Capítulo XXVIII - Demonios
-Rudeus… ¿Qué has hecho?
Bill observó, con una confusa mezcla de rabia y lástima como el poderoso mentalista se acurrucaba sobre sí mismo, murmurando cosas sin sentido.
«Ups, parece que finalmente llegó a su límite. Sinceramente, me sorprende que haya aguantado tanto. Supongo que este humano tenía una chispa, después de todo»
Los ojos del cazador volvieron a enfocarse en la gaviota. Era aquella voz otra vez. En todo el mundo, solo existía una voz que sonara como dos piedras de obsidiana al frotarse, como el hierro negro entrechocándose en una forja siniestra, ecos de una época de terror y torturas olvidada por los mortales. El arquero ya la había escuchado hace un tiempo, en la cueva oculta bajo la arena, a la sombra de una ciudad donde se vertió mucha y buena sangre.
Los recuerdos del Desierto Eterno comenzaron a asediar su mente de nuevo.
-Mørksot. Solo tú subestimarías a un humano de esa manera. Ya te echaba de menos, bastardo.
«Sí, eso me parecía. En algo tienes razón; suelo subestimaros. Y la última vez que lo hice, perdí a mi mascota favorita. No volveré a cometer ese error. Esta vez… reuní fuerzas mejores»
-¿Fuerzas… mejores? ¿Cómo*?
Las fuertes convulsiones y gemidos de Rudeus interrumpieron a Bill. El mentalista vomitaba en el suelo, con la cara completamente pálida, sangrando de la nariz, las orejas y los ojos.
«Definitivamente, ha alcanzado su límite. Controlar al Leviatán no es una cosa fácil, después de todo. Bueno, es hora de que abandone el escenario una temporada. No se puede decir que haya sido un éxito precisamente… Pero si tú y la otra basura desapareceis del mapa, me puedo dar por satisfecho. Hasta nunca, cazador»
La gaviota abrió sus enormes alas y alzó el vuelo, esquivando con soltura la flecha del cazador y huyendo rápidamente por el hueco de las escaleras. El arquero se disponía a perseguirla, pero un angustioso gemido del anciano, mucho más estridente y antinatural que los anteriores le hizo darse la vuelta.
Una magia extraña comenzaba a revelarse en el cuerpo del mentalista, que se llenaba de asquerosas pústulas de gran tamaño. Rápidamente, la masa de Rudeus aumentó al doble y luego al triple de su tamaño normal, deformando su cuerpo y rompiendo sus huesos con macabros chasquidos por culpa del peso extra. Un desagradable olor a azufre se extendió por toda la habitación.
-Mierda. Si no lo detengo, va a explotar; y si consigue romper el pilar, se hundirá la ciudad entera.
"Eso si no la hunde el Leviatán primero" reflexionó, sombrío, mientras ponía otra flecha en el arco y apuntaba a la cabeza del anciano.
Su cabeza es sacudida salvajemente por grandes punzadas de dolor, haciéndole gritar. Ve un mar embravecido, un puerto en ruinas, un barco a la deriva. Alguien salta desde la cofa del vigía a las profundidades; un pájaro de garras amarillas y pico carmesí que vuela envuelto en llamas, descendiendo en picado sobre las monstruosas mandíbulas que surgen del océano ansiando devorarlo…
-¿Ese era… Raven?
Confundido y aún mareado, Bill miró a su alrededor. El suelo en un círculo de diez pies con él como centro había sido carbonizado, igual que el arco y la flecha que sostenía. Peor aún, Rudeus se había vuelto exageradamente grande, mucho más que aquel troll que encontraron en un puente. Parecía haber pasado tanto tiempo desde aquello…
El cazador miró las cenizas del suelo, decepcionado. Ya no tenía flechas, y con la pierna en aquel estado era imposible que saltara hasta el cuello del mentalista para rematarlo con su espada. Solo quedaba esperar y…
Vacilante, se llevó la mano al carcaj. La pluma de grifo seguía allí, completamente gélida al tacto. Había una forma de salir de esta. Si encontraba el valor.
Frenéticamente, rebuscó entre las cenizas hasta encontrar el cuchillo de Rudeus. Comenzó a grabar unas runas en la piedra todo lo rápido que fue capaz. Quedaba poco tiempo. Los alaridos del anciano eran cada vez más altos, cada vez más desgarradores. Estaba a punto de sobrepasar el límite.
-"Oh, Catástrofe Siniestra, Fatalidad del Hombre, Gran Mal de la Humanidad, atiende mi llamado. Si obedeces al Mundo y respetas las Runas, cumple con el pacto. Las Reglas son tu atadura, y mi voluntad el látigo. Responde a mí súplica y acepta esta ofrenda en tu reino. ¡Manifiéstate; Reina de los Gritos!"
Un viento huracanado invadió la estancia. Las risas macabras que retumbaron por la montaña aquella vez se adueñaron de la sala, sobreponiéndose a los espantosos chillidos de Rudeus. El olor a azufre comenzó a disminuir, poco a poco, cada vez más rápido. Entonces, al mentalista le brillaron los ojos.
Y explotó.
***
(Momentos antes de la explosión)
Primero, usó una piedra mágica para curarle la herida. O más bien, para frenar el sangrado.
Después, le dió una paliza.
Lydia volvió a salir de la semiinconsciencia en la que había vuelto a entrar tras recibir un golpe particularmente feo en la cabeza. Parpadeó lentamente. Estaba siendo arrastrada por el suelo. Los ruidos del mar y los temblores eran más fuertes, así que supuso que estaban fuera del palacio. Tenía los ojos demasiado hinchados como para ver nada realmente, así que suponer era lo único que podía hacer ahora.
No es como si suponer fuera a servir de algo, de todas formas.
-Alf, tírala ahí.
El mundo se sintió ingrávido durante un momento, y luego volvió a caer a tierra, golpeándose dolorosamente la espalda. Gimió débilmente y se arrastró sobre aquella superficie astillosa.
"Ah, debe ser madera. Estaremos en un embarcadero. O en un barco. O en un*
Su mandíbula fue brutalmente sacudida de una patada. El sabor metálico de la sangre le inundó la boca, junto con algo más. La chica paladeó un poco, intentando averiguarlo, mientras el hombre al que llamaba hermano la pateaba como a un perro sarnoso.
"Es salado… salado… ¿Lágrimas?"
"¿Estoy llorando?"
"..."
"Tendría que dejar de llorar. Papá se pondría triste si llorara. Mi hermano se enfadaría y diría que es un signo de debilidad, pero en el fondo estaría preocupado. La criada me traería uno de esos pasteles que tanto me gustan… Todo volvería a estar bien."
"...Supongo que tendría que alegrarme de poder llorar aún. Seguramente eso signifique que mis ojos todavía funcionan. Aunque es extraño. Ahora mismo no veo nada."
"..."
"Probablemente sea mejor no ver nada. Quizá, si lo olvido, él también lo olvide. Quizá la próxima vez sea mejor. Quizá…"
El chillido de una gaviota interrumpió su hilo de pensamientos. Recuerdos agradables del viaje por el mar llenaron su cabeza. Ella consolando a un niño que había perdido a su madre. Ella bromeando con el arquero sobre su malísima puntería. Ella compartiendo patatas a medio cocer con Raven.
"Ah… me divertí mucho. Me habría gustado que aquello durara para siempre. Y luego el banquete… este podría haber sido un buen lugar para vivir. Quizá, si él no fuera un cazador y yo no fuera una hechicera… Este habría sido un buen sitio…"
"...¿Ha… parado?"
Esforzándose al máximo, intentó abrir sus maltratados ojos verdes. Sombras difusas se arremolinaban en su campo de visión. Se oyó un chasquido horrible, como un árbol partiéndose. Siguió intentando despegar los párpados, de manera desesperada. Por encima del olor del mar, de la brea, de su propia sangre, un ligero pero desagradable hedor comenzaba a filtrarse en el ambiente.
Olía a azufre.
Finalmente, sus esfuerzos dieron fruto. El sol, aún oculto por las nubes fue capaz de deslumbrarla unos instantes. Tambaleante, empezó a levantarse. Tenía marcas de golpes por todo el cuerpo. Era un milagro que la herida de antes no se hubiera abierto de nuevo. Aunque el fragmento de mampostería seguía ahí enquistado.
Sus ojos se posaron sobre un bulto desmadejado que yacía cerca suyo. Al principio pensó que eran varios cabos enrollados y colocados de forma extraña. Entonces advirtió que se movía ligeramente, a intervalos irregulares. Se frotó los ojos, buscando aclarar su todavía enturbiada visión. Durante un momento le había parecido que el bulto tenía ojos y la miraba.
Al abrir los ojos de nuevo se encontró con el cuerpo sin vida de su hermano observándola en silencio. Culpándola.
Su rostro estaba girado de una forma escalofriante; le habían roto el cuello y una parte de su columna vertebral había traspasado la piel, como una macabra lanza de huesos. Mientras miraba, Alf se frotó las manos, soltó un suspiro de disgusto, agarró el cadáver y lo tiró al agua como un vulgar saco de heno.
El cuerpo de Browën Wenderkarp se hundió lentamente en el Mar Gris.
-¿A…lf? ¿Cómo pu*
Lydia no pudo terminar la frase; un ataque de arcadas la dejó acuclillada en el suelo. Tosía sangre de nuevo. Los brazos, el pecho, el estómago, las piernas; punzadas de dolor la oprimían cada parte de su cuerpo. Gritaría de agonía, pero hacía tiempo que se había quedado sin voz. Estaba muy cansada. Muy, muy cansada.
-No se preocupe, señorita Lydia. Tenga por seguro que si hay un infierno, él estará bajando hacia allá en estos momentos. Me pregunto qué castigo le tendrán preparado los dioses. Ah, qué tristeza más grande, el pensar siquiera que animales como él podrían no recibir su justa recompensa.
La chica volvió a posar sus ojos en el guardaespaldas. La mejor descripción de él era decir, simplemente, que era un hombre común. Ni guapo ni feo, ni gordo ni delgado. Era un poco más alto que la mayoría, pero nada exagerado. Sus rasgos eran neutros. Sus ojos marrones apenas desprendían emoción. Era la típica persona que te cruzabas por la calle y antes de que doblara la esquina habías olvidado por completo que lo habías visto.
Una gigantesca gaviota estaba posada en el hombro del sirviente. No tenía boca, evidentemente; era una gaviota. Pero, mientras más la miraba, más pensaba la chica que el pájaro sonreía. Una sonrisa siniestra que le provocó un gélido escalofrío en la espalda.
-Bueno, yo ya hice mi trabajo. Con su permiso, señorita Lydia, pero es hora de que me vaya de este lugar tan triste. Dele recuerdos a su padre si le ve- Alf pareció reflexionar un momento- Suponiendo que sobreviva, claro está. Sinceramente, deseo que lo haga. Este mundo necesita a más personas como usted para que vivir en él merezca la pena. Es una pena que sean tan pocos. Ah, esto es realmente triste. Tan triste que podría morir.
El hombre, con la gaviota aún posada en su hombro, comenzó a alejarse hacia un pequeño barco, ignorando los llamados de la chica detrás de él.
"Si sobrevivo… Bueno, no estoy segura de poder lograrlo. Creo que… el mundo sabrá continuar sin mí…"
Se sienta, apoyando la espalda en una caja de madera. Está cansada, muy cansada. Lentamente, sus ojos se van cerrando.
Lydia mira con atención el horizonte, las olas rompiendo contra el embarcadero, dos barcos navegando en la misma dirección pero por caminos opuestos…
"Qué lugar tan hermoso. Es un buen sitio… para dormir…"
Justo antes de cerrar los ojos, quizá para siempre, en el límite de visión de la hechicera, algo capta su atención.
"Vaya. Es una especie de… ¿Lanza? ¿Alabarda? Se está hundiendo en el agua… Me pregunto… por qué tendré la sensación de haberla visto antes."
"Estoy cansada. Solo… voy a echar una pequeña cabezada aquí mismo. Luego me levantaré y…"
"... me levantaré…"
"Yo…"
"... Estoy demasiado cansada."
"..."
"Me pregunto dónde la habré visto antes."
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro