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Capítulo 18: El pasado del futuro


La sensación de mareo que recordaba le brindó la desconcertante sensación de no saber si estaba boca arriba o boca abajo. Tan solo la fría y polvorienta superficie que Amelia sintió bajo sus palmas consiguió orientarla. Tosió con fuerza al notar la pesadez del ambiente y se dejó caer de costado, sentándose con pesar.

Miró en derredor, evaluando el lugar en el que estaba. No recordaba nada parecido en Idris, lugar al que debería haber llegado junto con Raziel...

¡Raziel!

Amelia se levantó tan deprisa como sus entumecidas piernas le permitieron. La lúgubre habitación en la que se hallaba apenas dejaba ver nada. Se giró de un lado a otro, intentando localizar al ángel. Reculó un paso, luego otro, hasta que chocó con un estante repleto de libros y polvo que chirrió con el contacto de su mano. Otra tocó su hombro. Luego chilló.

Dejó escapar un suspiro de alivio cuando Raziel tapó sus labios con la mano. Recordaba la última vez que hizo eso.

― Sh... No sabemos dónde estamos, pero estoy seguro de que no es tu presente ―Amelia, con el ceño fruncido, bajó su mano de golpe.

― ¿Podrías no asustarme cada vez que abro un portal? ―Raziel le dedicó una única sonrisa como respuesta.

Apartándose del estante, Amelia recorrió el recinto hasta encontrar unas cortinas que cubrían lo que, probablemente, sería la ventana. Alargó la mano hasta poder tocarla y apartarla con cuidado, pero esta se desprendió levemente con el contacto y dejó ver una serie de ventanas verdes y azules. La luz del sol se filtró al instante por el cristal, dando a lo que ahora reconoció como una biblioteca un aspecto gótico antiguo.

― No deberías haber tocado eso. No sabemos en qué punto de la historia estamos... ―la recriminó. Amelia contrajo el gesto.

― Lo siento, es que no veía nada... ―con la luz del exterior, Amelia pudo ver mejor la habitación. La biblioteca era muy parecida a la del instituto de Nueva York, lo que no tenía escritorio y el techo era plano en lugar de abovedado―. ¿Qué lugar es este?

― No estoy seguro... ―El ángel pareció tensarse un segundo. Se volvió, escudriñando la biblioteca poco a poco.

― ¿Qué pasa? ―Raziel hizo un gesto con la mano, como queriendo restar importancia. Amelia decidió investigar también el lugar, dado que el ángel parecía tan decidido a encontrar una salida.

Pero no encontró nada, en su lugar vio libros y más libros. Con cierta curiosidad desde pequeña por ellos, Amelia comenzó a leer títulos. Todos eran de lengua, historia, ciencia. Por eso le extrañó encontrar un único libro con el título de "Recetas sencillas para amas de casa" un libro azul. Lo extrajo del estante con cuidado, comprobando por un instante que Raziel siguiera entretenido mirando las musarañas, o lo que estuviera haciendo. Cuando volvió la vista al libro, su piel se volvió tan blanca como el cuaderno que estaba incrustado en el centro del ejemplar que tenía entre las manos.

El libro blanco. ¿Por qué estaba camuflado en un libro de recetas?

― Creo que ya se dónde estamos... ―murmuró.

Raziel no contestó, parecía estar concentrado en un punto concreto en la pared.

― No vas a creerte lo que he encontrado... ―Seguía ignorándola. Amelia alzó la voz―. ¡Raziel!

El ángel de dio la vuelta, a punto de contestar enfurecido, cuando vio lo que la joven sostenía entre las manos. Abrió los ojos de par en par.

― El libro blanco. Estamos en Idris... En algún lugar de Idris, al menos. Donde estaba y estuvo el libro hasta que mi madre lo rescató y Mangus se lo quedó. Donde el propio Magnus debió dejarlo después de que se lo entregásemos...

― Estamos en la casa donde se crio tu padre, Amelia ―la informó.

― ¿Aquí? ―Raziel asintió.

― Con Valentine. ―Amelia abrió los ojos de par en par.

― Aquí empezó todo...

Esa era la casa donde Valentine había criado al hijo de otro hombre. Allí se había iniciado la guerra.

― Seguramente la runa del tiempo nos ha llevado al momento más cercano en el que se encontraba el último objeto al que podía aferrarse. Lo último que sujetaste fue ese libro, Amelia.

― Así que nos ha traído hasta el lugar donde ha podido encontrarlo. ¿Cuánto tiempo...?

Raziel tocó una piedra en la pared, consiguiendo que brillara momentáneamente. La pared empezó a abrirse.

― Esta casa no existe en nuestro presente... ―murmuró―. No hemos avanzado demasiado.

Amelia se acercó al ángel cuando este miró al interior de la apertura recién expuesta. Unas escaleras descendían hacia una oscuridad espesa y húmeda.

― ¿Qué...?

<< Silencio. Silencio y más silencio. ¿Cuánto tiempo más vas a resistir?>>.

La voz gutural mezclada con la de una mujer ascendió por las escaleras, consiguiendo que ambos la escuchasen. Fuera lo que fuese que hubiese allí abajo, no estaba abandonado. Amelia apoyó una mano temblorosa sobre los hombros de Raziel.

― Tenemos que encontrar el portal temporal y terminar la runa. Es el único modo de poder regresar ―aseguró antes de que ella dijese nada.

― Vale, pero deberíamos irnos de aquí. Tengo un mal presentimiento... ―murmuró de todos modos. Raziel, que había descendido un escalón, se giró para mirarla a los ojos.

― Yo también, pero siento algo... Es... No sabría definirlo ―aseguró.

― R... ―Raziel sujetó su mano con firmeza.

― No dejaré que te pase nada.

― Ya no llevas la runa de vinculación. ¿Cómo sé que no vas a matarme o abandonarme a la menor oportunidad?

Amelia sintió una calidez en su interior cuando el ángel la miró.

―Supongo que tendrás que confiar en mí.

A Amelia le habría gustado poder decir que no era tan tonta, pero por alguna extraña razón, sabía y estaba totalmente convencida que él jamás permitiría que le ocurriese nada que pudiera evitar. No había una razón lógica para pensar eso. Él era un ángel, ya no estaban vinculados, no existía nada que le impidiera marcharse sin ella. El hecho de que siguiera allí ya carecía de sentido.

Endureciendo el gesto, Amelia avanzó por la escalera, adelantando al ángel y descendiendo con avidez. De haber esperado un segundo, tal vez lo habría visto sonreír y poner los ojos en blanco en un gesto tan expresivo como sorprendente.

Las escaleras terminaban abruptamente en un recinto iluminado por las candentes llamaradas de antorchas. La voz gutural se había detenido en susurros mezclados con oraciones extrañas. Pero nada fue suficiente para prevenirlos de la imagen.

Una mujer delgada y esbelta cubierta por su cabello largo y oscuro como la noche, se dirigía a un ser agazapado en el suelo cubierto de sangre seca. Al principio, Amelia apenas pudo identificar las partes del hombre, pero pronto supo lo que era. El jadeo ahogado de Raziel se lo confirmó.

Unas alas blancas, retorcidas y sangrantes salían de su espalda. Demacrado, atado con grilletes mugrientos. La mujer delante de él era tan pálida como él, pero su posición era la amenazante.

<< Habla de una vez, Ithuriel. ¿Dónde está el niño? Lo necesito. Su padre no podrá seguir mucho tiempo más con su legado. Su tiempo ha finalizado. Él debe prosperar. ¡Dónde!>>

Amelia se sobresaltó al escuchar la voz de la mujer, reculando un paso y tropezando con el ángel. La mujer se volvió tan deprisa hacia ellos que apenas tuvo tiempo de pensar. El rostro bello de la mujer decoraba unos tentaculares ojos saliendo de sus cuencas. La boca oscura se abrió en un grito, agrietando momentáneamente las comisuras. Parecido a venas negras crecientes.

― R... ―murmuró Amelia. Jamás había visto algo igual. Era un ser espeluznante. Sin duda un demonio. De rango superior, por supuesto.

― Lilith... ―Raziel la llamó con la voz más extraña que Amelia le había escuchado utilizar. Aunque nada fue comparado con la sorpresa que sintió al reconocer el nombre que el ángel acababa de pronunciar.

― ¿Quién...? ―pero la mujer se detuvo, reconociendo el poder en él― Raziel... Una sorpresa realmente caustica. Apareces en un momento... muy oportuno.

La conversación con demonios no acostumbraba a ser muy extensa, y al parecer, no decepcionó la expectativa de Amelia. La reconocida como Lilith, entre otros nombres que también poseía, se alejó de la zona amenazante delante del otro ángel para atacarlos a ellos de un modo brutal.

Amelia reaccionó deprisa, extrajo la estela al tiempo que Raziel parecía avanzar para atacar al demonio, y en cuestión de segundos, dibujó una runa llena de filigranas complejas en su piel. La runa detuvo el avance del demonio, tan así como el del ángel. Lilith retrocedió un instante.

<<Ese poder... ―murmuró la mujer―. ¿Qué eres?>>

― No te importa ―gruñó Amelia, extendiendo el brazo en su dirección―. Ahora vete.

Lilith la observó detenidamente. Amelia pensó que estaba considerando su orden, pero el gesto de Raziel al sujetarla por los hombros le indicó que no era tan sencillo.

La demonio empezó a reír de forma escandalosa, sus ojos tentaculares se movían serpenteantes en su dirección y en un movimiento rápido y firme, Lilith retiró la runa de su piel e hizo intento de sujetarla.

Raziel la apartó de un empujón, enviándola a un rincón en la pared. El ángel agazapado, con las alas ensangrentadas, la miró con el ceño ligeramente fruncido. Sus ojos expresivos llegaron a lo más hondo del alma de Amelia.

<<Creía que vuestra especie no se relacionaba con los nefilim. Aunque no tengo demasiado claro en qué grupo se encuentra esa criatura>>.

― Siempre me pregunté qué le habría sucedido a Ithuriel ―gruñó el ángel―. Había sentido siempre una especie de debilidad por los humanos, pensé que fuera lo que fuese se lo tendría merecido. Pero esto es degradante, incluso para vosotros.

Lilith esbozó una sonrisa.

― Me encantaría poder atribuirme el mérito, te lo aseguro. Por desgracia, no tengo ningún tipo de obsesión con los ángeles. Aunque debo admitir ―murmuró mirando las alas ensangrentadas a conjunto del mugriento cuerpo del ángel―... que es divertido. Creo que instalaré esa misma decoración en ti. ¿Qué te parece?

Raziel estaba preparado para el ataque del demonio. Había reconocido a Lilith al instante, y sabía qué buscaba. Saberlo era peor incluso, porque su falta de poder era una ventaja para la demonio.

Con la mano extendida parcialmente sobre su cuello, Lilith esbozó una sonrisa, ladeando la cabeza ligeramente como un pájaro.

― Está en Idris ―aseguró―. Quieren invocarte a ti... Es muy, muy curioso.

Raziel maldijo su suerte al descubrir que ni siquiera sus pensamientos estaban a salvo. Se alejó de ella de un manotazo. Saliendo de su alcance.

Un error. Lilith avanzó veloz hacia Amelia a la menor oportunidad. Raziel corrió, dispuesto a interponerse, pero ella ya la había sujetado del cuello alzándola en vilo. Una lengua viperina y oscura rozó su mejilla derecha. La curva grotesca de una sonrisa deformó sus labios.

― Interesante. No sois de aquí... ―aseguró―. Eres una criatura extraña, Amelia Herondale Morgenstern, tu poder podría ser un buen aliciente en mi mundo. ¿Qué me dices? Puedo devolverte a tu tiempo, solo tienes que pedírmelo. También puedo evitar las muertes de tus padres ―aseguró―. Solo tienes que decir; sí.

Amelia observó a Raziel de reojo, apenas podía respirar. Esbozó una tenue sonrisa, y eso, al ángel, le pareció tanto una despedida que sintió la necesidad de avanzar un paso más. Lilith lo detuvo con un gesto.

― Oh, no. Espera que conteste ―lo interrumpió―. Él también te importa, ¿verdad? Es un ángel. Lo sabes. ¿Crees que podrá sentir nunca nada por ti? ¿Por una nefilim, los engendros de los ángeles? No seas absurda. Tu única opción es regresar y salvar a tu familia. Yo puedo darte eso. Él nunca podrá prometerte su seguridad, ni la tuya.

Amelia apretó los dientes.

― Es cierto... ―consiguió decir―. No puede protegerme ―aseguró. La mano de Amelia, sujeta con fuerza a la estela, voló hasta incrustarse con fuerza en el cuello de Lilith―. ¡Ni tampoco tú!

Una runa creció desde la punta de la estela, una runa tan brillante que Lilith se vio obligada a soltarla. Amelia cayó al suelo, pero alzó el rostro para ver cómo el demonio se extraía la estela con fuerza y la tiraba al suelo. La runa, sin embargo, seguía vigente.

―¡Maldita mocosa! ―gruñó―. Te arrepentirás de esto.

Lilith dio un paso hacia atrás, sujetándose la zona dañada con fuerza, y con un gesto teatral, se hizo desaparecer, dejando el lugar de nuevo en penumbra.

Amelia respiró con dificultad, sorprendida y conmocionada.

― Creo que ya me he arrepentido... ―murmuró.

Los brazos del ángel la ayudaron a incorporarse y antes de que Raziel se volviera hacia el que había llamado Ithuriel, pudo ver la preocupación teñida en sus ojos.

"Raziel..."

La voz del ángel era melódica, pero la pudo entender a la perfección. No pensaba que pudiera hablar.

― ¿Qué hiciste?

El ángel agachó su demacrado rostro en un gesto avergonzado.

"Creí que podría ayudarlos..."

― Te advertí que no fueras.

Ithuriel sonrió.

"Me alegra haber visto un rostro amigo antes de morir. Después de tanto tiempo..."

Raziel avanzó un paso, luego otro, hasta que se arrodilló junto al ángel. Apoyó una mano sobre el hombro esquelético de Ithuriel. Los expresivos ojos del ángel lo detuvieron.

"No. Debo esperar. Ella necesita respuestas. Se lo debo."

― No debes nada a nadie. No debería estar aquí.

"Ella lleva mi sangre."

Clary.

De algún modo, Amelia lo supo. Sus padres llegarían allí en algún momento. Y ellos debían irse.

Amelia escudriñó la sala. La sensación de peligro se había desvanecido con Lilith, pero el presentimiento seguía allí. Lo localizó al instante, justo detrás de la escalera que ascendía. La candente y todavía no finalizada runa del portal.

― R ―lo llamó―. Allí.

El ángel se volvió, reconociendo lo que le señalaba. Antes de girarse, Raziel se agachó una vez más junto a Ithuriel. Posó una mano sobre el suelo a su lado.

― Al menos evitaré que sufras más ―aseguró haciendo aparecer unas runas alrededor del ángel. Protegiéndolo, aislándolo.

"Me alegra haberte visto, Raziel" El ángel observó a Amelia por un instante, y luego esbozó una sonrisa. "Tu motivo es más noble. La compasión es un error, hasta que se vuelve un motivo."

Raziel frunció el ceño, pero decidió conservar la despedida.

Ave atque vale.

Raziel llegó junto a Amelia, que observaba la escena sin pestañear.

― ¿La despedida de los cazadores de sombras?

― No somos tan distintos ―aseguró. Amelia no contestó. Cogió la estela con fuerza y se volvió hacia la runa.

― ¿Sabes? Creo que este viaje tiene más sentido del que creíamos ―aseguró―. Al menos ahora ya sé por qué atacan Idris, y porque sucede en ese momento.

― Amelia... ―murmuró Raziel. Ella sonrió.

― Es por mi culpa. Lilith me busca a mí. Desde antes incluso de que naciera.

Cuando Amelia alzó la estela para terminar la runa, Raziel la sujetó por un brazo, inclinándolo hasta que tuvo acceso a él. Situó su mano sobre el reverso. Una runa dorada. Otra.

― ¿Qué...?

― Te lo dije. Te dije que no podías cambiar lo que ya había sucedido, lo que estaba destinado a pasar ―aseguró el ángel―. No podrás impedir la muerte de tus padres. No habría modo de que lo lograses.

Amelia intentó retirar la mano, frunciendo el ceño.

― Si regresas, si finalizas esa runa, no recordarás nada. Volveremos a nuestro tiempo, y todo sucederá del mismo modo. La diferencia será que no podrás volver a invocarme ―aseguró―. Por eso te dije que era inútil. Que regresaras al futuro no serviría de nada.

Los ojos de Amelia lo miraban de forma desorbitada. Quiso apartarse, pero él no se lo permitió.

― No lo veía. No veía lo que erais los nefilim. No hasta que lo vi en ti ―aseguró―. No importa lo perdido que esté todo, jamás dejáis de luchar. Y no quiero que abandones.

Raziel rozó la runa que acababa de crear con la punta de los dedos.

― Esta runa impedirá que olvides. Todo irá bien. Salva a tu familia, sálvate, Amelia ―su mano se posó sobre las mejillas, rojas por el esfuerzo, de la joven. La ternura que encerraba el gesto consiguió desarmarla―. Gracias por despertarme.

El leve roce de sus labios fue lo último que sintió antes de que el mismo Raziel finalizara la runa candente. No tuvo tiempo de reaccionar. Ni siquiera salió una sola palabra de sus labios.

En cuestión de segundos, la runa se abrió de nuevo. El túnel negro borró la imagen delante de ella. Respiró deprisa, con cierta dificultad, y se levantó impulsada por la adrenalina.

Un prado verde se extendía a su alrededor, Alacante delante de ella y una suave brisa que agitaba sus cabellos.

― ¿Intentas escapar de nuevo?

La voz de su madre, avanzando por el prado de la colina más alta de Alacante confirmó lo impensable.

Había vuelto.

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¡Hola nefilims! :) ¡Ya llegamos a la recta final! ¿Qué os ha parecido el capítulo? Creo que aquí se explican bastantes cosas. He leído la parte del libro original para que coincidan la decoración y algunos sucesos que pasan de verdad. No sé si los reconoceréis :s Si hay algo que no entendáis, ¡preguntad! :D

¡Gracias por todos vuestros comentarios!

Besos y abrazos :)


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