Los azares de la vida
Estaba petrificada y sobre todo, incómoda. ¿Como iba a decirle a ese hombre, que ella, no podía trabajar allí sin tener una buena excusa? Estaba pérdida, tantos años evitando a Seth y ahora, trabajaría en su casa.
El pequeño, los miraba a ambos, expectante, con sus hermosos ojos azules. Él quería saber, porque esa chica tan bonita, estaba con su abuelo.
-Elliot, tengo una sorpresa para ti- el niño sonrió -¿Recuerdas que ayer me dijiste que querías ser un cazador?- asintió -Bien, estuve hablando con tu padre y me dijo que, los mejores cazadores son los alfa- el niño sonrió, aún más.
-Si, abuelito- mencionó feliz - Papá me dijo que un cazador alfa, es tan rápido como un demonio- corría por toda la habitación, emocionado -Y tan indestructible como un ser celestial- tomó una pequeña espada de madera y apuñaló a un oso de peluche -Yo quiero ser uno cuando sea grande-
La muchacha río, llena de ternura. Ese pequeñín, era igual a su padre cuando tenía esa edad. Aunque ella era dos años menor que él, lo recordaba bien.
-Eso está muy bien- cargó al niño y lo sentó en sus piernas, cuando se acercaron a la cama -Pero para ser un cazador, alguien tiene que enseñarte a serlo- él asintió -Bien, esa chica que está allí- señaló a la joven con su dedo -Se llama Ivette y es una cazadora- el niño la observó, incrédulo -¿Y sabés que más? Ella es un alfa y va a enseñarte a ser un cazador-
-¿De verdad?- preguntó sin poder creerlo -Pero no hay chicas alfa- ella sonrió, más enternecida que antes.
-Pues, si hay, yo soy una- se acercó con cautela, arrodillandose frente a ellos -¿Conoces esta marca?- el pequeño asintió, tomando la mano de ella entre las suyas -Es la marca de los alfa...- la sonrisa de ese niño, era inmensa -Y además, tengo que contarte un secreto- miró alrededor e hizo una seña con su dedo, para que se acercara -Tengo un familiar animal y su nombre es Levi- Susurró.
Los ojos de ella cambiaron y un aullido en el exterior de la mansión, se escuchó.
-¡Abuelito!- se acercó corriendo a la ventana y un animal que parecía un perro, estaba en el patio de la casa -¡Mira! ¡Un lobo oscuro!- gritó emocionado.
-Definitivamente...- se acercó a la chica y le palmeó la espalda - Estás contratada- ella sonrió, mirando a ese pequeño -Voy a redactar el contrato. Antes de irte, puedes pasar por mi oficina a firmarlo- se acercó a la puerta -Los dejaré solos- salió de allí sin decir más.
-Muy Bien, Elliot- se acercó a él, que seguía en la ventana -¿Quieres conocer a Levi?-
Los ojos de ese niño, brillaban como zafiros.
-Si, Ivette- tomó la mano de ella con alegría.
-Soy Ivi- se arrodilló, mirándolo a los ojos -Como tú y yo seremos amigos, quiero que me digas así, ¿Está bien?- el pequeño asintió, un poco perdido.
-Pero los adultos no son amigos de los niños- aseguró con su carita sería.
-Yo no veo a ninguno aquí- le guiñó un ojo y el pequeñito, la abrazó.
En otra parte del mundo, en la ciudad de Taflem, más bien, un alquimista de cabello rubio y ojos dorados, se estaba preparando para su entrenamiento de combate cuerpo a cuerpo con sus colegas. Aunque, no estaba muy concentrado que digamos. Su novia, hacía unos días que sufría mareos inexplicables y sumandole a eso, el día anterior, la había encontrado desmayada en la habitación cuando regresó a casa.
-¡Escuadron 1146! ¡Dirijanse a la sala de entrenamiento! ¡Ahora!-
Todos contestaron con un, "si señor", al unisono a su comandante.
-Esperamos mucho de ti, soldado Elric- comentó, cuando él pasó a su lado.
-Gracias, señor- contestó serio -Haré que se sienta orgulloso-
-Lo sé, soldado-
La sala de entrenamiento era enorme, había todo tipo de armas y explosivos en ese lugar. Además, se encontraba dividida en diferentes sectores donde cada soldado, podía entrenar sus fortalezas y mejorar sus debilidades.
-Bien- sacudió sus manos y dió golpes al aire, moviendo sus pies -Desde que terminamos el viaje, no he luchado con nadie- respiraba con pequeños espasmos -Esa Ivette da buenos ganchos- murmuraba, recordando a su mejor amiga.
-¡Elric!- vociferó el entrenador -¡Tu turno!- él subió al cuadrilátero -¡Te enfrentaras con Waters!-
Una chica morena y de cabellos cortos con un fleco cubriendo su ojo derecho, subió al cuadrilátero para luchar con él. Se veía fuerte, de hecho, era alta, musculosa y atlética, nada que ver a su pequeña prometida.
-¿Estás listo, Pyro?-
Dijo la muchacha. Él no comprendía el porque de ese nombre.
-¿Pyro?- miró alrededor, señalándose a él mismo -No, soy Dante o en todo caso, Elric- esquivó un golpe que le lanzó.
-Entiendo que no comprendas el siginicado de ese nombre, alquimista de fuego- ella tiraba golpes a diestra y siniestra, pero no podía golpearlo, era rápido -Todos tenemos un sobrenombre aquí- lanzó una patada y él, la detuvo con sus manos -El chico albino de allá, que entrena con cuchillos, es Leuco- él asintió, lanzando un golpe -La chica torpe y pelirroja que intenta subir por esa soga es Erin, ella aún, no tiene un apodo- volvió a asentir, mirando a la pelirroja -El idiota alto y musculoso con una gorra, es Killer B- miró de reojo al rubio del cual hablaba -Lo desprecio y el otro, aquel cuatro ojos de cabello castaño, es Dato-
-Comprendo- hizo caer a la muchacha de un duro tras pie -¿Qué hay de ti?- tomó la mano de ella y la ayudó a incorporarse.
-Mi nombre es Celine- le hizo una llave y lo lanzó al suelo -Pero todos me dicen NK- se incorporó, dejándolo aturdido.
-Me lo imagino...- comentó desde el suelo, adolorido -Natural Killer-
La joven asintió y bajó del ring. Él la observó con admiración, ninguna chica le había pateado el trasero así antes, tenía que aprender de ella.
-Bien, Elliot...- estaban recostados mirando el cielo, apoyados en el lobo oscuro -Eso es lo que tienes que saber de un familiar animal- ella abrazaba al pequeño que la escuchaba, atentó.
-Si, mi abuelita Cleo tiene uno, pero el de ella se llama Leki- comentó con su tierna voz -Ivi...- se incorporó para mirarla -¿Tienes hijos?- preguntó, avergonzado.
-No, amor. No tengo- le acarició el cabello -Ni siquiera tengo novio, imagínate- río ante tal comentario absurdo.
-Entonces...- retorció sus manitos -¿Quieres ser mi mami?- cuestionó con inocencia.
-Tú ya tienes una mamá, pequeño- se incorporó por la sorpresa de sus palabras -¿Por que dices algo como eso?-
-Porque ella no me quiere- bajó sus ojitos y sollozó -Nunca está conmigo y cuando me acerco, me dice cosas feas para hacerme llorar-
Lo ojos de ella lanzaban llamas, iba a matar a esa bruja. Su hijo era muy tierno, no tenía porque tratarlo así.
-No llores- lo consoló, abrazándolo -Mientras estemos juntos, no volvera a pasar, ¿Está bien?-
El niño asintió en el hombro de ella, limpiando sus lagrimitas.
-Hola- saludó a una silueta detrás de ellos -Mira Ivi, llegó mi papá-
Ella cerró sus ojos con fuerza, no quería voltear y mucho menos, verlo.
-Hola, campeón, ¿Cómo estás?- acarició la cabeza de su niño -Veo que tu abuelo consiguió a una maestra para ti- caminó para ubicarse frente a ella -Hola, Ivi. Me da gusto volver a verte-
La saludó con una gran sonrisa. Ella abrió un ojo para verlo
-Hola, Seth- saludó seca, separándose del niño.
En la Torre de Taflem, la vidente del lugar, había terminado de impartir su última clase. Odiaba estar sitio, pero el dinero que la ofrecieron por trabajar allí, era demasiado. Ahora, se encontraba en su oficina, devorando una manzana y pensando en la mala suerte que tenía su prima. Pero eso no dependía de ella, más bien, de los azares del destino. Un golpe se sintió en la puerta e invitó a la pasar a la persona de fuera.
-Hola, Eyra ¿Estás ocupada?- ella negó a la pregunta de su amigo heterocromatico -Me dijeron que hoy en la mañana te sentías mal, ¿Es cierto?-
-Si, Alan- respondió mordiendo su manzana -No lo sé, hace unas semanas que estoy sintiéndome exhausta. De hecho ayer, Dante me encontró desmayada en nuestra habitación-
Él se acercó a ella y analizó cada palabra que dijo, formulando una idea en su cabeza.
-Eyra, ¿No creés que podrías estar embarazada?-
Cuestionó, sentándose frente a ella y mirandola con duda.
-No lo creo- contestó indiferente -Siempre tomamos los recaudos necesarios con Dante- arrojó el corazón de manzana al cesto.
-Todo es posible en esta vida- se acercó a ella a unos centímetros de su rostro -Tú deberías saberlo, eres una vidente-
Los ojos de ese muchacho, eran facinantes e hipnotizaban con sólo verlos. Él era el único de sus hermanos que había nacido con una extraña condición llamada heterocromia, había heredado, un ojo azul tan oscuro como el océano de su madre y el otro, color fuego como su padre.
-El azar de la vida es increíble...- lo apartó, apoyando un dedo en su frente -Pero creo que tiene que ver con otra cosa- se incorporó, sonriendo -¿Me acompañas a la enfermería para averiguarlo?- propuso.
-Claro- carraspeó para acomodar su voz al ponerse nervioso -¿Qué creés que sea?-
Preguntó perdido, caminando hacía la salida.
-Aún no estoy segura- respondió -Pero creo que, tiene que ver con esto-
Le enseñó el Rompecabezas del Milenio a su amigo.
El pequeño de ojos azules, jugaba con el lobo oscuro, mientras dos adultos lo miraban sin decir una sola palabra, hasta que uno de ellos, decidió romperlo.
-Casi cuatro años, ¿Verdad?- ella lo observó de reojo.
-¿Qué?- cuestionó, dirigiendo su vista al niño.
-Casi cuatro años que no nos vemos-
La miraba hipnotizado, no había cambiado en absoluto, era tal y como la recordaba.
-Ah, si- contestó nerviosa al sentir su mirada -Todo fue un plan tuyo para encontrarme, ¿No es así?-
No podía soportar tanta tensión, tenía que decirselo. Él sonrió, lo había descubierto. Desde que Dante le dijo que ella estaba allí, no había descansado hasta convencer a su suegro, para que contratara a una maestra para su hijo.
-Me descubriste- tomó un rizo de ella y lo besó -Sigues tan hermosa como el día en que te perdí- Susurró cerca de su oído.
-¡No! ¡Elliot, no!- ignoró lo que él dijo y se acercó al niño, que estaba arriba del lobo -No le tires las orejas, amor- le tomó las manitos y las besó -Le duele mucho, ¿Sabés?-
-Perdón, Ivi- se disculpó, haciendo un mohín -No sabía, ¿Me perdonas, Levi?- abrazó al lobo que habló con su ama.
-Dijo que te perdona- río al escucharlo en su mente -No le diré eso, Levi- él la miraba como si fuera un sueño, no podía creer que estuviera allí y que fuera tan dulce con su hijo -Tengo una idea...- levantó al pequeño en sus brazos y lo miró -Tu abuelo me contó, que dentro de tu armario vive un monstruo- el niño abrió sus ojos del susto -Pero también me comentaron por ahí...- le hizo cosquillas en su pancita -Que tu haces un poquito de magia- eso le había dicho su prima sobre él -¿Qué te parece, si tú y yo?- señaló a ambos -¿Lo derrotamos?-
-¡Si!- abrazó a la cazadora juntando sus mejillas -¿Escuchaste eso, papá?- mencionó con emoción, mirando a su padre -¡Vamos a cazar a un monstruo!-
Lo bajó de sus brazos y el niño corrió hacia la mansión. Ella río feliz, al verlo correr.
-Gracias por estar aquí, Ivette- No lo miraba, su vista estaba fija en ese hermoso niño, que le había robado el corazón - Hacía mucho tiempo que no lo veía ser feliz-
-No lo hice por ti- contestó sería -Lo hice por él, es un niño muy dulce y tierno- volteó a ver al hombre junto a ella -Una cosa si te digo Seth, no quiero que tu esposa maltrate a tu hijo delante de mí, porque juro, que la mataré- advirtió, corriendo hacía la mansión.
-No puede ser- Susurró ahogada, sentía que le faltaba el aire -¿Cómo es eso posible? Mi padre tuvo el Rompecabezas del Milenio por años y nunca sufrió algo como esto-
-No sabría decírtelo, Eyra- respondió el facultativo -Pero las Armas del Milenio, cada cierto tiempo, eligen a uno de sus portadores como sacrificio para estabilizar su poder-
-O sea que, ¿El arma está matandola quitándole su poder?- el doctor asintió a la pregunta del joven -Eyra...- tomó una mano de ella -Esto es terrible, ¿Qué haremos?-
-No lo sé- tomó su cabeza entre sus manos -Hubiera sido mejor estar embarazada, en vez de estar muriéndome-
-Esa es otra cosa que tengo que decirte- ella levantó la vista hacia él, por su cara, sabía que no era bueno -Tú no puedes tener hijos, Eyra. Eres estéril-
Le lanzó una bala que la atravesó completa.
-¿Qué?- preguntó shockeada -¿Cómo sabe eso, doctor?- estaba en pánico.
-Los exames que te realizamos al entrar aquí, nos lo dijeron- mostró los exámenes a la muchacha -Lo siento, Eyra. Tú no puedes tener hijos-
-Comprendo- se puso de pie, muy nerviosa -Tengo que ir a casa- miró a su amigo que estaba peor que ella -Gracias por acompañarme, Alan. Adiós, doctor- salió de allí, sin mirar atrás -Ivi... Ayúdame-
Murmuró llorando y tocando su colgante de dragón, al salir de la Torre.
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