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Capítulo 1

Diecisiete años después...

Nadia no quería estar en ese lugar ahora, pero no tenían elección. Tenían que hacerles creer a todos que eran soló un par de jóvenes humanos posiblemente huérfanos. En un pueblo rodeado de lo sobrenatural. Habían conseguido una cabaña en una zona neutral cercana a la manada del.

Alpha Anker Nóvikov.

Su hermano Aiden y ella escaparon de la seguridad de su hogar, con el propósito de encontrar a su tío James con vida. Él había venido aquí hace unos meses, buscando pistas de una piedra preciosa llamada el diamante negro. Hace unos tres años una amenaza jamás vista empezó a acabar con pequeños pueblos de criaturas sobrenaturales. Eso alerto a los clanes de Cazadores, pero no fueron capaces de enfrentarlos. Solo atacaban de noche y días extremadamente nublados o en nevadas extremas. Eran bestias mutadas de diferentes criaturas. Rápidas, fuertes, letales con grandes garras y colmillos enormes. Podían atacar sin parar y se llevaban a cualquier criatura que estuviera indefensa.

Eran el terror andante.

Hace poco más de un año su madre desapareció en la última misión asignada. Era tratar de encontrar la guarida de los Oscuros, como llaman a esas cosas.

Por eso su tío fue a ese lugar.

Ese diamante podría ayudar a destruir al rey de los oscuros. Su hermano y ella eran los únicos que lo habían enfrentado, cuando buscaban a su madre, hace menos de un año. No tuvieron un enfrentamiento justo. Tuvieron que escapar por la gravedad y cantidad de heridas que sufrieron. Él y su pequeño ejército también tenía lobos. Parecían salidos del infierno, eran totalmente negros, con unos ojos rojos totalmente infernales.

Ellos solamente sobrevivieron gracias a su sangre. Eran mestizos.

Sangre pura de los Cazadores y sangre pura de Licántropos.

Eran los únicos que habían nacido en muchos siglos, también eran los únicos considerados de la realeza de ambas razas. Sólo unos cuantos sabían de su existencia, ya que tal mezcla no se considera posible en dos razas de puros tan opuestos. Los bebés morían o era imposible concebir un embarazo.

Eran lo mejor de ambos mundos.

Pero sus habilidades no se habían desarrollado en su totalidad. Los jóvenes con el don de la transformación, lo hacían a los diecisiete o más. Todo dependerá de la pureza de su sangre. Ellos lo hicieron a los quince. Fue horriblemente doloroso, sin saber qué era lo que les sucedía.

Ahora iban camino a Suiza, en busca de su tío. Posiblemente su abuelo estaría sufriendo un ataque cardíaco, cuando se enterase de lo estúpidos que fueron por ir solos. Tenían la ligera esperanza que no fuera tan duro con ellos cuando regresarán. No era un hombre malo o cruel, pero estaría muy preocupado por ellos.

Una semana después tenían todo listo y al día siguiente ingresarían al Instituto del pueblo. Necesitaban toda la información que pudrieran reunir.

Aiden caminaba de un lado a otro organizando y revisando la documentación falsa, con excepción de sus nombres. Aiden y Nadia Thompson.

Consiguieron una cabaña con dos habitaciones individuales con baño propio. Una sala de estar amplia para dos personas, cocina y comedor. Sin mencionar que tenían una maravillosa salida al bosque. En un territorio neutral.

—Todo listo hermanita —dijo Aiden sacudiendo el polvo de sus manos en los vaqueros.

—Bien, esperó que todo salga bien —sonrió Nadia elevando el pulgar derecho—. vamos por todo.

Aiden asintió con una media sonrisa.

—Bien ahora a dormir enana.

—Espera... Conseguí algo.

Nadia extendió su mano, mostrando los pequeños objetos.

—¿Para qué son?

—Servirán para camuflar nuestro aroma, mostrará solo la parte humana —respondió entregándole una pequeña pulsera—. Recuerda... La luna llena muestra nuestra naturaleza animal, nuestro aroma es más intenso.

Aiden odiaba eso, algunas veces durante ciertos ciclos de la luna eran vulnerables o más fuertes.

—Me gustan, ¿dónde las compraste? —interrogó agitando la pulsera, como si fuera lo más interesante que hubiera visto.

Ella suspiro con tristeza.

—Estaban el las cosas de mamá, seguramente las compró para nosotros, por eso eran dos —una sonrisa triste se extendió por sus labios—, y solamente las bañe en belladona, y esencias que serían tóxicas para lobos y neutralizarían sus sentidos.

Su hermano sonrió dándole un abrazo y un beso en la frente.

—Inteligente, también es inteligente alejarse de los demás, recuerda no debemos socializar más de lo necesario.

Nadia puso los ojos en blanco. Aiden era muy sobreprotector con ella.

—Lo sé, ahora vamos a dormir.

—Te amo, que descanses.

—Que descanses, también te amo.

Se despidieron esperando que el cansancio le gane. Ella estaba muy nerviosa esperando que todo les salga bien y, su abuelo no estuviera tan enojado o demasiado preocupado por su loca desaparición. Y un montón de cosas más mientras observó el techo era una noche muy fría posiblemente una nevada estuviera cerca . Finalmente sus párpados empiezan a pesar cayendo en el abismo de la tranquilidad.

Hasta que fue sacudida escuchando la voz de Aiden.

—¡Nadia Anne Blackwood! ¡Arriba, se nos hará tardé!

«¡Mierda!»

Su cerebro captó qué día era, y salió de la cama casi tirando a Aiden.

—¡Prepara algo de comer, bajaré en quince minutos! —gritó y lo escuchó salir burlándose

Bajó las escaleras con el entrecejo fruncido, también con unas ganas de patearle el culo a su hermano. Llegó a la cocina cinco minutos antes.

—Voy a patear tu culo un día de éstos —gruñó tomando una plato con huevos, tocino y un vaso de jugo de naranja—. Con esto tendré hambre en un ratito, tal vez cuándo regresemos podamos pasar a comer otra cosa y comprar mucha comida.

—Supongo que con lo tragona que eres suponía eso.

Se burló terminando de comer, le ayudó a limpiar los platos y salieron rumbo al instituto o mejor conocido como el infierno. Estaría lleno de criaturas sobrenaturales, siempre asistieron a instituciones humanas y mayormente controladas por zonas de cazadores. Sabía que extrañaría a sus compañeros y amigos. Cada grupo de cazadores estaba formado por equipos de cinco a siete integrantes, ellos eran cinco. También extrañaría a sus primos Alexander, Liam y Natalie. Los gemelos su tío James de quince años y su pequeña hija de siete años. Está última era una dulzura andante.

—Lista ya casi llegamos —anunció su hermano.

—Sí, ya no estamos en territorio neutral recuerda, si fallamos en la coartada mandaremos todo a la mierda y sacaremos al tío por las malas.

Una sonrisa cruel se extendió por el rostro de su hermano, recordándole quién era en esos momentos.

—Como digas pequeña, a nadie le gustará conocernos enojados.

Ella dejó un casto beso en su mejilla susurrando palabras en su oído tranquilizándolo.

Ella no creía que si lo vieran con los ojos rojos les ayudará.

—Todo estará bien mientras no, agregamos la atención de alguien importante por aquí.

—Bien.

Dejó el auto en el estacionamiento del lugar, era muy grande. Por lo que ella veía, aquí gastaban cómo locos sin un mañana. Ellos apenas consiguieron un pequeño Toyota rentado y aquí veían demasiados autos deportivos y carisimos por cierto.

«Aquí vamos...»

Aiden estacionó y bajo a abrir la puerta del lado de su hermana. Tomando sus mochilas. Sonrió tomando la mano de su hermana, empezando a caminar. Todos los observaban con asombro o enojo por sus esencias humanas, coquetería en el caso de las mujeres a Aiden y malas miradas para Nadia. Finalmente llegaron a la oficina del director para entregar la documentación. Tocaron la puerta esperando el clásico "adelante" Era un hombre de unos cincuenta, un regordete hombre lobo, uno muy holgazán por lo que veían. Toda la oficina estaba muy ordenada con diversas fotos de lo qué parecía su familia. Entregaron los documentos rápidamente, evitando presentaciones innecesarias.

—Bien, ustedes son los hermanos Aiden y Nadia Thompson —habló el hombre mayor revisando los documentos uno a uno—. Parece que todo está en orden. Recibimos la solicitud de la admisión con la información de ustedes hace unas semanas. Aunque no acostumbramos a admitir estudiantes de su Clase, aquí y más aun cuando el curso terminará en unos meses. Hemos decidido hacer una excepción.

—Esperamos que la excepción agregada a la cuenta bancaria de la institución sea suficiente —Sonrió Aiden con inocencia—. Ambos sabemos que pagamos mucho para estar aquí sin problemas. Esperamos no tener inconvenientes por aquí. Eso fue lo qué usted le prometió a nuestro tutor. Así que tendrá que encargarse de cualquier desastre desafortunado que surja.

—Siempre y cuando sigan las reglas —respondió el director—. Ahora aquí tienen sus horarios de clases, todas están juntas en su mayoría excepto deportes y ciencias.

—Eso no fue lo que acordó con nuestro tutor —interrumpió Nadia, con el entrecejo fruncido mirando a su hermano—. Todas la clases serían juntos.

—Bueno jóvenes... No todo lo qué se desea se puede obtener. Yo no asigno las clases y esto es todo lo que puedo hacer. Está institución no funciona como otras...

Nadia estaba apunto de lanzarse por el hombre. Aiden la tomó del brazo dándole una mirada seria, antes de que el gordito detrás del escritorio lo notará.

—Entonces si esto es todo nos retiramos director.

Su hermano la sacó de la oficina antes de poder hablar y la arrastró por los pasillos hasta el salón de su primera clase.

«!MATEMÁTICAS, MARAVILLOSO!»

Sarcasmo puro.

Una mujer de unos treinta años con el cabello recogido en un perfecto moño y un vestido azul combinado con unos tacones de diez centímetros les abrió la puerta.

Ella no podía creer qué una maestra con esa cara de "soy mejor que ustedes" les iba a dar clases.

Finalmente se hizo a un lado dejándolos pasar, mirándolos de arriba a abajo con indiferencia y desagrado. Susurrando tan bajo para oídos humanos un...

«tenemos mascotas humanas»

—Te veo luego George —habló al hombre que ahora sabían que era el verdadero profesor.

Salió contoneando las caderas. El profesor era un hombre de aproximadamente unos cuarenta y cinco años, alto con algo de cabello ligeramente blanco. Tenía aspecto de guerrero, tal vez un Beta.

Los observaba con algo de sorpresa... Tal vez era, por qué creía qué eran humanos. Rápidamente cambió su semblante a uno más profesional.

—Bien parece que tenemos alumnos nuevos que terminarán lo que queda del año escolar con nosotros. Así que comportense jóvenes —dio un gesto de advertencia a todos en el salón y regresó su atención a ellos—. Digan sus nombres y siéntense.

—Nadia y Aiden Thompson —contestó su hermano.

Ella observó el lugar, solo había tres asientos libres, uno al final con lo qué suponía era para alguien que no estudiaba y era más para un inadaptado. Los otros eran compartidos, uno con un chico de lentes "clásicos chico genio", y el último estaba en el lado de la clásica "perra del lugar". Aiden se sentó con el chico y eso significa que a ella le tocaría con la chica.

«Genial, te patearé el culo Aiden» —pensó girando los ojos 

—Largo de aquí, mascota —le susurró la loca—. apestas y si no te vas, te voy a joder la estadía aquí.

Nadia elevó una ceja sentándose a su lado. No, era ella quien no sabía con quién estaba tratando. Ella también podía ser una perra con tipas cómo ella. Sonrió y la miró con burla.

—Sé tratar con perras como tú cariño. Creéme mejor no te metas en mi camino.

Susurró bajito. Pero sabiendo que algunos la habían oído. «Ops... Se enojo». La loca agarró el brazo de Nadia y clavó sus uñas en el muy discretamente.

Nadia sonrió, tomando el agarre y quitando el brazo de la chica. Usando algo de fuerza hasta que su rostro empezó a tornarse pálido lentamente, la soltó y siguió con lo suyo.

—Esto te saldrá muy caro perra, no sabes quién soy —amenazó tocándose el lugar que Nadia había apretado.

No le respondió más.

Unos minutos más tarde Nadia estaba poniendo total atención en lo que el profesor decía. Cada ejercicio era sencillo ninguno de ellos tenía problemas con las matemáticas; Su madre les hizo estudiar mucho y, les enseñó a ser responsables desde temprana edad. Eso no le quitaba que odiará tal materia.

Todos los observaban con discreción. Cuando el profesor dio por terminada la clase informó a todos que habría un examen para el próximo martes. Bajo las interminables quejas de los alumnos. 
Quiénes abandonaron el lugar con tal rapidez, que uno se preguntaría cómo pueden atravesar esa pequeña puerta tantas personas. Ella guardó todo tan lentamente que parecía un caracol, para después salir con su hermano.

—Esperen... chicos tengo un par de preguntas, tomen asiento.

—¿Qué se le ofrece señor? —interrogó su hermano, tomando un asiento enfrente del profesor.

—¿Cómo lo hicieron? —preguntó tamborileando los dedos de su mano izquierda en el escritorio, mirándolos atentamente—, son muy buenos lo admito.

—¿Disculpe, de qué habla? —Aiden frunció el entrecejo.

—Los ejercicios, eran difíciles y ustedes los resolvieron todos. Y dado que son los más jóvenes de la clase me parece muy interesante. Además tienen algo en su mirada, algo... familiar, tienen unos ojos muy únicos solo los he visto en otra persona. —dijo negando con la cabeza con una sonrisa amable.

—Nuestra madre nos ha educado desde una edad muy temprana y estamos un par de cursos más avanzados que otros —contestó Nadia levantándose—. Si tiene alguna duda puede aclararlo con el director, él tiene nuestros datos —finalizó

—Cómo se llaman sus padres?

—Como personas normales —Aiden dijo en tono burlón levantándose.

—No necesita información nuestra señor. No nos quedaremos mucho tiempo —Nadia puntualizó abandonando el lugar con su hermano.

Cuando terminó la clase de historia. Fueron a la cafetería, por mucha comida. Ella moría de hambre y cuando tenía hambre era un ogro. Ese lugar era bastante grande y eso hacía un poco difícil dar con cada sección.

«Oh, oh, alabados sean los lindos bebés alíen. ¡He encontrado al amor de mi vida! Es perfecto, hermoso, se ve delicioso, doble carne con papas fritas vegetales extra. ¡Es una especie de hamburguesa, súper grande!» —Nadia chilló internamente.

—Quiero dos por favor, con una soda de uva.

Miró a su hermano y también estaba cautivado por tal belleza. Ella tomó su pedido y lo miró esperando que él haga el suyo.

-No, no ¿Tú te vas a comer todo eso?

—Sí, estoy creciendo necesito alimentarme bien. Esto es solo para mí.

Su hermano sonrió negando con la cabeza.

—Quiero lo mismo, pero con una soda normal.

La pobre mujer los miraba con la boca abierta por la sorpresa. Pensando que sería alguna broma, pero entregó el pedido.

—Gracias —dijeron al unísono.

Había un par de mesas libres, pero caminaron a una dónde estaban dos chicas y dos chicos. Eran unas gemelas castañas con unos bonitos ojos color ámbar. Nadia cálculo qué tenían una altura de un metro sesenta. eso también era su altura. Había un chico alto, tal vez un metro ochenta, con lentes muy atractivo en su humilde opinión. El otro chico castaño rojizo tenía unos bonitos ojos negros, también media como un metro ochenta. ¿Qué comían por aquí? qué todos eran muy atractivos.

—Hola, ¿podemos sentarnos con ustedes? —preguntó ella con una leve sonrisa.

—Si quieren pueden hacerlo —dijo la gemela más amable, la otra parecía que era más dura.

Ellos se sentaron antes de que se arrepintieran.

—Hola, soy Aiden y ella es mi hermana Nadia.

—Un gusto, Ellos son Evan —la chica señaló al castaño rojizo—, Victor, mi hermana Kayla y yo soy Isabelle.

—Ustedes tienen un olor muy dulce —dijo Evan mirándolos con interés—. ¿Por qué?

Ambos hicieron un ligero encogimiento de hombros. Comiendo sus hamburguesas.

«Adiós a los modales»

—Sí, es el perfume cortesía de nuestra madre.

Aiden contestó, mordiendo su hamburguesa y tomando su soda.

«Adiós modales x2» Tenían mucha hambre.

Hace un par de días no tenían una comida decente.

—Mientras no tengamos un enjambre de abejas encima, no creo que tengamos problemas —habló Nadia terminando su primera hamburguesa.

—Wow, ¿cómo comen tanto y mantenerse en forma? —interrogó Victor.

—Practicamos algunos deportes, además somos aprendices de algunas artes marciales, tiro con arco y esas cosas —aclaró su hemano—. Pero ni con todo eso mi pobre hermana creció.

Nadia lo miró mal, pero no le respondió.

—¿Cuántos años tienen? —preguntó Kayla.

—En unos meses cumpliremos diecisiete —se adelantó su hermano.

Estos dos no dejaban de mirarse desde que habían llegado —pensó Nadia.

—Son mellizos, genial —dijo Evan.

Ambos sonrieron. Después que terminaron de comer todos fueron a sus respectivas clases.

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