Capítulo 9
Los hermanos eran ajenos a las miradas a su alrededor. El shock y el silencio de lo presentes no era algo que ellos hubieran notado. Aiden revisó la mordida en el cuello de su hermana, limpiado con sus dedos la sangre que había dejado de brotar de ella.
—¿Te duele?
—No, ya ha sanado. ¿Sabes qué se pondrá feo, sí no regresamos ya a la cabaña?
Aiden achicó los ojos, mirado los ojos de su hermana acusatoriamente.
—¿Ahora qué hiciste Nadia?
—Nada... Nada, sólo estoy diciendo con cortesía que —Nadia elevó las palmas abiertas en el aire—. ¡Necesito un baño! ¿Ya viste lo sucia qué estoy?
—Abuelo dile algo —Aiden se quejó, mirando al hombre mayor—. No puedo creer que todavía no superé su miedo a los gérmenes. ¡Eres inmune a ellos!
—Niños...
—Sí, por lo menos no es miedo a las... —Ella se acercó al oído de Aiden—, Arañas... —susurró haciéndolo saltar con los vellos de su cuello erizados—. Enormes, feas, peludas, patonas, arañas...
Dustin puso la palma de su mano izquierda en su cara cubriendo su rostro de la vergüenza. Cómo podían sus nietos pasar de una situación de gravedad a empezar a tener una pelea tan infantil de un momento a otro.
Anker jaló el hombro del cazador mirándolo con frialdad y alejándose de la discusión de sus hijos.
—Tú y yo tenemos que hablar —habló en susurros mirando a los dos jóvenes ajenos a lo que sucedía a su alrededor—. No tenían derecho a privarme de su existencia.
Dustin lo enfrentó mirándolo con todo el odio y el resentimiento posible.
—Aléjate de ellos. No eres nadie para exigir algo cuando fuiste un cobarde cuidando de mi hija.
—No sabes nada y no me vengas con estupideces, Dustin.
—¿Qué tengo que saber? engañaste a mi hija con una ramera, ¿Sabes qué fue lo peor? Ella ni siquiera podía verme a los ojos y decirme la verdad. Mi sobrino tuvo que aclarar los puntos ciegos y aclarar mis dudas.
Dustin le señaló con el dedo causándole.
—No me importa tu opinión. Con la única persona que tengo que hablar es con mí mujer, y no la veo por ningún lado. ¿Dónde está y por qué mis hijos estaban solos?
—Vete al infierno hijo de puta...
—Abuelo los sujetos de allá —Nadia habló asustando a ambos y señaló a Edwin y Cedric—. Dicen que podemos irnos ya, que ninguna ley fue quebrantada. ¿Podemos irnos?
Anker se deleitó con la cercanía de su hija.
«Oh, dios... Mis hijos...» —pensó.
Nadia simplemente estaba parada con los brazos cruzados sobre su pecho esperando una respuesta.
—Él tiene asuntos pendientes conmigo —Anker se adelantó con una respuesta, sin poder evitarlo acercó la palma de su mano a la mejilla derecha de la joven. Ella lo miró con una mirada interrogante sin apartarse—. Supongo que ustedes pueden regresar al la cabaña que compraron.
Nadia abrió los ojos mirando a su abuelo pidiendo disculpas.
—¿Cómo qué compraron una cabaña? —Dustin miró de uno al otro, entendió que no era una broma—. ¡Estúpidos niños hijos del mal! ¡Ya se gastaron el dinero de la cuenta para la universidad!
Jackson intentó acercarse a enfrentar al hombre por gritarle así a su compañera, Cedric negó viendo la cara de pena de ambos jóvenes y la mirada llena de respeto por el hombre. Edwin también detuvo a Anker clavando sus garras discretamente señalando con la cabeza la tranquilidad de los jóvenes. Seguramente era alguna forma de comunicarse con los chicos y no una forma de ofender su naturaleza. Además no sería bueno atacar al abuelo de sus hijos sí quería ganarse la confianza y respeto de ellos.
—En realidad ni siquiera sé sí la compra es legal —Aiden intentó excusarse—, eso es lo bueno, dos menores de dieciséis años no pueden comprar algo. Lo malo es que la compré falsificando tu firma —Aiden elevó los brazos al aire—. ¡Felicidades abuelo ahora tienes una bonita cabaña en el bosque! Un bonito lugar para respirar aire puro y salir de vacaciones con tus futuros nietos cuando seas un viejito en algunas décadas.
—Podrás tener un perro y salir libremente por el bosque —Nadia señaló el panorama con las manos—. Puedo asegurar que tus nietos estarán agradecidos.
Cedric y Edwin rieron viendo a un Anker con cara de bobo, viendo a los jóvenes negociar con el cazador quien los estaba observando con los dedos de una mano en su quijada.
Jackson simplemente se dedicaba a observar a su joven compañera admirando con detalle su hermosa sonrisa y su sensualidad, estaba orgulloso de la fortaleza de ella. Hubiera matado a Ambrose, sí los guerreros de su manada no hubiesen regresado por el inconsciente y sangrante hombre.
—Entonces nosotros podemos llevarlos a la cabaña —Cedric caminó mirando a los hombres que pronto empezarían a tener una acalorada discusión, eso definitivamente se iba a poner feo—. Ustedes tienen asuntos pendientes y Jackson puede ser el referí.
Jackson le miró con el entrecejo fruncido.
—¿Disculpa? Yo tengo cosas qué hacer.
—No lo creo —Edwin susurró en su oído muy bajo para que nadie más los escuchara—. Ya vimos tu marca en el cuello de la joven —siguió con dureza—. Lo mínimo que puedes hacer en este momento es no echarle más leña al fuego. El hombre está apunto de estallar.
Jackson vio el rostro sonrojado de Nadia viéndolo como si fuera algo comestible. Él le sonrió con malicia haciendo que ella desviará su mirada con el rostro lleno de vergüenza.
—¡Nadie dijo qué nos iremos y dejaremos al abuelo! —Aiden interrumpió la discusión parándose detrás de Dustin—. No tomen decisiones por nosotros.
Cedric y Edwin se pararon detrás de Anker viendo al cazador con aburrimiento, esperando que él entendiera que los jóvenes no deberían estar en medio de la discusión.
—Abuelo... —Nadia le pinchó un costado con el dedo regañando al hombre por permanecer en silencio—. No puedes quedarte con ellos, son peligrosos y traicioneros —Ella vio a los presentes con rabia—. A ellos no les importa una injusticia mientras sea bajo su ley absurda y obsoleta.
—Son cobardes, crueles y sin honor —Aiden liberó su espada viendo la negativa de los presentes por retener al cazador—. Después de todo él fue quien encerró al tío sin contemplación alguna —siguió viendo a los lobos con coraje—. También fue quien nos atacó el primer día en el pueblo. Seguramente ahora tendría algún hueso roto por su cobardía. Por suerte somos quienes somos y no logro su objetivo.
Dustin vio al lobo con todo el odio que le tenía.
Edwin, Cedric y Jackson se limitaron a guardar silencio observando la discusión familiar y las acusaciones.
Anker se limitó a parecer avergonzado. Su intención no era lastimar a alguno simplemente quería asustarlos para que le dijeran el motivo de su viaje.
—Él y yo tenemos asuntos pendientes —Dustin les dijo viendo a ambos a los ojos—. Déjennos solos. Les advierto también que ustedes y yo hablaremos muy seriamente después.
—Abuelo... —Nadia cruzó los brazos sobre su pecho en una postura firme—. El cazador que se convierte en presa por voluntad propia no es un cazador, es una vergüenza para su clan y su familia. ¿Qué eres? ¿Un líder o una simple carnada?
Nadia le miró con enojo. No habían arriesgado tanto para permitir una estupidez tan grande. Él no podía permitir que le matasen, los clanes tenían la confianza total en su líder. Tenían meses planteando todo meticulosamente para no permitir errores.
—Nadia... —su hermano le puso una mano en el hombro negando—. No puedes hablarle así.
—¡Responde Dustin! —ella no perdió una pizca de firmeza—. Soy la siguiente sucesora, te exijo una respuesta.
Para sorpresa de todos, el hombre rió con orgullo viendo a la siguiente sucesora. Firme, sin miedo o vacilación alguna.
—Un día serás una líder. Antes de velar por tus intereses, lo harás por los de los demás.
—Abuelo tienes que comprender que no conocemos a ninguno. No puedes confiar en su palabra sino conocen el honor.
—Aiden no es el momento para hablar. Lleva a tu hermana a esa cabaña. ¡Es una orden!
—No puedes ordenar, sin antes responder a mi pregunta —Nadia negó con los dientes apretados—. ¿Eres una presa o un cazador?
—Soy tu superior. Soy un líder. ¡Ahora vayan y los buscaré después!
Ambos jóvenes obedecieron empezando a caminar por el bosque sin mirar atrás. Estaba demás decir que ella estaba furiosa con su abuelo y no tenían otra opción que obedecer sin rechistar. Caminaron en silencio ella podía sentir la mirada de su hermano en su espalda, la tensión era palpable en el ambiente.
—Adelante puedes empezar con el sermón.
—Yo no dije nada —él levantó los brazos en señal de rendición.
—¿Es en serio? Puedo sentir tú debate interno. Habla sé que tienes algo en mente.
—Eh, tranquila fiera. No puedes andar por ahí de un humor de perros.
Ella giró para mirarlo, sin dejar de caminar de espaldas.
—¡Disculpa, de acuerdo! ¡Pero tú sabes bien qué no puedo evitarlo!
Era la cruda realidad ella vivía con sus emociones a flor de piel. Ni siquiera usaba su transformación completa porque perdía el control de su mente y cuerpo, sí la usaba estando enojada. Ella era lo opuesto al control y confianza de su hermano transformado en un lobo. Su madre era culpable hasta cierto punto, siendo egoísta al ocultarles la identidad de su padre el podría haberles enseñado y entrenado desde una edad temprana. Aparentemente todos hicieron de la vista gorda cuando ellos preguntaron por él. Fueron egoístas viendo como sufrían con cada transformación.
—¡Lo sé, de acuerdo! ¡Sólo digo qué exageraste un poco! ¡Lo dejaste en ridículo frente a esos tipos sabiendo lo qué él representa!
—¡Soy una sucesora! Él no puede arriesgar su vida, mira lo que casi provoca —ella señaló a su hermano—. Su ejecución. Deja de llorar y piensa en los otros.
Ella se adelantó sin mirar a su hermano escuchando los gritos de éste llamándola.
«¡Qué se joda!»
Llegó a la cabaña con un Aiden muy callado viendo cómo tiraba las armas en el suelo y caminaba a su habitación.
—¡Después tendrás qué limpiar tu desorden! —su hermano le gritó.
Ella se baño y cambió con unos Jeans negros y un Jersey color azul oscuro, unos botines para el invierno negros. Para salir de la casa. No pensaba quedarse y seguir escuchando quejas. Encontró a su hermano en la cocina comiendo cereal, él miró en su dirección con el entrecejo fruncido.
—Necesito las llaves del auto —pidió caminando para detenerse junto a su hermano.
—No. —dijo él con firmeza.
—¿No?
Ella cruzó los brazos sobre su pecho con una mirada retadora.
—No... Tú no puedes conducir.
—¿Disculpa?—ella puso una mano en su pecho con dramatismo.
—No, Nadia. No puedes —él dejó el plato en la mesa antes de seguir con la discusión—. La última vez el tío y el abuelo quedaron traumatizados y una bonita Ford Raptor terminó en el lago de la ciudad.
—Se conducir y un pequeño error lo cometería cualquiera —Nadia farfulló con más indignación.
—No. Es mi última palabra.
Aide fue a su habitación y salió un par de minutos después con una chaqueta en la mano y las llaves girando en su dedo. Ella blanqueo los ojos caminando detrás de él.
—Ni siquiera sabes a dónde voy.
—Entonces tú dirás —volteó para mirarla antes de abrir la puerta—. Recuerda qué no tengo una maldita bola de cristal y tampoco soy adivino.
—Voy a la ciudad por algo de comer —salió de la cabaña cuando su hermano abrió la puerta—. También recuerdo que no eres alguien de buena memoria.
—¿Qué se supone qué debería recordar?
—Es catorce de mayo.
Aiden guardo silencio unos minutos pensando hasta que su expresión cambió a una más relajada.
—¡Eso significa qué podemos hacer lo que queramos!
—Eso eso significa que no tendremos un castigo.
Él asintió encendiendo el auto y saliendo a toda velocidad.
Media hora más tarde estaban en uno de los mejores restaurantes de la ciudad comiendo todo lo que podían.
Era catorce de mayo ese día cumplían diecisiete años.
—No compre nada.
—Yo tampoco Nadia, supongo qué ya tendremos tiempo de celebrar con pastel y velitas.
—¿Crees qué nos hará regresar con el, el abuelo?
—No lo sé, eso es lo más probable.
Ella lo pensó un minuto. Todavía no habían confirmado sí el diamante estaba en una de las manadas o se había perdido en algún punto de la historia.
—Sin el diamante no podremos hacer el trato que él nos propuso a cambio de nuestra madre.
Aiden la miró con sus intensos ojos verdes llenos de culpa y tristeza negando.
—No podemos confiar en él o su palabrería. Recuerda está condenado —Aiden comió un pedazo de pastel de chocolate con fresas sin apartar la mirada de su inquieta hermana—. Además él es quién comenzó la guerra. No vamos a hacer un trato con nadie.
—¿Entonces qué hacemos? ¿Esperamos inútilmente un milagro que ambos sabemos que no sucederá? — ella bebió el vaso lleno de jugo de un solo trago—. ¿Cuánto tiempo más tenemos qué esperar para tener una pista?
—No lo sé —él negó con desesperación.
—Estás tirando la toalla.
—Nunca dije eso.
—Entonces...
Aiden vio algo detrás de ella con los ojos abiertos desmesuradamente y después de un par de maldiciones golpeó su frente con la palma de la mano.
—Sin importar la curiosidad no mires hacia atrás. Mueve tu silla un poco más a la derecha para cubrir un poco mi rostro. No preguntes nada sólo hazlo —ordenó intentando cubrir su rostro con el menú.
Ella asintió con rapidez, imaginando qué podría poner a su hermano tan nervioso. Él puso ambas manos en su rostro cubriéndose con discreción, después de apartar el menú. Un par de maldiciones y un escalofrío en toda su columna vertebral le hicieron darse la vuelta para ver a una pareja en sus dieciocho y veinte detrás. Tal vez eran un par de siglos más viejos de lo qué aparentaba cada uno. En sus rostros se extendido una sonrisa diabólica y burlona. Vestían un traje de tres piezas desbordando elegancia y un vestido rojo con una abertura en la pierna combinando con unos tacones de color negro. Viendo el lugar la segunda pareja de mellizos sí encajaba con la decoración elegante y fina de su alrededor. Ella vio su aspecto y también el de su hermano. Ahora entendía porqué la gente los miraba como vagos cuando entraron.
Ileana y Velkan Dănești...
—Ah, mira Velkan, mis retoños han crecido un poco.
Ileana le acarició el cabello a Aiden como si fuera un niño. Él se alejó fulminando a ambos con la mirada.
—¡Oh, dios no puedo creer qué hemos invocado a los demonios en persona! —dijo con seriedad. Mirando como la gente se detenía para admirar la belleza que emanaba de los recién llegados.
—Tranquilo chiquitín —Velkan rió besando la mejilla de una distraída Nadia—. Hola cariño —susurró para molestar a Aiden.
—Oye, deja de hacer eso —ella le dio un manotazo.
—Y tú mi pequeño osito ¿Quieres un beso?
—¡No!
—¡Vaya! Campeón, eres el primero en ser un crack rechazando a Ileana.
—Hueles eso —Ileana aspiró el aire con la nariz.
—Mmm... Su sangre huele delicioso —Velkan pasó un dedo en la mejilla de Nadia.
—¡Eh! Deja de tocar a mi hermana.
—Tranquilo osito —Ileana susurró en el oído de Aiden. Haciéndolo saltar cuando pasó la lengua en toda la mejilla de este dejándolo muy avergonzado—. Eres un manjar.
—¡Qué asco, no vuelvas a hacer eso!
Nadia cambio de silla enviando a su hermano del lado de Velkan.
—Aleja esa lengua de mi hermano —habló mirando a los ojos a la vampiresa y tomando el lugar de su hermano en la mesa—. No puedo creer que no conozcan la vergüenza.
—¿No son hermosos? —Ileana le preguntó a Velkan—. Mis bebés cuidan el uno del otro, simplemente es maravilloso —dijo fingiendo quitar una lágrima de su mejilla.
Nadia giró los ojos. Los Dănești eran peor que ellos mismos. Esa pareja de mellizos eran el diablo en persona y el terror de sus enemigos.
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