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CAPÍTULO 41: Tarde

ANTRY:

Termine agotado de hacer tanto ejercicio. Esa era la única manera que tenía de suprimir mi angustia.

Hablar con ella solo avivo las ganas que tenía de salir corriendo a buscarla. Fue como echarle gasolina a el fuego que me incendiada cada vez que pensaba en Scarlett.

El solo hecho de imaginar que el Alfa estuviese cerca de ella me revolvía el estómago. No se porqué pero no concebía la idea de que el Alfa quisiera asesinarla como lo aseguraba Yulian. Para mi el tenia intereses carnales sobre mi Scarlett.

Era algo que no podía permitir.

Me atormentaba el hecho de que ya era casi media noche y no tenia noticias acerca de la operación. Se suponía que para esa hora Jael me informaría acerca de los pormenores. Se me hacía muy extraño que no se me hubiese comunicado nada.

Tomé el móvil entre mis manos, quizá si lo llamaba Jael se acordaría de que tenía a su jefe en espera.

El móvil sonó varias veces y no obtuve respuesta. Algo no andaba bien y no me iba a quedar allí sentado para averiguarlo.

Me coloque la camisa y los zapatos. Acomode las armas a mi cintura y también mi radio comunicador. Si no querían hablar conmigo tendría que ir a averiguar que pasaba por mis propios medios.

Abrí la puerta con total facilidad. Se suponía que el hombre recto que seguía las reglas al pie de la letra no se iba a escapar.

Por cierto ese hombre era yo; y sí, me estaba escapando.

Camine por el pasillo vacío, en el comando debían haber muy pocos agentes.

Un estruendo hizo que me sobresaltara. Provenía de arriba, era como si algo se hubiese golpeado contra el suelo.

Corrí hacia la salida de los sótanos. Tendría que subir una escalera amplia antes de llegar a el primer piso.

Al tomar el primer escalón una fuerza sobrehumana abrió la puerta de metal.

Me agache enseguida; la puerta salió volando y fue a parar pocos metros más atrás de donde yo estaba.

Detrás de dicha puerta venía el cadáver de Wilsy, el vampiro encargado de vigilar la entrada del comando.

Desde donde estaba note las marcas en su cuello. Esas cortadas habían sido hechas por garras, ya había visto esas heridas antes.

Durante las masacres de los últimos días. Era él.

El arma que antes sostenía en una mano me la colgué en el cuello y empecé a correr como alma que lleva el diablo.

Y era a que mi no me llevaba el diablo, pero si el Alfa.

Por el rabillo del ojo alcance a ver como atravesó la escalera, y se lanzó detrás de mi. La alarma de amenaza máxima se activó; eso me salvaría la vida.

Entre a mí habitación y cerré la puerta. Apreté el botón de seguridad y la habitación se cubrió de una doble capa de acero reforzado.

Escuche sus golpes. La fuerza de su impacto resquebrajo el acero. La habitación era una fortaleza, pero no iba a detenerlo. Ni siquiera había caído en cuenta de que mi respiración era un completo caos.

Me subí sobre la cama y con mi mano quite la rejilla que daba al ducto de ventilación. Me impulse con mis piernas y me introduje en el pequeño agujero.

Me resbale hacia un lado, y seguí impulsando mi cuerpo. En esos momentos era cuando hubiese deseado ser un hombre flaco y pequeño. Mi cuerpo no me ayudaba a avanzar.

Algo se agarró de mi zapato y lo halo con fuerza. Mire hacia atrás y vi como la garra del Alfa intentaba sacarme del ducto.

Él era mucho más grande así que no podía entrar. Utilicé mi fuerza para zafarme de él; y lo conseguí gracias a que no me había amarrado las botas y el Alfa se quedó con una de ellas en la mano.

Vocifero palabras qué no logre comprender, frases tan cargadas de gruñidos de ira que era difícil entender sus palabras. Decidí dejar de moverme, el Alfa podía percibir mis movimientos y sabía que estaba intentando sacarme de allí.

Calme mi respiración antes de hablar con mis compañeros por la radio. Parecía una rata siendo cazada por un gato.

—Jael, Phoe, Criss ¿Qué carajos esta pasando? —interrogue angustiado—. El Alfa esta aquí, me entienden ¡El Alfa esta aquí!

Nadie respondió. Eso solo quería decir una cosa; todos estaban muertos. Todos hasta ella.

Nunca debí permitir que esa operación se llevará a cabo sin mi. El Alfa había ganado, por eso se atrevía a ingresar al comando. El sitio más resguardado de la ciudad ahora estaba bajo ataque.

El sonido de los proyectiles empezaron a retumbar. Los pocos agentes que quedaban le hacían frente a el Alfa.

Ese era el momento que estaba esperando.

Iba a vengar la muerte de mis hermanos. Y su muerte también.

El Alfa se arrepentiría de haber asesinado a la única mujer que había despertado sentimientos en mi.

Me moví más rápido y llegué a la rejilla que daba al cuarto siguiente a la habitación que había ocupado.

La quite de un empellón y me deslice por el agujero para caer sobre la cama.

Tomé en cada una de mis manos una pistola de largo alcance con balas de plata. Cada una contaba con doce proyectiles; así que tenía veinticuatro balas para defenderme.

No eran suficientes para asesinarlo.

Recordé lo que habia hecho durante el ataque del cambia formas. El supresor de habilidades había funcionado.

Busqué en un mueble en el cual habían muchos productos. Encontré el supresor gracias a que allí había estado retenido Ferguson como castigo por haberse peleado con Duchelis.

Abrí la recámara y saque las balas rápidamente. Las acople sobre la mesa y les eche todo el líquido encima.

La sustancia era pegajosa; diseñada para adherirse a cualquier artefacto.

Cada vez escuchaba menos disparos. Termine de guardar las balas y antes de salir de allí, intente disimular mi olor con aspersores.

Abrí la puerta con cautela, había demasiado humo y todo estaba oscuro. No lograba ver más allá de tres metros. El sistema de iluminación se había dañado. Seguro a causa de los disparos.

Avance lentamente hacia la habitación contigua; un cuerpo atravesó la puerta y fue a parar contra una de las columnas. Ese era el último agente que quedaba con vida.

Respire hondo, debía tranquilizar mi corazón si quería pasar desapercibido. El Alfa podría oír mi palpitar.

Llegue hasta la puerta de la habitación, asome con cuidado mi arma. Alcance a ver los pies de un agente que se hallaba tendido en el suelo, no alcanzaba a distinguir nada más.

Empecé a adentrarme aun más, no había nadie allí. La habitación estaba destrozada, pero no había ni un rastro del Alfa. Revise con mi ojos cada rincón, pero el no estaba allí.

—Me estabas buscando...

En mi inspección descuide lo más importante a la hora de una operación.

Jamás descuiden su espalda.

No sentí su presencia hasta que mi cuerpo estaba volando en el aire. Con toda su fuerza me lanzó al otro extremo de la habitación estrellándome contra la pared.

Sentí el crujir de algunos de mis huesos, intente respirar, pero algo dentro del pecho me dolía al hacerlo. Jadee en busca de aire, sintiendo que me ahogaba desde adentro de mi pecho.

La sangre empezó a bajar de la parte alta de mi cabeza. Coloqué mi espalda contra la pared; no podía siquiera verlo, me sentía como un topo, sin ninguna clase de luz.

Era mi fin.

Nadie iba a poder salvarme de él.

Había vivido muchas cosas sin embargo lo que más me dolía de morir era no haberme enamorado nunca.

O si, tal vez si.

Amaba a Scarlett y no me arrepentía de ello. Lo que me remordía era no haber tenido el valor suficiente de hablarle de mis sentimientos.

Debí hacerla mía aquella vez en la cual la cuide durante la noche. O en la casa de Derek. O quizá en el baño del avión o durante tantas noches en la prisión. Desperdicie mi tiempo en reglas absurdas y ataduras pendejas.

Siempre siendo el ejemplo de todos.

El hombre correcto que no podía tener una sola equivocación. El hombre desconfiado que no creía en nadie. Y por tener tantos escrúpulos estúpidos termine solo.

Un ruido imperceptible llegó hasta mis oídos. Sin pensarlo dispare hacia ese lugar. Aún me queda una de mis armas.

—¿Cuantas balas te quedan inútil?

Dispare de nuevo hacia donde había escuchado la voz.

El ser hizo presente frente a mi. Abrió las manos hacia los lados esperando a que le disparará.

No escatime esfuerzos y vacié mi arma en su cuerpo. Las balas lograban herirlo sin embargo sus heridas de inmediato empezaban a sanar.

Procure ponerme de pie para pelear con él. El ardor en el pecho aumento, aparte tenía un pie fracturado, así que tuve que seguir sentado en el suelo.

—Vaya, vaya, si que eres fuerte —se bufo el Alfa—, con ese golpe era para que estuvieses muerto.

—Acaba con esto de una buena vez, imbécil —escupí mirándolo con rabia.

—Aparte tienes agallas; no veo ni una pizca de miedo en ti. Tu olor se me hace familiar, hay algo en ti que se me hace conocido.

Me agarró del cuello y me alzó frente a sus ojos. Ese movimiento tan brusco provocó que me adoleciera más el cuerpo.

Empezó a faltarme el aire y el dolor en mi, aumento considerablemente.

—Hubieses sido un excelente licántropo —espetó—. Sin embargo decidiste ser un inservible humano sin ningún poder.

No entendía como el sabía acerca de mi pasado. Y el hecho de que iba a ser un hombre lobo.

—Soy feliz así, perro asqueroso —farfulle sintiendo cada vez menos aire—. Al menos fui un humano honorable, no como tu que eres un hibrido bastardo.

—Te romperé el cuello para que dejes de decir estupideces..

Siguió ejerciendo su fuerza en mi. Lo hacía lento para hacerme sufrir más; pudo haberme asesinado de un zarpazo pero el quería ver mi agonía.

Cerré los ojos a la vez que la fuerzas me abandonaban cada vez más. Le enterré una de mis dagas en sus brazos más no pude hacerle ningún daño. Mis fuerzas no daban más.

No había nada que hacer, nadie podría salvarme.

La única que podía hacerlo estaba muerta.

Quizá en otra vida podría reunirme con ella y amarla sin ninguna restricción.

O quizá ya era tarde para los dos.
 
 

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