(32)
— Jodida mierda ¿Qué ha sucedido aquí?
El suelo de casi la entrada de la sala secundaria es un asco literal, y el niño Lightwood está parado en su lugar, con la mirada al techo mientras los otros dos Nephilim se han sentado más lejos mirando a su hermano, de seguro que esto es obra de algún mareo de la embarazada, sabía que el viaje a través del portal iba a ser complicado para ella, miro hacia abajo, la torta de chocolate no pudo estar por mucho tiempo en su cuerpo y ahora está en el suelo importado al que acabo de llegar, como en los pantalones y borcegos del Nephilim, saco una vez más el pañuelo de mi ropa para llevarlo a mi nariz, no quiero hacer una escena parecida, ya he tenido mucho de vómitos por hoy.
— Lo siento, es que no pude evitarlo— dice la chica Nephilim— los viajes de portales de Clarissa eran muchos más leves.
— Es porque no es magia verdadera— le respondo— no te hagas problema, puedo limpiarlo, tu niño Lightwood ven conmigo, debes cambiarte, el olor se va a impregnar en tu cuerpo si lo mantienes por mucho tiempo.
Antes de desaparecer con el Lightwood ayudo a que la mugre de la sala se desaparezca más rápido, y sigo con él sobre mis talones, no dice nada, no sé si es porque aún mantiene un odio interno hacia mi presencia o en verdad le ha dado asco lo que ha sucedido, por mi ya confieso que sí, pero él es un Nephilim, la sangre está en sus manos, eso debería dar más asco, y más si sangre de demonio es la que salta a tu vestimenta, esa cosa viscosa de color verde horrendo, eso no es nada comparado con una situaciones biológica de una persona como lo que ha sucedido solo hace segundos. Entramos a la habitación principal, la mía y hago tronar los dedos para ver que aparece vestimenta nueva, creo que dejaré de ordenar las casas hasta que sepa que pasaré más de dos semanas en ella.
— Busca lo que gustes, y deja la ropa por ahí, la terminaremos quemando— bromeo.
— No creo que tu ropa encaje con mi cuerpo.
— Oh niño, ahí dentro no solo es estilo y ropa importadas y de alto precio, pero rebusca bien capaz encuentres algo hasta que pueda pedir prestado un uniforme de los tuyos.
— ¿Por qué no lo haces ahora?
Puedo ver su cara de horror, mi vestimenta no es de su agrado y lo sé, un Nephilim no usa más que ese uniforme negro, opaco, sin sentido de moda, solo el niño Herondale le ha agregado tachas a su ropa o Isabelle Lightwood antes de su embarazo había unificado su uniforme para no ser igual al resto, pero Lightwood siempre lo mismo, mismo pantalón, misma chaqueta, misma remera rota, misma cara, todo igual, no cambia. No puedo no disfrutar un poco de este honor a verlo en algo diferente, por lo menos unas horas si es posible.
— Porque si uso mi magia para traerlo, nos pueden localizar Lightwood, conozco sus trucos en esto, lo han terminado haciendo todos estos últimos años, pero siempre he ido un paso más adelante ¿No? Haré lo posible, pero mientras tanto sácate esa ropa o tendré que mandarte a bañar, odio el olor que está saliendo de ti en estos momentos.
— Bueno vete, no quiero me veas en mi peor infierno, eligiendo en cual ropa es más pasable que la otra.
— Oye, esa ropa es mía— le reclamo.
— Por eso mismo lo digo, ahora vete ¿O quieres verme desnudarme también?
Hago un movimiento con la mano para marcharme, no creo que se haya dado cuenta de lo que ha dicho en su última frase, no hay ninguna chispa de coqueteo en ello, no como todas la veces que yo he escuchado de otras personas decírmelo cuando sabemos estar en una habitación, oh como extraño las fiestas de Pandemónium y mis grandes fiestas, pero en lo que iba ¿Alexander Lightwood coquetear? Ja, que más faltaba ¿Qué Valentine Morgenstern se compadeciera? ¿Qué Simón Lewis se quede embarazado? ¿Qué yo caiga atraído por ese niño de ojos zafiros Lightwood? bueno el último puede dudarse, a veces mi corazón y mis ojos son más débiles y producen algunos que otros sentimientos, pues no todos los días un chico atractivo está cautivo en mi casa, menos justo con mis debilidades.
Los Nephilim de ojos azules y pelo azabache son lo que más me atraen, aunque es menor y me odia, y lamentablemente no puedo estar con nadie que no pase de los dieciocho años es regla fundamental mía como Ragnor de hace siglos. Me quedo en la puerta, no es que deba hacer otras cosas, solo que no puedo evitar pensar que ropa erigirá, haré sufrir a este malcriado con cosas mínimas. ¿Odiarlo por la muerte de mis amigos y mi sobrina? Es un niño, es una marioneta. La mente, el titiritero está afuera, ese merece mi odio.
— ¿Ya elegiste algo Alexander?
Ha pasado ya como aproximadamente veinte minutos, y no hay señales, solo pasos y quejas, nada fuera de lo imaginable de lo que podría pasar, trato de no prestar atención a las maldiciones a mi persona, puedo entender la frustración sobre usar la no ropa de uno. Veo como la puerta se abre a los minutos después y trato de no dejar escapar una carcajada, Alexander tiene una camisa oscura que le queda por algo suelta, dejando ver parte de su cuello por el formato de la camisa en una línea V, un pantalón apretado negro lo cual dio buena vista y unas ojotas, no puede ser que no sienta gracia por la vestimenta mundana que está usando.
— No digas nada— murmura molesto— o te mataré.
— Oh niño, pareces tan mundano— le ignoro— si te encorvas un poco entonces podrías camuflarte en su mundo.
— ¿No te dije que no dijera nada o te mataría?
— No hago caso a personas que son menores que yo, por muchos siglos de vida— le informo— ahora vamos, creo que será un buen show para tus hermanos, no todos los días se ve a la mente mas asesina portar una ropa tan fuera de sí.
Lo escucho murmurar en voz baja, pero ambos volvemos a la segunda sala, viendo como los otros Nephilim evitan reír, aunque el deleite llego a los minutos y pude ver cómo el ojiazul se molesta más porque está comenzando a sentir vergüenza, está evitando gritar para que Clarissa no escuche del otro lado, les hago callar o bajar el nivel para mirar por la puerta hacia la jaula, la niña está durmiendo o eso quiero creer.
— Simón está preparado para contar los problemas con la Nephilim, cree que puede ser un beneficio para tenerles más en tus manos a estas personas— me informa Raphael— yo me quedaré cuidando allá, tú solo debes contenerlo, esto es un tema muy fuerte para él.
Estoy sorprendido, porque Simón no quería hablar del tema y ahora sí en un momento tan repentino como este.
— Confía en mí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro