Soy un caos, pero, ¿qué importa? ¿Acaso los desastres no dejamos ruinas bonitas? Y claro que ser todo esto es un tanto pesado, pero preferiría dejar algún indicio de mi existencia antes que pasar desapercibido.

Porque, si lo piensas bien, no hay peor forma de ser invisible que no ser visto por quien más quieres. El pasar el tiempo idealizando un futuro que nunca va a cumplirse: me parece una triste excusa para no ser nosotros mismos en el momento en que debemos. Yo me he cansado de eso, y hoy sólo quiero apostar el todo por el todo; desarraigarme de esta soledad en la que no formo parte de nada importante y atreverme a desplegar alas, ir más allá de lo que un día tuve por límites.

Olvidarme de que hubo un momento en que tuve las manos llenas de algo que entonces no me servía de mucho. Y conocerlo todo de nuevo, como si fuera la primera vez. Volver a sentir, por enésima vez, la adrenalina que causa el caer desde cierta altura sin paracaídas. O enamorarme, que viene a ser lo mismo. Abrazar una bomba de tiempo. Con fuerza, que es como el rescate interno de un suicida que pide auxilio. Mirar a alguien fijamente y decirle que me parecería lo más apropiado que el tiempo de aquel momento se repita constantemente.

Quiero darme la oportunidad de rescatarme. No sé si me dejo entender. Quiero irme, porque aquí lo único que puedo hacer es quejarme de sentir demasiado miedo por no atreverme a cumplir ciertas cosas que deseo con el alma. Y hacerme el mayor favor de mi vida: Ser yo mismo.