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Ángel de amor

Un año había pasado desde la última vez que la vió, un año o quizás un poco más, que no sabía nada de ella. El año más largo e insufrible, para ese alquimista de fuego, que era uno de los mejores dentro de la milicia amestrisana. Había alcanzado su sueño con mucho esfuerzo y dedicación, ser el mejor de todos, pero en el lugar y el país equivocado.

-Un año sin verte, mi hermoso ángel...-

Mencionó melancólico, acariciando la fotografía que tenía pegada en la puerta de su casillero. La imagen era de, aproximadamente, unos cuatro años atrás o quizás más, el tiempo había pasado tanto que ya no lo sabía. Era el recuerdo del primer viaje que hicieron juntos, ella estaba sobre su espalda con sus brazos extendidos, mirando a la cámara con la boca abierta y sus hermosos ojos de par en par, mientras él miraba su perfil, sonriendo. Una hermosa fotografía y lo único que le quedaba de ella, además de los recuerdo.

-¡Elric!- llegó a él y este, cerró la puerta del casillero de golpe -¿Otra vez mirando la fotografía?-

Comentó, risueña y burlona. Ella era Elicia, la hija del fallecido Teniente Coronel Meas Gughes. Era unos años mayor que él, pero había seguido los pasos de su padre, para hacer de este mundo un lugar mejor, según su propio criterio.

-¿Ahora que quieres, Elicia?- preguntó, fastidiado -¡Además! ¡No puedes estar aquí!-

Reclamó, señalando alrededor el vestidor de hombres. La joven de ojos verdes y cabello castaño, lo miró, irónica.

-Ni que fueras la gran cosa- lo señaló con desagrado y despectiva -Pero en cambio, si fueras ese castaño, alto y fuerte, con ojos de ensueño y cuerpo de héroe que acaba de ingresar, sería otra la historia-

Suspiró, maravillada, como si pudiera verlo.

-¿Nicholas?- preguntó, colocándose la chaqueta del traje -¿Te refieres a él?-

-Si, a él- asintió, apoyándose en uno de los casilleros -Es una pena que esté interesado en tu hermana y que a ella, no le importe en lo absoluto- él rió.

-A mi hermana no le gustan los alquimistas- aclaró su duda, metiendo el reloj en su bolsillo -Y mucho menos, un alquimista como él...- abotono su traje -Que no se sabe, ni que clase de alquimia puede manejar. Es un fenómeno, al igual que su hermana- Rió al recordar a su loca amiga, que siempre iba a visitarlo con su hijo y su esposo -En fin, ¿A qué venías?- preguntó a su compañera, terminando con su labor.

-Oh, si...Lo siento, me distraje un poco- se disculpó -Tienes visitas, hay alguien esperándote en la sala de reuniones-

-¿Quién?-

Cuestionó con interés y algo asombrado. Nadie iba a visitarlo al cuartel, excepto, algunos miembros de su familia y su amiga.

-No lo sé, tan sólo, estoy comunicándote el mensaje- él asintió, caminando hacía la salida del vestuario, junto con ella -Bien, me voy a ver el entrenamiento de los nuevos. Adiós-

-¡Pervertida!- le gritó y ella, se hizo la desentendida -Bueno- acomodó su traje una última vez, para ingresar a la sala de reuniones -Veamos quién vino esta vez- abrió la puerta y su corazón, se detuvo por un instante -Eyra...- murmuró con sus ojos bien abierto.

-Hola, Dante- lo saludó como siempre, con una cálida sonrisa -Cuanto tiempo sin verte...- se acercó a él, despacio. Parecía que estaba en un estado catatónico de sorpresa y consternación -¿No vas a saludarme?-

Preguntó con sus hermosos ojos verdes frente a él y el cabello, un poco más corto de lo que lo llevaba siempre. Él, un poco aturdido por la sorpresa de tenerla en frente, lo único que pudo hacer, fue abrazarla y aspirar ese dulce aroma que siempre llevaba.

-Hola...- susurró en su abrazo - Estás hermosa- dijo lo primero que se le vino a la mente.

La separó de él y la miró a los ojos. No había cambiado nada, seguía siendo el mismo ángel de hace un año.

-Y tú estás más alto...- se midió con él y a penas, le rebasaba el pecho -Me siento diminuta...-

Rieron como siempre, cuanto la había extrañado.

-¿Qué haces aquí?- cuestionó, extasiado de felicidad, hablando apresurado -Siéntate...Siéntate...- la invitó a sentarse en una silla frente a él -¿Hace cuanto tiempo que estás aquí?- la sonrisa de ese hombre, era gigante.

-Hace dos días, vine a visitar a los tíos con Ivi y Elliot- respondió, extrañadamente tranquila -De hecho, vengo de la casa de tus padres y ellos me dijeron que estabas aquí- él la miró, consternado.

-¿Querías verme?- asintió -Pensé que no querías saber nada de mí- agregó, entristecido.

-No entiendo porque dices eso- indicó, mirándolo -Desde que no estamos juntos, yo siempre he preguntado por ti-

-Si, lo sé. Pero nunca quisiste verme, desde la última vez que nos vimos en la estación de tren-

Ella asintió y miró por la ventana el sol de esa tarde.

-Tienes razón...- contestó, mirando a un pequeño pajarito en un nido y a su mamá, afuera -Estaba esperando el día que dejara de doler, para volver a verte- dirigió su mirada a él -Y el momento llegó, hace un poco más de tres meses, cuando conocí a alguien más -

Sonrió, pero esas palabras, lo destruyeron. Había conocido a otro hombre, de eso, estaba seguro.

-Comprendo...- acotó serio, juntando sus manos sobre la mesa -Me alegro por ti...- mencionó en el mismo tono anterior -La vida continúa, las heridas cierran, las cicatrices se reconstituyen y desaparecen...- habló apresurado, tropezando con sus palabras.

-Las cicatrices no se van, Dante- apoyó una de sus manos en las de él -Siguen ahí, para recordarnos que sobrevivimos y que somos más fuertes- él asintió, lentamente -Me alegra verte bien- miró el reloj en su muñeca -Tengo que irme- se incorporó y él también. Lo miró por un instante, pensando que decir antes de hablar -Cuando salgas de aquí, ¿Te gustaría que vayamos por un café?-

-Si, claro, si...- contestó sin pensarlo -A unas calles de aquí, hay una cafetería. Si quieres, paso a buscarte. Mi hora de salida es a las siete de la tarde-

-No es necesario, creo saber donde es...- colocó su bolso sobre su hombro -Le diré a Ivi que me deje allí- caminó hacía la puerta -Adiós-

Caminó por ese pasillo hacía la salida del cuartel, mientras él, la observaba irse. No podía creer que había vuelto a verla.

-Bien...- hablaba consigo mismo, mientras la esperaba en la cafetería donde habían quedado -Se que estás nervioso, Dante. Quizás un poco furioso, porque haya conocido alguien más...- miraba la taza entre sus manos -Pero si llega a traerlo aquí, lo matas y punto, ¿Entendido?- asintió seguro y bebió un poco de café.

- Está ahí, ¿Verdad?- preguntó a su prima que miraba hacía la cafetería desde el asiento del conductor del auto -No sé porque hice esto, Ivi. Aún no estoy lista para hablar con él-

-Si, lo estás, Eyra- podían verlo del otro lado de la ventana -Estuviste preparándote desde el día en el que ella nació-

Voltearon y en el asiento trasero del vehículo, había una canastilla, en donde se encontraba una bebé durmiendo, mientras un pequeñito de ojos azules, velaba su sueño.

-Mami...- la miró de reojo -Deni duerme mucho- le acarició el rostro con su pequeña manito -Cuando sea grande, me voy a casar con ella-

Las jóvenes se miraron la una a la otra y rieron. Pero después, se preocuparon, si ese pequeño era como su padre, estaban seguras que así seria.

-Eres muy pequeño para decir eso, mi amor-

No sabía que decir, su prima, estaba teniendo una visión, justo en ese momento.

-Déjalo, Ivi- suspiró cansada y miró hacía la cafetería -El destino nunca sabe lo que hace- abrigó la puerta del auto -Bien, ya tomé una decisión, ahora depende de él, en aceptar la noticia o no- bajó del vehículo -En unos minutos, vengo por ella-

-Suerte, primita- le dió ánimos y ella caminó hacía la cafetería -¡Tú! ¡Ven aquí, galancito!-

Tomó a su hijo en brazos y lo besó como siempre. Ella amaba a ese pequeño con toda su alma y habían decidido con su esposo que no tendrían mas hijos, además de él. Era el amor y la luz de sus vidas, no necesitaban más.

-Hola, Dante- se sentó delante de él. Se veía nerviosa -Lamento llegar tarde y hacerte esperar- la mesera se acercó a la mesa -¿Puedo pedir lo que quiera?- él asintió, maravillado -A ver...Quiero, una rebanada de pastel de chocolate, un jugo de naranja y un café, por favor- la joven asintió y se fue de allí -¿Qué?- preguntó, cuando se dió cuenta que la observaba.

-Nada...- bajó la mirada, revolviendo su café -Es solo que, no has cambiado en lo absoluto...- aclaró, mirándola -Tú cabello es más corto, pero tú, sigues igual que siempre...- estiró una mano hacía ella -Ahora me doy cuenta de cuanto te extrañé- se tensó -Dime, ¿Qué has hecho desde hace un año?- bebió de su taza, mirándola.

-Pues, ahora vivo en Alemhatam...- respondió, mirando a la mesera que traía su orden -Trabajo en la librería de mi madre. Es un gran empleo, me gusta mucho trabajar allí- comió un pedazo de pastel y lo miró, mientras masticaba -Y además, fui madre...Hace un poco más de tres meses- él se ahogo, después de escupir su café.

-¿Qué dijiste?-

Preguntó entre ahogos, golpeando su pecho con la voz rasposa.

-Lo que escuchaste...- bebió de su café con las manos temblorosas -Fui madre hace tres meses-

-¡Vaya!- dejó su taza con violencia sobre la mesa, mirándola, furioso -¡No perdiste el tiempo para nada!- agregó en el mismo tono anterior -Su padre es Alan, ¿Verdad?- preguntó hosco -Porque si mis cálculos no fallan y llámame estúpido por eso, el padre seria él, ¿O no?- explicó con su patética lógica -Me sorprende lo rápido que me olvidaste, Eyra- no sabía lo que decía, la noticia, le había asentado fatal -Es increíble...- tomó su cabeza entre sus manos, totalmente, frustrado -Y yo, recordándote todos los días, mirando una patética fotografía- confesó, sin darse cuenta.

-¡Porque mejor no te callas!- todo lo que dijo, le afectó muchísimo -¿¡Qué clase de mujer creés que soy!?- su labio tembló y desvió la mirada, para no quebrarse frente a él -¡Vengo aquí después de un año, buscándote, para hablar contigo! ¡Y tú sales con eso!- limpió una lágrima que escapo sin querer -¡Tú fuiste el qué arruinó lo nuestro!- lo apuntó furiosa y él, estaba mudo, la había hecho llorar -¡No fui yo!- colocó una mano sobre su pecho -¡No te olvides de eso!- tragó el nudo en su garganta -¡No tienes ningún derecho a juzgarme!-

Fue inevitable, rompió en llanto frente a él, aunque no lo quisiera.

-Lo siento... Lo siento, mi ángel- se levantó, sin importarle nada y la abrazó -No llores, lo siento...- le besó el cabello, consolándola -Soy un idiota, no quería hacerte llorar, discúlpame- la apartó, tomándole el rostro con ambas manos -Perdóname, preciosa- la besó en la mejilla, secando sus lágrimas y ella, asintió -¿Es niño o niña?- cuestionó, acariciándole el cabello.

-Una niña...- respondió, secando sus lágrimas -Tiene ojos verdes como yo y el cabello rubio, como su padre- se apartó lentamente y volvió a su lugar, para escucharla -Es muy pequeña- le enseñó el tamaño de su hija con sus manos -Y sonríe todo el tiempo- lo miraba fijamente, su pequeña, se parecía mucho a él -Todo el mundo me decía que la llamara Solaris, por su cabello rubio y sus grandes sonrisas que iluminaban a todos...- la escuchaba atento y maravillado, ante sus palabras -Pero yo tenía un mejor nombre para ella- bebió un poco de jugo, para acomodar su voz -Se llama Denisse y ella es tu hija, Dante-

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