Capítulo 17
/Narra el autor/
La reina estaba furiosa debido a las molestias que le estaban causando los jinetes. Los gemelos distraían al dragón mientras que los otros lo molestaban y trataban de confundirla. Su piel era muy duro. Y no lograban hacerle daño alguno con ningún tipo de fuego. Lo único que podía hacerle un poco de efecto, era el disparo de plasma de la cría maligna del rayo y la muerte misma. Por más que intentaran, el dragón no era afectado de ninguna forma y lo único que pudo molestarlo lo suficiente, fue el que un simple niño le golpeara en los ojos.
Patapez y el Gronckel cayeron debido a que la dragona comenzó a sentirse débil. La Pesadilla Monstruosa también quedó derribado por lo mismo. Patán, una vez que vio que ya no podía más, salto y fue rescatado por los gemelos y su dragón.
Los Vikingos huían, al igual que los dragones que todavía estaban allí. Hipo y el Furia Nocturna seguían llamando la atención de la bestia para ganar tiempo hasta que un disparo de Nadder les dió alivio. Astrid y Tormenta salieron y comenzaron a ayudar a Hipo y su dragón hasta que la inmensa criatura comenzó a exhalar fuego. Intentaron esquivarlo pero algo ocurrió. Tormenta y el Furia chocaron y eso hizo que el jinete del segundo cayera de este. Astrid vio a su amigo caer y salto hacia el vacío. Jinete y dragón estaban en descenso sin que alguien los ayudará. La rubí llegó hacia el lomo de la criatura y puso su pie en el pedal.
Astrid: Vamos dragón. Vuela.
El dragón rugía con todas sus fuerzas y trataba de planear, pero fue un movimiento del pie de la chica, lo que hizo que el dragón volara.
Ambos tardaron unos segundos en entenderse y entender el mecanismo. Una vez que lo lograron, salvaron al joven Hofferson de su muerte y lo dejaron en tierra.
Hipo: Gracias, Astrid.
Astrid: De nada.
Hipo: Ahora sal, debemos terminar con esto.
Astrid notó que el dragón en el que estaba era el único lo suficientemente rápido, ágil y fuerte para derrotar a ese otro dragón, y si su amigo lo montaba, quizás no saldría con vida. Al darse cuenta de lo que sucedía, hizo que el dragón se elevara y juntos fueron hasta la bestia.
Astrid: Se que él es tu amigo y tú jinete, no yo. Pero si dejas que él vaya contigo, podría morir ¿Quieres que él muera en esta batalla? ¿Quieres perder al único humano se preocupó por tí?
La criatura reaccionó a las palabras y agachó la cabeza. La levantó al tener una respuesta y le rugió a la niña. Una sonrisa se pudo divisar en ambos y eso dió incapié en su objetivo en común y primordial: Salvar a cierta persona.
Ambos se elevaron muy alto y después cayeron en picada. Antes de tocar el suelo, el dragón planeó por varios metro y disparó con todas sus fuerzas. El impacto hizo que el monstruo cayera. Cuando volvió a levantarse, desplegó sus alas y emprendió el vuelo con el fin de cazar a sus enemigos.
Astrid y el Furia Nocturna se elevaron hasta llegar al oscuro cielo tapado por nubes mientras que los perseguían. Una vez allí, usaron las nubes para esconderse. Aprovecharon su tamaño y velocidad para atacar en distintos ángulos. Los ataques iban dirigidos, principalmente, a las alas. La colosal criatura, ya furiosa, comenzó a quemar el cielo con su cólera, con la intención de destruir a sus oponentes de una vez por todas.
Astrid y su compañero, notaron que la aleta artificial comenzó a quemarse. Guiaron al monstruo a una caída en picada hacia el suelo. El dragón los tenía en su punto de mira y comenzó a prepararse, acumulando la mayor cantidad de gas metano en su boca hasta que algo pasó. El dúo fue más rápido que la reina y dispararon antes, cuando el gas ya se había acumulado lo suficiente y el suelo ya estuviera cerca. La reina comenzó a incendiarse desde adentro, y al notar el suelo, abrió sus alas rotas y lleno de agujeros y cayó formando una enorme explosión. Los otros dos, lograron elevarse a tiempo pero la cola ya no respondía. Se distrajeron un poco y eso les costó caro. Impactaron con la cola del monstruo y ambos iban cayendo, pero el Furia Nocturna se negaba a dejar que su jinete suplente muriera y fue a rescatarla.
Una vez que todo termino, Estoico buscó a su hija por todas partes hasta que notó al dragón negro en el suelo. Corrió hacia él y al no verla pensó en lo peor. Lloró de rodilla lamentándose de la perdida, mientras que Hipo y Tormenta se acercaron para ver.
Chimuelo, al despertar y darse cuenta de lo que ocurría, abrió sus alas y dejo mostrar a una rubia inconciente pero viva. Todo el mundo celebró.
Estoico: Gracias, la trajiste a salvo.
Bocón: Si... Bueno, la mayor parte.
Estoico vio a su amigo un poco enojado pero lo ignoro al cabo de un rato.
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