Capítulo 10
—No se alteren mis lindos retoñitos —Ileana habló indicándole al mesero acercarse—. Trae el especial de la casa y una botella del mejor Vino.
Aiden la miró refunfuñando.
—Yo no pienso pagar por eso.
—Vamos campeón, no todos los años se cumplen diecisiete —Velkan suspiró con una mano en su mejilla recordando algo—. Recuerdas cuando cumplimos esa edad hermana.
Por un segundo Nadia y su hermano podrían jurar ver un rastro de tristeza y melancolía en la mirada de los Dănești.
—Ese día fue histórico para nosotros —Ileana dejó salir unos colmillos muy afilados pasando la lengua por la filosa punta, combinados con unos aterradores ojos rojos y con pequeñas venas de un color morado alrededor de ellos—. Ahora es parte del pasado, pero siempre lo recuerdo día a día.
—Algo me dice que es mejor no preguntar —Aiden les miró mientras bebía el contenido de su soda.
—Saben tengo una duda ¿Quién de ustedes es el mayor? —Nadia los observó comiendo el último trozo de pastel. Ambos hermanos Dănești sonrieron—. Es decir, ya sé que ambos son demasiado viejos para la edad que aparentan a simple vista.
—No somos tan viejos o mejor dicho antiguos —Velkan chasqueó la lengua—. Incluso puedo asegurar que somos más jóvenes que su viejo abuelo.
Nadia les miró con curiosidad, su abuelo Dustin tenía doscientos cincuenta y tantos años. Ese era un gran secreto de los cazadores del primer linaje. Aparentemente la fuente de la vida era sólo un mito humano, pero para ellos no lo era. El hombre aparentaba unos cuarenta y cinco años humanos, aún conservaba el cuerpo de un cazador en sus primeros años de entrenamiento. No muchos creerían de que el hombre fuera su abuelo.
—Yo soy la mayor —Ileana aclaró, antes de volver a pasar su lengua por el cuello de un distraído Aiden, quien estaba viendo a su hermana—. Con Velkan no hace diferencia. Es como en el caso de ustedes, ambos portamos con el beneficio de la sangre de nuestros padres biológicos...
Aiden se alejó de golpe un poco de la silla, viendo a Ileana sonreír con inocencia, mientras él la fulminaba con la mirada.
—Deja de andar de mano larga — la reprendió, antes de limpiarse el cuello con la mano arrugado la cara en el intento—. Eso es asqueroso...
—Si no me creen prueba esto, durante un par de minutos —Ileana le puso un Medallón de plata en la palma de la mano a través de la pequeña mesa—. En un minuto puedes hacer lo mismo con mí precioso osito...
Nadia cerró la mano sin usar fuerza. Simplemente esperando y observando a las tres personas a su alrededor. No entendía nada, qué podría hacerle ese pequeño artefacto del siglo catorce, aproximadamente. Minutos más tarde se lo pasó a su hermano. Él también hizo lo mismo, esperando un par de minutos con la curiosidad de un niño pequeño, por ver el mejor truco de magia.
—¿Qué se supone qué tiene el collar?
—Nada —Velkan sonrió, como sí hubiera descubierto el secreto más grande de su vida.
—Entonces... —Aiden achicó los ojos mirado mal al mayor—. Hemos estado haciendo el ridículo, ¿Verdad?
—En realidad es plata siciliana —Ileana aclaró viendo la mirada curiosa de ambos—. Esto puede incluso afectar a un Alpha de los cinco más poderosos entre los lobos.
—Préstame tu mano —Velkan miró a Aiden esperando su mano.
Aiden se la extendido a través de la mesa, Velkan la sostuvo por la muñeca manteniendo la palma hacia arriba, con el filo del Medallón hizo un corte en la mano de Aiden.
—¿Qué se supone qué pasaría? —Aiden interrogó, cuando la herida empezó a curarse inmediatamente.
—No veo nada interesante —Nadia examinó la pequeña mancha de sangre en la mano de Aiden.
—Eso era plata. Ustedes son inmunes —Ileana movió el amuleto frente a sus ojos, segundos después su mirada de estupefacción se detuvo en el cuello de Nadia—. ¿De dónde sacaste eso?
Velkan también vio con sorpresa el cuello de ambos donde dos collares colgaban.
—Eh, deja eso, lo vas a estropear —Nadia le dio suave manotazo a Ileana.
—Tú tienes la mitad y tú —Velkan señaló a Nadia—. Tienes la otra mitad. Puedo adivinar que quién sea qué se los dio fue alguien muy poderoso.
—Deja el drama hombre —Aiden los miró con aburrimiento, apoyando el codo en la mesa y sosteniendo su mejilla en la palma—. Eran de mamá, seguramente los compró en alguna Joyería.
Ileana negó mirando a su hermano por alguna razón desconocida para ellos. Incluso notaron la marca en el cuello de Nadia, pero ninguno quiso hacer preguntas. Tenían que mantenerse al margen.
—Ahora sigamos con lo que hacíamos.
Nadia cambió de tema viendo al mesero entregar cuatro platos con el especial de la casa y una botella de Vino. Ellos no consumían alcohol o algo que lo contuviera. No sabían sí eran inmunes a su efecto porque nunca lo habían probado de ninguna forma.
Los Dănești, los miraron con rareza viéndolos negar cuando les ofrecieron una copa.
—La plata no es dañina para ustedes —Ileana señaló la mano de Aiden, cortando un trozo de carne y llevándolo a su boca con el tenedor—. Es lo mismo con nosotros. Somos inmunes a las cosas dañinas o cómo quieran decirle a algo que perjudicaría incluso a un vampiro pura sangre. Eso es por la sangre de nuestro progenitor —ella señaló de Aiden a Nadia—, en el caso de ustedes puede ser por la sangre de su madre. Incluso podría jurar que el veneno no les causa daño, ¿Cierto?
Ambos asintieron en silencio.
—Ahora es momento de aclarar el motivo de nuestra visita —Ileana habló con seriedad a ambos—. Necesitamos un favor de ustedes dos.
—¿Qué clase de favor? —la voz de Aiden se tiñó de seriedad.
—Necesitamos que guarden algo para nosotros, durante dos años exactos —Velkan analizó a todas las personas a su alrededor como si estuviera buscando algo—. Sin peros, ni preguntas.
Nadia cruzó los brazos mirándolo mal.
—Un ciego no puede caminar por un barranco, ¿Verdad? —ella sonrió de lado, viendo a los Vampiros más extraños que hubiera conocido—. No pueden simplemente pretender que aceptaremos y Pum... Desaparecen. Somos jóvenes no estúpidos.
—Mi hermana tiene razón —Aiden habló, estando de acuerdo con su hermana—. Por alguna razón sus problemas son más grandes de lo que parecen y eso seguramente nos traerá problemas.
Ileana puso una mano en su pecho con indignación en su hermoso rostro.
—No somos problemáticos.
—Ileana, no vayas a empezar a quejarte.
—Yo tengo una duda —Nadia miró con curiosidad a los mayores, juntando sus manos en la mesa como si fuera un juez—. ¿Cómo mierda ustedes sabían dónde estábamos, y qué hoy era nuestro cumpleaños? ¡Dios... Apenas lo he notado! ¡Ustedes nos están siguiendo!
Los vampiros resoplaron con aburrimiento, viendo de un Aiden estupefacto a una Nadia matándolos con la mirada.
—No seas dramática —Ileana bebió el resto del Vino de su copa, llenándola antes de volver a mirarlos—. Estamos jugando con el destino y alguien nos dijo dónde estarían este día.
Nadia compartió una mirada con su hermano. Él entendió lo que le estaba diciendo. No serían tan tontos para confiar ciegamente en la otra pareja de mellizos. No tenían una relación cercana y esa era la conversación más duradera que habían compartido con ellos. Después de que su abuelo hiciera un trato con ellos para conseguir su sangre hace poco más de un año. Los vieron un par de veces antes de que su abuelo les dijera que se alejarán de sus nietos.
—En fin, el problema no es este. Es sólo un favor y también les concierne a ustedes.
—Mi hermano tiene razón, estamos en medio de algo grande.
—¿Qué tan grande? —preguntó Aiden recostado un poco su cuerpo en la silla.
Nadia observó la hora y ya eran las diez de la noche... Internamente hizo una oración a todos los santos que no conocía, pero necesitarían, si su abuelo ya había llegado a la cabaña. El hombre pensaría lo peor, imaginando que serían unos vagos y solamente habían buscado una excusa para no estar en casa.
—¿Qué te pasa conejita? —Velkan se burló tocando su mejilla con los dedos de su mano.
—Aide...
El celular de su hermano empezó a vibrar continuando con una tonta melodía. El rostro de Aiden adquirió una notable palidez.
—Es el abuelo —susurró como sí ya hubiera contestado, segundos después la llamada se cortó—. Oficialmente creo que estaremos sin pago universitario.
Ella trago saliva ruidosamente por el nerviosismo.
—Tenemos que regresar.
—Lo sé. Nadie haga algún ruido o respire cuando vuelva a llamar...
Nadia vio a su hermano nuevamente cuando el celular de ella empezó a vibrar, cerró los ojos con fuerza antes de contestar
—Hola...
Silencio.
—¡¿Dónde demonios están metidos?!
Tuvo que alejar un poco el celular o terminaría sorda ante tal grito.
—Estamos jugando. Me has interrumpido justo cuando iba a probar la residencia del cuello de Aiden —ella silbó agregándole dramatismo a su historia—. Con una soga bañada en belladonna. No tienes idea de cómo suplicó para que no lo haga.
—¡Oye! —Aiden se quejó.
—Escuchas, esos son sus chillidos de dolor.
—No es para nada gracioso. Ahora contesta mis preguntas jovencita.
—Abuelo, comprendo que tu vejez no te permita recordar cosas. Aiden y yo salimos a cenar, estamos perfectamente bien. ¿Verdad Aiden?
—¡Sí, no te preocupes! Nadia enojada es más peligrosa que una violadora de hermosos jóvenes castaños, altos y de bonitos ojos verdes.
Ella resopló achicando los ojos en dirección de su hermano.
—Ves, la reina del hogar está perfectamente.
—Eres envidiosa, dices eso porque yo soy más guapo que tú.
—¡Ya, ya, dejen sus pleitos estúpidos para cuando reciban el castigo que tendrán!
Velkan le arrebató el celular antes que pudiera ver sus intenciones.
—Tranquilo viejo cazador, estás linduras están bien.
Aiden puso una mano en su cara pasándola de arriba a abajo un par de veces en una clara señal de frustración. Ahora definitivamente su abuelo iba a dejarlos encerrados por desobedecer sus órdenes. Vio a su hermana tragando saliva ruidosamente mientras intentaba quitarle el celular a Velkan. Su aguda audición captó el movimiento de llaves y pasos muy pesados. El hombre estaba cabreado y seguramente iba a buscarlos sin saber dónde se encontraban.
—¡En qué mierda han metido a mis nietos!
—Estamos enseñándoles a ser más atrevidos —Ileana acomodó sus pechos cubiertos por el vestido rojo, como sí el hombre pudiera verla. Velkan rodó los ojos alejándose de las manos de Nadia quien luchaba por quitarle el celular—. ¡Dios, hombre los has tenido encerrados! ¡Son muy dulces, me provoca un delicioso bocadillo!
La maldición del otro lado de la línea les decía que seguramente tendrían un castigo severo.
—Les advertí que se alejen de los chicos.
Nadia golpeó el brazo de Velkan con la suficiente fuerza para distraerlo y quitarle el celular. Le apuntó con el dedo y después lo puso en su propio cuello indicándole que le cortaría la cabeza. Por culpa de ellos ahora estaban en problemas.
—No les pongas el más mínimo interés abuelo, tú mejor que nadie sabe lo poco normales que pueden ser...
—Conejita hieres mis sentimientos —Velkan quitó una lágrima imaginaría de su mejilla.
—Deja de molestarle hijo de Drácula —Aiden dijo antes de alejarse de Ileana y sus colmillos cerca de su cuello.
—Ya vamos en camino abuelo.
—¡Tienen quince minutos para regresar!
—¡Te los devolveremos en una hora! —Ileana gritó arrebatando el teléfono de las manos de Nadia a una velocidad inhumana, para cortar la llamada—. ¿Qué?
—Gracias ahora has terminado de meternos en problemas —Aiden se quejó matándolos con la mirada.
—Vamos chicos nada puede ser tan malo Velkan se paró y palmeo su hombro.
—Ya tenemos que irnos —Aiden dijo pidiendo la cuenta.
—Será mejor que hablen rápido. ¿Qué quieren decirnos?
La seriedad tiño la voz de Nadia observando a ambos mayores.
Dustin había llegado a la cabaña a las siete de la noche, las luces estaban apagadas. Él había recorrido todo el lugar encontrándose con el canto de los grillos y la luz de las luciérnagas alrededor de la cabaña. El lugar era acogedor y tal vez la compra no fuese mala, sí tuviera más de dos habitaciones. Por suerte el costo del lugar no era alto cuando sus nietos la compraron. ¿Quién iba a querer vivir en un lugar tan solitario? Ah... Sí, dos jóvenes muy tontos. había llamado a su esposa pidiendo los gastos de los dos. Un auto alquilado de baja categoría, la cabaña. Los otros gastos podría jurar que eran de comida y los gastos del instituto.
También había llamado al tipo llamado Ethan gritándole que el maldito director había estafado a los chicos con un par de miles de dólares. El lobo le prometió tomar cartas en el asunto.
Una hora más tarde el lugar seguía en soledad. Esos muchachos recibirían el castigo de sus vidas si no regresaban pronto.
El tipo Ethan le dio el número de Anker antes de venir a la cabaña. Él giró el pequeño papel en sus dedos, minutos después decidió llamarle. No confiaba en el tipo ahora que la verdad o parte de ella había salido a la luz. Anker le prometió no decirle nada a los chicos hasta ganar su confianza, eso le daría un tiempo para recuperar a su querida hija.
Dos llamadas después el bastardo contestó.
—¿Sabes algo de los chicos? —fue directo al punto.
Silencio.
Pasos.
—¿Cuáles chicos?
Preguntó la voz adormilada de Anker.
—Mis nietos —contestó haciendo énfasis en MIS.
Escuchó un gruñido del otro lado de la línea.
—Querrás decir Mis hijos —Anker le respondió de la misma manera.
—Jódete perro, no estoy llamando para una disputa legal. Cuando llegué la cabaña estaba sola. ¿Están seguros de que estoy en el lugar correcto?
—¿Cómo qué no están? Es la cabaña correcta.
Dustin pensó dónde podrían estar, revisó el refrigerador cuando a su memoria le llegó el recuerdo. Era catorce de mayo y en el refrigerador solamente había un montón de verduras, frutas, leche, algo de carne. Ya sabía dónde podían estar.
—Sabes de algún lugar dónde sirvan Pastitsio, Ensalada griega, Lasaña, Souvlaki o Musaca.
—El único lugar donde se especializan en platillos raros es en el Golden paradise.
—¿Eso qué tiene qué ver con los chicos?
—Es su cumpleaños —Dustin dijo antes de cortar la llamada.
Justo a las once de la noche estaba sentado en las escaleras de la entrada de la cabaña, esperando a los dos. No le gustaba la idea de que los Dănești estuvieron con ellos. Conocía lo suficiente a sus nietos para saber que no fueron consientes de la presencia de los vampiros, hasta que debió ser demasiado tarde. No era jóvenes desobedientes cuando él les daba una orden, y los habían educado lo suficiente para que fueran jóvenes decentes. Agradecería eternamente hasta ese momento lo siguieran siendo.
—¿Tienes lo que te pedí?
Tabatha cruzó una pierna encima de la otra echándose crema y sosteniendo el teléfono entre su hombro y su oído.
Había tomado un baño maldiciendo a la perrita que le estaba quitando a Jackson. ¿Qué se creía la puta para quitarle lo que era suyo? Estaba pensando en una forma dolorosamente horrible de sacarla de su camino, sin levantar sospechas y disfrutar el verla retorcerse de dolor. Suplicando perdón de rodillas por haber llegado al pueblo.
—Todo estará listo para cuándo regresen al instituto.
—Bien, corre la voz con las demás.
Tabatha sonrió tirando la toalla que cubría su cabello húmedo.
Pronto se terminarían sus preocupaciones y tendría a Jackson comiendo de su mano. La pequeña perrita no tendría un día de paz, hasta que ella tuviera la misericordia de terminar con su sucia existencia.
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