Se encontraba oculto entre la maleza, agazapado, esperando el momento adecuado, la oportunidad correcta para poder atacar, por eso la noche era su fiel confidente.
No era una misión demasiado difícil, y aunque era la ultima quería terminarla con un claro recuerdo: La oportunidad de terminar aquel caso con una victoria.

–Ni siquiera representaba un reto –había pensado anteriormente luego de habersele encomendado su objetivo, pero su maestra siempre le dijo que en la confianza esta el peligro y que el peor error de un asesino es la confianza y por esto él siempre era cuidadoso. Al final ganaba el que mas tiempo resistía en este caos de vida

Dentro de sus ropajes sacó una pequeña cantimplora de la cual bebió un largo trago de agua, el clima en aquel país era demasiado seco y esto lo obligaba a beber constantemente para evitar la deshidratación, ya que dentro de poco debería esforzarse al máximo, de esto dependía el éxito del trabajo.

Su actual labor se ubicaba en un país semi-desértico donde las personas se amotinaban en los pocos oasis que existían, lugares idóneos para que organizaciones criminales tuvieran sus bases de operaciones, porque la mayor parte de las personas solo eran viajeros de paso. Era un país de varias tribus, cada muy diferente de la otra, eran tribus nómadas, unidas por un solo objetivo: hacer frente a los posibles invasores.

En algún momento  la temperatura empezó a descender. Poco a poco el Sol se fue perdiendo en la lejanía del desierto. El cielo se tiñó de miles de colores, el ocaso dio paso a la noche.
El silencio que había rodeado al día dio paso a la sinfonía nocturna. Por doquier se sentían ruidos de animales, los grillos entonaron su canción, las aves nocturnas emprendieron vuelo y los demás insectos y seres pequeños iban a cazar.

Era hora de  ponerse en marcha