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v: Reconociendo mi dolor


"Usa el dolor como una piedra en tu camino, no como una zona para acampar "

(Alan Cohen)


Parte I

¿Alguna vez ha pasado un pensamiento fugaz por sus cabezas? Como ese pensamiento intrusivo de ir por la carretera y querer lanzarte del auto andando para escapar de aquella situación en la que no esperaste nunca estar, ¿o cuando estás cortando un tomate para ponerlo en tu pan y por tu mente suena una pequeña vocecita que te sugiere rebanar tu dedo? O solamente soy yo... bueno en este momento mi caso es lo primero que mencioné; tras una hora de viaje, el silencio era tan incómodo, al igual que las miradas efímeras que me daba mi jefe sentado en el asiento del conductor. El ambiente no era el más ameno, mucho menos saber que estaremos juntos y solos, más que nada solos, estos próximos días. Miles de imágenes aparecen por mi mente, no estoy segura de si seré lo suficientemente sociable o si acaso sepa cómo responder, reaccionar o incluso mirar; ay Ruby, no sabes la falta que me haces.

No hay de qué preocuparse.

¿Acaso me he vuelto loca? Ahora oigo su voz.

— ¿Quieres escuchar un poco de música? — Su voz gruesa y ronca por no haber hablado en una hora me saca de mi disociación.

— Em... Si usted quiere escuchar música, por mí no hay problema — lo miro por primera vez desde que me subí al carro.

— Quiero conocer algo sobre ti, incluyendo tus gustos musicales... Y por favor, tutéame, Mackenzie — una sonrisa tímida aparece en sus labios al decir mi nombre.

— Me gusta la música de los 70 's... 80' s — de repente tenía los labios y garganta muy seca.

— Entonces... ¿Queen? — pregunta al presionar en el botón de reproducir en la pantalla táctil de la radio.

"Killer Queen" comienza a sonar con el chasquido de dedos de su intro y mi ojos se clavan en el nombre de la canción, no puedo evitar mover la cabeza con la melodía y con la armónica voz de Freddie Mercury.

— She's a Killer Queen. Gunpowder, gelatine. Dynamite with a laser beam — comienza a cantar el señor Hunt, dando pequeños golpecitos con sus dedos en el manubrio y moviendo la cabeza.

— Guaranteed to blow your mind... Anytime — le secundo con un tono de voz más bajo, desviando mi mirada hacia el exterior, eso le saca una sonrisa.


Algún lugar entre Santiago y Curicó.


Pasa otra hora en los que se reproducen más canciones de la banda y en los que mi incomodidad ya no era tanta, agradecía que pusiera música, a veces Ruby hacia lo mismo por mi cuando yo no quería estar presente de manera social, aunque solo estuviéramos las dos, muchas veces me era muy difícil encontrar un tema de conversación. Miro al señor Hunt, quien se detiene en un punto de descanso, por la ventana visualizo la pequeña tienda y a mucha gente ingresar para recargar energías de un largo viaje; la radio se apaga en conjunto con el motor del carro, el hombre a mi lado se deshace de su cinturón de seguridad y toma la billetera que tenía guardada en la guantera, la cual, para alcanzarla, se inclina levemente sobre mi.

— Disculpa un momento... — dice casi en un susurro y yo desvió la mirada, tratando de tirarme lo más posible hacia atrás, pero me lo impedía el asiento.

— Pudo haberme pedido que le alcanzara su billetera, señor — agrego una vez que mi jefe estaba de vuelta en su asiento, ahora quitando el cinto que me mantenía a salvo.

— No quería molestar — dice con una pequeña risa.

Lo miro unos minutos con el ceño ligeramente fruncido, inclinarse sobre mí era más molesto que el pedirme un favor, preferiría el favor, muchas gracias.

— No es molestia — en cambio, de mi boca salen estas palabras.

— De seguro debes tener hambre y aún quedan dos horas de viaje... Vamos, yo invito — abre la puerta de su lado.

— La verdad que sí... pero yo tengo dinero — bajo del auto, seguido de él.

— Nada de eso, vamos — no me deja objetar cuando pone el seguro a las puertas y con su mano en mi espalda baja, me guía con sutileza al pequeño edificio de comida rápida que estaba junto a la tienda.

El pequeño restaurante tenía un ambiente familiar, las risas de niños y voces parlanchinas no se hacen esperar, haciéndome arrugar la nariz, solo me percato de mi expresión cuando miro al señor Hunt y con una sonrisa apunta hacia su propia nariz, imitando mi gesto; de inmediato vuelvo a tener una mueca neutra en mi cara, lo que provoca que Einar Hunt reprima una risa.

— Esa mesa está vacía, sentémonos allí — lo sigo en silencio, creo que me sentía un poco avergonzada, creo.

— Gracias — digo una vez estamos sentados, él ladea la cabeza — Por hacerme notar... la cara que estaba haciendo...

— Señorita Graham... no... Mackenzie, no debes agradecerme por nada — una mesera se nos acerca, tenía el cabello trenzado hacia un lado, de un color cobre brilloso, se notaba el cuidado que tenía y el tiempo que le dedicaba a cada hebra, sus ojos eran de un hermoso color azul claro, parecido al color del agua cuando refleja muy poco el cielo, pareciendo casi transparente.

— Bienvenidos a "Buena Familia", ¿En que les puedo servir? — su voz es rasposa, como si la tuviera gastada de tanto hablar.

— Aún no nos decidimos... veremos el menú un minuto y luego ordenamos — ella asiente ante la declaración de Einar y se retira, no sin antes repasarlo de pies a cabeza.

— Este lugar huele extraño — digo en voz alta lo que estaba pensando.

— Mackenzie... — su risa de nuevo resuena en mis oídos, esta vez tiene que cubrirse la boca para no reír fuerte — me agrada tu honestidad, pero en ocasiones... esos comentarios es mejor dejarlos en esa cajita que tienes por cabeza...

Noto la mirada de disgusto de algunos comensales y de algunos trabajadores, al parecer si había hablado muy fuerte, que todo el restaurante escuchó mi comentario fuera de lugar, pero en mi defensa, si olía muy mal y era demasiado pequeño, había mucho ruido y los asientos eran muy duros; incluso podía ver algunas manchas de sangre y otras sustancias de las cuales preferiría no saber, por todo el suelo, pero se ven que son viejas... En fin, intento hacerme lo más pequeña posible en mi asiento, mirando por la ventana de vidrio que estaba a cada lado de las mesas, recorriendo todo el estrecho de la edificación, lo único bueno y que podía hacer especial a este lugar, era el paisaje. En frente, un bosque extenso se hacía presente a un lado de la carretera por la cual llegamos, los árboles se mecían con el viento y algunas aves emprenden su vuelo en busca de un nuevo hogar o de comida para sus polluelos recién salidos del cascarón.

— Ruby era la que solía indicarme cuando estaba diciendo algo fuera de lugar — digo en voz baja, mi atención está centrada en las nubes que parecen huir de algo.

— Ruby, tú... ¿amiga? — lo miro pero el no a mí, sus ojos estaban fijos en el menú.

— Sí — tomo la carta en mis manos para hacer lo mismo que él.

— Eso no tiene que cambiar —

— Qué cosa — lo miro nuevamente.

— Lo más seguro es que ella envíe a alguien que lo haga en su lugar... — Su mirada es cálida.

— Entiendo — es lo único que digo antes de sumirme en silencio, repasando las opciones del menú, una y otra vez, nada me convencía ni era de mi agrado.

— ¿Te decidiste por algo? — cierra el pequeño cuaderno de cartón, posando ambas manos sobre el pequeño libro, una encima de la otra y con sus orbes cafés sobre mi.

Solo niego, mordiendo mi labio y arrugando el entrecejo, comienzo a darle golpecitos al piso con mis pies.

— Nada se lee apetitoso... Y eso que es lo mismo que suelo pedir en otros lugares... Pero tienen nombres raros — suelto un suspiro.

— ¿Puedo pedir por ti? Prometo no pedir nada raro... — lo observo en silencio unos eternos minutos, en los que la mesera se acerca.

— ¿Ya van a pedir? — Su agresividad en la pregunta no me pasa inadvertida, veo como la expresión de mi jefe se transforma en una seria cuando nota el enojo con el que ella me miraba.

— Mi acompañante está indecisa... pero pediré por ella — peina su cabello hacia atrás, captando la completa atención de la muchacha.

— Si no sabe que ordenar, le puedo recomendar una ensalada para su "acompañante" — hace comillas con sus dedos, pero lo que me hace mirarla con la cabeza ladeada es por el platillo que quiere que ingiera.

— Una ensalada... — el señor Hunt me mira, quizás con más diversión de la que debiera — No quiero una ensalada.

— Entonces un vaso de agua — la chica sonreía de manera ¿cínica? No lo sabía, pero al parecer no le agrado mucho.

— Trae dos platos de bistec con papas doradas y para beber queremos solamente agua — su voz sale grave y seria, como cuando le da órdenes a Jimena en la empresa.

— Si, señor — noto el nerviosismo en su voz, toma entre sus manos los menús y se retira a la cocina, no sin antes fulminarme con la mirada.

— Ahora entiendo porque usted es el jefe — su molestia se disipa al oírme decir lo último y estalla en risas, parpadeo un par de veces tratando de entender que fue tan chistoso.

— De verdad que no te enteras de nada... no cambies, Mackenzie — el timbre de mi teléfono me informa de la llegada de un mensaje.

— Responde con calma, iré a realizar una llamada... ya vengo — me sonríe poniéndose de pie y saliendo al exterior.

>> Steve: Mac! ¿Dónde estás? Vine a invitarte a comer a tu empresa pero me dicen que estás en un viaje de trabajo...

>> Yo: No sé muy bien, paramos a comer algo.

>> Steve: Entonces... ¿Fuiste con el idiota de tu jefe?

Fruncí el ceño.

>> Yo: Por que lo insultas... y sí, es un viaje con el señor Hunt.

>> Steve: ¿Que no lo ves, Mac? Ese tipo te quiere entre sus sábanas.

Dejo de mirar la pequeña pantalla cuando Einar vuelve a entrar y se sienta frente a mí con una sonrisa en su rostro.

— ¿Ocurre algo? — pregunta con notable preocupación.

— ¿Me quiere entre sus sábanas? — ladeo la cabeza.

Eso no deberías preguntarlo, Mac...

Otra vez escuchaba la voz de Ruby. Su expresión es vacía al principio, parpadea un par de veces y de nuevo estaba esa risa escandalosa, se afirma el estómago y seca una lágrima que comenzó a salir, niega varias veces hasta que recupera la compostura; expulsa algo de aire peinando su cabello hacia atrás.

— No, para nada — su respuesta me hizo sonreír, inmediatamente me ocupo de responderle al detective.

>> Yo: El señor Hunt dice que no.

Steve lee mi mensaje enseguida.

>> Steve: No me digas que le preguntaste... Dios, Mac, eso no... olvídalo.

Se desconecta. Sigo sonriendo cuando nuestra comida llega; Einar Hunt no me quita los ojos de encima durante el rato que nos lleva devorar nuestro bistec y papas, una vez termino de engullir, me limpio la boca con una servilleta.

— Ya nos podemos ir — digo poniéndome de pie.

— Aquí tienen la cuenta — la mesera le tiende el recibo a Einar pero decido tomarlo yo en su lugar.

— Yo pago — le sonrío a la chica quien solo hace una mueca.

Einar Hunt no dice nada pero me deja hacerlo, extraño debido a que dijo que me invitaba él, sale del local diciendo que me espera en el carro; al parecer estar tan rodeado de gente también lo hizo cansarse como a mi. Confirmo que el monto esté bien y luego caigo en el nombre de la mujer que nos atendió, "Holly", ladeo la cabeza y cuando mi tarjeta es aceptada, guardo el recibo en mi bolsillo. El resto de viaje es en silencio, solamente puedo escuchar la voz de Freddy Mercury la media hora que tardamos en llegar al pequeño hostal, la zona es rural por lo que no hay grandes edificios que tapen la grandiosa vista. Me sorprende ver los enormes pastizales que se extienden hasta el horizonte y la distancia entre las casas es de kilómetros.

Al bajar del auto arrugo la nariz por el olor a lavanda que viene desde el pequeño edificio viejo, con sus paredes desgastadas y su cartel en el cual ya no le quedan letras visibles; Einar reprime una risa al ver mi expresión desviando la mirada, carraspea y toca el timbre de la vieja casa, minutos después, una mujer de pelo negro y ojos grises sale con una amable sonrisa.

— ¡Bienvenidos! ¿Necesitan un cuarto? Es agradable ver una joven pareja por estos lados. No suelen venir por estas zonas más rurales, de solo campo — sus mejillas se tiñen ligeramente de rosa, su sonrisa resalta sus arrugas por la edad.

— No somos pareja — digo sin mostrar alguna emoción.

— Soy Einar Hunt, hice una reservación ayer por la tarde — ella solo asintió intercambiando su mirada entre mi jefe y yo.

— Entiendo, síganme por favor — la mujer nos dio la espalda y comenzó a caminar.

Einar me anima a seguirla con un gesto de cabeza y se adelanta junto a la dueña del establecimiento en el cual nos vamos a hospedar, soltando un suspiro cansado, los sigo. Por dentro no era tan distinto a como era por fuera, las paredes blancas amarillentas y desgastadas mostraban los años que está casa se ha mantenido de pie, quizás por cuantas cosas pasó y cuantas personas se quedaron entre estas paredes. El olor a lavanda era más fuerte cada que nos adentrábamos más en su interior, pasamos unas puertas corredizas que daban a un pequeño patio, mis ojos caen en cuenta del pequeño huerto de lavandas, vuelvo a arrugar la nariz, ese olor no me traía muy buenos recuerdos.

— ¿Todo bien, jovencita? — trato de poner mi mejor sonrisa.

— Sí... solo... no me gusta la lavanda... — le resto importancia con un gesto de mano.

— Interesante — murmuró el señor Hunt.

La señora sonríe amablemente pero decide no comentar nada más, llevándonos al fondo del pasillo donde abre otra puerta de madera, que se veía más dañada que todo lo demás, dentro un cuarto con dos camas de una plaza nos recibe, la ventana daba a la parte trasera de la casa, vislumbrando un campo de trigo extenso. Espero a que abra otra puerta y que muestre otro cuarto pero cuando se gira y le entrega las llaves a Einar mi ceño se hunde.

— Lamentablemente no tengo más cuartos disponibles, así que tendrán que compartir este... Pero no creo que sea problema para unos recién casados — se vuelve a ruborizar.

— No somos pareja — esta vez Einar habla, pero con más educación de la que yo tuve la primera vez — ¿No te molesta, Mac?

Lo miro unos minutos en silencio, tratando de leer sus pensamientos pero no podía percibir nada, era muy mala en eso. Suelto un gran suspiro y niego con la cabeza, resignada a dormir en el mismo cuarto con mi jefe, solo agradece que tuviera dos camas y eso en el suelo parecía ser un pequeño sofá sin soporte... Bueno, mientras tuviéramos donde pasar la noche.

— ¡Perfecto! La cocina está a la vuelta de este pasillo y el baño está por fuera... la casa tiene años y no hemos querido modificarla por respeto a mis antepasados... como sea, si van a tomar algo del refrigerador deberán pagar un adicional, aunque recomiendo comprar sus propios suministros, mis demás huéspedes no son muy... como decirlo... no les agrada que tomen sus cosas — Asiento.

— Muchas gracias, señora — la recién nombrada se despide con una sonrisa y se retira — entremos a descansar un momento... ¿De verdad estás bien con esto?

— Usted tiene mucho dinero — digo entrando y sentándome en una de las camas que rechinan muy feo, me daba miedo que si me movía un poco, esta se caería.

— Sí... — frunce el ceño pero mantiene una sonrisa en sus labios al entrar en el cuarto, cerrando la puerta tras de él.

— Por qué este lugar — quizás estaba siendo un poco muy directa.

¿Tú crees, Mac?

No me culpes... ¿Ya oliste la lavanda?

Mac...

Bueno, trataré de ser menos directa... Pero no estaría pasando esto si estuvieras aquí, Ruby.

Estoy aquí.

No, eres una voz que creó mi mente... en otras palabras eres yo, pero con la voz de mi mejor amiga.

No, Mac... soy yo, pero... Dios, te quedaste mucho tiempo en silencio, respóndele a ese hombre.

— ¿Mackenzie? —

— Qué — quizás hablé muy golpeado, pero eso no lo hizo enojar, no entendía. Todos siempre se molestan por mis comentarios y forma de hablar.

— Te decía que este era el único lugar con vacantes y cerca de la casa de los padres de la primera víctima — Se saca el reloj, dejándolo en la encimera que separa ambas camas.

— Comprendo —

— Puedo buscar otro lugar para los próximos d... —

— Sí, por favor — mi respuesta inmediata lo hace reír, este hombre era muy risueño.

— Bien... Ya son casi las tres de la tarde... La señora que contacté... me dijo que podíamos llegar a tomar once — se recuesta en la cama y se cubre los ojos con su antebrazo.

— ¿Por qué vino usted? Pudo haber enviado a cualquiera en su lugar para acompañarme a entrevistar a la señora... Por qué venir directamente el CEO — lo miro fijamente, él dirige uno de sus ojos que descubre en mi dirección.

— Me pareces interesante, en un sentido de trabajo... — agrega cuando ve que iba a decir algo, dejándome callada — leí algunos de tus artículos y siempre quise conocerte... pero ahora, una de las víctimas fue tu mejor amiga —

— Y eso qué —

Mac.

Qué.

No te está atacando ni nada... baja un poco las defensas.

— Disculpe... y eso que tiene que ver — no sé si suavicé más de lo que respondí anteriormente.

Es un avance, Mac.

— Bueno... la verdad que este caso me llama un poco la atención, quiero descubrir el por qué... No me hice el CEO solo porque mi abuelo me dio el puesto en bandeja, luché por él... siempre quise ayudar a las personas de alguna manera y siento que informar es el mejor método. Pero nunca creí que estaría tan ocupado, no había podido meterme personalmente en un caso, solo vi esto como mi oportunidad — vuelve a cerrar sus ojos.

— Usted es raro —

Y vuelves a retroceder.

Su risa es más suave que las demás.

— Me lo dicen seguido —

No seguimos conversando del tema, cada uno descansó en silencio en su respectiva cama. Su respiración calmada y su pecho que subía y bajaba de manera regular me da a entender que se durmió. Por mi parte no podía cerrar los ojos, el olor me estaba matando; saco mi teléfono y comienza a sonar, me apresuro a salir con cuidado y me dirijo al maldito patio de lavandas, no encontraba otro lugar más... apartado.

— Diga — respondo.

— Mac, dónde estás — era Steve.

— Trabajando —

— Mac, estoy conduciendo, dame una dirección — suspiro por su tono demandante.

— Lo siento, no haré eso... no eres mi novio, mi hermano o mi padre — a pesar de estar al teléfono, pude escuchar como le dolían mis palabras.

— Podría serlo... digo, ser tu novio —

— Steve ya hablamos de esto... debe haber amor, como el que hay entre mis padres —

— Ni siquiera sabes que es el amor, Mac. No sabes que se siente, toda la vida Ruby te dijo cómo te sentías pero ni ella podía entenderlo bien — ahora estaba casi gritando.

— Steve, voy a colgar —

— ¡No! Por favor escúchame... no quise hablar mal de Ruby... yo... Dios, Mac que me hiciste... — su voz se quiebra.

— Steve, un no es eso... un no... — me siento en una roca frente a la lavanda que se mecía con el viento, el cielo estaba despejado y los rayos de sol no quemaban en la piel pero eran algo cálidos.

— Dame una oportunidad... —

— ¿Por qué estás tan desesperado? —

— ¡Por qué estás ahí sola con tu jefe! ¿Crees que no vi como te mira? — escuché un golpe, le había dado uno al manubrio.

— Estás siendo irracional y eso que lo digo yo — se queda en silencio unos minutos — El señor Hunt no siente nada por mi, ha sido un caballero y solo estamos aquí por trabajo, ya voy a colgar. No me gusta que me presionen... Además, me quedo sin batería.

— Mac —

— Adiós, Steve — cuelgo.

Cargo mi teléfono las próximas dos horas; en todo ese rato no he podido apagar mi cerebro para dormir aunque fuera un poco, no entendía como Einar Hunt, un niño rico acostumbrado a la buena vida, dormía tan apacible. Ya eran las cinco y media de la tarde y escucho a su reloj sonar, él se remueve tomando este entre sus manos, traga saliva y se incorpora lentamente en la cama, sus ojos cafés somnolientos me miran, tratando de recordar quien soy y en donde está, cuando se acuerda me sonríe, sonrisa que regreso con incomodidad.

— ¿Dormiste algo? — pregunta y yo niego poniéndome de pie para desconectar del cargador mi teléfono.

— Deberíamos ya irnos — hablo tomando mi bolso y guardando en este mi cargador.

— Sí... espérame en el auto, llamaré a la señora para ver si está en casa... no quisiera ir en vano — asiento y salgo de la casa, en estas horas no he escuchado ni pasos andar por sus pisos de maderas que suelen sonar aunque camine en puntitas.

Mi jefe tarda quince minutos en salir, pero asiente, dándome el pase de subir al carro, la señora si estaba en casa y ya nos esperaba. A eso de las seis con veinte minutos ya estábamos frente a una hermosa casa blanca con el techo rojo, del tejado enredaderas con flores de colores se extendían hasta el piso, en esta casa no había olor a lavanda, eso me hizo sonreír. Einar da dos golpes a la puerta y desde el interior se escucha un sutil "ya voy", tras cinco minutos, la entrada se abre suavemente dejando ver a una señora mayor, un poco más baja que yo con su cabellera platinada en una trenza maría, con pequeños cabellos sueltos. Sus orbes eran de un color celeste transparente, uno de ellos parecía estar cubierta de una capa más clara, al entrar me enteré de que estaba ciega de ese ojo, que el trabajo de campo era muy pesado para una mujer vieja y su esposo postrado en cama.

— Tiene una linda casa, Señora Martínez — Einar era un hombre muy refinado pero también notaba que era muy elegante a la hora de hablar con otras personas.

— Gracias, señor Hunt... Pero ustedes no vinieron a apreciar la estructura de mi vieja casa — dice llevando su taza de té a los labios; la señora tenía preparadas galletas y té esperando nuestra llegada.

— Así es... Quisiera empezar con algunas preguntas básicas para conocer mejor a su hija, si no es molestia — pregunto abriendo la grabadora de mi teléfono.

— Por favor no dude en realizar cualquier pregunta, estaré contenta de responder a todo — su sonrisa me hizo sentir un poco de calidez, me recordaba a la sonrisa de mi mejor amiga.

Así pude haberme visto en unos años, aunque quizás sin la ceguera.

Quizás...

— ¿Cómo se llamaba su hija? —

— Maribel Alejandra Martínez — sus ojos se cierran al pronunciar el nombre de la primera víctima, su voz sale un poco temblorosa.

— ¿Cuántos años tenía? — Einar se mantiene en silencio, reposando su espalda en el respaldo del sofá y con sus brazos cruzados.

— Tenía 38 años... recién cumplidos — sus ojos se llenan de lágrimas.

— ¿Era estudiante o trabajadora?

— Trabajaba como mesera en un restaurante... así pagaba su diplomado. Era ingeniera ambiental — sus ojos caen fijos en una fotografía de una joven sonriente en la pared.

Antes de esta pregunta, trata de cambiar esas palabras, se más empática con su dolor.

Pero tengo que hacer estas preguntas duras, Ruby.

Solo te digo que busques palabras más... amables...

Bueno.

— ¿Cuándo fue la última vez que hablaron o que la vio? — su sonrisa no desapareció.

Aún así... Te dije que cambiaras las palabras...

Qué, qué palabras hubieras usado tú... ¿Ruby?

— Una semana antes de.... — carraspea al ver que su voz sale un poco más aguda — antes de desaparecer, se vino a quedar el fin de semana... Me contó que conoció a alguien... que se sentía muy feliz con el rumbo que estaba llevando su vida, por que estaba siguiendo sus sueños de estudiar en la capital... de poder estar ejerciendo lo que siempre quiso y... y que el amor estaba golpeando a su puerta... — no pudo contener más sus lágrimas.

— Tome señora... — Einar le extiende un pañuelo, el cual la señora no rechaza, secándose las lágrimas.

— Lo siento... — me muerdo la lengua y ella niega.

— Está haciendo su trabajo... la verdad es que usted me recuerda a ella — su ojo bueno me mira con nostalgia — A dos años de su muerte... de verdad que perdí la esperanza de que encuentren a su asesino antes de que yo o mi esposo partamos... pero aunque eso pase, le ruego a Dios justicia por todas las víctimas y paz para cada familia... — sus ojos recorren cada esquina de su casa — Iba a heredar este lugar... para ella y sus futuros hijos... pero una vez que con mi querido Gael atravesemos el arco iris... esta casa quedará vacía...

— Haré hasta lo imposible por encontrarlo — aprieto con fuerza mi teléfono entre mis manos.

— ¿A quién perdió usted, señorita? —

— ¿Qué? — su pregunta me tomó desprevenida.

— Hay fuego en su mirada... pero también veo dolor — me pongo de pie.

— ¿Cómo lo hace? — Einar agarra mi muñeca pero lo ignoro.

— Hacer que... — la señora se veía confundida.

— Usted y ella... como lo hacen... como lo hacía... como saben ver mis emociones, cuando ni yo misma puedo. Solo ella podía entenderme... como... — me sentía mareada.

Respira, Mac...

Es que no lo entiendes, ya no estás. Que se supone que debo hacer ahora, por que sigo intentando... yo...

Mac...

— Señorita... — se acerca y acuna mis mejillas humedad, no me había dado cuenta que había comenzado a llorar.

— Perdí a mi mejor amiga, de la misma forma que usted perdió a su hija — su abrazó no me sorprendió, pero no lo correspondí.

Una hora más tarde estábamos de regreso en el hostal, sin pronunciar palabra me meto al baño a tomar una ducha y al volver, Einar ya estaba en su cama, apago las luces y me dispongo a hacer lo mismo pero hago una mueca al acostarme, me sentía inquieta; su voz me hace suspirar, no quería esto ahora, no lo necesitaba... menos de él, de mi jefe... a quien yo quería escuchar vomitar palabras positivas y aliento ya estaba varios metro bajo tierra.

— Todo estará bien —

— Lo sé, señor... Por favor duerma, no quiero esto ahora... — me giro en la cama, dándole la espalda a su lugar del cuarto, cerrando los ojos para terminar de una vez el día.

Para mi suerte solo dice un "Buenas noches" y el silencio vuelve a reinar, un silencio agradable. No me di cuenta cuando me quedo dormida.


NARRADOR DESCONOCIDO


— ¿Por qué estás haciendo esto... ? — su voz era temblorosa.

— Y por qué no — paso mi mano fría por los utensilios que acomodé según su tamaño en una pequeña mesa enfrente de mí — ¿Cuál crees que es mejor? Cuchara de sopa o esta cuchara que es para helados...

Pienso en esto seriamente, no podía ser cualquiera de las dos, su opinión era importante para mi. La chica frente a mi trata de no mirarme mientras su cuerpo tiembla bajo las ataduras de la cuerda, su rostro estaba sucio debido a las manchas del maquillaje corrido por sus lágrimas, su labial rojo también manchaba sus comisuras y parte de sus dientes... o eso era sangra, ya no podía diferenciarlo.

— P-Para que... lo usarás ... — ladeo la cabeza al ver su cooperación.

— Tus ojos... son joyas ¿sabías? ... Joyas que no mereces tener — su rostro palidece, aunque no sabía cuánto más podía hacerlo.

— ¡No! ¡Por favor! Ha-haré lo que quiera ¿si? ... si me deja ir, no le diré a nadie, yo tampoco le contaré a su acompañante ... — me pongo de pie y golpeo su rostro, si no hubiera asegurado la silla al suelo, esta hubiera salido disparada hacia la pared, y no quería eso, hubiera sido más trabajo limpiar después.

— Es la primera vez que hago esto, así que ten un poco de paciencia... Y a primera vez, me refiero a sacarle los ojos a alguien — tomo el raspa helado y lo examino mientras pongo mi otra mano en la frente de la chica, tirando de su cabeza levemente hacia atrás.

— Mire... sé que fui una idiota en el restaurante, pero... es que... —

— Shhh... esto no es por eso... en parte no lo es — la suelto pasando mi mano por mi nuca — Hablas mucho... ¿Qué tal un poco de música?

— ¿Qué? —

Saco mi teléfono y pongo "Killer Queen" de Freddie Mercury, dejo el dispositivo sobre la mesita y me vuelvo a acercar a ella, sentándome sobre sus piernas para evitar que se mueva demasiado. Miro al suelo al oír un pequeño trozo de metal caer. El nombre en él me hizo entrecerrar los ojos.

— ¿De verdad tu nombre es Holly? El de Mackenzie es mucho más bonito... — ella dudó un minuto.

— N-no... así los hombres obsesionados después no saben cómo buscarme... en este tipo de trabajos es más seguro usar un nombre falso... — asiento comprendiendo.

— Bueno, eso no te salvó de mi... ¿O sí? — sus ojos se llenan de lágrimas.

— L-lo siento, lo siento, lo siento — su labio tiembla.

— Prometo que no tardaré —

Con sus gritos ahogados por la música y mientras tarareo la letra, mis manos se tiñen de un dulce color carmesí.

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