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Capítulo 12: Sueños rotos

En muchas otras ocasiones, Amelia se había sentido perdida. En realidad, existían más momentos en los que se sentía de ese modo que conforme consigo misma. Aun así, aquello tenía otro nombre, otro grado de desconcierto.

Siempre se había preguntado qué había hecho ella para que todo el mundo desconfiara. Qué había hecho para no merecer ni siquiera a un parabatai. Su hermano tampoco tenía, pero sabía la razón y por ello se sentía todavía peor. Lo escuchó años después del accidente. Su madre le pregunto por qué razón no elegía a su mejor amigo como parabatai, Amelia lo conocía, el muchacho que Alec y Magnus habían adoptado antes incluso de que ella naciera. Pero Max sonrió con tristeza aquella vez y negó con la cabeza.

― Para mí solo existe una única posibilidad de elección ―aseguró―. Jamás elegiría a nadie que no fuera Amel para compartir ese vínculo.

Su madre no preguntó por qué razón no se lo había pedido o lo había propuesto siquiera, y Amelia no necesito tampoco una respuesta. Max no elegiría a otro parabatai, y ella no estaba capacitada para serlo. Ni de su hermano, ni de nadie.

Era un fracaso.

Y ese día lo supo con total certeza.

Al menos, pensó mirando hacia el escenario los huecos destrozados en las paredes, ahora sabía por qué.

― ¡Un momento, un momento, alto ahí! ¿Qué diablos acaba de pasar? ―la exclamación de Simon la sacó de su ensoñación, regresándola con fuerza a la realidad.

Se volvió de nuevo, mirando a su familia, aquella que no la reconocía, aquella que no sabía de su existencia.

― ¿Qué no has entendido? Es muy sencillo. Son mis padres, fin del asunto ―gruñó.

― Pero eso no es posible... ―susurró Isabelle saliendo también de su estupor.

― Y puede que no lo sea. Por eso estamos aquí. Algo he hecho que está rompiendo el futuro, por eso estoy desapareciendo. Tal vez sea lo mejor, dada la situación ―se lamentó―. Nada de esto sucedería, nadie saldría herido, y mis padres no sufrirían por mi culpa. Porque por alguna razón que todavía desconozco, ¡soy un peligro público!

― Sí. Definitivamente, es hija de Jace ―aseguró Izzy.

Clary se giró sorprendida. Todavía ninguno de los directamente afectados se había atrevido a decir nada. Parecían estar consolidando todavía la información.

― ¡Pe-pero son... son hermanos! ―exclamó Simon horrorizado.

Clary se dio la vuelta, espiando a Jace por debajo de los mechones de su rojo cabello. Se encontró con su mirada penetrante y aturdida, pero con cierta esperanza.

― No. No lo son.

Amelia siguió el sonido de la voz más allá de las mesas cercanas, encima del escenario. El ángel Raziel volvía a tener aspecto candente, dorado, y sus alas habían regresado a su sitio. Era el ángel. El que recordaba haber visto aparecer.

― No puede ser... ―murmuró Isabelle.

― ¿Qué quieres decir con que no lo somos? ―Clary se sorprendió ante la pregunta clara de Jace.

― No debíais haber sabido esto tan pronto, y si lo arreglamos como espero poder hacer, jamás lo sabréis por mí. Ni de este modo ―aseguró.

― Valentine es mi padre ―aseguró Jace―. Y también lo es de Clary.

― De hecho, no ―comentó Amelia, dedicándole una mirada recelosa al ángel antes de contestar a su padre―. Clary es hija de Valentine Morgenstern. Pero no tú. Tu padre se llamaba Stephen William Herondale.

― Por eso lo miraste así cuando te capturamos ―apuntó Clary llamando su atención. Amelia abrió los ojos sorprendida.

― ¿Así cómo?

― Como si sintieras un profundo dolor al verlo... ¿Qué paso, Amelia? ―Amelia retiró la mirada, mordiéndose el labio.

― Fracasé ―apuntó resignada―. Ahora sé que nunca hubo otro destino. Raziel tenía razón. No se puede cambiar lo que ya ha sucedido, el problema era que no sabía que se refería a algo más lejano que lo que ocurrió en Alacante...

Amelia se giró entonces, derrotada pero queriendo saber la verdad. El Ángel mantenía su forma humana a pesar de haber recuperado, en ese recuerdo, parte de su divinidad.

― Cuando dijiste que estaban muertos, te referías a que tarde o temprano yo iba a provocar su muerte, ¿verdad? Por eso nos has traído aquí. ¿Esto querías que viera? ¿Que recordara? ¿¡Tenía que ver que el destino de mi familia quedó destruido porque un día cualquiera me convertí en un monstruo!?

El ángel apretó los labios, creando una línea fina. La observaba con cautela, pero algo parecía guardar en su interior. Y por alguna razón, decidió hablar.

― No fue una casualidad ―aseguró.

― ¿Qué?

― Ese día caíste al lago. Creaste una runa para poder salir de las aguas, ignorando el dolor que estas te causaban. Noté tu presencia con esa extraña runa que habías creado.

― ¿Creado? ―Fue Clary la que habló.

― Exacto. Reconocí ese poder, era una criatura nacida de dos Nefilims con sangre de ángel. Y la arrogancia de dicha criatura consiguió enfurecerme. ¿Cómo una mocosa tan pequeña había conseguido hacer una runa así en el interior del lago, del instrumento mortal más grande y poderoso de todos?

<<Así que cuando tu hermano llegó para rescatarte, el veneno del agua había sido tan contaminante que no volverías a ser la misma. Pensé que, ya que querías más poder, iba a otorgártelo. Hasta tal punto que ni tú misma podrías controlarlo.

Amelia abrió los ojos de par en par.

― Tú... ―Raziel endureció el gesto.

― Sí. No te convertiste en un monstruo un día cualquiera, yo te otorgué los poderes del ángel para que aprendieras humildad. Para que no volvieras a creer que eras capaz de hacerlo todo con una runa. Jamás debiste caer en esas aguas, y jamás debiste crear una runa en ellas. Advertí a tus padres que no volvieran a interponerse en mi camino, pero tú nunca escuchas. Siempre haces lo que te da la gana.

― Me envenenaste ―apuntó.

― Te di lo que querías.

Todos contuvieron el aliento cuando el sonido sordo de un golpe inesperado retumbó por el gran salón destrozado. Amelia contenía apenas las ganas de llorar. La ira más profunda inundaba sus ojos después de abofetear al ángel con todas sus fuerzas. Este no hizo nada, ni siquiera la miró.

― Lo que quería. ¿Lo que quería? ―exclamó―. ¡¿Tu que vas a saber lo que yo quería?! ¿Acaso tienes deseos, sentimientos siquiera? ¡No! Tú no puedes saber lo que yo quería.

<<Quería a mi familia. Quería ser una cazadora de sombras. Quería a mi hermano, quería que fuera mi parabatai. Quería llegar a ser una mujer de la que mis padres pudieran sentir orgullo. ¡Quería no ser un monstruo! Pero tú me lo arrebataste todo.

Con la voz rota, Amelia dio un paso hacia atrás. Raziel la miró entonces, endureciendo el rostro.

― Y ni siquiera te importa...

Lo último que pudieron ver fue la puerta cerrada del salón roto por un pasado que no podía cambiarse.

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― ¿Pero está todo bien? ¿Qué ha pasado, no consigo recordar nada?

Amelia se miró a si misma sentada sobre la cama de la enfermería. Su hermano la acompañaba, enseñándole un libro de imágenes que siempre había sido su favorito. Su padre estaba con ellos, tranquilizándola y asegurando que no había sucedido nada, que solo se había desmayado.

― Ahora todo irá bien. No tienes que preocuparte. Tu instrucción tendrá que aplazarse, pero seguirás practicando conmigo y con Max para no perder facultades. Ya verás que en poco tiempo te convertirás en una gran cazadora de sombras.

Amelia dio un manotazo sobre la cama, imposible de alterar la imagen y frustrando su ira.

― ¡Mentiroso! Todo era mentira. ¡Mi vida ha sido una maldita mentira!

Mientras las cosas sucedían como recordaba, cayó de rodillas al suelo, cubriendo su rostro con las manos para ocultar las lágrimas. Sintió, pocos segundos después, una mano sobre su hombro. Se sobresaltó, deseando que no fuera el ángel.

No lo era.

― Es... un mal momento, ¿verdad?

Los ojos tiernos de su madre, años más joven, le dolieron más de lo que habría imaginado. Extinguió las lágrimas con el borde de la manga, y se levantó intentando parecer fuerte, una vez más.

― No importa. Tenéis que regresar, vamos.

― Espera, Amelia ―Se detuvo a medio andar, incapaz de encarar a su madre―. Sé que parece duro ahora, pero...

― ¡No me digas que mejorará con el tiempo! No habrá tiempo que pueda mejorarlo. ¿Todavía no os habéis enterado? ¡Estáis muertos! Tal vez el ángel me haya convertido en un monstruo, pero yo lo he aceptado. Nunca me he enfrentado a ello, jamás lo he intentado controlar. Me gustaría poder echarle todas las culpas a él, pero lo cierto es que yo soy igual de culpable.

Clary suspiró.

― No serías una verdadera Nefilim si no tuvieras tu pasado oscuro y tu tragedia personal ―aseguró con cierta resignación.

― Eso no es un consuelo ―Clary sonrió.

― Mírame ―apuntó―. Hace prácticamente dos días que soy una cazadora de sombras, he vivido toda mi vida creyendo que era una chica normal, una humana, y resulta que mi madre estuvo mintiéndome todo este tiempo. No sé combatir como es debido. Siempre meto la pata, me meto en líos y todos creen que soy una temeraria. Supongo que con razón.

<<Me he enamorado de mi hermano. Aunque hayáis dicho que no lo es, creíamos que sí, no cambia el hecho de que saberlo no me impidió enamorarme de todos modos. Y he provocado la muerte de mi mejor amigo y su conversión en vampiro.

Amelia abrió los ojos de par en par.

― ¿Cómo? Simon...

― Sí ―apuntó con una risa desenfadada―. Además de descubrir que estaba enamorado de mí. Así que no me he conformado con que su corazón dejara de latir, que encima también se lo he roto. ¿Buen trabajo, eh?

Amelia no podía dar crédito a lo que escuchaba.

― Vaya, tenías razón. Cuando te preguntaba por vuestra vida antes de la guerra, siempre me decías que era una historia muy larga.

Clary se sentó en la cama, en la que la otra Amelia y Max habían comenzado a jugar a cartas.

― Supongo que todavía me queda historia para completar. Pero la tuya no es la peor, y nunca debes rendirte pase lo que pase ―aseguró―. A Jace lo crio Valentine, que le enseñó que amar es destruir. ¿A qué niño se le tiene que enseñar eso? Al menos a ti te protegió. Tal vez demasiado, pero te enseñó a mirar hacia delante, a demostrar que eres fuerte, a ser valiente y tener ilusión.

― ¿Cómo sabes eso?

Clary esbozó una sonrisa.

― Lo vi en tus ojos cuando te conocí. Debo confesar que sentí celos, porque creía que tú lo amabas ―y dejó escapar una carcajada―. Que tonta. Pero quién iba a imaginar que tu mirada de amor era porque se trataba de tu padre.

Amelia agachó la cabeza.

― Le dije que le odiaba ―confesó. La mano cálida de Clary se posó sobre sus hombros.

― A veces decimos cosas que no sentimos. Yo misma soy una experta en eso.

Amelia dejó escapar una pequeña carcajada. Esa Clary no era tan distinta de su madre. Sentía el vínculo. Y por un instante, tuvo la sensación de que nada había sucedido. De que estaba en su época y podía empezar de nuevo.

― No sé qué hacer. Me siento tan perdida...

Clary se levantó y le tendió la mano.

― Lo bueno de las cosas rotas es que tienen dos soluciones posibles; o las arreglas o las cambias por otras.

Clary tenía razón. Había intentado arreglar su vida, y había fracasado. Era el momento de cambiar las cosas.

Era el momento de cambiar su futuro.

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¡¡Buenas Nefilims!! Espero que siga gustando ^^ Yo  estoy disfrutando mucho escribiendo.

¿Qué creéis que hará Amelia para cambiar el futuro? ¿Regresará? ¿Y Raziel? ¿Por qué le ha dicho la verdad? ¿Por qué se lo ha contado ahora? ¡Todo esto y mucho más en los siguientes capítulos! 

Pua, solo falta un; y en los siguientes capítulos... XD Vale, no. ;P

Lo dejo aquí. ¡Mañana más y mejor!

¡Gracias por leer, por los votos y comentarios, por todo el apoyo! 

¡Besos y abrazos de gigante!

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