¿Qué quieres de mí?
El paraje donde ellas pasarían la noche, era muy modesto, pero para un pequeño niño y dos jóvenes mujeres, estaría bien. No pensaban quedarse más que hasta el próximo amanecer. Estaban exahusta, pero aún así, tenían mucho de que hablar y además, el pequeño Elliot, no quería dormir.
-No duermo, no- saltaba en la cama, cantando -No duermo porque no tengo sueño-
Saltaba en la cama con su pijama puesto. Su nana lo miraba feliz y su tía Eyra, le sostenía las manitos para que no cayera.
-Elliot, ¿No extrañas a papá?- pregunto ella, ayudándole a saltar.
-No-oh-
Saltaba como un conejito, de hecho, su pijama era un pequeño mameluco azulado con colita y orejas de conejo.
-¿Por qué, amor?-
Cuestionó la otra joven, él se detuvo y se acercó a ella.
-Porque estoy contigo- la abrazó por el cuello y la besó en la mejilla. Un carraspeo, los interrumpió -Y con la tía Eyra- la abrazó también.
-Me alegra oír eso, ya me estaba poniendo celosa- se acostó con él en la cama -¿Quieres que te cuente una historia?- asintió -Décadas atrás los dioses, la vida y el destino...-
Narró la historia de sus madres, las hijas del sol y de la luna, hasta que ese pequeño que las hacía tan felices, se durmió.
-Ya está dormido- susurró, cubriéndolo con una frazada, entre ambas -Es una linda historia, nunca me cansaré de escucharla- besó al pequeño en su frente -Eyra...- su prima levantó la mirada hacía ella -¿Cuánto tiempo en cinta lleva esa mujer?-
-Según el papel que me entrego, unas doce semanas-
-Vaya, no es demasiado...- aseveró -¿Y cuánto tiempo hace que Dante pertenece a la milicia?-
-Pues... Él llegó a Taflem, para su entrenamiento de cadete hace más de tres meses. Yo llegué allí, casi un mes después, porque no quería vivir en la Torre- miraba el techo con sus manos sobre su vientre -Y hace sólo unos semanas, que pertenece al escuadrón 1146- volteó a ver a su prima -¿Por qué preguntas?-
-Es que, había una mínima posibilidad de que esa criatura, no fuera de él- rascó su frente -Pero las matemáticas concuerdan. Lo siento-
-Si, lo sé. No hay dudas que es de él- respiro, profundo -¿Cómo no lo ví, Ivi? Soy una vidente- frotó su cara con ambas manos.
-Desde aquella vez que viajamos al pasado, no volviste a tener visiones de él, primita- miraba las puntas de su cabello que seguía casi lacio -Es lógico que no lo hayas visto-
-Si, tienes razón- afirmó rendida -Pero tendría que haberme fijado en algún cambio de actitud en él o algún indicio de algo- agregó -Pero no, estaba tan obsesionada con buscar una solución a mis problemas, que no pude darme cuenta que, él estaba engañandome-
- Está bien, entiendo. No debe ser fácil para nadie saber que estás muriendo- analizó la situación -La muerte y el olvido, son inevitables, pero es difícil ignorarlos cuando sabés que el tiempo corre y no es a tu favor- ella afirmó -¿Tienes miedo?-
-¿De morir?- la miró y ella, asintió en silencio -En un principio si, pero ya no- cerraba sus ojos despacio, de repente, sintió mucho sueño -Porque tú estás aquí y sé que lo lograremos-
Después de decir eso, se durmió, mientras su prima velaba su sueño.
Estaban agotados, el viaje en esa carreta fue terrible, impidiendoles pegar un ojo en toda la noche, aunque se detuvieron por unas horas a descansar.
Los primeros rayos de sol, se apreciaban en el horizonte y ellos, caminaban por un pequeño camino rural hacía Joilidin.
-¿Cómo creés que estén?- preguntó el alquimista a su compañero.
-Están bien, un pequeño hombrecito está cuidándolas- rieron, imaginando al niño cuidando de ellas.
-Eres un buen padre, Seth- acotó, orgulloso -A pesar de como él llegó a tu vida y de la terrible relación que tienes con su madre, tú darías su vida por él- asintió.
-Si, lo quise desde el primer momento en que lo ví- colocó sus manos tras la nuca -Era tan pequeño...- se interrumpió al pensar en él -Bueno, eso no ha cambiado, pero ahora es feliz- las sonrisas de esos dos hombres, eran inmensas.
-Si, Ivi lo hace muy feliz- miró a su amigo de reojo -Es increíble, cuando ella se lo llevó y quisiste quitárselo, pensé que iba a matarte-
-Yo también- aseguró -Fue la primera vez que, realmente, sentí miedo de ella- asintieron al unísono.
-Eyra no puede tener hijos- su amigo detuvo su andar -Es estéril, se lo dijeron en la Torre- respiró profundo -La verdad, que ya no me importa Seth, sólo quiero que se salve y esté bien-
-Se salvará y vas a estar con ella. Lo sé-
Lo palmeó en la espalda y siguieron su camino.
-¡Elliot!- corría por toda la habitación, habían despertado y el niño no estaba -¿¡Dónde estás!?-
Estaba aterrada e histérica, no podían encontrarlo.
-¡Elliot! ¡Cariño!- su prima abrió la puerta de la habitación para buscarlo fuera -¡Allí estás!- corrió hacia él, que caminaba de la mano junto a la esposa del posadero -¡Elliot! ¿¡Dónde estabas!? ¡Ivi está aterrada, buscándote!- tomó al pequeño de sus hombros, para verlo a los ojos -Muchas gracias, señora Marie, espero que no haya sido un problema- levantó al niño en sus brazos.
-Para nada, linda. Fue un placer- sonrió -Este hombrecito llegó a la cocina, preguntando, si había leche y pastel de chocolate-
-Muchas gracias- asintió hacía ella y caminó a la habitación -No vuelvas a irte así, cielo. Eres muy pequeño y puedes perderte-
-Lo siento, tía Eyra. Pero mi pancita tenía hambre-
-Lo sé, cariño-
Abrió la puerta de la habitación y su prima, se encontraba sentada en la cama con la peor cara de desquiciada que podía tener.
-¡Hola, Ivi!-
Saludó feliz y ella, levantó la mirada al escuchar su voz, se acercó a ellos apresurada y abrazó al niño entre sus brazos.
- Estás bien, mi niño- lo abrazaba y besaba con su alma regresando al cuerpo -¡Estoy muy enojada contigo!- lo miró sería, apartandolo de ella -¡Casi muero del susto cuando desperté y no estabas!- sonrió, al ver esos hermosos ojos tan iguales a los de su padre -Pero te perdono-
Lo abrazó de nuevo.
-La señora Marie me regaló pastel, Ivi-
-Que rico, ¿Habrá más para nosotras?-
-Si, ese pastel era enorme-
Indicó con sus bracitos el tamaño del pastel.
-¡No sé hable más!- exclamó la otra muchacha, abriendo la puerta con gracia -¡A la carga!- salió de la habitación y corrió por el pasillo, volviendo en un instante -Primero tengo que cambiarme- mencionó divertida por su locura.
Habían llegado a un pequeño y humilde paraje, después de tanto caminar. Por suerte, a unos kilómetros de allí, una pareja de viajeros les dió aventon.
-¿Creés que estén aquí, Seth?-
Indagó, al cerrar la puerta del vehículo, después de dar las gracias.
-No lo sé, no veo el auto- caminaban hacía el lugar -Por el momento, tomemos un baño y comamos algo-
-Si, después continuaremos-
Ingresaron y el comedor del mismo, estaba muy concurrido de gente a pesar de su tamaño. Familias de viajeros y extranjeros, desayunaban allí, pero las figuras risueñas de dos jóvenes mujeres, inconfundibles para ellos, llamaron la atención de sus ojos.
-¿Puedo ayudarlos en algo, jóvenes caballeros?-
Se acercó a ellos una señora robusta con un mandil y un chongo en la cabeza.
-Si, sólo queríamos comer algo y tomar un baño-
Indicó el hechicero, que detuvo a su amigo con su brazo que intentaba acercarse a ellas.
-Si, caballeros- asintió gustosa -Pueden tomar asiento, si quieren-
-Perfecto, muchas gracias-
Respondió el alquimista y caminaron en dirección a una mesa cercana donde ellas estaban, mirándolas, fijmente.
Mientras bebía su té, los vellos de su nuca se erizaron, al percibir dos potentes miradas y el aura de las mismas.
-Ivi...- Susurró por lo bajo a su prima, que comía pastel con el niño -No voltees- ambas se encontraban de espaldas a la mesa donde ellos estaban -Seth y Dante están aquí...-
-Maldición- murmuró molesta, apretando los dientes -Les advertí que no nos siguieran-
Miró de reojo y era cierto, ellos estaban allí.
-¿Acaso no los conoces?- reclamó en el mismo tono anterior -Ellos nos seguirán hasta el fin del mundo- afirmó, disimulando su inquietud.
-Bien, haremos lo siguiente- volvió a mirar hacía ellos, que tomaban el desayuno sin despegarles la vista -Nos levantaremos, tranquilamente, en silencio y sin hacer escándalo, para largarnos de aquí- asintieron a la par -Vamos, amor-
Tomó al niño despacio, su prima dejó dinero sobre la mesa para pagar todos los gastos de ese día y de la noche anterior, caminando después, hacía la puerta de salida.
-¡Corre, Ivi! ¡Corre!- exclamó con pánico, al abrir la puerta y al verlos ponerse de pie -¡Corre por tu alma!-
No sabían porque, pero esa situación, les generaba gracia.
-¡Te tengo!-
La alcanzó, levantandola de la cintura y aprisionandola entre sus brazos.
-¡Suéltame!- pateaba al aire intentando soltarse -¡Sueltame, Dante!- sus ojos se llenaron de lagrimas y dejó de luchar -¿Qué quieres de mí?- apoyó su cabeza en él, rindiéndose.
-Quiero que vivas, aunque estés lejos de mí- la abrazó con fuerza cayendo los dos al suelo -Por favor, déjame ayudarte y prometo que cuando todo esto acabe, me iré -
-No, no quiero nada de ti- se soltó de su agarre -Y quiero que estés lejos de mi vida- se incorporó -
Puedes acompañarme en este viaje, pero nada más-
Caminó hacía donde estaba el auto, sin mirar atrás.
-Bueno- miraba alrededor con el pequeño en brazos -Creo que tu papá no nos alcanzó-
Abrió la puerta del vehículo y quedó estática. Él estaba allí.
-Yo no diría eso- le arrebató al niño de los brazos -¡Tendría que asesinarte por lo que hiciste!- estaba furioso -¡No tienes ningún derecho de llevarte a mi hijo!- miró al pequeño y este, lo miraba molesto -¿Qué te pasa, enano?- preguntó.
-¡Malo!- bajó de sus brazos y caminó hacía su nana -Ivi... Papá es malo contigo, ya no lo quiero más- la abrazó del cuello y ella, lo miró con sorna y triunfal -Que se vaya-
-Pero, hijo...- intentó acercarse, pero él, lo empujó -Soy tu padre-
-¡No!- volteó su carita en otra dirección -¡Eres malo!-
Dijo, arrugando su frente por el enojo.
-Creo que gané - le sacó la lengua -Lo siento, Seth. Estaba muy molesta, no volverá a pasar- su prima subió al auto, sin decir una palabra -¿Estás bien?-
-Si- contestó, mirando por la ventanilla -Ellos vendrán con nosotras, Ivi- miró al otro hombre que abría la puerta del auto -Y cuando todo esto acabe, Dante se irá-
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