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Un día como Hoy

Un día como hoy, hace varias promesas, te quise. Después vino la decadencia. Un día como hoy, hace no sé cuántas tormentas, dolías. Después vino la cicatrización. Hoy te recuerdo, como todos los días. Recordarte es ya un acto de cotidianidad más que de masoquismo. Será porque el «auto-martirio» forma parte de mi rutina o porque esa dolencia que caracterizaba tu recuerdo resbala de la imagen que guardo de ti. Al margen de ello, te recuerdo de diferentes maneras, cada día con menos frecuencia, cada vez sorprendiéndome a mí mismo de ciertos detalles que he descubierto de ti ahora que estamos lejos. Creo que es porque cuando estamos cerca a una persona, un aura la envuelve y nos refleja de ella cierto encanto, cierta luz que hace brillar unas cualidades más que otras y ya, alejados, ese brillo mengua y salen a flote otros rasgos que estuvieron ahí desde el principio pero que nunca los vimos. No me sorprendería tampoco que ahora veas en mí más de lo que llegaste a ver cuando estaba. Ocurre siempre, por desgracia. Se conoce mejor a alguien en el transcurso del olvido.

Un día como hoy, hace varias risas, hace varios insomnios, hace varias disculpas, hace varios te quieros, a una distancia insondable de aquellas confesiones, de las riñas esporádicas, del paso angustiante del tiempo, del esperarte, del echarte terriblemente de menos..., un día como hoy te quise. Un día como ayer también. Y un día como mañana. Los días dejan de tener nombre, los meses dejan de tener días y los años son horas que duran más de la cuenta. Hoy no te quiero, claro, pero lo hice un día como hoy, en ese pasado con el que me cruzo de camino al olvido. El día que te quise también llevaba esta fecha, estos números; las mismas horas, el mismo atardecer. Y mientras todo eso permanece, lo demás cambia. Las circunstancias, los sucesos, las situaciones, los contextos y nosotros. Ahora no sé si sigues pensando que el cambio es bueno, pero lo bueno hubiera sido ser felices sin tanto cambio. Ahora el viaje es más ligero, las maletas las olvidamos al mismo tiempo (porque a estas alturas sería absurdo que carguemos con aquel peso). Esto que te escribo también se irá en cualquier momento. Cada palabra que dejo es una palabra que abandono, cargada de nostalgia, de pesares. Escribir es liberarse. Es dejarte ir sin rencores, sin posdatas, sin ningún atisbo ni verdades a medias. Por eso escribo. No por embellecerte, sino por dejarte del todo.

Aun así, desde que no estás todos los días son promesas. Y no, a mí nunca me han cumplido una promesa. Soy yo el que las hace normalmente y me aferro a ellas. Si las rompo, me rompo yo también; si nunca las olvido, me ausento con ellas; si me libran de la responsabilidad de cumplirlas, me deshago de la responsabilidad de seguir siendo el mismo. Mi razón de ser es mi palabra. Me muevo en función de lo que prometo, por la expectativa que creo en otras personas, por aquello que ofrezco. Pero si me quitan esa ilusión, siempre llega algo a reemplazarla y a instalarse en el lugar que ocupaba en mi vida. Una pizca de incertidumbre, por ejemplo. Del qué hubiera pasado si. Del qué estaría sucediendo ahora...

Un día como hoy te quise. Hace años. Y un día como hoy, en un mañana al que poco a poco voy convenciendo de llegar de una vez por todas, también voy a olvidarte.


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