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Ángeles en la tierra

Estaba despertando, su conciencia, regresaba poco a poco a su ser y aunque le dolía todo el cuerpo, quería despertar, tenía que traerla de vuelta. Lo último que recordaba, era ser atacado por el monstruo mágico junto a su padre y ser lanzado lejos con ella entre sus brazos.

Tendido en el suelo y con los ojos cerrados, la buscó con sus manos a un lado, pero no estaba.

-¡Eyra!-

Despertó de golpe, al no encontrarla. Desconocía que había pasado después de perder la conciencia.

Unas risas se escucharon cerca de él, las conocía bien, eran las risas inconfundibles de su amiga y de su amada. Se incorporó como pudo con su cuerpo adolorido, para poder verla y allí estaba ella, con sus pies sumergidos en las aguas de las ánimas, riendo a carcajadas junto a su prima, mientras jugaban con el niño.

Los demás hombres del grupo, seguían inconscientes, pero eso a él no le importaba, quería acercarse y ver que estuviera bien.

-¡Hola, Dante!-

Lo saludó, alegremente, mientras él se acercaba tocando el costado de su abdomen y cojeando de una pierna. Había resultado bastante malherido, pero mejoraría. Caminó por las aguas de las animas hasta estar frente a ella y mirarla como si fuera lo más hermoso del mundo, como si fuera un ángel que había llegado a la tierra, para alegrar su vida.

-Hola...Mi hermoso ángel- mencionó en un susurro, apoyando una mano en su rostro -Volviste...- le acarició la mejilla con su pulgar -Estás aquí, volviste...-

La abrazó con fuerza, tragando el nudo en su garganta para no quebrarse. Estaba feliz de verla bien y con vida.

-Te dije que volvería- correspondió el abrazo ocultando su rostro en el hombro de él -Gracias por luchar por mí-

Levantó la mirada hacía su prima, que los observaba suplicando con la mirada para que hablaran, pero ella, negó con tristeza. Era un secreto que ambas compartían y que él, nunca iba a saber.

En ese momento, lo único claro para las dos, era que el destino no es cosa de cuentos y que las historias se repiten, una y mil veces, por alguna razón.

-¿Por qué lloras, Ivi?- el niño tiró de ella, mirándola, preocupado -¿Te duele algo?-

Se inclinó delante de él y le acarició el rostro con ternura. Los golpes que le había dado el monstruo en sus mejillas, ya no estaban, el agua de las ánimas los habían curado.

-No, mi amor- tocó su propio rostro, no se había dado cuenta que estaba llorando -Es sólo que, vi algo muy triste que me hizo llorar- sorbió su nariz, sonriendo con tristeza -Pero tú conoces el remedio para eso...-

El pequeñito la abrazó y la besó en la mejilla.

-Te quiero mucho, Ivi- le susurró en el oído -No me gusta verte llorar-

Cerró sus ojos con fuerza, sabía que el momento de decir adiós se acercaba. Lloraría muchísimo, mucho más que antes, mucho más, que cuando dejó a su padre el día que se casó. Lloraría al dejarlo atrás, en una enorme casa, con una madre que no lo ama y con su pequeño corazoncito destrozado por su ausencia.

-Ya está, me curé - lo besó en la mejilla, infinidad de veces, haciéndolo reír -¡Tus abrazos hacen magia!- exclamó, levantándolo en sus brazos sobre su cabeza. Pero el cuerpo de un hombre los derribó al agua, cuando los abrazó -¡Seth!- gritó ahogada. Por suerte el pequeño no había caído -¡Casi me desnuco!-

Estaba sentada, mirándolo molesta con el niño es sus brazos. Él los observaba burlón, pero lleno de felicidad, al encontrarlos bien.

-¡Ten cuidado con lo que haces, niño!- el padre de ella, lo apartó de un fuerte empujón -¿Estás bien, hija?- asintió y él tomó asiento, haciendo tronar su cuello -Ya no estoy para esto. Estoy y me siento viejo- rotaba con cuidado su brazo derecho, suspirando cansado -¿No vas a presentarme a este valiente hombrencito?-

Señaló al pequeño. Aunque ya sabia quién era, quería conocerlo, él adoraba a los niños. Al contrario de su esposa, que a penas y los toleraba.

-Claro, su nombre es Elliot y yo cuido de él- acariciaba las manitos del niño, mientras conversaban -Y además, le enseño como ser un cazador como nosotros...- su padre asintió, orgulloso -Pero resulta que él, es un amo de dragones-

Como siendo invocada, la dragoncita del pequeño, apareció en su hombro.

-¡Vaya!- dijo, sorprendido -Un Elmekiano, hacía años que no veía uno- estiró la mano hacía esa criatura y está, se acercó. Era muy amistosa -Eres fuerte, pequeño- su sobrina, se sentó a su lado y él, la besó en la sien-
¿Cómo estás, princesa?-

Su tío siempre la llamaba así, al igual que su padre. Ella descansó la cabeza en su hombro, mientras la rodeaba con sus brazos.

-Estoy bien, tío- contestó, suspirando -Sólo un poco cansada, regresar del limbo es agotador- la perdiguera se acercó a ella y le lamió el rostro - Hola, Arya. Gracias por todo, amiguita-

Le rascó las orejas y la panza, mientras meneaba su cola de alegría.

-Lo sé, tu padre me advirtió sobre eso- le frotaba los brazos para reconfortarla, después de que su amiguita de cuatro patas, se fuera a jugar con el niño -En unos días, te sentirás mejor- aseguró -Por suerte, él pudo ir a buscarte- rió, al recordar el poder de mejor amigo -Siempre me asusta cuando hace ese tipo de cosas- las chicas rieron -¿Te dijo algo antes de volver?- ella asintió.

-Si, que fuera a casa después de esto-

Él bajó la mirada y frotó sus ojos, sabía lo que pasaría al llegar allí, su amigo se lo dijo. Aunque estaba feliz, las cosas no serían fáciles para esa pequeña vidente.

-Si, tus padres quieren hablar contigo- miró a su prima y cerró sus ojos con fuerza. Ya sabían su secreto, aunque ella, iba a decírselos de todas maneras -Pero todo estará bien...- le susurró en el oído, para que nadie más escuchara -Nosotros vamos a estar contigo, princesa. No estás sola, recuérdalo- su hija sonrió, orgullosa de su padre -Bien...Vámonos, antes de que esto se ponga peor-

Tomó a su sobrina en brazos y ayudó a su hija a incorporarse. Miró a los demás, por última vez, que discutían entre ellos del otro lado en donde estaban, se veían molestos. Esos cuatro hombres, tenían un carácter terriblemente explosivo y hacían desastres, cuando peleaban entre ellos.

-Ya todo terminó...- habló a los hombres que estaban con ella en ese auto -Quiero llegar a casa y dormir por tres días...- miró al pequeño en su regazo -Cambia esa cara, Dante. Eyra volverá-

Él no la miraba, su vista estaba fija en la ventanilla, observando el camino.

-No lo entiendo- acotó -No entiendo porque se fue así, sin decir nada a Amestris-

-Fue a ver a sus padres, ellos están de vacaciones allí- contestó sin mirarlo -Tenían un asunto familiar que solucionar-

-Yo soy su familia- tocó su pecho con impotencia -Y me excluyó de esto-

-Tú ya no eres parte de su vida, Dante- habló con ese brusca sinceridad que lo caracterizaba -No, después de lo que hiciste-

Estaba muy molesto con su ahijado y su hijo. No podía comprender, como esos dos muchachos, eran tan irresponsables y estúpidos, cuando se trataba de mujeres.

-¡Orphen!- su padre lo volvía loco -¿¡Puedes controlar tus palabras, por una vez!?-

-¡Tú mejor cállate!- lo apuntó con un dedo, sin siquiera mirarlo, ya que su vista estaba fija en el camino -¡Que no quiero decir algo delante de mi nieto y después arrepentirme!- miró a la chica por el retrovisor -Tu madre esta molesta contigo, Ivi- habló dulcemente con ella -Pero tu padre y yo, logramos calmarla. Quería venir hasta aquí y sermonearte, como siempre- rió por la locura de esa alquimista -Como si eso sirviera de algo, se rié a carcajadas después de que lo hace- reía con él. Ella era idéntica a su madre, por esa razón, la adoraba -Ah, por cierto, en dos semanas vamos a ir a visitarte con tu madre y tus hermanas, Seth- su rostro se deformo ante la idea -Dile a Isabel, que tenga buena cara, esta vez. Sera el cumpleaños de su hijo-

-¿¡Qué!?-

Preguntó la muchacha, emocionada, mientras él golpeaba su frente. Lo había olvidado por completo.

-Si, el dos de noviembre- volteó a ver a su pequeño -Espero que sea un lindo cumpleaños-

Comentó con tristeza. La bruja de su esposa, siempre arruinaba ese día.

-¡Por supuesto que lo será!-

Exclamó, más emocionada que antes. El hechicero mayor, sonrió y miró de reojo a su hijo, se había equivocado tanto al obligarlo a casarse con esa mujer, que lo hacía tan infeliz a él y a su nieto, pero por suerte, todo podía solucionarse. Esa cazadora, era un ángel en la tierra para su primogénito y tenían que estar juntos, aunque el destino, no lo quisiera.

-Siento todo lo que pasó con Dante, Eyra- estaba en el asiento del copiloto, junto al cazador que conducía -Lo lamento-

Se disculpó con amargura. Él adoraba a esa jovencita de ojos esmeraldas.

-Está bien, tío Ed- lo abrazó, para reconfortarlo -Tú no tienes la culpa de eso y yo no estoy enfadada con él. Era algo que tenía que pasar- ella era igual a su madre, en ese sentido, daba las cosas por hecho -Él no era para mí- le acarició el rostro.

-Y para nadie- ella se recostó en el asiento y se cubrió con una frazada al sentir frió -Si sigue con ese comportamiento- negó, avergonzado de su hijo.

-Nosotros también fuimos jovenes- comentó, concentrado en el camino -Hicimos estupideces, muchas veces- él asintió en total acuerdo -Pero nunca así...- miró a su sobrina que estaba adormilada en el asiento trasero del auto -Edward, escúchame...Dante será el padre del hijo de una mujer, que no ama- negó con la cabeza -No hagas lo mismo que hizo Orphen con Seth-

-No, nunca lo haré- comentó con amargura -Nunca arruinaría la vida de mi hijo así- suspiró, agotado -Él es un adulto y sabrá que hacer, yo lo ayudaré-

-Lo sé. Eres un buen padre, Ed-

-Gracias, pero aún así, tengo ganas de estrangularlo hasta que se ponga azul-

El viaje había sido muy largo para esa muchachita de mirada pérdida y el corazón roto. Estaba exhausta, no podía despertar. Por esa razón, era llevada en brazos por su tío Keilot, hasta su casa en Amestris, después de bajarla del auto. Allí se encontraban los padres de ella, junto a su tía, esperándolos.

-¡Eyra!- exclamó, al ver a su hija en los brazos de su cuñado -¿Qué sucedió, Keilot?-

Preguntó preocupada, al acercarse a ellos.

-No lo sé- la dejó en los brazos de su amigo -Desde que desembarcamos, ha dormido mucho y no ha despertado-

-Princesa...- susurró a su hija, juntando su frente con ella, para ver sus recuerdos -No pasa nada, preciosa- miró a su esposa -Está muy cansada- besó a su pequeña en la sien -Gaia, ¿Puedes despertarla?-

-Si, por supuesto- juntó sus manos y las posicionó en su sobrina -Que vida más hermosa hay aquí adentro. Aunque es, extremadamente pequeña, es hermosa y fuerte- sonrió y la besó la mejilla -Serás una gran mamá, monstruo de la tía-

Mencionó emocionada, mirando a su hermana.

-La mejor de todas- le acarició la mejilla -¿Qué creén que hará con Dante?-

Dirigió su mirada a su esposo, que no tenía respuestas.

-Ella sabrá que hacer- aseguró su cuñado, mirando a su sobrina con ternura -Sólo hay que darle tiempo...- le acarició la cabeza.

Despertó, después de que su tía aplicará alquimia de sanación en ella.

-Lo siento...- murmuró entre lágrimas, mirando a sus padres -Lo siento, tanto- lloró, desconsolada, abrazada a su padre -Tenías razón, papá. Él no era para mí-

-No digas eso, princesa- la abrazó contra su pecho -No debí decírtelo- le besó el cabello.

-¿Qué voy a hacer ahora?-

La imagen de su hija llorando de esa manera, le recordó tanto a ella misma cuando se enteró que sería madre por primera vez, que no pudo evitar derramar un par de lágrimas y abrazarla con todo su ser.

-No llores, mi niña. Todo estará bien- la tomó del rostro y le secó las lágrimas -Tú eres fuerte, al igual que yo. Cuando ese día llegue, sabrás que hacer- su hija asintió con sus labios temblorosos -Saldrás adelante, lo llevas en el alma y en la sangre-

Le colocó un mechón de cabello tras la oreja.

-No estás sola, mi pequeña monstruo- acarició los largos cabellos de ella -Nosotros estamos contigo- le limpió una pequeña lágrima de su mejilla -Y de ahora en más...- acercó una mano a su vientre -Nunca lo estarás-

Las abrazó a ambas, cuando su padre la bajó de sus brazos. Era cierto, ella no estaba sola y saldría adelanté con o sin Dante.

-Si, así sera...- limpio sus lágrimas por última vez y toco su vientre -Se llamara Denisse- sonrió.

En otra parte del mundo, más precisamente en Keisalhima, una entusiasmada Ivette bajaba del auto apresurada, para ingresar a la mansión y buscar a sus compañeros de trabajo.

-¡Zack! ¡Rachel!- corría de un lado a otro, buscándolos. Sus fachas y estado físico, eran deplorables, pero eso no le importaba, era lo de menos -¡Aquí están!- los apuntó a ambos sofocada, ellos estaban desayunando en la cocina -¡Por todas las fuerzas de la naturaleza! ¡Llevó buscándolos toda la vida!-

-No es cierto- la apuntó con una galleta -Recién acabas de llegar...- el joven vendado, la miró de arriba a abajo -Ese atuendo no te favorece, es un vestido o nada- negó con la cabeza -Puedo ofrecerte nada, en mi cuarto- indicó sugerente.

-Comportate, Zack- mencionó seria, su pequeña amiga rubia, mirando detrás de él -El señor Seth, está aquí-

Él se incorporó como un resorte, para ver a su empleador con cara de pocos amigos, detrás de él. Demás esta decir, que ese hechicero, quería matarlo por lo que escuchó. Aunque, sería un duelo de titanes si eso sucedía, ese joven de ojos heterocromáticos era un gran luchador, en todos los aspectos, al igual que él.

-¿Puedo ayudarlo en algo, señor Seth?-

Preguntó, matándose con la mirada, mutuamente.

-No- contestó serio y volteó hacía la recién llegada -¡Ivette! ¡Quieres explicarme! ¿¡Por qué te arrojaste así del auto y además, ingresar a la casa en esas fachas!?- ella se observo completa.

-¿Qué tiene de malo mi atuendo?- lo que antaño era un traje de guerrera, ahora, se encontraba destrozado y agujereado por todos lados. Mostraba más de lo que ocultaba -Vine desde Joilidin vestida así y no te importó en lo más mínimo...- contestó, indiferente -Y además, ¿Qué hacés aquí?- levantó al niño en sus brazos -La cocina es para los empleados, tú no puedes estar aquí-

Las personas del servicio, estaban consternadas, le había faltado el respeto a uno de los señores de la casa.

-¡Es mi casa!- contestó enojado -¡Puedo estar donde se me antoja!- ella arremeda, burlona -¡No hagas eso! ¡Ve a cambiarte o te despido!-

-Despideme-

Lo desafío con la frente en alto y los demás, ahogaron un suspiró de horror. Él la miró furioso, se removió incomodo en su lugar, negó con la cabeza y salió de allí, sin decir más.

-Ella está más loca que tú, Ray-

La apuntó y la rubia, asintió. Por otro lado, ella miraba la espalda de su empleador, triunfal. Aunque sabía que él tendría su revancha, lo conocía bien.

-Bien... Como el problema ya se fue de aquí- observó a todas las personas del servicio -Tenemos una fiesta de cumpleaños que planear, ¿No así, hombrecito?-

-¡Si! ¡Mi cumpleaños!-

Aplaudió feliz y juntó su mejilla con la de ella, en un hermoso abrazo.

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