólo había quedado Nurvian y NiK en la sala. Ella esperó pacientemente hasta que Nurvian salió casi media hora después. Él pareció asombrado de verla parada allí.
—Señora Eirene— saludo con una inclinación—. ¿Desea algo?
—Me gustaría hablar con el comandante antes de que partamos a Ghinco.
Nurvian parpadeó, parecía algo confundido.
—¿Es sobre la misión? Tal vez debería...
Eirene negó rápidamente con la cabeza.
—Es un asunto que debo tratar con él.
Nurvian ladeó la cabeza, con sus extraños ojos, pareció estudiarla. Él abrió la boca, para decir algo más cuando la puerta volvió a abrirse. NiK ocupo todo el umbral y los miró a ambos. Apretó la mandíbula cuando sus ojos, mayormente celestes, fue de Nurvian a Eirene una y otra vez.
—¿Qué sucede?— preguntó llevando sus manos a la espalda.
Eirene se crispó, cansándose de su tono plano.
—La señora Eirene quería hablar contigo, NiK—, habló Nurvian extrañado por el tono de su comandante.
—¿Es algo sobre la misión?— Zolo solamente miró a su mano derecha, como si ella no estuviera allí y no pudiera preguntarle directamente.
Nurvian frunció el ceño, cada vez más confundido y curioso por la actitud de su amigo.
—No.. — dudó—. Ella dijo que es personal—, Nurvian miró a Eirene, notando como sus cejas se fruncían y miraba cada vez más furiosa a NiK.
—En este momento debemos concentrarnos en la misión. Si no tiene...— se detuvo cuando Eirene prácticamente empujó a Nurvian a un lado y se puso frente a él.
—Tenemos que hablar— dijo entre dientes.
Zolo al fin la miró, sus ojos centellando por primera vez, sus colores se mezclaron casi como si estuviera en medio de una tormenta en el mar. Celeste, dorado y rojo pelearon en sus pozos hipnotizantes, hasta que volvieron a su tono celeste helado después de un parpadeo. Él asintió, miró a Nurvian y lo despidió mientras volvía a entrar en la sala. Eirene le dió una mirada al asombrado mano derecha y ocultó su vergüenza al haber actuado de esa forma. Le dió una media sonrisa y entró después de NiK, la puerta cerrándose a su espalda.
Eirene miró la ancha espalda de NiK mientras él concentraba su mirada en un mapa interestelar. Sintió su corazón palpitar y por primera vez no supo cómo comenzar, el hecho que jamás hubiera pedido perdón era algo.
El silencio sólo se propagó entre ellos, Eirene mirando intensamente la espalda de NiK y él intentando concentrar su mente en cualquier cosa que no fuera la dulce esencia de Eirene en la misma habitación.
Aún sus palabras resonaban en su cabeza, y odiaba tener que admitir que sus palabras habían sido dolorosas, golpeando una herida que creía que ya se había cerrado. Jamás olvidaría como en su juventud había sido lo suficientemente estúpido para enamorarse de una hembra Shart. Él había querido algo serio, para ella había sido sexo. Ella admitiendo que jamás le presentaría a sus padres un macho que no tenía papas, un macho que no podía demostrar su herencia sanguínea.
NiK se había sentido furioso y dolido, pero no tan afectado como cuando Eirene lo había dicho y eso le molestó. Había decidido que tenía que poner una pared para esa hembra y siempre que ella lo buscaba, él la esquivaba. Pero iba siendo hora que la enfrentará. La herida no sangraría ni se abriría por ella.
Se cansó del silencio y decidió romperlo, no sabía cuánto aguantaría tenerla en la misma habitación y no ceder al sentimiento. Más que nada porque no sabía cuál sería...
Si odio o lujuria.
—¿Qué quiere decir, capitana? No tengo todo el tiempo para estar esperando lo que sea que desea decir. Hay una misión....
—Lo siento.
Él se detuvo abruptamente cuando las suaves palabras salieron de ella, pero no la miró. Su ceño se frunció y su espalda se tensó. NiK no dijo nada.
—Lo que dije el otro día... Sólo fue un impulso. No quise decirlo, yo tampoco tengo padres y me haría una hipócrita si lo dijera de verdad.
NiK parpadeó, escuchando su voz sincera y un tanto dolida. Se movió un poco para verla por encima de su hombro y pudo ver su expresión arrepentida, logrando dejarlo sin palabras.
—Me arrinconaste, diciendo todas esas cosas.
Él terminó de moverse, quedando frente a ella, separados por un par de pasos. No necesito oler sus emociones, cuando Eirene dejó ver en su rostro lo que pasaba por su mente. Fue algo revelador, NiK creía que ella era fría y distante, como la mayoría de los Nakys que había conocido. Su forma de guardar sus sentimientos, le había hecho creerlo.
Pero ahora, Eirene, se estaba abriendo a él y eso lo dejó sin defensas.
—Yo.. —ella dudo y él se obligó a quedarse quieto, esperando que ella terminará lo que iba a decir—. Jamás había sentido esto..— susurró, sus mejillas se colorearon con un leve rosa, haciéndola parecer una pequeña hembra y no una guerrera, como él sabía muy bien que lo era.
—¿Que cosa?— murmuró él, queriendo que ella le dijera las palabras.
Eirene lo miró, sus cejas y boca fruncidas.
— Sabés lo que quiero decir—, dijo enojada y él apenas pudo ocultar su sonrisa, su cuerpo se relajó casi por completo.
—De verdad, no sé lo que quieres decir— la irritó un poco más.
Eirene bufó y lo miró con los brazos cruzados. Cuando ella volvió a morderse el labio, sus ojos sin pupilas bajando a su torso, intentó que no se notara el temblor que tuvieron sus entrañas al sentir el calor y la tentadora esencia de su deseo filtrarse de ella. Dió un paso más cerca de Eirene inconscientemente, queriendo ahogarse en su olor intocxicante y tan placentero.
Los brazos de Eirene se apretaron más en su pecho y su mirada fue allí, recordando su piel pálida y sus pezones duros y rosados. Deseaba pasar su mano por su cuerpo, ver si además del color, era tan suave como la flor Ela. Él sólo pensamiento hizo que su cuerpo rugiera a la vida, supo en el momento en que ella notó su lujuria al mirarlo a los ojos.
NiK respiraba por la nariz profundamente, decidido a guardar ese olor que cada vez se hacía más fuerte. Pensó que Eirene se alejaría cuando se ella se tensó con la mirada fija en él. Para su sorpresa, ella dió el paso que los separaba, extendiendo sus manos y poniéndolas justo sobre su corazón. NiK estaba seguro que ella podía sentir, tal vez hasta escuchar, el golpe frenético de su órgano. Bajó la mirada mientras ella la subía, su expresión parecía algo vulnerable, como si no supiera qué más hacer.
—¿Me deseas?— preguntó con la voz baja y grave. Él podía olerlo, pero necesitaba que ella lo dijera, que ella lo admitiera. Sólo si ella...
Eirene asintió.
NiK apretó sus manos sobre las más pequeñas, clavándolas a su pecho y gruñó, sintiendo la vibración profunda de su pecho, para bajar el rostro hacía Eirene.
Su boca atacó la de la hembra, con hambre y necesidad. Él no era un macho violento durante la copulación, pero Eirene tampoco era sumisa, cuando una de sus manos se zafó de su agarre y fue a su cabello tomándolo con un puño apretado. NiK se perdió en la suavidad y calidez de su boca, su lengua húmeda salió a su encuentro cuando saboreó su pequeña cavidad rosada.
Eirene hizo un ruido ahogado mientras ella prácticamente trepó por su frente, las atléticas piernas enganchándose en sus caderas, el puño tirando de su cabello con fuerza. NiK se movió, haciendo que su trasero apretado fuera a parar sobre la mesa, alineando sus caderas y dándole una pose más cómoda para explorar su cuerpo. Una de sus manos la sostuvo del cuello mientras su lengua exploraba la boca casi con salvajismo, mientras que la otra bajo para apretar el seno lleno, firme y a la vez tan suave.
NiK ahogó su gruñido de satisfacción. Sabía más delicioso de que lo olía, y por una milésima de segundo, tuvo miedo. Él podía hacerse adicto a ese sabor. Su vara se engrosaba más y más por cada segundo que la sentía y olía.
Eirene también parecía perdida en la densa neblina de lujuria que los invadió. Su cuerpo temblaba por donde sea que él la tocara, su núcleo se humedeció y sintió una necesidad de apretarse contra él tan fuerte que terminó asustada de sus reacciones.
NiK gimoteo cuando mordió su lengua, saboreando el gusto de la sangre, pero en todo caso de detenerlo, su pasión sólo creció. Movió su cadera, golpeando su miembro masculino contra la uve de sus muslos y gruñó de satisfacción. Podía sentir el calor que desprendía su pequeño cuerpo, sus pezones estaban tan duros que podía sentirlos por arriba del delgado material del traje de Eirene. Su boca siguió por su mandíbula disfrutando de su piel suave y pálida más que cualquier cosa. Podía sentir el tirón que Eirene le estaba dando a su cabello, pero eso sólo lo incitaba a apretarse contra ella.
— NiK... — se quejó suavemente, casi sin aire.
Él apretó más la mano en su pecho, su pulgar rozando la dura perla una y otra vez, de arriba hacia abajo, de izquierda a derecha.
—Yo también te deseo, Ela. Quiero probar cada rincón de tu dulce cuerpo y sumergirme en tu caliente funda.
Eirene jadeó y volvió a tironear de su pelo, él estaba tan perdido en sus sensaciones que no le prestó atención mientras seguía moviendo su eje duro como una roca contra su calor.
—Ba-Basta... — pidió ella.
NiK gruñó y mordió su cuello, sin romper su piel, pero lo suficiente para que ella sintiera que él podía hacerlo si quisiera. Eirene bajó una de sus manos y golpeó en su hombro y pecho, intentando sacárselo de encima, no podía recordar ninguna instrucción para hacerlo.
Él pareció darse cuenta, creyendo que ella tal vez era algo violenta durante la copulación, hasta que sintió el olor de su miedo pasando el de la excitación.
Frunció el ceño al alejarse y mirarla a una corta distancia. Eirene respiraba con dificultad, tenía las mejillas con un fuerte color rojo y sus ojos estaban enormes y asustados. NiK la soltó de inmediato, dando un tambaleante paso hacía atrás, ella lo soltó dejándolo ir. Eirene usó sus manos para cubrirse sus pechos, aunque estaba vestida, sentir sus pezones tan sensibles era algo nuevo para ella. Cerró sus piernas cuando NiK le dió espacio y se sintió fría sin su contacto.
NiK observó todo sus movimientos, aún algo confundido con la pasión que rugia en sus venas,su sangre sólo bombeando a un sólo lugar. Las respiraciones de ambos eran agitadas mientras se miraban, ambos asombrados sin saber qué decir o hacer.
¿Él había hecho algo mal? No lo creía. Eirene prácticamente había trepado por él.
¿Tal vez ella estaba jugando? ¿Viendo cuánto tardaba el idiota extraterrestre en caer en su juego?
Su mandíbula se apretó al pensar en ello. Su mirada fue perdiendo su deseo mientras la miraba, la pequeña humana híbrida con su cuerpo entrenado, temblando ligeramente. ¿Éste era su actin? ¿Parecer frágil e inocente para liberarse de él? NiK bufó, estando seguro que Eirene había sido entrenada, como cualquier espía, para la copula para recuperar información.
A él no podía engañarlo.
Cuando Eirene levantó levemente la mirada, NiK ya se había recuperado y la miraba fríamente.
—Puede irse capitana, ya me ha pedido sus disculpas. Agradezco que me haya mostrado que lo que sea que habría pensado, jamás habría funcionado.
Él la observó dudar unos segundos, antes de que bajará de la mesa con las piernas temblorosas. Por un momento le creyó cuando ella le dió una última mirada llena de algo que no logró identificar, pero lo descartó rápidamente, sin ganas de ser engañado nuevamente.
Eirene salió por la puerta.
En parte agradeció que se hubieran detenido, sino estaba seguro que a esas alturas ya estaría profundamente en ella, totalmente perdido y obsesionado con esa hembra.
Continuará...
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