Chapter 7: Furia
Nota importante: Este capítulo contiene un pequeño posible Spoiler de "FLASH". Si alguien no ha terminado de ver la serie (lo que han hecho de ella por el momento), saltaros el trozo en negrita ^^ Si no os importa o no tenéis pensado verla, ningún problema. Os quedareis igual que el resto (excepto Simon y Amelia, que son un poco frikis ;P )
Definitivamente, sorprendida era una adjetivo que se quedaba corto con lo que Amelia estaba sintiendo en esos momentos. Estaba claro que no se fiaban de ella, ¿pero mentir? ¿Creían que era estúpida? Era por completo imposible que fueran hermanos. Ella era la prueba irrefutable de que intentaban engañarla, lo que no sabían era que los conocía mejor que nadie. Incluso mejor que a sí mismos.
Así que no fue nada extraño que dejara escapar la carcajada que nacía ya desde lo más profundo de su garganta.
Si hubiera estado capacitada para ver las expresiones de todos los presentes, Amelia habría descubierto que sus mentiras no eran tales. Y que estaba a punto de descubrir aquello que sus padres habían querido ocultarle desde que era una niña. Aquello que había escuchado en el Taki's y no había comprendido.
― Es definitivo, se ha vuelto loca ―exclamó Simon incrédulo.
Amelia intentó frenar las risas y evaluó la situación. Sus ojos brillaban suspicaces.
― De acuerdo. Será mejor dejar las mentiras, porque os juro que os las voy a pillar todas.
― ¿Por qué piensas que es mentira? ―preguntó Isabelle avanzando hasta quedar a pocos pasos de la silla donde estaba atada.
― Porque, créeme, no existe nadie mejor en este mundo para asegurar que Jace y Clary no son hermanos. ¡Venga ya! Es tan absurdo que da risa ―y otra escapó de sus labios.
― ¿Y cómo puedes estar tan segura? ―Magnus parecía evaluar la situación con mesura. Como quien está leyendo un libro de Ágata Cristi e intenta averiguar quién es el asesino antes de que este sea revelado.
― Secreto profesional ―exageró.
― ¿Profesional? ―la confusión de Alec fue palpable.
― ¿Se puede saber qué pasa?
La inconfundible voz de su padre se alzó por encima de todos los presentes, interrumpiendo cualquier cosa que Amelia pudiera haber dicho. No sabía cuánto tiempo había estado fuera con su madre, pero por su expresión, la situación era más complicada de lo que parecía a simple vista. Amelia la había visto en muchas ocasiones, cuando algo lo preocupaba de verdad pero intentaba ocultarlo delante de la gente que le importaba.
Clary apareció detrás de él, no lo miraba, o intentaba evitar hacerlo. El cuadro conseguía ser el más inquietante que pudiera presenciar Amelia a lo largo de su vida.
― ¿Qué es tan gracioso? ―preguntó de nuevo, al ver que nadie contestaba.
Simon, con una despreocupación que Amelia no reconocía, contestó por todos los presentes.
― Ahora que has vuelto, ¿porque no nos dices de qué os conocéis? ―Jace fulminó a Amelia con una escueta mirada.
― No la conozco. Solo la salvé de un demonio menor en la calle principal, cerca del Taki's.
Clary alzó los ojos hacia ella también. Amelia fue incapaz de no mirarla a su vez. Ahora que lo veía en sus ojos, ese brillo avergonzado, el sonrojo, sus labios rojos, su cabello revuelto. No era la primera vez que lo veía. Sus padres no habían disimulado nunca nada bien.
― No me conoce. Nadie me conoce. Así que... ¿Por qué no me dejáis marchar? ―intentó.
― Acabas de decir que sabes mejor que nadie que te hemos mentido, ¿y pretendes que te dejemos marchar sin más?
La rudeza de Alec consiguió herirla. Era consciente de que ese no era su padrino todavía, no aquel que la quería y la consentía. Pero aun así dolía.
― Solo he dicho lo evidente. ¡Venga! ¿En serio vais a seguir asegurando que son hermanos? Yo tengo uno, y te aseguro que cuando voy a hablar con él no regreso despeinada y sonrojada. A no ser que hayamos peleado a puñetazos, claro.
El ajetreo e incomodidad que hubo a continuación logró activar una pequeña sospecha en la memoria de Amelia. Ninguno parecía fingir. Su madre se había sonrojado más aún, agachando tanto la cabeza que podría haberla enterrado y no habría supuesto diferencia. Su padre empalideció, tanto que no estaba segura de que pudiera mantener la integridad física mucho tiempo. Por el contrario, todos los demás se habían girado, comprobando las palabras de la joven y resignándose o mirándolos incrédulos.
― ¿Qué sabrás tú, mocosa? ―espetó Jace, al fin―. ¿Quién eres, para empezar? Tu nombre.
Aquello pareció ser suficiente para centrar la atención en ella de nuevo. Amelia decidió contestar al menos a una de sus preguntas.
― Amelia.
― Amelia qué más.
― No puedo decir mi apellido. Sería... peligroso.
Jace, con el rostro enfurecido, avanzó hacia ella. Jamás lo había visto tan fuera de sí, ni siquiera cuando se metía en líos o lo desobedecía.
Magnus se interpuso.
― Magnus...
― Estas furioso. ―Luego se volvió hacia ella―. Contesta la pregunta.
― No puedo...
― No me hagas obligarte. ―Amelia sabía qué quería decir. La desesperación creció en su interior.
― ¡No! Magnus, tú mejor que nadie sabes que hay cosas que no se pueden saber. Cosas que es mejor que sigan enterradas. El futuro podría cambiar. Por favor...
― ¿El futuro? ―Amelia se mordió la lengua.
― Por favor. No soy la mala. Solo quiero salvar a mi familia. Tengo que salvarles. Si os digo mi nombre completo... Podría pasar algo terrible, podría cambiarlo todo.
Un ruido sordo procedente del salón llamó la atención de los presentes. Una luz cegadora bañó el suelo, reflejándose en las paredes y el techo. Los ojos de gato reluciendo con suspicacia de Magnus Bane se detuvieron más de la cuenta en los de Amelia. Era una pregunta silenciosa, o tal vez una afirmación, una sospecha. Sin pensarlo mucho más, desató sus manos de la silla y la levantó sin demasiadas ceremonias.
― ¿Qué haces? ―gruñó Jace, sus ojos todavía la observaban con recelo.
― No hace falta vivir un milenio para saber que si nuestra visita sorpresa es su amiguito, ella es la mejor baza que tenemos para seguir con vida.
― ¿Tienes un milenio? ―cuestionó incrédulo, regresando por un momento a la expresión que Amelia tanto conocía.
Magnus no contestó, la empujó hacia la puerta sin soltarla y la guio hasta donde los demás ya salían para ver al intruso. No era la primera vez que Amelia contemplaba el escenario previo a una batalla. Aunque las veces que lo había hecho fue desde la ventana de su cuarto, en el instituto. Sin embargo, la posición de su padre al desenvainar su cuchillo serafín, el modo en que cada uno de los presentes pronunció el nombre de un ángel para activarlas, era exactamente como lo recordaba. Ninguno de los nombres pronunciados era el de aquel que estaba plantado en medio del gran salón principal. Vestido exactamente como recordaba, Raziel conservaba una tenue aura dorada que lo identificaba como <<no humano>>. Llevaba consigo una bolsa de equipaje vieja, colgada con despreocupación de un hombro. Sus cabellos despeinados le ocultaban parcialmente el ojo derecho, pero el azul intenso todavía destellaba, logrando que sintiera una punzada de alivio. Jamás habría pensado que ver al ángel la llenaría de paz, cuando en compañía de su propia familia se había sentido tan incómoda.
― Vengo a por mí billete de vuelta ―rugió su voz grave y difusa.
Amelia puso los ojos en blanco. Menuda forma de referirse a ella. Pero eso quería decir que había encontrado el libro blanco. Y que podían regresar.
― ¿Qué eres? ―preguntó Magnus, sujetándola con fuerza.
― Eso no te importa ―gruñó. Luego se volvió hacia Clary, sobresaltándola por un instante―. Y tú. También te necesito.
Amelia parpadeó.
― ¡Eso ni lo sueñes! ―No había gritado únicamente ella, sino que sus palabras fueron solapadas por las de Jace, el cual se giró con incredulidad.
― ¿Para qué necesitas a... a Clary? ―decidió decir Amelia, ignorando la expresión suspicaz de su padre.
― El maldito libro solo contiene runas parecidas a la que dibujaste ―contestó sin importancia―. Por desgracia para mí, resulta que me he cruzado con la única Cazadora de sombras capaz de dibujar una maldita runa inventada que no es suya y olvidarla por completo después.
―¿Cazadora de sombras? ―exclamó Isabelle sorprendida. Alguien más dijo algo, pero ni Raziel ni Amelia prestaron atención.
― Espera. ¿Estás diciéndome que la runa que mezcle era una de mi madre? ―exclamó la rubia ignorando a su tía por completo.
El rostro del ángel se inclinó hacia atrás, esperando paciente la reacción de los presentes, incluida la joven que acababa de decir más de la cuenta.
Amelia enrojeció, dejó de forcejear resignándose a seguir cautiva bajo las fuertes manos del brujo.
― Un momento ―interrumpió Isabelle de nuevo―. ¿Qué tiene que ver tu madre con Clary?
Amelia habría deseado que nadie fuera capaz de unir las piezas del rompecabezas. Por desgracia, conocía lo suficiente a todos los presentes como para saber, que sino todos, al menos uno podría adivinarlo. No por su capacidad de deducción, sino por la cantidad de comics leídos y series vistas a lo largo de su vida.
― No puede ser. ¿Es en serio? ―exclamó Simon entre emocionado y asustado―. ¡Esto es como en la serie de Flash, cuando descubren que el doctor Wells viene del futuro!
Amelia empalideció.
― Habla en cristiano, Simon ―protestó Jace, ganándose una mirada de reproche.
― Ja, ja, muy gracioso.
― Quítate esa idea, Simon. No soy el reverso de nadie, ¿vale? ―protestó Amelia sin poder contenerse. Raziel avanzó un par de pasos, consiguiendo poner a todos en tensión.
― ¿Alguien podría explicar de qué están hablando? ―La pregunta de Isabelle hizo que Amelia esbozara una sonrisa involuntaria.
― Nada de esto es importante ―proclamó Raziel, avanzando con soltura ―. Vámonos.
La orden iba dirigida directamente a ella, pero a pesar de estar más cerca, el brujo seguía sujetándola por los brazos, y Jace, a su lado, parecía no querer apartarse.
― Antes contestareis a unas preguntas. Y más vale que cooperes si no quieres que le suceda nada.
Amelia supo al instante que la amenaza de Magnus era un farol. Jamás la dañaría por una poca información, o al menos esperaba que el Magnus Bane que conocía no distara mucho del que estaba detrás de ella. Raziel, no obstante, no pareció importarle en absoluto si era un farol o decía la verdad, avanzó de todos modos y dirigió una helada mirada hacia Jace, sugiriéndole sin palabras que se apartara.
No lo hizo, como era de suponer. Sino que alzó su arma dispuesto a atacar si era necesario. El ángel ladeó la sonrisa en una mueca que consiguió darle escalofríos. En menos de un segundo, Jace salió volando hacia un lado, chocando con fuerza contra la pared. Obligó al mismo tiempo a Magnus, apartándolo de ella, e impidió moverse a ninguno de los presentes. Clary había empezado a correr cuando quedó paralizada en el aire, como si una fuerza invisible la hubiese detenido al vuelo.
― ¡Raziel! ―gritó a modo de regañina. Al instante se dio cuenta del error, tapándose la boca a pesar de ser ya inútil.
― Perfecto. La primera vez que me llamas por mi nombre y lo haces precisamente ahora. Tenías razón con ese amigo tuyo, ¿Morfeo se llamaba?
― Es Murphy, y no es mi amigo. Es una forma de habla....
Raziel ya no la escuchaba. Se había dirigido hacia Clary, lo más probable que con intenciones de llevársela también a la fuerza.
Amelia, olvidando lo que iba a decir, corrió hasta situarse delante de su objetivo. Por suerte, ninguno de los presentes parecía tener la capacidad de hablar.
― Primero atacas a Jace, ¿y ahora quieres raptar a Clary? ―gritó incrédula―. ¿Tengo que recordarte que, dado que estas aquí y eres la prueba palpable, todavía me necesitas?
― También la necesito a ella. No sé qué tiene que ver... ―Amelia alzó una ceja, señalando a Jace, el cual intentaba incorporarse a duras penas, murmurando a media voz el nombre de Clary como una súplica.
― Ten más cuidado con mi futuro, por favor ―sugirió con falsa galantería.
― Dudo que el golpe sea peor que el que le diste en el callejón. Y todavía estás aquí, ¿verdad?
Amelia observó los ojos confusos de su madre. Intentaba abrir la boca para hablar, pero ningún sonido parecía querer salir de ella. No estaba dispuesta a involucrar a su madre. Ya habían arriesgado demasiado. Habían cambiado muchas cosas. En caso de que cambiaran más, podría llegar a no nacer nunca. Y eso no sabía qué consecuencias traería.
Con decisión, se aproximó al ángel y lo sujetó por un brazo, alejándolo de sus intenciones. La mirada ceñuda de Raziel no se hizo esperar. Suspiró.
― No permitiré que alteres más mi vida, ¿me oyes?
― Eso lo haces tú solita muy bien.
― Solo quiero salvar a mi familia ―se defendió. Los ojos fríos del ángel la observaron con ira.
― Tu familia está muerta.
No fueron tanto sus palabras como la indiferencia con que lo dijo lo que logró que Amelia perdiera los estribos. Ignorando a todos los presentes, se abalanzó contra el ángel dispuesta a hacerle daño. Tanto como él le había hecho a ella con unas pocas palabras. El impulso, con una fuerza que Raziel no esperó, hizo que el hechizo que mantenía a todos los presentes inmóviles recobrara todas sus capacidades. Pero ninguno pudo interponerse o preguntar nada.
Raziel ya no tenía poder sobre su familia porque ya no se encontraban en la residencia de Magnus Bane. Por el contrario, el ángel los había transportado a lo alto de un tejado, el mismo donde había pasado la noche anterior, permitiéndole que diera rienda suelta a su frustración.
El ángel pudo detener los golpes y los ataques, sorprendiéndolo ante su fuerza y agilidad, pero la dejó luchar contra él un rato. Sin pronunciar ni una sola palabra. Permitiéndole que fuera ella la que le gritara.
― ¡No tienes ni idea! ―gruñó, dando un fuerte golpe con intención de herirle―. ¡Jamás sabrás lo que es perder a quienes amas! ¡No dejas de insistir que están muertos! ¿Por qué? ¡¿Por qué no cierras el maldito pico!?
Estaba tan furiosa que no se percató que estaba acorralándola mientras ella lo golpeaba. Dejaba que se desahogara, pero controlándola de nuevo. Intentando calmarla poco a poco. Resistiendo la tormenta, esperando la lluvia que estaba por venir.
― ¿Eso te haría sentir mejor? ―la acusó―. ¿Te sentirías menos culpable por todo lo sucedido si yo dejara de decir que están muertos?
― ¡No están muertos, todavía no! ¡Puedo salvarlos! ¡Lo haré! ―respondió dando otro golpe. Ni siquiera parecía consciente del cambio de escenario. Lluvia silenciosa había comenzado a caer del cielo, mojando suavemente su vestido rojo y sus cabellos ligeramente ondulados.
― ¿Y si no puedes? ¿Y si ni siquiera puedes hacernos regresar?
Amelia chocó contra la pared, la fría piedra mojada a su espalda la aturdió unos instantes. El ángel había dejado de evitar que se percatara de su sutil forma de acorralarla. No podía moverse, pero aun así lo intentó. Agitó las manos, el cuerpo entero, las piernas.
― ¡Lo haré! No hay alternativa. No puedo fallar.
El ángel, con sus ojos parcialmente ocultos por sus espesas cejas oscuras y por mechones de cabello mojado, la observó con agresividad.
― ¿Has tenido éxito en algo alguna vez? ―preguntó con sorna. Amelia enrojeció. La estaba provocando deliberadamente, su expresión lo delataba.
― En algo ―y con descaro dejó la runa cerca de su cuello al descubierto. No se había percatado hasta ese instante, pero la runa para ocultar las otras runas había dejado de hacer efecto en cuanto atacó al ángel. Al parecer, todo su poder se había concentrado en retenerla a ella y su ira incontrolada―. He conseguido someterte lo suficiente como para estar aquí. He logrado que me necesites. De no ser por eso jamás habrías regresado a buscarme.
La respiración agitada de la joven chocaba con agresividad contra el pecho fuerte del ángel.
― ¿Tienes algo más que decir? ―gruñó. Amelia, alzando el mentón con orgullo y entrecerrando los ojos con desprecio, se reincorporó sobre la pared resbaladiza.
― Sí ―aseguró―. Eres despreciable, y te odio.
En lugar de ofenderse, Raziel esbozó una sonrisa grotesca y una risa desgarradora.
― ¡Perfecto! ¡Por fin estamos de acuerdo en algo!
Raziel inclinó elrostro, deslizando los labios por los mojados de la joven, canalizando la furiade ambos. Amelia reaccionó deprisa. Pero en lugar de seguir golpeándolo, arrojósus brazos sobre sus hombros y permitió que la encerrara entre su propio cuerpoy la pared a su espalda, olvidando por completo qué era él, qué era ella ydonde, o más bien cuando, se encontraban.
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¡Buenas Nefilims! :) Espero y deseo que os siga gustando. Y sea una cosa u otra, comentad. ^^ Me interesa mucho saber vuestra opinión.
¡Besitos!
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