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03: † Wolves and Winters†

La luz del amanecer se filtraba entre los árboles, pintando de dorado el bosque manchado de sangre. Kira, arrodillada entre los cuerpos de los Lycans, sentía su cuerpo temblar mientras su transformación se deshacía. El aire frío acarició su piel humana desnuda y cubierta de heridas, pero el ardor interno del esfuerzo y la regeneración mantenían el dolor a raya.

Jadeó, tomando largos respiros para estabilizarse. Miró a su alrededor: los cadáveres eran innumerables, cada uno testimonio de su brutalidad durante la noche. Sus garras y colmillos aún le dolían, recordándole cuánto había cedido a su lado bestial. Pero no había tiempo para lamentaciones.

Se levantó tambaleante, sintiendo la humedad de la sangre en su ropa hecha jirones. Cojeó hacia el lugar donde había dejado sus pertenencias antes de transformarse. Su objetivo principal: el rosario. Un objeto pequeño, pero de un valor incalculable para ella, un símbolo de su amor por Elizabeth, alguien que ya no estaba, pero que aún guiaba sus pasos en la oscuridad.

Cuando llegó al claro, se detuvo en seco. Allí, de pie entre las sombras, estaba Miranda. Alta, imponente, su silueta parecía absorver la luz del amanecer. En su mano, el rosario colgaba, brillando con un resplandor que parecía burlarse de Kira.

Miranda:Así que esto es lo que tanto valoras *dijo Miranda, su voz dulce y venenosa al mismo tiempo.* Interesante. No esperaba que alguien como tú tuviera un apego tan humano.

Kira retrocedió instintivamente, ignorando el grito de su cuerpo agotado. Una chispa de ira y miedo recorrió su espina dorsal. ¿Cuánto tiempo llevaba observándola? ¿Había visto todo?

KIRA:Devuélvelo *gruñó Kira, su voz apenas un susurro, pero cargada de una amenaza latente.*

Miranda:*Sonrió, un gesto elegante y frío que no alcanzó sus ojos.* ¿Y si no lo hago? ¿Qué harías, pequeña cazadora? Apenas puedes mantenerte en pie.

La burla encendió algo dentro de Kira. Con un movimiento que desafiaba su estado, se lanzó hacia Miranda. Su velocidad era impresionante, casi un borrón a pesar de sus heridas. Pero Miranda no era cualquiera. Con un giro fluido, esquivó a Kira y la golpeó en el costado, enviándola al suelo con un gemido de dolor.

Miranda:Tan predecible *murmuró Miranda, acercándose lentamente mientras jugaba con el rosario en sus dedos.*

Kira, en el suelo, se aferró a su costado, sintiendo la sangre fluir nuevamente. Pero su mirada no abandonó el rosario.

KIRA: No... No lo toques con tus manos sucias *susurró, su voz quebrándose.*

Miranda:*levantó una ceja, intrigada.* ¿Este pequeño objeto? ¿Qué tiene de especial? *preguntó, acercándolo a sus ojos como si pudiera descifrar sus secretos.*

KIRA:*Apretó los dientes, usando cada gramo de fuerza que le quedaba para levantarse.* Es... de ella. De Elizabeth.

El nombre resonó en el aire, y por un momento, Miranda pareció confundida. Luego, una sonrisa lenta y cruel se extendió por su rostro.

Miranda:¿Elizabeth, dices? ¿Acaso es de tú amiga... o amada? ¿Es la razón por la que luchas con tanta furia? Qué conmovedor...

Kira no respondió. Con un grito ahogado, reunió su última fuerza y se lanzó de nuevo. Esta vez, no buscaba atacar; solo quería recuperar el rosario. Sus dedos se cerraron alrededor del objeto justo cuando Miranda se movía para apartarla.

La cazadora cayó al suelo, aferrada al rosario, jadeando mientras lo mantenía contra su pecho como si fuera un escudo.

KIRA:Lo siento, Elizabeth... Perdóname por ser tan débil *Murmuró, apretando los ojos mientras las lágrimas comenzaban a caer.*

Miranda:*Observándola desde arriba, inclinó ligeramente la cabeza.* No eres débil, Kira. Eres... fascinante. *Su tono tenía un matiz de respeto, pero también de diversión.* ...Y harás exactamente lo que yo quiero.

Con esas palabras, Miranda se desvaneció en una nube de plumas negras, dejando a Kira sola, herida y agotada. Pero con el rosario entre sus manos, un pequeño pero vital fragmento de su alma estaba intacto.

Kira cerró los ojos por un momento, permitiendo que el cansancio la venciera. Sabía que este era solo el comienzo. Miranda no la dejaría en paz. Y esta vez, necesitaría algo más que sus armas y su instinto para enfrentarse a la madre de todo.

La brisa matutina sopló suavemente, helando la piel expuesta de Kira. El rosario colgaba de sus dedos, y mientras lo observaba, sintió cómo un dolor punzante atravesaba su pecho, no por las heridas físicas, sino por el peso emocional que cargaba. Apretó los dientes, guardando el objeto con delicadeza contra su corazón, y lentamente se puso de pie.

Sus piernas temblaron, pero no cedió. "Vamos, Kira... una vez más," se dijo a sí misma, obligándose a avanzar hacia donde había dejado sus pertenencias antes de la transformación.

Cada paso era un recordatorio de su agotamiento. La sangre seca cubría su cuerpo, y los cortes, aunque estaban comenzando a cicatrizar, seguían ardiendo. Finalmente, llegó al pequeño rincón que había utilizado como refugio temporal. Allí estaban sus cosas: su gabardina negra, diseñada para soportar los estragos de sus cacerías, y una pequeña bolsa con lo esencial.

Tomó la gabardina primero, cubriendo su torso desnudo y marcado. El tacto de la tela áspera contra su piel herida la hizo respirar con dificultad, pero el calor que proporcionaba era bienvenido. Abotonó rápidamente la prenda y revisó su bolsa, asegurándose de que todo estuviera en su lugar: algunas vendas, su cantimplora, un cuchillo de repuesto, y un par de municiones especiales para su pistola.

Miró hacia el bosque que la rodeaba. El camino hacia su cabaña no sería fácil, no en su estado. Aun así, debía regresar. Necesitaba tiempo para planear su próximo movimiento, para fortalecerse y, sobre todo, para entender qué era lo que Miranda realmente quería de ella.

Con un profundo suspiro, Kira ajustó la correa de su bolsa sobre su hombro, apretó el rosario contra su pecho y comenzó a caminar. Cada paso era una lucha, sus botas pesadas hundiéndose en el suelo húmedo. Los árboles altos a su alrededor parecían mirarla, como testigos silenciosos de su batalla interna.

KIRA:Elizabeth... perdóname *Murmuró de nuevo, sus ojos brillando con un rastro de lágrimas contenidas. Pero no podía darse el lujo de detenerse.*

El camino era largo y solitario. Las aves cantaban en la distancia, y el olor a tierra húmeda llenaba el aire. Sin embargo, la tranquilidad del amanecer no aliviaba su mente. Las palabras de Miranda seguían resonando en su cabeza.

"Y harás exactamente lo que yo quiero."

¿Qué significaba eso? ¿Por qué había decidido aparecer justo ahora?. Había mucho en que pensar, pero ahora no era relevante en ese momento. Cuando finalmente estaba saliendo del bosque, estando a pocos metros de su cabaña, se sorprendió al ver a un pequeño grupo de aldeanos con herramientas de cazadores, todos escuchando a Luisa y a la madre de Elly y Jack explicar lo que pasó, pero al verla, todos se quedan callados y sorprendidos.

Con cierta resignación, ella avanzo entre el público para llegar a su casa queriendo una ducha y ver sus heridas. El murmullo de sorpresa y cierto respeto se escuchaban en el grupo.

Los cazadores que querían ir a ayudarla por pedido de Luisa parece que ya no eran necesarios.

Kira avanzó con pasos tambaleantes hacia su cabaña. A cada paso, el peso de las miradas la seguía como un manto silencioso. Podía sentir la mezcla de emociones en el aire: sorpresa, respeto, miedo, y en algunos, una chispa de admiración. Pero todo aquello le parecía irrelevante. Lo único que necesitaba en ese momento era agua caliente, vendas limpias y un respiro para calmar el tumulto en su interior.

Sus lobos, que habían estado resguardados junto a la cabaña, fueron los primeros en reaccionar al verla. Los cuatro animales salieron de entre las sombras con movimientos rápidos y elegantes, rodeándola. Sus colas agitadas mostraban alegría, pero sus ojos, siempre brillantes e inteligentes, reflejaban preocupación. Uno de ellos, el más grande y de pelaje oscuro, empujó suavemente su brazo con el hocico, como si quisiera asegurarse de que estaba realmente ahí.

KIRA: Estoy bien... *murmuró con una voz ronca, acariciando al lobo mientras trataba de calmar su agitación.* Solo necesito un poco de tiempo.

Desde el improvisado establo, su caballo relinchó. El sonido rompió el silencio de los aldeanos, que no habían dejado de observarla. El animal golpeó el suelo con sus cascos, inquieto, como si quisiera salir corriendo hacia ella. La lealtad de los animales de Kira era algo que nadie en la aldea comprendía del todo. Para ellos, era como si la naturaleza misma reconociera algo especial en la cazadora. Sin embargo, para Kira, ellos eran su familia, los únicos que no la juzgaban ni la cuestionaban.

Luisa, que había estado al frente del grupo de cazadores, dio un paso hacia ella, con la madre de Elly y Jack justo detrás. El alivio y la incredulidad se mezclaban en su rostro.

Luisa: Kira... *su voz se quebró por un momento, pero rápidamente se recompuso.* No pensé que... No esperaba que lo lograras.

Kira no respondió de inmediato. Se limitó a asentir ligeramente, pasando junto a Luisa y los cazadores. Cada movimiento era un recordatorio de su agotamiento, pero no iba a mostrar debilidad frente a ellos. No podía. No cuando había tantas cosas en juego.

Cuando llegó a la puerta de su cabaña, se detuvo un momento y se giró para mirar a Luisa. Sus ojos, aunque cansados, tenían un brillo firme.

KIRA: Gracias por... preocuparte. Pero ahora necesito descansar.

Luisa asintió, comprensiva, pero la preocupación no abandonó su rostro. Kira entró en su cabaña, cerrando la puerta detrás de ella. Afuera, los murmullos continuaron. Los cazadores intercambiaban miradas, tratando de procesar lo que acababan de presenciar. Ninguno de ellos esperaba que alguien como Kira, sola y aparentemente humana, hubiera podido enfrentarse a una horda de Lycans y sobrevivir.

Dentro de la cabaña, el aire era cálido y tranquilo, un contraste con el frío exterior. Sus lobos entraron detrás de ella, siguiendo cada uno de sus movimientos. Kira se dejó caer en una silla, sus manos temblando mientras retiraba el rosario de su pecho. Lo sostuvo frente a ella por un momento, dejando que sus pensamientos se hundieran en el objeto.

KIRA: Elizabeth... *murmuró nuevamente, su voz apenas un susurro.*

El lobo más pequeño, de pelaje grisáceo, saltó suavemente al regazo de Kira, descansando su cabeza en su muslo. La cazadora soltó un suspiro largo, dejando caer su mano sobre el suave pelaje del animal.

Después de unos momentos, se levantó con dificultad, dejando el rosario en la mesa. Necesitaba atender sus heridas antes de que empeoraran. Se dirigió al pequeño baño de la cabaña, sus pasos arrastrándose por el suelo de madera. Allí, abrió el grifo, dejando que el agua caliente llenara el lavabo. El vapor comenzó a subir, empañando el espejo frente a ella.

Se miró en el reflejo borroso, apenas reconociendo a la persona que veía. Su rostro estaba manchado de sangre seca y suciedad, sus ojos tenían sombras profundas, y su cuerpo, bajo la gabardina, estaba cubierto de cortes y moretones. Pero lo que más le llamó la atención fue la expresión en sus ojos: una mezcla de cansancio y determinación.

Mientras limpiaba sus heridas, el sonido de un suave golpe en la puerta interrumpió el silencio. Kira frunció el ceño, pero no dijo nada. Minutos después, el golpe se repitió, esta vez acompañado por la voz de Luisa.

Luisa: Kira... sé que necesitas descansar, pero... hay algo que deberías saber.

Kira salió del baño, aún con un paño húmedo en la mano, y abrió la puerta solo lo suficiente para mirar a Luisa.

KIRA: ¿Qué es tan importante?

Luisa parecía incómoda, casi nerviosa. Miró a su alrededor antes de responder, asegurándose de que nadie más estuviera escuchando.

Luisa: No todos confían en ti... pero algunos cazadores creen que, después de lo que has hecho, podrías ayudarnos con algo más grande. Hay rumores... sobre Miranda. Y creo que ella te está buscando por algo más que tu vida.

Las palabras de Luisa hicieron que el estómago de Kira se tensara. Sabía que Miranda no la dejaría en paz, pero escuchar su nombre tan pronto después del enfrentamiento era un recordatorio de lo que aún estaba por venir.

KIRA:*Suspiró, cerrando los ojos por un momento, apoyando su frente en la puerta con claro cansancio.* Lo sé. Pero si quiere algo de mí, tendrá que esperar. Por ahora, no estoy en condiciones de verla de nuevo.

Luisa: Lo entiendo... *dijo Luisa, dando un paso atrás.* Pero ten cuidado, Kira. Lo que hiciste esta noche fue increíble, pero no todos estarán de tu lado.

Kira asintió en silencio y cerró la puerta. Mientras apoyaba su espalda contra la madera, miró a sus lobos, que la observaban desde el centro de la cabaña.

KIRA: Parece que esto no ha terminado.

Pasaron tres días desde la masacre en el bosque, y aunque Kira había permanecido en su cabaña, los rumores sobre sus acciones se esparcían por el pueblo como fuego en un campo seco. "La forastera salvó al pueblo", decían unos. Otros, con más recelo, murmuraban sobre su verdadera naturaleza, preguntándose cómo alguien podía enfrentarse sola a una manada de Lycans y sobrevivir. Sin embargo, los hechos hablaban por sí mismos: el pueblo estaba seguro gracias a ella.

Durante esos días, Kira había permanecido en reposo forzado. Sus heridas, aunque en proceso de sanación, requerían tiempo y atención. Pero no estaba sola. Sus cuatro lobos la acompañaban constantemente, atentos a cada uno de sus movimientos. Parecían entender el dolor de su dueña, y sus ojos brillaban con preocupación y lealtad inquebrantable. Su caballo, en el improvisado establo cercano a la cabaña, relinchaba cada vez que Kira salía a revisar sus pertenencias o simplemente a tomar aire fresco, como si quisiese asegurarse de que estaba bien.

En el pueblo, mientras tanto, las visitas comenzaron a aumentar. Los niños, como siempre, corrían hacia la cabaña, ignorando los murmullos de los adultos. Para ellos, Kira era algo más que una salvadora; era una figura misteriosa y a la vez confiable, alguien que les enseñaba cosas que sus propios padres no podían. Les mostraba cómo armar trampas, cómo identificar hierbas medicinales de las venenosas y cómo defenderse si algún día debían enfrentarse a algo más peligroso que un animal salvaje. En su tiempo con ellos, Kira parecía olvidar su carga y los horrores que había enfrentado.

Jack era el primero en llegar cada día, seguido de su hermana Elly, quien ya se encontraba recuperada. La madre de ambos, a pesar de la desconfianza que aún flotaba en el aire, siempre los acompañaba hasta la cabaña para asegurarse de que estaban a salvo. Su gratitud hacia Kira era evidente, pero también lo era su preocupación por lo que los demás aldeanos pudieran decir. Aun así, le dedicaba una sonrisa cada vez que la veía, y en más de una ocasión le llevó algo de comida o una botella de vino como agradecimiento por salvar a su hija.

Por otro lado, el padre de Jack y Elly, había dado un giro inesperado. Avergonzado por su comportamiento y intento de asesinato de ella y de su propia hija mayor. Motivado por el riesgo que su familia había enfrentado, había dejado de beber. Se presentó en la cabaña de Kira una tarde, con la cabeza gacha y las manos nerviosas. "No sé cómo compensarte por lo que hiciste, pero... quiero ser mejor. Por ellos. ¿Me ayudarías?" Kira, aunque sorprendida, vio honestidad en sus ojos y aceptó ayudarlo, dándole pequeños consejos sobre cómo reconectar con su familia y ganarse su confianza nuevamente.

Poco a poco, los aldeanos comenzaron a verla con otros ojos. Algunos, con más valor o necesidad que orgullo, le pedían ayuda para pequeñas cosas: reparar una cerca, cuidar el ganado, o incluso patrullar los alrededores por las noches, montada en su caballo y en compañía de sus lobos. Kira aceptaba cada tarea sin esperar nada a cambio, y su actitud generosa comenzó a derribar las primeras barreras de desconfianza.

Sin embargo, no todo era aceptación. Había quienes seguían mirándola con recelo, quienes la consideraban un peligro latente o una amenaza desconocida. Kira lo sabía, y por ello evitaba ir al pueblo más allá de lo necesario. Sus visitas al Duque para provisiones y medicinas eran breves, y su presencia en la taberna del pueblo, aunque ocasional, era lo suficientemente llamativa como para generar murmullos y miradas.

Una tarde, mientras Jack jugaba con los lobos en el patio de la cabaña, junto con su grupo de amigos, Elly se acercó a Kira con una sonrisa tímida.

Elly: ¿Puedo preguntar algo, Kira?

KIRA:*Que estaba afilando una de sus dagas, levantó la vista y asintió.* Claro. ¿Qué tienes en mente?

Elly: ¿Por qué ayudas tanto a la gente del pueblo si sabes que muchos todavía no confían en ti?

Kira se detuvo, pensativa. Sus ojos se posaron en el bosque cercano, donde aún podía imaginar las sombras de los Lycans que había enfrentado.

KIRA: Porque... todos merecen una oportunidad. Incluso aquellos que tienen miedo. El miedo a lo desconocido hace que las personas sean cautelosas, pero si puedo demostrarles que no soy su enemiga, tal vez algún día confíen en mí.

Elly sonrió, como si la respuesta hubiera sido suficiente. Pase a que su tiempo juntas ha sido muy breve, se daba cuenta que sus acciones hablaban por ella... Kira realmente era una buena persona pase el mal que le hicieron.

Pero Kira sabía que las palabras eran solo una parte del proceso. Ganarse la confianza de un pueblo entero requeriría más que acciones; requeriría tiempo, y eso era algo que ella estaba dispuesta a dar.

Mientras tanto, en las sombras del bosque, una figura observaba la cabaña. Miranda, con su usual sonrisa enigmática, seguía de cerca cada uno de los movimientos de Kira. El juego apenas comenzaba, y la madre de todo tenía planes que aún no había revelado.

Así que un día como cualquier otro. El día era gris, como si el cielo mismo compartiera el peso de las tensiones que rodeaban al pueblo. Kira cabalgaba hacia la taberna con un antojo inusual de ron, su gabardina larga ondeando detrás de ella mientras el galope de su caballo resonaba en el camino empedrado. A pesar de la relativa calma que había logrado en su vida en el pueblo, su mente nunca descansaba, siempre alerta, siempre escaneando el entorno.

En el camino, un carruaje llamó su atención. Estaba decorado con un emblema que reconoció al instante: el símbolo de la casa Dimitrescu. Era inconfundible, uno de los cuatro territorios que el Duque le había señalado con advertencias explícitas. "Nunca te acerques a esos lugares," le había dicho con un tono grave. Kira no era alguien que ignorara ese tipo de consejos, pero no pudo evitar observar con detenimiento.

El carruaje estaba escoltado por un par de hombres armados, y dentro del vehículo vio un pequeño grupo de siete chicas jóvenes, todas con expresiones que iban desde el miedo hasta la resignación. Kira apretó las riendas de su caballo, sus ojos afilados como dagas, analizando cada detalle. Sabía que Alcina Dimitrescu era una figura de poder en el área, pero su conocimiento sobre ella era limitado. Lo único que sabía con certeza era que la señora del castillo solo contrataba doncellas jóvenes para su servicio, algo que el Duque había mencionado de pasada, como si fuera una simple curiosidad.

Aunque la escena despertó su interés, Kira decidió no entrometerse. Se limitó a observar cómo el carruaje desaparecía en el camino hacia el castillo, dejando tras de sí un rastro de incertidumbre. Con un resoplido, retomó su camino. "No es mi asunto," pensó para sí misma, aunque una parte de ella sabía que esa no era toda la verdad.

Al llegar a la taberna, el ambiente era cálido y animado, un contraste evidente con el frío del exterior. El cantinero, un viejo amigable y de rostro arrugado, la recibió con una sonrisa amplia.

-¡Kira! Justo a tiempo. Me preguntaba si pasarías hoy.-

KIRA:*Asintió, acomodándose en uno de los taburetes frente a la barra.* Tenía antojo de un ron sencillo. Tú sabes cuál.

El cantinero rió mientras buscaba la botella correcta. Desde que Kira le había enseñado algunos trucos de bartender para mejorar sus mezclas, el negocio de la taberna había prosperado, atrayendo a más clientes que nunca. El viejo estaba agradecido y se lo hacía saber cada vez que podía.

Mientras Kira tomaba un sorbo de su bebida, decidió preguntar sobre lo que había visto en el camino.

KIRA: Vi un carruaje en el camino. Emblema de Dimitrescu. Llevaban a varias chicas al castillo. ¿Sabes algo al respecto?

El rostro del cantinero cambió al instante. La calidez habitual en su expresión fue reemplazada por una seriedad que no le había visto antes. Miró a su alrededor, asegurándose de que nadie estuviera prestando demasiada atención, y luego se inclinó hacia Kira.

-Baja la voz, niña, y ten cuidado con quién hablas de eso.-

Kira levantó una ceja, intrigada por su nerviosismo. Se acomodó el sombrero y apoyó un codo en la barra, indicándole que estaba dispuesta a escuchar.

KIRA: ¿Tan serio es el asunto?

El cantinero asintió, bajando la voz casi hasta un susurro. -Las chicas que van al castillo Dimitrescu no lo hacen por elección propia. Muchas veces, sus familias tienen deudas que no pueden pagar, y entregan a sus hijas como... forma de saldar cuentas. Otras, son chicas que quieren escapar de compromisos arreglados por sus padres, buscando un nuevo comienzo lejos de aquí.--

Kira se mantuvo en silencio, observándolo con atención mientras continuaba. Moviendo su baso de ron con movimientos circulares, mostrando su interés en el tema.

El cantinero, solo limpia la barra, notando se un poco tensó por el tema de las Dimitrescu.-El problema es que esas chicas... nunca regresan. Nadie las vuelve a ver, y los rumores dicen que las damas del castillo practican el vampirismo. Dicen que se alimentan de sangre y que no permiten que nadie las vea en invierno. El pueblo entero prefiere no hablar de ellas, y mucho menos cruzarse en su camino.-

La cazadora tomó otro sorbo de su ron, dejando que la información se asentara. Aunque su instinto le pedía que investigara más, sabía que no era su lugar. Había aprendido que entrometerse en asuntos ajenos podía traer más problemas de los que valía la pena enfrentar.

KIRA: Entiendo. Me mantendré lejos, como dices...*dijo preocupada*...Se cuando no debo meterme cuando no soy bienvenida.

El cantinero la observó con una mezcla de alivio y preocupación, como si dudara de que Kira realmente se quedaría al margen.

-Espero que sí, muchacha. No querría verte en problemas por algo que no tiene solución. Además, eres mi mejor cliente,. siempre dejas buena propina.- Trato de bromear para aligerar la tensión.

Kira terminó su ron con una pequeña sonrisa y dejó unas 4 monedas de oro en la barra antes de levantarse.

KIRA: Gracias por el consejo, viejo. Lo tendré en cuenta.

Ajustándose la gabardina, salió de la taberna, dejando atrás el calor del lugar por el frío del exterior. Aunque había decidido no involucrarse, no podía evitar que una pequeña chispa de curiosidad brillara en su mente. Algo sobre ese castillo y las misteriosas desapariciones no le sentaba bien.

Pero, siendo mujer de palabra, ella, le haría caso a su amigo y no metería su nariz donde no le llaman, ni ir donde no le corresponde... Al menos por ahora.

La luna llena reinaba en el cielo, iluminando tenuemente el camino mientras Kira salía del bar. El ambiente era gélido, el aire cargado con ese característico aroma a madera húmeda y tierra helada que anunciaba una inminente tormenta invernal. Subió a su caballo con un movimiento ágil, ajustándose el sombrero mientras sus fieles lobos emergían de las sombras, siguiéndola como fantasmas silenciosos. No había señales de peligro aparente, pero Kira siempre estaba alerta; el bosque, en su calma aparente, podía ocultar las peores amenazas.

Decidió seguir su rutina de patrullaje. Era un hábito que le ayudaba a liberar tensiones y mantener la paz en los alrededores. Sin embargo, algo inusual captó su atención cerca de la entrada al camino que conducía al castillo Dimitrescu.

Un grupo de siete hombres caminaba en la penumbra, sus figuras iluminadas por antorchas que portaban en una mano, mientras en la otra llevaban escopetas y cuchillos. Cuatro de ellos eran jóvenes, probablemente campesinos sin demasiada experiencia, pero los otros tres, más adultos y curtidos, tenían la mirada de hombres acostumbrados al peligro.

Kira tiró suavemente de las riendas, haciendo que su caballo se detuviera en silencio. Su mirada se endureció al analizar la escena. Conocía bien ese tipo de formaciones: no eran exploradores ni cazadores, sino hombres con intenciones claras de violencia. Cuando había armas de por medio, las cosas nunca terminaban bien.

KIRA:[Idiotas... ¿Qué esperan lograr con antorchas y escopetas contra alguien como una jerarca? Esto no va a terminar bien.] *Pensó con cierta preocupación*

Recordó la advertencia de su amigo en el bar. Le había prometido mantenerse lejos de los problemas relacionados con las Dimitrescu, pero había algo en esta escena que no podía ignorar. Una corazonada, una sensación de que las cosas estaban a punto de escalar.

Decidió seguirlos, pero manteniéndose a una distancia prudente, lo suficiente para no ser detectada. Sus lobos, como siempre, leyeron sus intenciones y se desplazaron con ella en completo silencio, como sombras en movimiento. Desde su posición oculta, observó cómo el grupo se detenía cerca del camino principal. Allí aguardaron, ocultos entre los árboles, hasta que el sonido de ruedas crujiendo sobre la nieve rompió el silencio.

Un carruaje salía del castillo Dimitrescu. Los hombres se prepararon rápidamente, posicionándose para la emboscada. Cuando el carruaje estuvo lo suficientemente cerca, saltaron desde las sombras, disparando a los conductores sin darles oportunidad de reaccionar. Los caballos relincharon y se encabritaron antes de ser liberados por los asaltantes, que se apresuraron a abrir las puertas del carruaje.

Kira observó con el ceño fruncido. Algo no cuadraba. Este no era un intento de saqueo común. Cuando los hombres sacaron del carruaje a una joven, lo entendió.

La chica tenía una apariencia peculiar: pálida como la nieve que cubría el suelo, con cabellos dorados que caían desordenadamente sobre sus hombros. Estaba débil, temblando visiblemente por el frío, y en su ropa comenzaban a aparecer manchas blancas de escarcha. A pesar de su estado, su mirada era desafiante, como si intentara ocultar su vulnerabilidad.

-Mírenla, chicos... Una muñeca de porcelana. ¿Qué les parece si nos divertimos un rato antes de terminar el trabajo?-
-Sí, no pasa nada. Nadie sabrá si nos tomamos nuestro tiempo.-

Las risas de los hombres resonaron en el bosque, y eso fue suficiente para que Kira decidiera actuar. Su código personal no podía permitir que algo tan despreciable sucediera bajo su vigilancia, sin importar las promesas hechas o las consecuencias que pudiera enfrentar después.

Con rapidez, desmontó de su caballo. Sin perder tiempo, se quitó el sombrero, la gabardina, las botas y la camisa, guardando todo en el pequeño bolso que llevaba en la montura.

KIRA:*al caballo* Quédate por aquí, amigo. Esto no te concierne.

El animal relinchó suavemente, como si entendiera, mientras Kira giraba hacia sus lobos. Les hizo un gesto sutil con la mano, y las criaturas retrocedieron, sabiendo lo que estaba por venir.

El frío mordió su piel, pero lo ignoró. Pronto, un dolor mucho más intenso recorrió su cuerpo cuando comenzó la transformación. El sonido de huesos crujientes y músculos expandiéndose llenó el aire, sus gruñidos de dolor, y la tela de su pantalón rasgándose ligeramente se mezclaron con el sonido del viento.

Sus pantalones se rasgaron mientras su cuerpo crecía y se deformaba, sus manos se alargaban hasta convertirse en garras y su rostro adquiría el aspecto de un lobo imponente. Cuando el proceso terminó, una bestia de pelaje oscuro, negro como la misma noche y ojos rojos como la misma sangre, se alzó en medio de la penumbra.

Los hombres, alertados por los sonidos, giraron sus cabezas hacia los arbustos.

-¿Qué fue eso?-
-No lo sé, pero no me gusta. -
-Manténganse alerta.-

Antes de que pudieran reaccionar, Kira saltó de entre las sombras, dejando escapar un rugido que heló la sangre de sus presas. Su primer ataque fue rápido y letal: un zarpazo que derribó a uno de los jóvenes, dejando un rastro de sangre en la nieve.

El caos se desató. Los hombres comenzaron a disparar, pero Kira era rápida, un borrón oscuro que se movía con precisión mortal. Uno a uno, los hombres cayeron bajo sus garras, mientras sus lobos saltaban al combate, atacando a los que intentaban huir.

Cuando el último grito se apagó, el bosque quedó en silencio nuevamente, roto solo por los jadeos de los lobos y el crujido de la nieve bajo sus patas.

Kira, aún en su forma de mujer loba, se giró hacia la chica. La joven seguía temblando, con los ojos abiertos de par en par, observando a la criatura con una mezcla de miedo y fascinación.

Kira dio un paso hacia ella, intentando mostrarse menos amenazante. En su estado actual, no podía hablar con claridad, pero hizo lo posible por tranquilizarla.

KIRA:*Con voz ronca, casi monstruosa* Estar...tranquila...Estar...a salvo...

Con cuidado, se acercó a uno de los jóvenes que aún respiraba débilmente. Lo levantó con sus garras, abriendo una herida en su cuello con un mordisco, y lo arrastró hasta la chica.

KIRA:*Mirándola* Beber... sangre... fuerza...

La chica dudó, su mirada alternando entre Kira y el hombre moribundo, pero finalmente cedió. Mientras se alimentaba, Kira la observó con atención, sabiendo que había hecho lo necesario para salvarla... por ahora.

Los lobos regresaron junto a ella, dejando atrás los cadáveres dispersos. Kira levantó la mirada hacia el castillo Dimitrescu. Lo sabía, apenas estaban comenzando.

Mientras veía cómo la joven recuperaba un poco de fuerza al alimentarse, Kira notó que su respiración se volvía más pausada, pero su cuerpo seguía temblando visiblemente. De repente, la chica se abrazó a sí misma, su rostro pálido se contrajo por el dolor, y el blanco comenzó a extenderse lentamente por su piel como una delgada capa de escarcha. Fue entonces cuando Kira comprendió que el frío aún estaba afectándola de manera crítica.

Sin dudarlo, Kira dejó escapar un suave aullido que resonó en el bosque, y su fiel caballo acudió de inmediato, trotando con rapidez. Aún en su forma de mujer lobo, con movimientos torpes pero cuidadosos, abrió la pequeña maleta que llevaba atada a la montura y sacó su gabardina. Con delicadeza inusual para alguien en su estado, se la colocó a la joven, envolviéndola en la tela gruesa que aún conservaba el calor de su cuerpo.

La levantó con facilidad en un solo brazo, asegurándose de que quedara bien protegida contra su pecho, y comenzó a correr hacia el castillo Dimitrescu. Sus lobos seguían de cerca, moviéndose en formación protectora, mientras el caballo trotaba detrás del grupo, sus cascos dejando marcas profundas en la nieve.

Durante la carrera, Kira sintió cómo la chica se acurrucaba en su pecho, buscando el calor que su cuerpo lupino podía brindarle. A pesar del ritmo frenético, su respiración se volvió más estable, y aunque no decía nada, su expresión parecía reflejar una mezcla de alivio y confianza.

Sin embargo, las palabras que había escuchado de los hombres no dejaban de rondarle la mente. "Nadie sabrá si nos tomamos nuestro tiempo".

KIRA:[¿Qué planeaban esos idiotas? ¿Un ataque al castillo? ¿Por qué arriesgar tanto? Dimitrescu no es alguien a quien puedan derrotar con antorchas y balas...]

Mientras reflexionaba, algo interrumpió sus pensamientos: un estruendo ensordecedor. Una explosión sacudió el aire, deteniéndola de golpe. La chica en sus brazos se despertó sobresaltada, agarrándose con más fuerza a Kira mientras sus ojos miraban aterrorizados hacia el frente.

-¡El castillo! ¡Rápido, por favor! ¡Mi familia está allí!- Rogó y exigió que fuera con prisa.

Kira no dudó. Gruñó levemente, una mezcla de irritación y determinación, y aumentó su velocidad, esquivando árboles y raíces mientras la nieve volaba bajo sus pies.

Al llegar, el panorama era caótico. Un muro del castillo tenía un enorme agujero, los ladrillos desparramados por el suelo como si fueran juguetes rotos. Un grupo de hombres armados disparaba sin piedad contra dos mujeres jóvenes, ambas luchando desesperadamente mientras sus cuerpos comenzaban a mostrar signos de congelación por el frío.

Kira sintió cómo la ira le subía por el pecho, sus gruñidos se hicieron más profundos, más feroces. Sin detenerse, dejó escapar un potente aullido que resonó por todo el lugar, haciendo que los hombres se detuvieran por un instante, confusos. Fue entonces cuando los lobos de Kira se lanzaron al ataque. Cuatro sombras negras emergieron de la oscuridad, derribando a los primeros hombres con una precisión mortal.

Kira, aún sosteniendo a la joven en brazos, avanzó con rapidez hacia las dos chicas. Con un rugido bestial, apartó a varios de los atacantes con un solo zarpazo, creando espacio para que las dos pudieran retroceder. Dejó a la chica que llevaba en brazos con ellas, asegurándose de que quedara protegida, antes de girarse hacia los hombres restantes con una mirada que prometía destrucción.

KIRA:*Gruñendo* Nadie... escapa...

Se lanzó al combate con una furia descontrolada. Sus garras cortaban a través de la carne y el metal, derribando a cualquiera que intentara oponer resistencia. Sus lobos la respaldaban, atacando desde diferentes direcciones, asegurándose de que ninguno de los hombres tuviera oportunidad de huir.

Las tres chicas miraban la masacre con sorpresa, confusión y facinacion. La mujer loba estaba masacrando a todos con salvajismo, y los que intentaban huir corría por ellos, y los llevaba arrastras al castillo para así darles la muerte.

Cuando la masacre terminó, Kira se detuvo, respirando con dificultad. A sus pies yacían los cuerpos de los hombres caídos, pero había dejado vivos a dos de ellos, los que claramente parecían ser los líderes del grupo. Los había dejado gravemente heridos, incapaces de moverse, pero conscientes de su derrota.

Fue entonces cuando una figura emergió de las sombras. La dama del castillo Dimitrescu hizo su aparición, su imponente presencia dominando el lugar. Alta y majestuosa, con una elegancia que casi parecía sobrenatural, observó la escena con una mezcla de sorpresa y desdén. Pero más que todo, preocupación por sus hijas.

Kira retrocedió instintivamente, bajando ligeramente las orejas en un gesto de respeto, mientras sus lobos se apartaban, formando un círculo alrededor de ella. Lady Dimitrescu avanzó hacia las jóvenes, asegurándose de que estuvieran bien, antes de dirigir su atención hacia Kira.

Lady Dimitrescu: Así que tú eres la responsable de este caos...

Kira no dijo nada. Simplemente dio un paso adelante, arrastrando a los dos líderes heridos, y los dejó a los pies de Dimitrescu como si fueran una ofrenda. Después, sacó un pequeño silbato de madera que llevaba colgado en su cinturón.

KIRA:*Con voz ronca* Silbato... Emergencias... Yo... venir... ayudar...

Extendió el silbato hacia la hija rubia de la dama. Pero Lady Dimitrescu, movió una mano con rapidez, sacando sus afiladas garras, dejando un corte superficial en el brazo de Kira.

Lady Dimitrescu:*Fríamente* No necesitamos tu ayuda. Lárgate antes de que decida que eres tan indeseable como ellos.

Kira bajó la mirada, las orejas aún más caídas. Dejó caer el silbato al suelo y se dio la vuelta lentamente, reuniéndose con sus lobos.

KIRA:*Susurrando* Soplar... Fuerza... si... necesitar... Ayuda...

Con eso dicho, comenzó a alejarse. El amanecer comenzaba a pintar el horizonte con tonos dorados y rojizos cuando Kira y sus lobos comenzaron a salir por el hueco en el muro del castillo. Todo parecía tranquilo, pero al cruzar al exterior, el primer rayo de sol golpeó directamente su piel.

Un dolor desgarrador atravesó su cuerpo como una descarga eléctrica.

KIRA:*Gruñendo* ¡ARGH!

Se desplomó al suelo de rodillas, sus manos hundiéndose en la nieve mientras su forma de mujer lobo comenzaba a desvanecerse. Su respiración era pesada, jadeante, y su cuerpo se estremecía incontrolablemente mientras sus garras se retraían y el pelaje oscuro se desvanecía, dejando al descubierto su piel humana.

Las Dimitrescu, observando desde las sombras del castillo, quedaron impactadas.

Alcina:*pensando* [¿Qué clase de criatura es esta mujer...?]

Kira, ahora completamente humana, permanecía en el suelo, temblando y abrazándose a sí misma, con su torso apenas cubierto por jirones de tela. La nieve fría bajo sus rodillas le quemaba la piel, pero el dolor de la transformación eclipsaba cualquier otra sensación.

KIRA:*gritando* ¡Maldita sea, cada vez esto duele más!

Su voz resonó en el bosque, llena de frustración y agonía. Con la respiración entrecortada, bajó la mirada al suelo mientras sus lobos la rodeaban con preocupación, gruñendo suavemente como si intentaran consolarla.

KIRA:*susurrando* Duele... duele cada vez más...

Los rayos del sol seguían acariciando su piel, y aunque el dolor comenzaba a menguar, su fuerza estaba completamente agotada. Aún de rodillas, apenas podía levantar la cabeza. Fue entonces cuando una sombra imponente cubrió su cuerpo.

Alcina Dimitrescu se acercó con elegancia, sus pasos resonando en el aire helado. Se detuvo frente a Kira, observándola con una mezcla de curiosidad y desconfianza. Lentamente, alzó una de sus largas y afiladas garras, apuntándola directamente al cuello de Kira.

Los lobos reaccionaron de inmediato, retrocediendo un paso pero mostrando los colmillos, listos para saltar al menor movimiento.

Alcina:*Con frialdad* ¿Quién eres realmente? ¿Qué clase de criatura puede transformarse así y sobrevivir al sol? Habla, forastera, o tus lobos morirán junto a ti.

Kira levantó la cabeza lentamente, con el sudor recorriendo su frente. Miró a Alcina por encima del hombro, sus ojos llenos de seriedad y cansancio.

KIRA:*Con voz ronca y cansada* No soy tu enemiga...

Alcina:*Entrecerró los ojos, desconfiada.* ¿Y por qué debería creerte? Forasteros como tú siempre traen problemas.

Kira soltó una risa amarga, una que parecía cargar todo el peso de su sufrimiento.

KIRA: ¿Problemas? Tal vez... pero si quisiera ser tu enemiga, ¿crees que habría dejado vivos a esos hombres? O que habría salvado a tus hijas.

Alcina frunció el ceño, considerando sus palabras, pero no bajó la garra. Kira, con una expresión cansada pero desafiante, dejó escapar un pequeño silbido desde sus labios agrietados.

El sonido desconcertó a las Dimitrescu. Antes de que pudieran reaccionar, el sonido de cascos resonó a lo lejos. Un caballo se acercaba al galope, rompiendo la calma del bosque.

Kira aprovechó el desconcierto. Se puso de pie con esfuerzo, tambaleándose ligeramente, y comenzó a caminar hacia el camino de tierra. Alcina, irritada, movió ligeramente la garra, haciendo un corte superficial en el cuello de Kira.

La sangre brotó lentamente, un delgado hilo rojo que corrió por su piel hasta caer al suelo nevado. Kira apenas reaccionó, simplemente subió a su caballo con maestría, y con un último vistazo a las Dimitrescu, huyó hacia el bosque, seguida de cerca por sus lobos.

Alcina observó su partida en silencio, sus hijas acercándose a ella con curiosidad.

-Madre, ¿por qué la dejaste ir?- Hablo la menor de la familia, una chica pelirroja de ojos amarillos.
-Sí, podríamos haberla detenido. Podría ser peligrosa.- Hablo la hermana del medió.

Alcina no respondió de inmediato. En cambio, levantó su garra y observó la pequeña mancha de sangre que quedaba en ella. Lentamente, acercó la garra a sus labios y probó la sangre.

Sus ojos se abrieron con sorpresa.

Alcina:*Murmurando para si misma* Esto... esto no es sangre común...

El sabor era increíblemente dulce y adictivo, como nada que hubiera probado antes. La curiosidad comenzó a crecer en su interior, mezclada con una nueva intriga por aquella forastera que había salvado a sus hijas pero había desaparecido en el bosque.

Mientras tanto, Kira galopaba por un sendero oculto entre los árboles, su rostro reflejando una mezcla de dolor y alivio.

KIRA:*Pensando* Debí saber que acercarme al castillo sería un error... Ahora tengo otra enemiga más, y todo por intentar hacer lo correcto.

Los lobos corrían a su lado, fieles como siempre, mientras ella se dirigía hacia su hogar, evitando los caminos principales y el pueblo para no llamar más la atención. Sabía que Alcina Dimitrescu no la dejaría en paz tan fácilmente.

KIRA:*Susurrando para si misma* Solo espero que no decida seguirme... No quiero más sangre derramada...
















































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¿Qué les pareció el capítulo?.

Total de palabras: 6965.

No estaba muy segura de como manejar este capítulo. No sabía que hacer exactamente y solo deje que las cosas fluyeran un poco.

Si tienen sugerencias para futuros capítulos, yo feliz estoy de leer sus comentarios para tenerlos en cuenta para escribir los episodios.

Ahora como era costumbre, llegó el momento del pequeño cuestionario, al final de cada capítulo:

¿Qué creen que pasará ahora?.

Ahora nuestra protagonista está bajo la mirada de 4 mujeres peligrosas, ¿Ya hace falta la quita y última de la lista? 😏

¿Qué creen que Kira será más cuidadosa con sus acciones?.

Miranda siempre está opservando, ¿Creen que todo lo que ha estado pasando fue planeado por ella?.

La aldea estaba comenzando a confiar en ella. ¿Qué pasará cuando sepan quien es ella el monstruo nuevo que ronda el bosque?.

Miranda puede que advierta a sus jerarcas de ella de la Van Helsing que ronda por el pueblo. ¿Cómo creen que reaccionarán ellos ante la información?.

Alcina y sus hijas tienen cierta deuda con la forastera. ¿Cómo será su relación con ells?.

Kira solo quería tener una vida tranquila donde no la molestará, quería un lugar donde desaparecer del mundo que la buscaba. ¿Pero qué pasaría si el pasado la terminaría persiguiendola hacia la aldea?.

Bueno, eso sería todo por ahora. Espero que les haya gustado el capítulo.

Y nos veremos en una próxima actualización. Hasta pronto.

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