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CAPÍTULO 19: Sacrificio

Baje de un salto justo en el mismo lugar en el cual había estado en la tarde. El coronel Yulian ya venía en camino y le informó a Antry que Lord Marshall había sido resguardado.

Como siempre el Lord salió huyendo; seguía siendo el mismo cobarde de siempre.

Olfatee el lugar pero no hallé nada.

—Hermanos, acaban de informarme que todo el lugar fue revisado y no hay nada —espetó Antry.

—Estoy segura de que esta aquí —añadí sin prestar mucha atención a el hecho de que me ignorara—, debe estar usando su barrera protectora. Por eso no pueden verlo.

Camine hacia el interior de un laberinto. Mis guardias me siguieron de cerca apuntando cada uno sus armas.

Yo iba unos pasos delante de ellos. Constantemente notaba como sus corazones se aceleraban debido a el temor.

Antry era el menos temeroso. El seguía seguro de si mismo.

Era un imbécil.

Un imbécil que estaba muy bueno…

Estábamos cerca del centro del laberinto. Alce la barbilla y allí fue cuando lo noté. Estaba a pocos metros de mi.

Sin decir nada salté sobre la maraña de enredaderas y plantas que formaban los muros del laberinto que se alzaban por encima de los tres metros.

—¡Espera! —grito Antry.

No le hice caso y seguí saltando sobre los muros. El Alfa estaba a sólo dos kilómetros de mi.

Hacia tanto tiempo que no sentía el aire frío de la noche que se me había olvidado el efecto que tenía sobre mi piel. El cabello se me movió de lado a lado como una gran serpiente.

Me refresque antes de hacerle frente a el Alfa. Caí de pie justo en medio de lo que parecía un círculo diabólico.

Era el Oldes Forcus, había tardado en reconocerlo. Dentro de el debían sacrificarse las víctimas una a una.

Observé el cielo y como el escudo del Alfa se cerraba sobre mi cabeza.

El lo había abierto justo para que yo entrará y en ese momento volvió a cerrarlo. Dejándome a mi a dentro.

Las figuras de más de una cincuentena de licántropos se hicieron presente. Ellos caminaron hacia mi cerrando más las opciones que tenía de ganar. Eran demasiados y yo no tenía una sola arma. Asesinarlos no sería fácil.

Debía huir; no había manera de que asesinara a cincuenta y cinco hombres lobo sin una sola arma.

Tras ellos enjauladas se hallaban las 72 criaturas para el sacrificio. Habían aves, mamíferos, reptiles y peces.

El había escogido de todo. Aun estaban vivos porqué faltaban quince minutos para la media noche.

Escuche el sonido de unas manos aplaudiendo. Ese palmoteo me produjo fastidio. Alguien se reía de mi. Y tenía ya una idea de quién podía ser.

Los licántropos se hicieron a un lado mientras una figura prominente avanzaba en medio de ellos.

El Alfa...

Con casi dos metros de estatura y una fuerza descomunal. El Alfa aplaudía en mi dirección y sonreía hacia mi.

Su sonrisa siniestra y su expresión maquiavélica me confirmó lo que yo suponía. Estaba frente a el Alfa mas poderoso que había visto nacer el mundo.

Tenía algunos rasgos vampíricos como los ojos dorados, los colmillos delanteros y la nariz fina. Más su tez morena era propia de los licántropos y llevaba el dorso descubierto. El cabello desordenado le caía a ambos lados del rostro y le llegaba más abajo de los hombros.

—Sabía que ibas a encontrarme —comentó.

Su voz resonaba como si fuese de ultratumba. Demasiado tosca y vil.

Me llene de valor porque debía hacerle frente. El había asesinado a tantos seres inocentes y era mi deber acabar con el.

Así muriera en el intento. Alce la barbilla y lo observe fijamente.

—Es bueno que me estuvieras esperando. Acabaré contigo y con toda tu raza.

—Te he estado esperando toda mi vida —confesó suavizando la voz.

Sus ojos se tornaron rojos y me recorrió con la vista de arriba a abajo. Logre ver en ellos un atisbo de lujuria.

¿Qué era lo qué estaba pasando?

—Eres más bella de lo que te había imaginado —soltó mordiéndose los labios—, será un verdadero placer tenerte.

¿Qué?

—¿De qué carajos hablas?

—Eres mi alma gemela —prosiguió—. Mi compañera. Eres mía Scarlett, sólo mía.

Retrocedí un paso ya que el se seguía acercando. El corazón me dio un vuelco debido a el miedo que sus palabras me causaron.

Yo no podía ser el alma gemela de ese ser tan despreciable.

—Tanto tiempo esperándote y al fin te sacaron de esa jaula. Ahora que te tengo no te dejaré ir.

—¡Todo lo que dices es una tontería! —exclame señalándolo—. Voy a asesinarte y no importa lo que digas o hagas. Has asesinado a tantos que es mi deber darte fin.

—¡Tu único deber es aparearte conmigo! —vocifero—, quebrantare tu espíritu y te haré mía a las buenas o a las malas. ¡Naciste para mi! ¡Debes entenderlo!

Su voz resonó en todo el lugar. Los licántropos se movieron dudosos al ver la reacción de su Alfa.

—Entre los dos crearemos a el ser más poderoso de este mundo. Mi primogénito nacerá de ti y será un Alfa formidable. El gobernará el mundo —concluyó alzando los brazos.

Me dio la espalda y la hacerlo note un gran tatuaje en forma de árbol de la vida. Esa marca la tenían los Alfas más poderosos.
No podía ser verdad todo lo que el Alfa decía.

Principalmente porque no sentía ninguna conexión con el. Así yo no fuera de su misma raza debería sentir algún tipo de atracción al ser su alma gemela. Y lo único que el Alfa me provocaba era rabia, enojo y asco.

Nunca permitiría que pusiera sus manos sobre mi.

Jamás.

—Scarlett es mejor que aceptes tu destino. Tu vida de ahora en adelante me pertenece.

Sonreí con autosuficiencia dándole a entender que no le creía. Los licántropos que lo acompañaban eran más de cuarenta del género masculino y sólo doce féminas.

Ellas ya se hallaban emparejadas con otros miembros de esa misma manada.

El Alfa sacó una daga de su pantalón e hizo una incisión en su muñeca.

—Bebe de mi sangre, se que la necesitas a causa de los vampiros que viven en ti. Yo beberé de la tuya y te marcare como de mi propiedad enfrente de mi manada.

Observé el líquido que salía de su mano y sentí deseos de vomitar. Olía horrible y debería saber asqueroso.

Su aroma era a tierra mezclada con algo podrido.

Los cazadores raras veces bebíamos sangre y cuando lo hacíamos, por lo general tomábamos la sangre de nuestras parejas o de algún humano cercano.

La sangre de los licántropos y vampiros para nosotros era asquerosa y repugnante.

—¡Estas loco maldito!  —exacerbe iracunda—, tu sangre malsana jamás entrará en mi.

—Mi sangre y muchas más cosas entrarán en ti dulzura —determinó con firmeza.

—¡Haz escrito tu muerte! —concluí.

Me abalance sobre el y con un puñetazo lo lance hacia atrás. Ese golpe era suficiente para romperle la cara en dos.

Impresionada me quedé al ver que no era así.

Se levantó en cuestión de milésimas de segundos y avanzó hacia mi costado para darme una patada en el estómago.

Fuerte, era muy fuerte.

Logre sostenerme de su golpe y me eleve sobre el para patear su cabeza. Se hizo a un lado haciendo que mi pie quedará clavado en el suelo.

Se dirigió a mi y me tomó del cuello. Coloque ambas manos en el pecho para alejarlo y sólo logre que se moviera un poco.

Mi fuerza no era suficiente. No entendía que me estaba pasando y porque no podía defenderme.

—Soy mucho mas fuerte que los Alfas a los cuales te has enfrentado. ¿Sabes porqué?

Negué con la cabeza a la vez que sentía como me faltaba el aire. Puse mis manos en su muñeca para intentar rompérsela más no logre que se moviera. Sacó sus garras y las enterró en mi cuello. Sentí mucho dolor, un dolor que no era normal.

—Mi escudo inhibe el poder de cualquier vampiro, licántropo y cazador que entre en el. Aquí adentro posees una fuerza mínima de la que tienes afuera.

Eso sí que no me lo esperaba.

—Ahora dulzura deberás reconsiderar mi oferta.

Me faltaba el aire y me estaba ahogando. El estaba ejerciendo mucha fuerza sobre mi cuello y podría fácilmente rompérmelo. Más cuando no contaba con todo mi poder.

—Nunca —musite—, nunca obtendrás lo que quieres de mi, ¡Mátame ahora!

—No voy a matarte, sólo te dejaré inconsciente y cuándo despiertes estarás muy lejos de aquí unida a mi para siempre.

Sus ojos no dejaban lugar a duda. El iba a hacer lo que habia determinado. Siguió ejerciendo su poder sobre mi. Estaba a punto de perder la conciencia cuando percibí el aroma de alguien.

Y su voz...

Antry.

Dijo algo que no alcance a oír. Lo contemple de reojo y vi que estaba a punto de disparar contra el Alfa.

Entendí lo que había querido decirme. Aproveche la distracción que los humanos generaron para patear el abdomen del Alfa haciendo que me soltara.

Antes de que yo cayera, una ráfaga de plata impacto al Alfa haciendo que su cuerpo se alzará varios metros hacía atrás.

Intente levantarme pero caí en cuenta que me había roto el cuello. Y también el collar que llevaba puesto.

Antry, Criss, Phoe y Jael habían formado un círculo uniendo sus espaldas y estaban disparando ráfagas de plata hacia todos lado.

Algunos licántropos alcanzaron a salir heridos. Estos eran arrastrados por sus compañeros que estaban sanos.

Cuando volví la vista a el Alfa, el ya se había puesto de pie. Movió sus manos y abrió un portal similar a los que hacia su madre.

Por allí ingresó y detrás de el entraron sus seguidores. Todos iban a huir.

Un segundo antes de desaparecer el Alfa me dedico una última mirada. Una que significaba que nada había acabado y que hasta ahora estaba iniciando la verdadera guerra.

Me giré al momento que Yulian Scorces ingresaba con el resto del equipo.

Antry guardó el arma y se dirigió hacia mi. Yo seguía tumbada en el suelo; estaba muy agotada debido a el poder que el escudo del Alfa tenía.

Cerré los ojos sintiendo la fuerte punzada sobre mi pecho. No sólo era el escudo del Alfa sino el Giter. Entre los dos me habían dejado casi muerta.

Todo se tornó oscuro y no escuche sonido alguno. Pero podía sentirlo.

Sabía que estaba cerca porque su aroma inundó mis fosas nasales. Sentí alivio porque el estaba allí y de alguna manera eso me hacía sentir segura.
 

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