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Capítulo 17: De regreso... ¿o tal vez no?


La estela de Amelia, la que había conservado, se posó con decisión sobre la piedra de un arco de columnas. Visualizaba en su memoria el instante en el que ella apareció una y otra vez, no queriendo errar el tiro y excederse o quedarse corta. Tenía que ser, por primera vez en su vida, precisa. Totalmente precisa.

Amelia dudó un instante. Su mano tembló sobre la estela, poco acostumbrada a hacer runas de ese calibre. Pero en los últimos días había hecho de ese tipo, sin siquiera pensarlo. Había salido bien. Era capaz de controlar el poder que ostentaba. Pero le faltaba confiar en ella.

Raziel había asegurado que de lo contrario habría muerto al acto. Todavía era incapaz de discernir qué pensar de él. ¿Estaba siendo amable o interesado? ¿Paciente o persuasivo? ¿Su aparente preocupación por ella era genuina, o provocada únicamente por su capacidad de hacerlos regresar? Pero en realidad, el ángel ya podría haberla abandonado en múltiples ocasiones. ¿Quería decir eso que estaba allí, ayudándola, por ella? ¿Sería posible que le importara algo lo que le sucediera?

― ¿Amelia? ―la voz preocupada de su madre la distrajo de sus pensamientos poco adecuados en dicha situación―. ¿Estás bien?

Al regresar todos a la biblioteca, Amelia se había puesto manos a la obra. Había instalado los dos lugares donde crearía la runa, pero debían hacerlo rápido. El recuerdo lo habían hecho real, por lo que si alguien entraba en la biblioteca, sin duda los vería. Así que antes de empezar habían atrancado la puerta, impidiendo a quien fuera que quisiera entrar, hacerlo.

― Esto será rápido ―aseguró dándose la vuelta sin haber hecho ni una sola línea―. En cuanto abra el portal, debéis acercaros a él, os dibujaré la runa de olvido y entrareis antes de que haga efecto.

Amelia regresó a su puesto, posicionó de nuevo la estela en la piedra y dibujó la runa.

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Magnus observó a la que sería su futura sobrina efectuar la runa más complicada que había visto jamás. No obstante, fue otro tipo de runa la que realmente captó su interés. Una que no había visto antes y que estaba situada junto a su cuello. Dorada. Majestuosa. No reconocía los trazos, pero estaba seguro de que algunos eran parecidos a la runa de memoria, y otros similares a la runa que simbolizaba el amor. También había una clara línea que se asemejaba a la de matrimonio, aunque no estaba seguro de eso. Era una runa realmente extraña, y siendo dorada solo se le ocurría alguien que pudiera habérsela hecho.

Evaluó al ángel de inmediato, sorprendiéndose al ver que este se había dado cuenta de la dirección de sus pensamientos. Sí. El ángel Raziel había sido el autor de esa runa extraña. ¿Qué significaría? Estaba a punto de preguntárselo cuando una cabellera rojiza se interpuso en sus intenciones.

― Llévala a casa sana y salva.

No supo si Clary se lo había pedido o exigido, pero definitivamente estaba hablando su instinto maternal. De otro modo, no se habría atrevido a dirigirse al ángel de ese modo.

― No hago promesas.

― No era esa mi intención.

― ¿Y cuál es exactamente tu intención?―. Preguntó con cierta indiferencia.

― Hacerte sentir responsable ―aseguró evaluándolo tan minuciosamente que logró incomodar al ángel.

― No soy yo quien nos ha traído aquí. No me siento responsable de nada.

― ¿Incapacidad, entonces? ―Raziel frunció el ceño.

― ¿Cómo dices?

― Eres incapaz de controlarla. O lo que es lo mismo, no eres tan poderoso como pensamos todos...

Era evidente de donde había sacado Amelia su carácter suicida.

― ¿Estás diciendo que no soy capaz de crear una runa tan sencilla como un portal? Soy un ángel. El ángel Raziel.

Clary no cambió el gesto curioso, cruzada de brazos.

― Entonces, no eres tan inútil. Los ángeles sabéis hacer runas.

― Por supuesto ―aseguró ofendido.

― Y por supuesto, no necesitas para nada a ningún nefilim. Eres un ángel todo poderoso.

― Es evidente ―Clary sonrió enigmáticamente.

― Claro. Bueno, entonces... ¿por qué le has hecho creer a Amelia que la necesitas?

Raziel abrió la boca un segundo, antes de volverse por completo pálido. Incapaz de pronunciar una sola palabra.

― No es verdad que la necesites para regresar, ¿no? Supiste desde el principio que podrías volver cuando quisieras, abandonándola allí a su suerte, pero algo te retuvo. Algo te impidió regresar. ¿Qué fue?

Raziel no supo que contestar. Había sido acorralado con tal discreción que apenas se había dado cuenta de lo que decía. Clarissa le había tendido una trampa descaradamente eficaz.

La vio esbozar una sonrisa.

― Era todo lo que quería saber. ―Pero él no había dicho nada. Antes de que se alejara, se vio obligado a excusarse. Por alguna razón.

― Al principio no lo sabía ―aseguró―. Pensé realmente que había consumido mi poder. Pero solo conservaba el que ya le había dado en una ocasión.

― Así que la mentiste diciéndole que necesitabas su ayuda cuando realmente sabías que no era así.

― No era lo que esperaba. Pensé que sabría usar mi poder, y que lo estaba utilizando en mi contra.

― Pero no era así. La mentiste porque sentías curiosidad. Querías saber qué le había sucedido ―Raziel no contestó―. Ahora ya lo sabes. ¿Qué te impide regresar?

Raziel observó a Amelia, finalizando la complicada runa tan concentrada que sintió un pinchazo de orgullo al ver que lo había logrado ella sola.

― No lo sé.

Clary esbozó una sonrisa triste.

― Bueno, pues quizás sea esa la pregunta que debes plantearte.

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Amelia finalizó la runa con cierto orgullo e incredulidad. Estaba prácticamente segura de que lo había hecho bien. Aunque no tenía claro si lo había logrado porque se trataba de otra runa mezclada o porque realmente el viaje al pasado había servido de algo más que un dolor de cabeza.

Se volvió hacia los presentes.

― ¿Quién quiere ser el primero?

Isabelle se prestó voluntaria, acompañada de Simon. Los despidió con una sonrisa después de realizar la runa sobre sus brazos. Ambos cruzaron el portal al mismo tiempo, pensando y olvidando el lugar al que debían ir.

Clary fue la siguiente, que la abrazó con cariño. Jace se unió al instante, dedicándole un último beso a Clary antes de que Amelia dibujara la runa del olvido en sus brazos.

Alec avanzó, siendo el siguiente. Observó a Magnus un instante, queriendo que lo acompañara, pero el brujo lo instó a seguir. Asegurando que iría justo detrás de él. Alec ofreció una sonrisa a Amelia, junto a su brazo. Cansada ya de hacer runas, Amelia realizó esta con pesadez, pero sin perder el brillo de añoranza de sus verdosos ojos.

Por último, fue el turno de Magnus. Amelia sujetó su brazo, pero el brujo lo retiró.

― Sería inútil ―aseguró. Amelia lo miró extrañada―. Soy un brujo. Aunque esta runa sea inofensiva para los que no somos cazadores de sombras, como bien hemos podido comprobar con el vampiro, gracias a dios, no lograría en mí su cometido.

― ¿Quieres decir que no puedes olvidar?

― Los brujos jamás olvidamos. Nada en absoluto ―aseguró―. Es nuestra maldición. La eternidad no va sola, la acompaña múltiples desgracias. Una de ellas es la incapacidad de olvidar.

Amelia frunció el ceño con preocupación.

― Pero esto es un desastre. Si lo recuerdas, podrían cambiar cosas y...

― No permitiré que cambien, te lo prometo ―aseguró―. He vivido lo suficiente como para saber qué debo y qué no debo decir.

― Tal vez te cause problemas con Alec... ―apuntó preocupada.

― Probablemente. Notará que le oculto cosas, pero también tengo otros secretos que causarán problemas. La gracia está en solucionarlos. El futuro no cambiará porque tenga que ocultar un secreto más.

Amelia lo abrazó antes de que atravesara el portal.

― Entonces, como eres el único que lo recordará, no olvides esto. Habrá un ataque en Alacante... ―Magnus negó con la cabeza.

― No puedo cambiar nada, incluso esto ―aseguró―. Si lo impidiera, se crearía una especie de círculo vicioso. Porque si evitara el ataque, no llegarías aquí, por lo que tampoco sabría nada de esto. No. Es mejor dejar las cosas como están.

Amelia sonrió, alzó el libro blanco y se lo tendió.

― Al menos puedes devolver el libro blanco a su sitio. Se encontraba en la casa de Valentine. En la biblioteca.

Magnus sonrió, cogiendo el ejemplar. Si lo quería volver a tener, tendría que enviar a alguien a recogerlo de nuevo. Tal vez se lo decía a Clary...

― Cuídate, Amelia. Y haznos a todos un favor ―apuntó antes de entrar en el portal.

― ¿Cuál?

― No te metas más en el agua. Los chapuzones no te sientan nada bien.

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El portal estaba cerrándose una vez Magnus entrara por él. Amelia se apresuró. Avanzó, pasando por delante del ángel hasta el otro lado de la biblioteca. Su estela cada vez temblaba más en sus manos.

― La otra runa.

Amelia asintió y posó la estela sobre la piedra fría. No sabía si sería capaz de dibujar otra runa de tanto poder. Hizo los primeros trazos, cruzándolos entre sí hasta que solo faltó una diminuta línea. El portal había comenzado a abrirse, aumentando de tamaño y convirtiéndose en una especie de agujero de tubo. Faltaba poco para terminarla. Solo una pequeña voluta más. Pero le fue imposible.

El ruido de la puerta intentando abrirse la desconcertó. Una diminuta gota de sangre resbaló por su nariz, consiguiendo alarmarla un poco. Pero la runa estaba casi hecha, y nada podía detenerla.

El golpe en la puerta se repitió y el mareo la desestabilizó, rozando con los dedos el interior de la runa. Raziel la cogió de los hombros para evitar que cayera, pero ya era demasiado tarde.

La runa candente y que no se había finalizado los absorbió como un agujero negro, dejando el recuerdo en el pasado y llevándoselos al futuro.

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¡¡Buenas Nefilims!! Aquí va otro. :)

¿Habrán regresado de verdad? ¿Si es el caso, qué sucederá ahora? No falta mucho para el desenlace de la historia. Espero que la esteis disfrutando tanto como yo escribiéndola ^^

¡Un beso enorme a todos!

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