Arde el cielo
-¡Bienvenidas a Dantelandia!-
Ella rió, al ingresar a la casa. Era modesta, un tanto pequeña, pero ordenada y limpia. Para ella y su bebé, por un par de días, no necesitaban más.
-Gracias-
Mencionó en el mismo tono con la pequeña en sus brazos, mientras él, llevaba las maletas.
-Ven...- cabeceó hacía un pasillo -Está será tu habitación- abrió una puerta y ella ingresó -No es muy cómoda y sería mucho mejor si tuviera una cuna- dejó las maletas en el closet -Pero es lo único que puedo ofrecerles, por ahora- rasco su nuca. La mujer frente a él, lo ponía nervioso -Si quieras, mañana podremos comprar una-
-No es necesario, es perfecta- dejó a la bebé sobre la cama -Estaremos unos días aquí y sería un gasto innecesario-
Rodeó a la pequeña con almohadas y a él, le cambió la cara al escuchar lo que dijo.
-Eyra, ¿Podemos hablar?- ella volteó a verlo.
-Si, claro- dió unos pasos para acercarse -¿Qué sucede?-
-Hablemos mientras preparo algo de comer- se removió, incómodo -Me imagino que tienes hambre- ella asintió.
-Esta bien- se encaminaron a la cocina, después de abrigar a la bebé y dejarla en la cama -Te escucho-
-¿Cómo funcionará esto?- le entregó un sándwich que había preparado. Ella masticaba lentamente, mirándolo -Yo quiero estar cerca de ella, Eyra- tragó y se dispuso a contestar.
-No tienes que preocuparte por eso, Dante- dejó su cena sobre el plato -Mi objetivo aquí, era que tú supieras de su existencia. Pero no imaginé que querias tener contacto con ella- eso lo ofendió.
-Por supuesto que quiero, soy su padre- declaró sin un ápice de duda -Es mi hija y quiero estar cerca de ella-
-Entiendo- realmente, lo comprendía -Pero la situación es complicada, yo vivo en Alemhatam y tú aquí- pensó un momento en las opciones -No hay nada que hacer al respecto-
-Es cierto- contestó deprimido -Además, mi empleo como alquimista estatal no me permite viajar mucho-
-Ya encontraremos la manera- apoyó una mano en él -Aún es muy pequeña y tenemos todo el tiempo del mundo para encontrar una solución-
Él sonrió, mirándola a los ojos. Como extrañaba esos ojos verdes y su voz tranquilizadora cuando hablaba con los demás.
-Gracias por quedarte aquí- le besó los nudillos -No sabés lo feliz que me hace que ustedes estén aquí, en mi casa, aunque sea por unos días-
-De nada. Gracias por invitarnos- estaba a punto de darle una mordida a su sándwich, pero su hija, comenzó a llorar -Hace más de tres meses que no puedo comer en paz-
Lamentó y cerró sus ojos cansada e incorporándose, después de dejar su cena con desgano.
-No te preocupes- la tomó de los hombros y la sentó -Yo iré, seguro se asustó al estar sola y no conocer el lugar-
-Gracias...- lo abrazó, infinitamente, agradecida -Pensarás que soy la peor de las madres...- comentó sobre su hombro -Pero estoy tan cansada, no es fácil cuidar de una bebé sola-
-Lo sé- le acarició el cabello, disfrutando del abrazo -Y yo, jamás, pensaría algo como eso y menos, conociendo él porque estas aquí- Se separó de ella y le acarició el rostro, contemplándola -Ahora vuelvo...-
Le robó un pequeño beso y trotó hacia la habitación, para evitar su reproche.
-Maldito alquimista descendiente de Xerxes y su encanto amestrisano- murmuró, tocando sus labios, sonriendo como una tonta y sentándose, para seguir con su cena, pero un golpe en la puerta, la interrumpió -¡Dante!- Exclamó. No era su casa, no podía abrir y además, era muy tarde. Él no contesto -Ni modo...-
Murmuró sin ganas y abrió la puerta. Frente a ella, se encontraba una mujer castaña de ojos verdes muy claros, sumamente hermosa y de cuerpo voluptuoso, que la observaba un tanto sorprendida por encontrarla allí.
-Hola...- saludó nerviosa -¿Puedo ayudarte?-
Esa mujer, la mataba con la mirada, sin saber porque.
-Eyra- habló a sus espaldas -¿Quién es?- preguntó riendo por los gestos que hacía su hija en sus brazos y luego, dirigió su mirada a la puerta -¿Mónica?-
Pronunció asombrado. Se había olvidado por completo de la existencia de su amante de turno, cuando Eyra y su hija llegaron allí. No sentía nada por ella, pero al menos, no lo hacía sentir tan solo.
-Hola, Dante- saludó cortante -¿Quién es ella?- señaló -Y, ¿Qué hace aquí?- preguntó enfadada.
La vidente, lo miró descansando su cabeza en el marco de la puerta. Ya se imaginaba quién era esa despampanante mujer frente a ellos y eso, la hizo sentir insignificante.
Pero lo que no podía explicar, era ese sentimiento de angustia, que la invadió al verla allí y a esas horas.
-Ella es Eyra- explicó cortante.
-Así que...- la miró de arriba a abajo -Tú eres la famosa Eyra...- la nombrada, asintió -Me da gusto conocer al ángel que Dante tiene tatuado en su espalda-
Expresó con disgusto, sin que ella comprendiera de lo que estaba hablando. Extendió su mano y ella la tomó. Cuando lo hizo, millones de imágenes perturbadoras llegaron a su mente, sobre la vida de esa mujer. Ella era una bruja del caos.
Apartó su mano de golpe y tocó su cabeza con dolor. Ella era muy poderosa y le había quitado hasta el aire.
-¿Estás bien?-
Preguntó preocupado, acariciándole la mejilla, se había puesto muy pálida.
-Si, si...Estoy bien- apartó su mano y tomó a su hija, apresurada -Los dejaré solos-
Miró a la mujer de reojo una vez más y salió de allí, hacia su habitación.
-¿Y bien?-
Exigió una explicación, golpeando su pie contra el suelo, impaciente.
- Lárgate - la corrió, intentando cerrar la puerta -Mañana hablaré contigo, ahora no puedo-
Ella lo miró irónica y movió su mano frente a él. Le estaba lanzando un embrujo, pero no estaba funcionando.
-No comprendo- miró sus manos, pérdida -¿Qué está pasando?- levantó la mirada.
-No sé que es lo que quisiste hacer- él no era consciente de como ella, lo embrujaba -Pero quiero que te vayas-
Asintió, murmurando entre dientes y mirando hacia el pasillo donde se había ido el famoso "ángel", antes de que él, le cerrará la puerta en las narices.
-¡No es cierto!-
Caminaba de un lado a otro, totalmente perturbada, dentro de la habitación que compartían en la casa de sus padres con su esposo.
-Si, mi reina- se acercó a ella, para tranquilizarla -No sé como lo hizo, pero esa maldita, escapó de la cárcel-
Se sentó abrumada sobre su cama.
-No puede ser...- tomó su cabeza entre sus manos -Isabel es muy peligrosa, no lo digo por mí, lo digo por Elliot- él se sentó a su lado.
-Si, soy consciente de eso- la abrazó con fuerza -Esa bruja, es capaz de acercarse a ustedes con tal de vengarse de mí- la besó en la coronilla -Lo siento mucho, mi amor- colocó su frente en ella -He movido cielo, mar y tierra para encontrarla. No pude hacerlo-
- Está bien, Seth- intentó reconfortarlo -Esto no es tu culpa...-aferró su agarre a él -Como quisiera que esa bruja desapareciera de una buena vez de nuestras vidas- se incorporó -Tengo que llamar a Eyra-
Salió de la habitación, sin decir más. Su prima era la única que podía rastrear a esa maldita. Por suerte, el pequeño de ambos, que le tenía terror a su madre biológica, no había escuchado la conversación entre ellos, ya que estaba jugando con su abuelo Keilot, mientras su abuela Gaia, le preparaba un pastel a esas horas de la noche.
-Eyra...- golpeó la puerta de la habitación de ella -¿Estás bien? ¿Puedo pasar?- no hubo respuesta -¿Eyra?- preguntó una vez más, un tanto alarmado y cuando iba a abrir la puerta, ella lo hizo -¡Dioses!- exclamó al verla -¡Estás blanca como un papel!- la sostuvo de los brazos, se veía mareada -¿Qué te sucede?-
-Estoy bien...- respiró profundo para tomar aire y recomponerse -Fue un día muy largo para mí...- sostuvo su cabeza en el pecho de él -Lo siento, no quiero causarte ningún problema-
No iba a decirle lo que era esa mujer, si estaba allí, era por algo y seguramente, era alguien importante para él. No debía involucrarse.
-Tú no me causas ningún inconveniente, preciosa- le levantó la barbilla con los dedos -¿Qué ocurre?-
Cuando iba a contestar, el teléfono de la casa, timbró.
-Ivi- murmuró, cerrando los ojos -Es para mí- sonrió -¿Te importaría?-
Se removió incómoda, moviendo sus brazos en vaivén. No sabía si pedírselo o no.
-Por supuesto que no, mi ángel- sonrió al comprender la indirecta y la cargó en sus brazos -¡Vaya! ¿A dónde se fue todo tu peso?-
La levantó como si fuera una pluma e hizo pesas con ella. Rió por su absurdo comentario y accionar.
-Es que tú estás más fuerte- indicó, cuando la dejó de pie junto al teléfono -Gracias...- levantó el tubo y se apoyó contra la pared, mientras él, la adoraba con los ojos -¿Ivi?- hizo un gesto extraño al escucharla -Si soy yo, Dante no tiene voz de mujer- se escuchó su risa del otro lado -Por supuesto que sabía que eras tú, soy una vidente- rió cuando su prima le contesto -¿Qué sucede?- preguntó, sonriendo.
-Es terrible, primita. Aguarda- hizo un gesto para que sus padres, se llevarán a su hijo de ahí -Isabel escapó de la cárcel- mencionó cuando ellos se fueron -Tienes que ayudarme a encontrarla, Eyra-
Estaba catatónica, esa bruja, había jurado venganza contra Seth de la peor manera posible, cuando la enjuiciaron.
-Si, por supuesto que lo haré- contestó segura -Me llevará tiempo, pero lo haré- su prima sonrió del otro lado.
-Gracias... sabía que lo harías- suspiró, un poco más tranquila -¿Puedes empezar hoy?-
Mordió su meñique, su esposo había llegado a la sala y la escuchaba hablar por teléfono.
-Lo siento, primita- miró al padre de su hija de reojo, que se había ido a la habitación a verla ya que estaba llorando -Acabó de sufrir drenaje mágico- susurró por lo bajo, cuando lo perdió de vista -Una bruja del caos, que creo que es la novia de Dante, se llevó mi poder-
-¡Bruja del caos!-
Exclamó horrorizada. Esa clase de brujas eran muy peligrosas, podían vivir por siglos, robando el poder de magos o hechiceros. Su esposo, le quitó el teléfono de las manos para hablar con su amiga.
-¿¡Quién era!?- ella contestó -Si, sé de quién hablas- aseguró, mirando a su esposa, que se había puesto inquieta -No vuelvas a acercarte a ella, Eyra. Hablaré con Dante-
-Gracias, Seth- se escuchó la voz de él del otro lado -Y en cuanto a lo de Isabel, comenzaré cuanto antes. Adiós- colgó -¡Dama del Caos!- miró hacía el cielo -¿¡Por que a mí!?- se dirigió a la habitación para ver a su hija. A cada paso que daba, se sentía cada vez más cansada -Dante...- susurró al cruzar el umbral de la puerta -No dejes que me golpeé la cabeza...-
Se desmayó, pero él la atrapó con uno de sus brazos, ya que en el otro, llevaba a su pequeña.
-¿Quién te cortó las alas, mi ángel?-
Susurró, besándola en la frente, al comprobar que estaba dormida.
-Seth- habló a su esposo de espaldas, que se encontraba acostado en la cama -La madre de tu exesposa...- mencionó con asco al estremecerse -Era una bruja del Caos, ¿No?-
-Si- contestó mirándola con deseo. Era una lástima que estuvieran en lo de su suegros -¿Por qué lo preguntas?-
Ella se metió a la cama, recostando su cabeza en la almohada.
-Porque apenas pudiste acabar con ella, cuando secuestró a Elliot y me asesinó- miró la enorme cicatriz que él tenía en su brazo derecho, producto de eso -Por suerte, el señor Lancasters estaba de tu lado y pudo detenerla-
-Si, desconocía que era un brujo blanco- abrazó a su esposa, acercándola a su pecho -Le debo mucho a ese buen hombre- le besó el cabello -Él fue el que te trajo de vuelta a la vida-
-Si, él y mis abuelos- tomó una mano de él -Mis padres y mi hermano, casi destruyen el mundo cuando me fui- jugaba con sus dedos -Por suerte, Eyra no estaba ahí, la angustia hubiera sido terrible en su estado- negó con el simple hecho de pensarlo -Afortunadamente, los tíos y Sebastián estaban con ella para controlar sus visiones-
-Si, esa semana fue terrible para todos-
El día en el que ella murió, fue el peor de su vida, jamás lo olvidaría.
-¡Maldita bruja!- golpeó su puño con su mano -¡Ojalá esté pudriéndose en el mismísimo infierno!- él rió y volvió a besarla en la frente. Era tan graciosa -¡Porque si estuviera en el cielo, seguramente, lo haría arder! ¡Bruja!- agregó con desprecio.
-Si, eso espero- bostezó -Bueno, mi hermosa cazadora, como esta noche no podemos tener intimidad- le guiñó un ojo -Es mejor que vayamos a dormir-
-Estoy de acuerdo- respiró profundo -Buenas noche, hechicero negro- cerró sus ojos y se durmió, al igual que él.
Era de madruga y en la casa de un alquimista de fuego, una pequeña vidente milenaria, rondaba por la cocina del lugar buscando algo que comer, mientras tarareaba una canción.
-Arde... Arde el cielo y el dolor...- intentaba abrir unas gavetas muy altas de puntillas -Arde mi espíritu, arde el amor y la luz...arde el cielo amor- subió a una silla y pudo abrirlas -¡Genial!- ironizó -No hay nada...- negó con la cabeza, haciendo un gesto de disgusto.
-¿Qué haces?-Apareció de la nada. Ella se asustó y cayó de la silla -¡Cielos!- no había alcanzado a atraparla -¿Estás bien?-
-Si- respondió adolorida, sobando sus partes afectadas -¡Gracias por asustarme!-
Lo golpeó molesta en el brazo. Él sonrió y la sentó en la silla.
-Lo siento- le ordenó el cabello -Pero me asusté cuando no te ví en la cama-
Evitaba mirarlo. Él estaba sin camisa y con el torso desnudo, en cuclillas frente a ella. Era evidente que en ese tiempo que estuvieron separados, se estuvo ejercitando muchísimo. Por esa razón y otras más, decidió mirar la luna que se asomaba por la ventana.
-Es que tenía hambre y vine a buscar algo que comer- decidió mirarlo, la vista era hermosa y no iba a negarse a ese privilegio -Pero después recordé que es la casa de un hombre soltero y se me pasó-
Confesó riendo de su estupidez, al igual que él.
-No sabés cuanto te extrañe, Eyra- le acarició los labios con su pulgar -Te extrañe mucho- ella estaba muda, no sabía que decir -En fin- se separó aturdido, por sus ojos de hechicera -En esta gaveta...- abrió unas puertas de espaldas a ella -Hay galletas y dulces, ¿Qué quieres?-
Sintió unos delgados dedos que le acariciaban la espalda con cuidado, erizandole la piel.
-Soy yo...-
Afirmó, impactada, observando el tatuaje de un ángel de largo cabello castaño y ojos verdes con un hermoso vestido blanco sosteniendo la luna entre sus manos, que él llevaba entre sus omóplatos.
-Sí, eres tú- contestó con la voz rasposa, aún de espaldas a ella -Esa imagen, fue la que quedó en mi mente el día que despertaste en la Cueva de las Almas- volteó a verla a los ojos -Cuando te vi allí, sonriendo, con ese hermoso vestido blanco...- le apartó el cabello del rostro -Me pareciste un ángel. El ángel más hermoso que había visto jamás-
-Ahora comprendo porque desde ese día, me llamas así- asintió iluminada -Y quiero eso...-
Había matado el momento, señalando un enorme paquete de galletas, detrás de él.
-Son tuyas- le estaba por entregar el paquete, pero se detuvo -Intercambio equivalente- mencionó con malicia -Yo te doy este paquete de galletas y tú, me darás un beso a cambio- propuso.
-A mi mano- pronunció y el paquete, se transportó hacía ella -Sigue soñando, alquimista- le guiñó un ojo, comiendo una galleta y caminando hacía la habitación -Por cierto...- mencionó de espaldas -La mujer que estuvo hoy en la puerta y que estoy segura que es tu novia...- volteó a verlo, cuando abrió la puerta de la habitación -Es una bruja del caos- metió otra galleta a su boca -Y si ella entra aquí de nuevo, yo me iré con mi hija...- advirtió -Buenas noches, Dante- cerró la puerta.
Él estaba anonadado, pero sobre todo, sorprendido. Nunca imaginó que esa hermosa mujer, fuera una bruja tan peligrosa. Por esa razón, evitaría estar en contacto con ella a partir de mañana.
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