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Capítulo 13: Un momento poco oportuno

No había muchas ocasiones en las que el gran brujo de Brooklyn se viera empujado a perder los nervios y entrar en pánico. Pero si había un momento digno de nombrar, sin duda era ese.

Despertar en un lugar que reconoció al instante como Idris no fue la mayor sorpresa ni su peor dolor de cabeza, lo fue descubrir quien había llegado a ese lugar junto a él. Alec.

No tenía suficiente con la agonía que sufría a diario y las discusiones que había entre ellos por culpa de terceras personas que prefería no recordar, sino que para colmo, en su más desconcertante despertar tenía que estar también con él. Estaba cansado de intentar que ese muchacho se centrara en lo que tenía delante y olvidara a alguien que, seguramente, jamás lo amaría. No del mismo modo que él, claro. Tal vez el problema estaba en que no se lo había dicho. Pero costaba tanto hacerlo cuando cada vez que él aparecía, todo parecía desaparecer. Y cuando decía todo era todo. Él incluido.

Luego estaba ese absurdo pudor al ser descubierto. Se sentía como Romeo cuando visitaba a escondidas a Julieta. Y todos conocían cómo terminaba la historia.

― ¿Pero qué...?

Magnus se volvió cuando escuchó el quejido de seminconsciencia de su acompañante. Lo vio observar su alrededor, todavía masajeando su cabeza. Debía haberse golpeado en la caída, si es que habían caído de algún sitio. Le repateaba no saber con certeza lo que había sucedido. Aunque si evaluaba a consciencia los hechos, tal vez no era extraño. Ese ser que había alzado la mano inundándolo todo de luz era muy posible que fuera realmente el ángel Raziel. Y si iba acompañado de Amelia, que según las deducciones dementes del vampiro era hija de Clary ―cosa que todavía estaba por ver―, entonces había cosas del futuro que no terminaba de entender.

― ¿Magnus? ―Él suspiró.

― Sí, el mismo. Siento ser solo yo ―apuntó con cierta amargura. No estaba de humor. Despertar en un lugar conocido sabiendo con certeza que no había sido el responsable, conseguía enfurecer a cualquiera.

― No empieces... Sabes que no...

― No importa, Alec. Ahora no es importante ―apuntó―. Tenemos que encontrar a los demás y averiguar qué ha pasado.

Alec no dijo nada. Al parecer había decidido ser prudente y mantener la boca cerrada.

Caminaron unos minutos en silencio, en dirección al edificio principal donde la Clave se reunía y donde podrían hallar una respuesta, al menos.

Al llegar a la plaza, encontraron gente dirigiéndose también al gran edificio, otros saliendo de él comentando algo desconcertante sobre una explosión. Alec se adelantó, dispuesto a preguntar qué sucedía. Pero no solo no contestaron a su pregunta, sino que el nefilim a quien preguntó lo atravesó.

Literalmente.

― ¿Pero qué...? ―exclamó sorprendido y en cierto modo, asustado.

― Ya lo entiendo... ―murmuró Magnus, observando en derredor.

― Si quieres, puedes compartir tu información. Me acaban de... atravesar.

Magnus avanzó, siguiendo la gente que salía del edificio.

― ¿Magnus?

― Esto parece una visión, o un recuerdo. No es la primera vez que estoy en uno. Aunque jamás pensé que podría caminar a voluntad como en este. La criatura que lo hizo tiene que ser muy poderosa.

Alec llegó junto a él.

― No sugerirás que realmente era el ángel Raziel quien estaba con la chica que Simon dijo que era la hija de Clary, ¿verdad? ―Magnus no contestó―. Eso es imposible.

Se detuvo, encarando al nefilim con decisión en medio del salón de la planta baja.

― ¿Hasta qué punto las cosas pueden ser imposibles? Te acaban de atravesar, Alec. Luchas contra demonios todos los días. ¿De verdad puedes encontrar la palabra "imposible" en tu mundo?

Alec enrojeció levemente. Algo que no pasó inadvertido para Magnus, que involuntariamente fijó sus ojos en los labios del muchacho. Tan solo fue un instante, pero para Alec pareció ser suficiente.

― Supongo que tienes razón.

Magnus esperó, pero no era tan fantasioso como para pensar que él podría llevar la iniciativa por una vez. Se alejó con un suspiro. Caminando de nuevo en dirección al salón principal.

― Magnus... espera. Yo...

Pero mientras caminaban, las palabras quedaron atascadas en la garganta del muchacho. El pasillo que habían elegido daba a diversas habitaciones, y en medio de este había dos figuras tan pegadas que bien podrían haberse confundido. No obstante, los cabellos rojos mezclados con los dorados eran inconfundibles.

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Los sucesos en el gran salón habían pasado demasiado rápido como para poder asimilarlo. Jace había querido desaparecer mientras todo transcurría. Estaba seguro de que en cualquier momento vería al padre de Amelia, el hombre que iba a enamorarse de Clary y ella amaría a su vez. Y no había estado preparado. Seguro de que no podría controlarse ante la ira que surgiría en su interior. Moriría, aunque nadie se diera cuenta, al ver aquel que la haría feliz en un futuro.

Pero su miedo se evaporó por completo cuando escuchó a la Clary del futuro asegurar que Amelia era su hija.

Era imposible. Realmente no podía creer que fuera cierto.

Según el ángel y la misma Amelia, ellos ni siquiera eran hermanos. Aquel a quien habría querido matar, aquel que haría feliz a Clary y la amaría el resto de sus días, ya la amaba ahora.

Era él.

Habría querido gritar de la alegría. Y si no hubiese sido por que Amelia salió corriendo después de las horribles palabras del ángel. Con la consecuencia inevitable y que logró que la amara más si eso era posible, de Clary corriendo en pos de la joven, lo único que habían podido hacer fue seguirlas.

El ángel había vuelto a evaporarse, pero la expresión de sus duras facciones no pasó inadvertida para él. No sabía qué fundamento tenía todo aquello, pero estaba casi seguro de que sus palabras fueron pronunciadas con alguna intención.

― ¿Dónde han ido? ―escuchó que gruñía Simon.

― Mira, por allí sale tu otro yo, Jace.

A pocos metros de ellos, el Jace del futuro se apoyó en la pared emitiendo un suspiro.

― ¿Ya lo has hecho? ―La voz todavía enfadada de la Clary adulta llegó por el pasillo hasta detenerse junto a Jace. Este alzó el rostro, uno bañado por la preocupación y el pesar.

― Sí.

Clary asintió con la cabeza.

― Bien.

Pasó por su lado, dispuesta a entrar en la sala de enfermería y ver a su hija, pero la mano larga y elegante de Jace la detuvo de un brazo.

― Clary ―la llamó―. Ha olvidado solo lo que ha sucedido con la runa. Lo recuerda todo, pero he avanzado un poco el momento en el que no recuerda nada por el desmayo. No quiero que sepa esto. La conoces. No se lo perdonaría.

Clary apretó los puños, y pareció romperse algo en su interior cuando se dio la vuelta para encarar a Jace.

― ¡Ya lo sé! Lo sé ―aseguró―. Pero no quiero cometer los mismos errores que cometió mi madre. Me protegió de este mundo, y lo único que consiguió fue herirme. Contigo... ―apuntó―. Pasé tanto tiempo creyendo que nosotros éramos... Que lo nuestro era imposible y... ¿Y si olvida algo que debe recordar? ¿Y si al protegerla de esto, terminamos por herirla?

― Clary da miedo a veces... ―murmuró Isabelle en un susurro―. Me asombra la razón que tenía. O tendrá. O... ¿Qué tiempo verbal es el correcto en esta situación?

― Sht ―la calló Jace, totalmente interesado en lo que pasaba ante sus ojos.

― ¿Y por temor a que algo salga mal debo permitir que sufra?

Clary se encogió de hombros.

― Tal vez ahora el daño sea mínimo.

― O tal vez no seamos tan malos padres si la protegemos un poco.

La sonrisa consiguió ablandar un poco el enfado de la Clary del futuro, que puso los ojos en blanco y apartó la mano mientras esbozaba ella otra similar.

― No somos malos. Con Max lo hicimos muy bien. Y también con Amelia.

La mano de Jace, que ya no sujetaba el brazo de la mujer, se posó sobre su cadera, acercándola a él lentamente.

― Lo que me recuerda que para llegar a la perfección hace falta práctica ―apuntó con una sonrisa ladeada―. Y resulta que no recuerdo un entrenamiento más placentero que este.

Clary interpuso dudosa una mano entre ambos.

― Amelia...

― Está bien, la he dejado con Max. Y lo que necesita ahora es que sus padres estén bien también.

En un par de pasos, Clary quedó pegada a la pared sin escapatoria.

― ¿Te parece este el mejor momento para pensar en esto? ―lo regañó, aunque su expresión parecía estar cediendo.

― En realidad, pienso en ello todo el tiempo. No importa cuántos años lleves a mi lado, jamás serán suficientes. ¿Tengo que repetirlo cada vez que quiera hacerte el amor?

Clary pasó las manos por su pecho hasta pasar los brazos por sus hombros, acercándose con mirada retadora.

― Puede. Cada vez que lo repites te superas ―aseguró con una sonrisa pícara.

Ante la exclamación de todos los presentes, incluida la Clary del futuro, Jace la alzó apoyándola en la pared hasta que las piernas de ella dejaron de tocar el suelo. Clary se acomodó, sonrojándose y mirando a un lado y al otro.

― Estamos en el pasillo.

― Aja... ―apuntó besándole el cuello.

― Max puede salir en cualquier momento...

Jace suspiró, apoyando la cabeza en el hombro derecho de ella. La bajó poco a poco, pegada a él por completo. Se apartó un paso, y Clary pudo salir, algo decepcionada.

― Vale... voy a... ―pero apenas dijo nada. Jace la sujetó del brazo de nuevo, y con la misma inercia la estrelló contra su pecho y la besó.

Los presentes quedaron completamente helados observando la escena. Al otro lado, consiguiendo que la sangre huyera por completo de sus rostros, vieron la silueta de los miembros del grupo que faltaban, observando la escena totalmente anonadados.

Por si eso no era suficiente, otra Clary, una más joven, apareció atravesando la puerta cerrada de la enfermería, acompañada de Amelia, que enseguida se tapó la cara y dijo algo parecido a "Oh, otra vez no. ¡Qué asco!". Lo cual revelaba más de lo que les habría gustado a algunos del grupo.

― Vamos a la habitación... ―escucharon que sugería el Jace adulto junto a los labios de su mujer. Ella, todavía con los ojos entornados, asintió con la cabeza.

― No veía el momento en que lo propusieras ―Y no fue Jace, en esta ocasión, quien pareció desesperado, sino la mujer que tiraba de su brazo, prácticamente corriendo por el pasillo entre diminutas risas que apenas se escucharon cuando desaparecieron a lo lejos.

El silencio más sobrecogedor se instaló en el pasillo. El lugar de reunión de los tres grupos que se habían separado y volvían a unirse en un punto. Simon e Izzy estaban menos sorprendidos que antes, aunque uno de ellos considerablemente más resignado. Clary no se atrevía a mirar a ningún sitio, pero notaba la mirada pesada de Jace en ella. Magnus no parecía tener una expresión concreta en el rostro. Y Alec no podía tener la boca más abierta ni la piel más pálida.

Amelia se aclaró la garganta, observando a los dos recién llegados, y esbozó una sonrisa forzada.

― Que bien, chicos... Ahora mismo íbamos a ir a buscaros. ¿A que es una suerte habernos encontrado?

Como respuesta, recibió unas cuantas miradas fulminantes que sirvieron para demostrar que en ocasiones es preferible no romper el hielo. Claro está, si no quieres caer al agua...

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¡Buenas Nefilims! Aquí va otro. ¿Qué os ha parecido? 

Pronto empezará el camino al desenlace de la historia. Estamos, algo así, como en medio. Todavía faltan muchas emociones, muchos secretos guardados y sorpresas por desvelar. ^^ ¡¡No os perdáis los siguientes capítulos!!

¡¡¡Un beso enorme a todos!!!

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